domingo, 30 de noviembre de 2014

EL HOMBRE DEL CLAVEL VERDE

Sol del Bajío, domingo 30 de noviembre 2014
DIEZMO DE PALABRAS



EL HOMBRE DEL CLAVEL VERDE

“La pura y simple verdad es rara vez pura y nunca simple.” Oscar Wilde

‘Hay algo de vulgar en toda historia de éxito, los grandes hombres fallan o parece que han fallado’, dijo en cierta entrevista Oscar Wilde. La frase sigue tan vigente como hace más de cien años. El esfuerzo por obtener reconocimiento, notoriedad, fama o poder conlleva una serie de –muchas veces- desafortunados eventos. Se dejan sembrados en el camino fantasmas que, como catapultas, avientan su historia en el momento menos preciso. Vemos entonces a personajes de la política, del espectáculo, de las clases sociales llamadas “pudientes” intentar dar explicaciones de lo que es francamente indefendible. La pura y simple verdad es que sus vidas no tienen nada de puras. ‘Todos estamos en el drenaje, pero algunos estamos mirando a las estrellas’, dijo Wilde. Así que mientras la lucha del pueblo sigue adelante, mirando a las estrellas, y la clase política sigue embarrada en el drenaje –y en las fosas clandestinas-, en el Taller Literario Diezmo de Palabras, rendimos un pequeño homenaje al gran escritor y dramaturgo Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde, quien falleció el 30 de noviembre de 1900, apenas a la vuelta del siglo. Murió en París (igual que el gran poeta César Vallejo) dejando un legado inmortal, y esa fama de excepcional conversador. Atrás quedaron los tiempos cuando sus amigos cercanos copiaban el clavel verde que solía colocar en la solapa de su saco en cada estreno de sus obras de teatro. De los escritores de su tiempo es prácticamente el único que se sigue leyendo con frecuencia. En cualquier parte del mundo seguramente en este momento se lleva a cabo alguna de sus geniales y divertidas obras, que han resistido el paso de modas y tendencias; se disfrutan sus bellos cuentos infantiles –que hemos leído hasta en los libros de texto gratuitos- y han sido utilizados incluso de forma didáctica; su novela Dorian Gray ha sido analizada, criticada, admirada, repudiada y copiada por muchos. El ser diferente a los demás le hizo ganarse enemigos poderosos (ya desde entonces los políticos odiaban a los intelectuales), y a la postre fue la causa de que cayera en desgracia y en la cárcel. La época victoriana inglesa se ensañó con él porque reflejaba la decadencia de sus hipócritas clases altas, pero el tiempo lo ha reivindicado. Nadie recuerda a sus enemigos, ni a los millonarios de su tiempo, ni a los políticos; pero todos conocemos al Gigante egoísta, El ruiseñor y la rosa, El príncipe feliz. Oscar pertenece a nuestro tiempo más que al que le tocó vivir. Ahora, lejos del escándalo, sus mejores obras permanecen vigentes. Llega hasta nosotros con firmeza, como una figura majestuosa, con risas y llanto, con parábolas y paradojas, tan generoso, tan entretenido y tan cierto.
Julio Edgar Méndez


LUCES Y SOMBRAS

Diana Alejandra Aboytes Martinez

En su propio silencio
cruzaron luces y sombras…
Vida, tinta y obra
personaje fuera de contexto
excentricidades iluminadas,
letras virtuosas sobreviven al tiempo.
Criticado y denostado,
juzgado por amar a su igual.
La sociedad victoriana
no estuvo a la par de su grandeza,
lo encarceló y condenó al exilio.
El año de mil novecientos
testigo del ocaso de sus días.
Y así trasciende
su mejor obra de arte: él mismo.
Inmortalidad consumada.

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INMORTAL

Rosaura Tamayo

Mirada lejana de vacío,
versos envueltos en amor,
cuentos llenos de ternura,
y una novela inmortal.
Caminó por este mundo,
para dar pasos eternos,
e invitarnos a ser niños
junto a su Gigante Egoísta,
con el Ruiseñor y la Rosa
y con El príncipe feliz.
Oscar Wilde pertenece
a un mundo sin fronteras,
a un universo de sueños,
y a un legado de amor.

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GIGANTE DE LAS LETRAS

Patricia Ruiz Hernández

Nació Wilde para brillar,
escritor prolífero y fecundo,
de gran sensibilidad fue dueño,
sin ser el marido ideal
vaivenes existenciales resistió,
así surgió de su pluma
la balada en la cárcel de Reading.
Al igual que Salomé
placeres mundanos anheló,
juventud y belleza eternas
y vivir cual Príncipe feliz.
Gigante de las letras,
dio el más alto sentido
a La importancia de llamarse
Oscar o Sebastian.
Su obra perdura en el tiempo
cual Retrato de Dorian Gray,
y al Fantasma de Canterville
otorgó ilustre inmortalidad.
Esfinge hay en su tumba,
homenaje póstumo a quien
obedeció dos reglas al escribir:
tuvo algo que decir y lo dijo.
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ÓSCAR EN LO ALTO

María Soledad Popper

No en medio de la multitud
de las formas humanas
que se disuelven y desaparecen
en el espacio difuso de la homogeneidad.
Tampoco en la selva lúgubre
de aires contaminados,
donde ruedas, bestias y humanos
se mueven al mismo son
de identidades anuladas.
Trascendiendo la nubosidad sulfurosa
que emana desde la ciudad,
él se yergue en lo alto, ufano,
cual estatua que se sabe en su exterior
esculpida de oro y vanidad.
Desde su pecho concebido
de plomo y compasión,
conmovido contempla
todo dolor y necesidad.
Viste su corazón de golondrina,
se desprende de zafiros y rubíes
y vuela a disipar los tormentos
que impiden que florezca
la venerada belleza intuida
en cada joya única de la creación.

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WILD(E)

Eduardo Zuria

Luz impedida
de ver su totalidad:
polaridad en esencias,
salvajes mundos interiores
que en suavidad y rudeza,
se atraen.
Excepcional inteligencia
en vida cercenada,
visión de violencia impuesta
por fuerzas dominantes,
espejo de vanidad
y sensibilidad frustrada en
reflejos de asediada presa.
Percepción de arcoiris
en retrato de
falsa belleza superficial,
sufrido cause
a candentes reclamos,
feroces frívolas actitudes
y letras extraordinarias.
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EL AMOR BREVE

Paola Juárez

Él leía a Wilde, ella a Cortázar, sentados cada uno en la esquina de aquel solitario café. Ella lo miraba por encima de aquel viejo libro casi en ruinas, simulando leer. Él leía, hacía anotaciones, cigarro tras cigarro. Ella lo quería en silencio. Él se dejaba mirar y querer, sabía que esa chica a la que diariamente encontraba sentada y dispuesta en la misma silla, como un cuadro más pero con vida, lo observaba discretamente y a cierta distancia. Él le había tomado cariño a su mirada. Ella se perdía guardando en sus ojos cada gesto de su rostro; enajenado, hechizado por las letras que Wilde le compartía. Ella miraba sus manos, sus dedos pasando las hojas; miraba su frente y su boca leyendo en susurros. La deseaba, anhelaba llegar a su boca y cerraba los ojos mientras Cortázar bañaba aquel sueño repitiendo en su memoria: -“Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas…”
Cuando abría los ojos, él se había marchado, todo volvía a la normalidad, a la poesía sumisa de su vida, a las tardes grises y solitarias con lluvia o sin ella, yendo de un lugar a otro buscando de él una señal. Reinaba el silencio en sus horas tristes. Una mañana se dio cuenta de que había aprendido a leer de esa boca y esos labios, después de largos meses de mirarlos, de escuchar de ellos los poemas que a pequeña voz, también había aprendido a saborear, a tomarlos como respuesta a sus ensueños:
-“ Amor, no te culpo; la culpa fue mía, / no hubiera yo sido de arcilla común / habría escalado alturas más altas aún no alcanzadas, / visto aire más lleno, y día más pleno. / Desde mi locura de pasión gastada / habría tañido más clara canción, / encendido luz más luminosa, libertad más libre, / luchado con malas cabezas de hidra. / Hubieran mis labios sido doblegados hasta hacerse música / por besos que sólo hicieran sangrar...”
Se preguntaba si también él había aprendido a leerle la presencia, pues en
aquellos meses nunca levantó su rostro para posarlo en ella porque ignoraba
que mientras se perdía en el sueño, tocando y besando su boca con los ojos
cerrados, él la miraba y recitaba antes de marcharse:
-“Hay paz para los sentidos, / una paz soñadora en cada mano, / y profundo silencio en la tierra fantasmal, / profundo silencio donde las sombras cesan. / Sólo el grito que el eco hace chillido / de algún ave desconsolada y solitaria; / la codorniz que llama a su pareja; / la respuesta desde la colina en brumas. / Y súbitamente, la luna retira / su hoz de los cielos centelleantes / y vuela hacia sus cavernas sombrías / cubierta en velo de gasa gualda”.
Nunca se dirigieron la voz, porque la palabra siempre estuvo impresa y al margen de ellos, a través del silencio mutuo, de la poesía, del café en aquellas mañanas.
Con el tiempo los dos se perdieron la pista, ninguno supo que fue del otro pero en aquel café se quedó grabada la extraña historia del breve amor y…
“Por ahí un papelito / que solamente dice: / Siempre fuiste mi espejo, / quiero decir que para verme tenía que mirarte”.

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FLORES DE AMOR

Oscar Wilde

Amor, no te culpo; la culpa fue mía,
no hubiera yo sido de arcilla común
habría escalado alturas más altas aún no alcanzadas,
visto aire más lleno, y día más pleno.
Desde mi locura de pasión gastada
habría tañido más clara canción,
encendido luz más luminosa, libertad más libre,
luchado con malas cabezas de hidra.
Hubieran mis labios sido doblegados hasta hacerse música
por besos que sólo hicieran sangrar,
habrías caminado con Bice y los ángeles
en el prado verde y esmaltado.

Si hubiera seguido el camino en que Dante viera
los siete círculos brillantes,
¡Ay!, tal vez observara los cielos abrirse, como
se abrieran para el florentino.
Y las poderosas naciones me habrían coronado,
a mí que no tengo nombre ni corona;
y un alba oriental me hallaría postrado
al umbral de la Casa de la Fama.
Me habría sentado en el círculo de mármol donde
el más viejo bardo es como el más joven,
y la flauta siempre produce su miel, y cuerdas
de lira están siempre prestas.

Hubiera Keats sacado sus rizos himeneos
del vino con adormidera,
habría besado mi frente con boca de ambrosía,
tomado la mano del noble amor en la mía.
Y en primavera, cuando flor de manzano
acaricia un pecho bruñido de paloma,
dos jóvenes amantes yaciendo en la huerta
habrían leído nuestra historia de amor.

Habrían leído la leyenda de mi pasión, conocido
el amargo secreto de mi corazón,
habrían besado igual que nosotros, sin estar
destinados por siempre a separarse.
Pues la roja flor de nuestra vida es roída
por el gusano de la verdad
y ninguna mano puede recoger los restos caídos:
pétalos de rosa juventud.

Sin embargo, no lamento haberte amado -¡ah, qué más
podía hacer un muchacho,
cuando el diente del tiempo devora
y los silenciosos años persiguen!

Sin timón, vamos a la deriva en la tempestad
y cuando la tormenta de juventud ha pasado,
sin lira, sin laúd ni coro, la Muerte,
el piloto silencioso, arriba al fin.
Y en la tumba no hay placer, pues el ciego
gusano se ceba en la raíz,
y el Deseo tiembla hasta tornarse ceniza,
y el árbol de la pasión ya no tiene fruto.
¡Ah!, qué más debía hacer sino amarte; aún
la madre de Dios me era menos querida,
y menos querida la elevación citérea desde el mar
como un lirio argénteo.

He tomado mi decisión, he vivido mis poemas y,
aunque la juventud se fuera en días perdidos,
hallé mejor la corona de mirto del amante

que la corona de laurel del poeta.

domingo, 23 de noviembre de 2014

CON LA PLUMA DEL ALMA

Sol del Bajío, domingo 23 de noviembre de 2014


CON LA PLUMA DEL ALMA

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito"
Hamlet, William Shakespeare.

            En el taller Diezmo de Palabras, tenemos desafíos literarios que son ejercicios a resolver en pocos minutos. Uno de ellos es combinar paisajes visuales con lecturas profundas, como El Aleph, cuento magistral de Borges, que ha sido tema de otras narrativas, ensayos y análisis. Así mismo, utilizamos un documental sobre las primeras construcciones hechas por el hombre con pocos elementos, en este caso la construcción de un iglú en medio de la soledad de la nieve, toda una proeza del ingenio humano. Después leímos un pasaje de El Aleph e inmediatamente después cada uno de los participantes escribió, en pocos minutos, lo que su mente le dictó. Diría el maestro Herminio, “con la pluma del alma”.
Julio Edgar Méndez

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MICROCOSMOS

Patricia Ruiz H.

Partí en una excursión completamente sola, me dispuse a vivir la aventura de mi vida. No pensé en los peligros, el congelamiento o las bestias salvajes. Fui una con el universo, mi ser se fundió con el paisaje de la tundra. Debía construir mi refugio y sólo disponía de mis manos como herramientas; extrañamente no sentía frío al manipular la nieve. Hice cubos con ella y los monté uno sobre otro. Dejé un pequeño círculo en la cúpula para observar el cielo. Terminada mi obra, me recosté dentro de la madriguera a observar la Vía Láctea con toda su majestuosidad. Pude hacer un acercamiento para ver los planetas, seleccioné uno al azar, como quien usa un microscopio. Tenía abundante vegetación y estaba habitado por seres extraños, con sus propias costumbres, rarezas y extravagancias. Lucían tan primitivos, imaginé que me tomarían por una diosa si pudiera ir hacia ellos. Por largo rato, me permití observarlos como se hace con las hormigas. Al terminar la contemplación de aquella civilización, me percaté de que lo que había enfocado era un microcosmos en uno de los bloques de hielo de la bóveda.
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NIEVE

Lalo Vázquez

De pronto me vi en medio de la nada, en un lugar donde todo era nieve y un intenso frio, muy difícil de soportar. Al caminar, el mismo peso de mis vestiduras me hizo tropezar y resbalé como si fuera un trineo, avanzando muchos metros o quizá kilómetros, hasta que por fin me detuve. Con tan solo un cuchillo de herramienta empecé a construir un iglú sin la más mínima idea de cómo construirlo. Comencé a hacer bloques de nieve y los coloqué en círculo hasta formarlo; después busqué hielo transparente para formar un bloque y con él hice mi ventana, enseguida formé un bloque de nieve y lo coloque a un lado del transparente para que el reflejo de la luz iluminara adentro; corté un pedazo de bloque para que fuera mi puerta y al terminar me quedé viendo la inmensidad del infinito, viendo cómo se confunde lo blanco de la nieve con las nubes, recordando el calor de la casa de mi abuela, la comida tan rica en familia y añorando volver a ser niño.
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FRÍO

Diana Alejandra Aboytes Martínez

En la cúspide, donde el sol en estado líquido gotea y resplandece sobre el hielo, en medio de la nada y del todo, soy ese silencio que te habla al oído, mirada que se funde en la espesura del nevado paisaje. Frío que resbala por tus labios glaciares.
Soy la orilla del mundo, la inmovilidad del tiempo y el espacio sin límite…
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HAGAMOS UN IGLÚ

Rosaura Tamayo

Suspendidos los pensamientos en la nada,
pisando sobre el azul cielo y la blanca nieve,
vuela mi espíritu sobre el viento.
Acaricio el aire, miro sobre la nube;
de lejos un espejo claro
que se confunde con el cielo y se une
con el lejano y misterioso universo.
El hielo congela el agua y calienta el espíritu,
el azul nos envuelve con su brisa.
Ven, luna
ven, sol
ven, hielo
ven, amor.
Hagamos un iglú en medio de la nada
para formar una estrella resplandeciente.
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CAMINO EN LO INFINITO

Laura Margarita Medina

Es un sistema. Un conjunto maravilloso de vida. Camino al cielo. Construcción de sueños. Ilusión de colores que hay entre el cielo y la tierra. Un aire que acaricia y hace sentir cómo la sangre corre por mis venas. Me veo reflejada en la nieve y el sol. Camino en lo infinito. En el todo al que pertenezco y del que soy hermano. Aprendo a no sentirme vacío en medio de la inmensidad pues soy grande como ellos y viviré a su lado, eternamente.
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IGLÚ

J. Herlindo Velázquez F.

Cavar el corazón del témpano en la tundra,
encontrar el punto azul del universo
y construir el refugio;
el iglú que habrá de contener el infinito,
los seres, las cosas y los tiempos,
es fundirse en la aventura,
en el fuego de aquellos que buscan tesoros en la nada.

Los extremos del globo que habitamos
son el punto preciso donde yace
el brillo transparente del principio del alma,
la chispa diminuta que la forma,
el brillo infinitesimal del pensamiento
que nos mueve, desde el centro de la frente,
hasta el último suspiro de los días: El Aleph.
Luz tornasolada de la vida.
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AULLIDOS AZULES

Julio Edgar Méndez

En el principio fue el blanco, inmensa soledad del silencio. Llanuras extremas de frío y tristeza. Aullidos azules explorando los límites del abismo.
El hielo es calor y la vida, la vida es la muerte, la muerte eres tú.
Un vientre, una casa sin casa, un soporte infinito, columna, trabe, ingenio superviviente donde la luz cierra poros. Y entonces lo vi.
El mundo se concentra en un punto. Horizonte escondido detrás de diecinueve escalones. De algún modo todos los tiempos son un sólo momento.
Y el momento eres tú.


El Aleph (fragmento)

Jorge Luis Borges

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

domingo, 16 de noviembre de 2014

LAS HORAS DE ENTONCES

DIEZMO DE PALABRAS


LAS HORAS DE ENTONCES

El noreste del estado de Guanajuato, en la frontera con los estados de San Luis Potosí y Querétaro, es una zona no tan conocida como otras partes del estado y, por supuesto, menos visitada. Pero es una tierra bella, con un pasado lleno de historia, importantes minas, cerradas y en operación, además de cascos de hacienda con misterios y fantasmas que aún caminan entre sus ruinas, como en Mineral de Pozos. Era parte de la llamada “ruta de la plata”, desde la ciudad de México hasta Zacatecas. Y es aquí, en esta ruta fantástica, donde Cleotilde Gordoa, incansable promotora de la cultura dentro y fuera de México, ha desarrollado su carrera como escritora. Originaria de San Luis Potosí, hija de una familia “conservadora y muy vasta, su  temperamento rebelde la ha caracterizado en los ámbitos donde transita, pero sin perder jamás el  espíritu de solidaridad.
Educada entre una multiplicidad de personajes familiares que dejaron su huella impresa en ella, la han formando como todos la conocen, ambivalente, con un carácter recio, firme, fuerte y decidido, pero con la delicadeza, creatividad, imaginación, sensibilidad y capacidad de asombro que tienen los creadores”.  Es actualmente Presidente de la Asociación de Escritores del noreste de Guanajuato y Coordinadora General de la Caravana Internacional por la cultura y el  Arte y Embajadora Universal de la Cultura, nombramiento otorgado en Tarija Bolivia en noviembre de 2013. Pero Cleo, la amiga poeta, pletórica de sensualidad y pasión por la vida, es también una extraordinaria artista visual. Su fotografía ha sido expuesta en numerosos lugares. La belleza salvaje del desierto, los lugares comunes pero ocultos a la mirada sin interés por la estética, la flora de nuestro estado y región, son objetos de arte a través de su lente. Ha publicado los siguientes libros de poesía y cuento infantil: Ocasos y momentos de amor, Sinfonías de otoño, Cuentos mágicos para leer a sus hijos I y II, Pasiones cautivas, Contigo bajo mi piel y Desnuda entre tus arenas. Es un honor contarla entre nuestros amigos del Taller Literario Diezmo de Palabras. Todas la fotografías que acompañan estos poemas son obra de Cleo Gordoa. Son recuerdos de las horas de entonces.
Julio Edgar Méndez


LAS HORAS DE ENTONCES

Cleo Gordoa

Las horas lánguidas
de la tarde ausente,
donde el sol se oculta 
y vuelven los recuerdos.

Donde la brisa descansa
en las lejanas montañas
y escapa la quietud
de mi alma apasionada.

Añoro tus besos ardientes,
tus huellas en mi cama,
las caricias que aún perduran
grabadas en mi espalda.

Estos instantes en que no estás
son siglos de desasosiego,
me falta la respiración
de tu boca en mi cuello.

Me pierdo en los suspiros
que se elevan hasta el cielo,
me pierdo en los anhelos
sabiendo que te deseo.

Esta tarde apasionada
me habla de tus pasos,
de tu sonrisa loca
y de nuestros desvelos.

Estás ahí a un paso
de mis locos desvaríos,
anhelando lo mismo,
deseándome también.

Vendrá la noche
y estaremos juntos,
vendrá la vida
para vivirla los dos.

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CANCIÓN SIN SENTIDO

Cleo Gordoa

Me gustas para escribirte
una canción sin sentido,
que no mencione tu nombre
y que no hable de ti.

Que no lleve en su ritmo
el vaivén de tus caderas
y que sus notas terminen
con un orgasmo de amor.

Que no hable de nuestros besos
ni de todas nuestras noches,
pero que vibre en su acústica
la historia de nuestro amor.

Me gustas para cantarte,
una canción al olvido,
en donde quede bien claro,
que no te pienso olvidar.

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DESNUDA

Cleo Gordoa

Aquí estoy,
desnuda para ti
y todos tus deseos
más eróticos e insanos.

Sedienta de tu lluvia
en mi anhelante cuerpo
que arde por instantes,
solo esperándote.

Necesitándote con delirio,
con las ansias recorriendo
los senderos con tus huellas,
los que tú muy bien conoces.

Saboreando tus frenéticos besos
que muerden mis galaxias
con desenfreno y cinismo,
con hambre de tantas cosas.

Tus locuras desquiciantes
que me hacen perder la razón
y me llevan a la amnesia,
al quebranto total de los sentidos.

Aquí estoy, desnuda para ti,
y deseando tu desnudez inmortal
entre mis pliegues esta noche,
esta noche y para siempre.

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DESPIERTAME

Cleo Gordoa

Despiértame
con tus urgencias cada noche,
mientras la lluvia fugaz
besa la ventana.

Despiértame
mientras la almohada
acoge los deseos
para guardar secretos,
solo nuestros.

Despiértame
con tus manos traviesas
que juegan a esconderse
en los rincones.

Despiértame
mientras que en las galaxias
se pierden los luceros
y la luna indiscreta
se asoma en las noches.

Despiértame
con tus mágicos besos
que gustan de viajar
sobre mi piel ardiente.

Despiértame
con mil susurros en mi cuello
y deja que se cuelguen los instantes
en nuestra entrega cada noche.

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EN LA MONTAÑA

Cleo Gordoa

Ayer cantó para nosotros
la montaña y la noche,
el croar de las ranas,
los grillos vagabundos,
la sinfonía del viento.

La luna despacito
se asomó entre las nubes,
la brisa se impregnó
del olor de nosotros.

Las estrellas sumisas
titilaban airosas,
era una noche plena,
una noche de amor.

Nosotros nos dejamos
arrullar sin sentido,
mientras la noche intensa
se dejaba sentir.

Tuvimos luna en las montañas, 
tuvimos brisa al despertar,
tuvimos cantos y serenatas
tuvimos tiempo de volver a amar.

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EN TUS QUIMERAS

Cleo Gordoa

Déjame recostarme
en tus quimeras
de una tarde gris
que se aleja.

Cuéntame tus historias
y dame tus recuerdos
mientras el sol
marchito nos consuela.

Deja que la primera estrella
nos colme de deseos
y que tu boca ardiente
me bese hasta cansarse.

Regálame todas tus horas,
el  tiempo inexorable,
que es tuyo, mío,
el tiempo de los dos.

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ESCRIBIRTE

Cleo Gordoa

Me apasiona escribir
con mis labios amantes,
mil relatos sensuales
en tu piel desnuda.

Y recorrer caminos
para explorarte siempre,
encontrar tus locuras,
despertar tus sentidos.

Que todos tus delirios
afloren sin sentido, 
que fluyan tus tormentas,
que vuelva la pasión.

Que tus ríos peregrinos
me inunden por completo,
para que mis deseos
vuelvan a florecer.

Que el tiempo viejo
sin miedo se diluya,
que tu piel y mi piel
solo vuelvan a hervir.

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HUYAMOS

Cleo Gordoa

Sígueme, huyamos juntos,
 no dejemos huella alguna,
que nadie siga nuestros pasos,
que no nos encuentren nunca.

Huyamos entre la niebla,
sin dejar letras tiradas,
sin boletos ni equipaje, 
sin despedidas ni nada.

Solo tu piel en mi cuerpo,
solo mi alma en tus manos,
solo tus besos conmigo,
solo mi amor en tu ser.

Huyamos sin inquietudes,
sin el pasado a cuestas, 
sin el temor al futuro, 
sólo el presente de hoy.

Volaremos con las nubes,
y llegaremos muy lejos
donde nadie nos conozca

para vivir nuestro amor.

A la memoria de Herminio Martínez

      Herminio Martínez, maestro, guía, luz, manantial, amigo entrañable y forjador de lectores y aspirantes a escritores. Bajo sus enseñanz...