DE VUELTA A CASA
La
temporada decembrina es una de las más esperadas por las familias mexicanas.
Sobre todo en Guanajuato, donde una gran parte de los ciudadanos han tenido que
emigrar a los Estados Unidos en busca de la oportunidad de trabajo y
remuneración económica que nuestros gobernantes no han sido capaces de ofrecer.
El retorno al hogar de algunos de ellos, durante estos días, llena de alegría
los corazones de nuestros paisanos y de sus familias. Este tema no ha sido
dejado de lado por los escritores y, en el caso de los pequeños, también tienen
historias que a su corta edad ya les duelen.
Jair Adriel Mendoza Campos tiene 13
años y cursa el segundo grado de secundaria en el Colegio Sor Juana Inés de las
Cruz, en el municipio de Santa Cruz de Juventino Rosas, Guanajuato. Es miembro
del grupo de niños narradores del estado de Guanajuato en donde ha tenido la
fortuna de ganar en dos ocasiones el 1er lugar en el Concurso Estatal de
narración oral, lo que le permitió representar a Guanajuato en los Estados
Unidos, llevando narraciones de la cultura mexicana. Desde tercer año de
primaria ha participado en talleres y concursos de cuenta cuentos.
En sus propias palabras: “Esto me ha
permitido desarrollar un gusto por la lectura y por la expresión oral; hace un
año tuve la fortuna de ganar el 1er lugar en el Concurso de Oratoria de la zona
Este de Educación del estado de Guanajuato.
Una experiencia que me encantó y que nunca voy a olvidar, es haber
participado en el primer concierto de la orquesta Sinfónica de la Universidad
de Guanajuato en conjunto con los niños narradores del Instituto de Cultura el
pasado Diciembre. Me gustan mucho los deportes y pertenezco al equipo municipal
de la Asociación de hand-ball de Santa cruz de Juventino Rosas, en donde hemos
representado al estado de Guanajuato en competencias nacionales. Desde pequeño
me han gustado los deportes, en especial el Tae kwon do, en donde alcancé la
cinta negra hace dos años. Mi materia favorita es matemáticas, actualmente
estoy en espera de resultados de la tercera etapa de la eliminatoria estatal de
las olimpiadas matemáticas. Como parte de las olimpiadas de conocimiento tuve
la oportunidad de estar en la Convivencia Cultural 2017 que se llevó a cabo en
la residencia de Los Pinos. Estoy convencido de que todo logro requiere mucho
esfuerzo y sacrificio. Una de mis más grandes metas es poder seguir dando a
conocer nuestra cultura mexicana a través de los cuentos a más lugares, incluso
otros países. Amo mi país y creo que es una buena forma de dar a conocer lo hermoso
y maravilloso que es mi México, así como su cultura, tradiciones y su gente. Me
gustaría que todos los niños se motivaran con lo bonito que puede ser la
lectura y que conozcan las extraordinarias historias, leyendas y tradiciones
que albergan nuestro país.”
El cuento que presentamos en nuestro
Diezmo de Palabras, está basado en la historia del abuelo y el tío de Jair
Adriel. Ambos se vieron en la necesidad de migrar al país vecino en busca del
sueño americano para poder sacar adelante a sus familias, como el mismo pequeño
autor lo dice: “Me impactaron las historias que contaron, sobre todo lo que
vivieron durante su camino. Cómo arriesgan sus vidas y lo difícil que es estar
separados de sus seres queridos en un país donde no comprenden el idioma y, la
compañía más cercana con la que cuentan, son amigos del trabajo. Decidí hacer
este cuento para concientizar a las personas de los sacrificios que hacen todos
los migrantes para ofrecer un mejor futuro a sus hijos, hermanos e incluso a
sus padres y que el hecho de buscar oportunidades de superación no los
convierte en delincuentes. Hacen un esfuerzo digno de reconocimiento y deberían
de recibir más apoyo para formalizar su situación migratoria.”
Hoy compartimos estos dos cuentos de
pequeños narradores y desde este espacio dominical les deseamos a nuestros
amables lectores y a todo el equipo de periodistas, fotógrafos, redactores,
impresores y directivos de El Sol del Bajío, una muy feliz Navidad.
SUEÑO
AMERICANO
Jair
Adriel Mendoza Campos
-Basado
en una historia real-
Ya
había pasado una hora de caminar y Ezequiel observaba cómo el primer rayo de
sol iluminaba aquellos enormes cerros. Caminaba arreando a su pequeño ganado de
vacas flacas, buscando el poco pasto que apenas quedaba debido a la larga
temporada de sequía.
Ezequiel tenía 15 años. No sabía de
escuela, ni de libros, mucho menos de juegos con amigos, pues por ser el mayor
de sus siete hermanos tenía que ayudar a sus padres y llevar un plato de frijoles
a la mesa. Las tierras cada vez eran menos productivas, pero el hambre no
entiende de razones, así que, con todo el valor que se puede tener a los 15
años, decidió partir en busca del sueño americano y de esa manera poder ayudar
a su familia en esa desesperante situación, ya que había días en los que él y
sus hermanitos dormían sin haber probado un solo bocado en todo el día.
Con el corazón destrozado su madre vio
cómo su pequeño niño partía de su tierra y de sus raíces. Se dirigía hacia
aquel famoso país de oportunidades pero también de peligros, amenazas e incertidumbre,
pues entraría en él ilegalmente.
Con los zapatos rotos, una garrafa
de agua y unos cuantos centavos, Ezequiel emprendió aquel largo caminar lleno
de dudas, de miedos, de nostalgia y aún con mucha hambre.
Subió al tren, o La bestia, como
suelen llamarla al sur del país, todavía sintiendo en la mejilla aquel beso de
despedida que le había dado su madre. Pasaron los días y en aquel frio vagón
había conocido a dos muchachos que, como él, se dirigían hacia el mismo
destino. La Bestia pasaba por varias ciudades donde ellos se bajaban a pedir
dinero para poder comprar un poco de comida.
Al acercarse a la frontera lo único
que se podía observar era aquel enorme y aterrador desierto. Después de unos días
bajaron del tren para darse cuenta de que debían atravesar el indomable río
Bravo, asesino de miles de personas. Pero para hacerlo, debían de esperar la
noche, pues si no, la migra los estaría esperando del otro lado del rio para
darle fin a su tan anhelado sueño. Llegado el momento, Ezequiel colocó todas
sus pertenencias en una bolsa de plástico, incluso lo que traía puesto y así,
como dios lo trajo al mundo y con la piel de gallina, se metió en el río. El
agua estaba helada y le llegaba hasta al cuello. La corriente era muy fuerte,
sentía cómo lo arrastraba. Como pudo se sujetó de una rama y logró cruzar. Aún
muy agitado y sin poder ponerse la ropa, comenzó a correr para esconderse en
los matorrales, pues en ese momento ya estaba pisando suelo americano.
El frío comenzaba a invadirlo, lo
sentía como si le cortasen la piel al chocar con su cuerpo. A lo lejos se escuchaba el aullido de los
hambrientos coyotes. De aquel grupo de
diez personas que lo intentaron, sólo
siete llegaron al otro lado. Los demás habían desaparecido, era como si el río
se los hubiera tragado. No había tiempo para buscarlos, no había tiempo para
tener miedo o para sentir frio, pues el tiempo en ese instante era su peor
enemigo. Corrieron durante horas hasta que los venció el cansancio, aún faltaba
tiempo para que el sol saliera, no podían parar pues la noche era su mejor
protección para poder avanzar.
Al salir el sol Ezequiel podía
sentir cómo las espinas rasgaban su piel. Caminaron durante tres días y tres
noches, con los pies sangrando por las ampollas y las espinas. El hambre no
podía faltar, pues su único alimento era un pequeño paquete de galletas saladas,
las cuales racionaba, ya que no sabía de los días que aún le quedaban por vivir
en el desierto. La hora del descanso llegó, comenzaba a medio día justo cuando
el sol estaba más caliente. Aprovechaban para dormir y así poder tener un poco
de energía por la noche. Las horas pasaron y al despertar Ezequiel se dio
cuenta de que su grupo ya no estaba; se había quedado dormido, lo habían
abandonado en el desierto, sin agua, ni alimento. En su desesperación corrió y
corrió, pero jamás pudo encontrarlos. La falta de agua ya se estaba haciendo
presente en su cuerpo, sentía la boca seca, su garganta picaba, sus labios se
despellejaban y así, desorientado y sediento Ezequiel cayó exhausto.
Al despertar recordó que su padre le
había contado una historia sobre la estrella del norte, así que decidió caminar
siendo aquella estrella, su única guía. Después de dos fatigadas noches se
encontró con un pequeño charco, aquella agua sucia y con gusarapos le supo a
gloria, por lo que decidió quedarse ahí un par de días mientras sus heridas
sanaban y su cuerpo se rehidrataba. En esos días se sentía como en un campo
minado, por tantas serpientes que advertían su presencia, con su atemorizante
cascabel. A lo lejos ya había escuchado pasar varias veces las camionetas de Migración,
el miedo y la incertidumbre lo hacían dudar en entregarse y ser deportado o
seguir con su camino, teniendo en cuenta que en lugar de encontrar su destino
podría encontrar la muerte.
Ezequiel
decidió continuar, sin embargo le abrumaba el tener que alejarse de aquel
charco que después de días había sido su salvación en aquel incandescente
infierno. Esperó a que llegara la noche y emprendió su camino aterrado y
completamente solo. Después de unas horas comenzó a ver, a lo lejos, una mancha
de luz en el cielo. Se sentía confundido pues aun faltaban algunas horas para
que amaneciera. Caminó hacia aquel claro y después de unos cuantos pasos se dio
cuenta de que aquella luz provenía de una ciudad. Ezequiel no pudo contener las
lágrimas y, aun sabiendo que no tenía a nadie en el mundo en aquel lugar, se
sintió a salvo. Después de ocho días de estar perdido en el desierto nada
podría ser peor. Al acercarse, poco a poco pudo observar aquellos enormes
edificios. Un suspiro de aliento estremeció su cuerpo, dio un vistazo hacia
atrás y continuó su camino. Ezequiel había llegado. Él y su familia al fin
estarían a salvo de aquel aterrador sentir llamado hambre.
VEINTICUATRO
DÍAS ANTES DE NAVIDAD
Silvia
Ximena Jamaica Rodríguez
Escuela
Primaria Álvaro Obregón, Celaya
Había
una vez una niña llamada Ariel a quien no le gustaba la Navidad, porque decía
que no le gustaban los cantos navideños ni la diversión. No sabía lo que se
perdía todos los años, pero a su Tía Griselda le gustaba todo eso. Como sus
papás habían muerto, se quedó con su tía. Cuando Griselda comulgaba, pedía
siempre a Dios que a su sobrina le gustara la navidad ya que todos los años se quedaba
encerrada en su cuarto jugando Nintendo. Un día todo eso cambió. Ariel recibió
un libro llamado 24 días antes de Navidad y lo empezó a leer y decía en el
libro:
“Hola Ariel, soy Santa, vengo hasta
ti por este libro para que aprendas todas las cosas hermosas que hay en la
Navidad. La Navidad consiste en todas las cosas hermosas que más te gustan,
como sentarte a cenar con tus seres queridos, platicar de lo que nos ha pasado,
abrir regalos y andar con nuestros familiares y amigos”. Ariel dijo: —Todo eso
nunca me lo imaginé, pero se escucha divertido. “Bueno -dice Santa- tengo que
ir a entregar más libros a otras personas”. Entonces Ariel se puso a leer el
libro y le empezó a gustar, pensó: —Tal vez no sea tan mala la navidad.
Pasaron unos días y Ariel se quedó
pensando: —No he puesto mi árbol de navidad.
Y entonces rápidamente corrió a la sala a poner su árbol. Al llegar su
Tía se sorprendió por tan maravillosa sorpresa que le había dado Ariel y dijo: —Gracias,
te quedó muy hermoso.
Pero faltaba una cosa -¿qué creen
que faltaba en el árbol?-, la Estrella. Por lo que fue con su tía a comprarla,
así que fueron a tomar el Autobús y Ariel se imaginaba todas las cosas hermosas
que haría en navidad, como hacer muñecos de nieve, ir a ver un musical o beber
cocoa caliente y muchas cosas más.
Cuando estaba en la tienda de luces
y estrellas, había muchas luces y muchas estrellas, pero había una en específico
que casi parecía una estrella de verdad y dijo Ariel: —Me gusta mucho ésta, tía.
Y se fueron a pagarla a la caja.
—Hola, buenos días, ¿puedo servirles
en algo?
—Una estrella, por favor, -dijo
Ariel.
—Con mucho gusto -dijo el señor- ¡feliz
Navidad!
Era el día, la hora y el momento
para Navidad. Ariel estaba terminando su lectura y vio una nota detrás del
libro que decía: “Gracias, Ariel, por permitir que llegue a tu vida la Navidad,
ahora pide un deseo y se te cumplirá”.
Rápidamente fue a dejarlo a su árbol, se inclino y ¿qué creen que pidió?:
que todos se la pasaran excelente.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
**Imagen del título: Dale dale dale, a la piñata en Navidad. Obra
de Elizabeth Garces. Imagen tomada de Artelista.
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