domingo, 25 de enero de 2015

CUENTOS DE UN LOBO SOLITARIO

Sol del Bajío, domingo 25 de enero de 2015


CUENTOS DE UN LOBO SOLITARIO
Minicuentos de Jeremías Ramírez

En el marco del Encuentro Internacional de Escritores en la ciudad de Salvatierra, del año pasado, tuve al agrado de conocer a Jeremías Ramírez. Había escuchado sobre su trabajo como cineasta y por supuesto sabía que fue ganador del Premio Nacional de Cuento en 2013, pero a pesar de ser vecinos de la misma ciudad no nos conocíamos personalmente. Originario de la ciudad de México y residente en Celaya desde 1993, Jeremías se define a sí mismo como un lobo solitario. Estudió Periodismo y Comunicación colectiva en la UNAM.  Cineasta “accidental”, ha realizado seis cortometrajes y ha obtenido  algunos reconocimientos al respecto, como el Premio Especial Malayerba en el Séptimo Festival Internacional del Cine “Expresión en corto”, 2004. Coincidimos por invitación en el libro de cuentos Tintas del Lerma, junto con otros autores premiados y algunos publicados por primera vez. Gracias a esa aventura pudimos conocernos y encontrar muchos puntos de coincidencia. Es un lector insaciable de buena literatura y muy analítico en su apreciación de textos y autores. La minificción es parte integral de su obra y aquí tenemos una pequeña muestra. Escritor por pasión y locura, es también autor de los libros Arañas en el silencio, minificciones, Rebelión de la memoria, El guerrero, la doncella y otras estatuas. Con este último ganó el XXII Premio Nacional de Cuento “Efrén Hernández”, 2013. Trabaja actualmente en la Universidad de Guanajuato, Campus Celaya-Salvatierra. Para el Taller Literario Diezmo de Palabras es un honor presentarlo a nuestros lectores.
Julio Edgar Méndez



EL SOLDADITO DE PLOMO
Jeremías Ramírez

No, no fue lo frío ni lo cojo —dijo la bailarina de papel—. La verdad, lo abandoné porque era un pesado.

CENICIENTA
Jeremías Ramírez

Ella se pudo haber casado con el príncipe, si la   zapatilla de cristal que dejó caer al piso como anzuelo no se hubiera hecho añicos.


EL CREYENTE
Jeremías Ramírez

Érase una vez un creyente en la reencarnación,  riguroso en su disciplina vegetariana: reencarnó en una tierna lechuga.

EVA
Jeremías Ramírez

Su mirada se detuvo en la manzana. Alargó el brazo  y cuando su mano estaba a punto de alcanzarla, se detuvo. Una voz sobre el hombro le siseó: Llévatela y el mundo del conocimiento será tuyo... nuestras nuevas Mac tienen conexión permanente a internet.

EL JINETE
Jeremías Ramírez

Era el mejor caballo: negro, reluciente, de musculosas patas que se alzaban poderosas en su ligero galopar. Subía y bajaba devorando el horizonte. Con un animal de esta estirpe, él tenía que ser el mejor jinete, el más extraordinario. Y lo fue... hasta que el carrusel se detuvo.

EL PEDIDO
Jeremías Ramírez

Yo trabajo en una fábrica de piernas de repuesto.  Es un trabajo muy complicado. no hay dos pares de piernas que se parezcan. Aunque sea por mínimos detalles, todas son diferentes. Las hay gordas, flacas, peludas, lacias, huesudas, musculosas, esbeltas, descuadradas, combadas, pegadas, largas, cortas, torneadas. Y ninguna clienta está contenta con las que tiene o con las que compra: las gordas las quieren flacas; las flacas, gordas; las altas, cortas; las cortas, altas. Ahorita vamos a entregar este par. Y estoy seguro de que no le van a  gustar. Que quítenle acá, que póngale allá, que vaya usted a saber qué se le ocurra. Estas mujeres robot son peores que las de carne y hueso.

PREOCUPACIÓN
Jeremías Ramírez

Soy feliz con él. Es tan gentil. Al principio venía cuando yo no estaba y me dejaba flores o chocolates. Un día me esperó. Me asustó no verlo. Es difícil estar con alguien que sólo se sabe que está presente porque hace ruido, aunque debo decir que al final una se acostumbra a todo. A pesar de que es mudo me hizo aprender portugués (la única lengua que conoce) para que le hablara y leyera sus mensajes. Un día me pidió acostarse en mi cama. Accedí. No sabía si era hombre o mujer, nunca lo había tocado y no me atrevía a preguntarle. Durante más de una semana no pasó nada, pero una noche sentí su fuerte aliento a leche y en segundos me hizo arder como una flama. Han pasado ocho meses. Todos me dicen que quieren conocer al padre de mi hijo. No sé qué hacer, pero lo que más me preocupa es el niño. ¿Podré verlo cuando nazca?

LA PESADILLA
Jeremías Ramírez

Salomón se despertó asustado. Había soñado la pesadilla que acosa a un buzo profesional: morir ahogado. Soñó que estaba con su equipo de buzos sacando un tesoro que estaba en la bodega de un galeón español. De pronto, al mover el cofre, un mecanismo activaba una reja que los dejaba encerrados. Luchaban hasta el límite del oxígeno. Había visto cómo iban pereciendo uno a uno sus compañeros. Cuando le llegó su momento, atormentado por la asfixia, despertó. Estaba en su casa y en su cama. Respiró aliviado pero de pronto advirtió que las sábanas estaban húmedas. Se incorporó: su cuarto estaba anegado. ¿De dónde había salido tanta agua? ¿Se había roto alguna tubería? El nivel del agua empezó a subir rápidamente. A través de la ventana vio el palo del velamen de un barco, parecía como si su casa estuviera construida en la cubierta de la nave. El agua, de  pronto, lo cubrió y allí, junto a sus compañeros, descubrió su propio cuerpo flotando sin vida.

UN NUEVO CENTAURO DEBAJO DE LA MESA
Jeremías Ramírez

Pánfilo se quedó debajo la mesa de la cocina. Temblaba apretando con sus brazos un pedazo grande de pan. El mantel que caía a ambos lados de la mesa de la cocina evitaba que el patrón y el capataz lo des- cubrieran. Con atención escuchaba cómo hablaban de Doroteo, se les notaba en la voz que le tenían miedo. Discutían la manera de acabar con él pero no sabían cómo atraparlo. Decían que les estaba causando muchos problemas. Pero en ningún momento hablaban de lo que ellos le habían hecho para que él, enfurecido, se hubiera ido al monte para regresar al frente de una banda temible. Pánfilo acababa de estar tres días sin comer, castigado por haberse dormido cuidando las ovejas. Lo habían amarrado en un poste en el almacén de las herramientas del que había podido soltarse y, hambriento, se había ido derecho a la cocina: sólo quería un pan y lo había conseguido pero ya no le dio tiempo de salir: se quedó atrapado debajo de la mesa. si lo descubrieran bien sabe que lo castigarían como a una bestia, y no importaba que sólo tuviera seis años. Pero ya crecería, fuerte y grande, con un bigote ancho y un caballo azabache y se pondría un nombre que de oírlo los hiciera temblar. Uno como el que se puso Doroteo: Pancho Villa, o algo así́, que sonara fuerte, que sacudiera hasta los montes. Doroteo Arango era buen nombre, pero Pancho Villa era mejor. Al pronunciarlo, espantaba. Él necesitaba uno así para que cuando lo oyeran los amos temblaran, las niñas de la casa lloraran y las mujeres se llenaran de temor. Pánfilo oye a los lejos el galope de un caballo, no el de Pancho Villa, sino el de él, el nuevo centauro del norte que se cocina entre temblores y botas debajo de la mesa.


EL DIRECTOR DE ORQUESTA
Jeremías Ramírez

Era un director singular, casi un mago. En su batuta tenía el poder de producir notas: al moverla iban saliendo de la punta y las iba colgando en los instrumentos. Notas pequeñitas y brillantes en los violines; más densas y oscuras en los cellos; pesadas y gordas, como bolas de esponja o estambre, en las tubas y los contrabajos; redondas y duras en los timbales; delgadas y transparentes en el xilófono y el arpa...
            Cuando suspendía su batuta en lo alto, todas las notas se quedaban quietas, calladitas, expectantes. Cuando la bajaba de golpe para iniciar el concierto caían como gotas de intensa lluvia.
            Cuando el concierto terminaba, un reguero de notas inservibles tenían que ser recogidas por el personal de limpieza. Siempre era lo mismo con este director. Más de dos horas tardaban en recogerlas todas. Y los botes de la basura no dejaban de sonar toda la noche.


EL EXTRAÑO
Jeremías Ramírez

Estaba jugando en mi jardín y desde allí podía oír el ir y venir de las manos de mi hermano sobre el teclado. Interrumpió mis juegos el llamado de mi padre. Entré a la sala y me sorprendí ver sentado en el sofá a un desconocido. Era un hombre desarreglado, sucio, con una camisa y un pantalón muy desgastados. Su rostro estaba salpicado por una barba a medio crecer. Su pelo grueso y grasiento estaba desordenado. Su rostro, marcado por una sonrisa descompuesta, me atemorizó. ¿Quién era? ¿Un velador? ¿Un vigilante en una empresa? ¿Un obrero? ¿Un cargador? ¿El señor de la mudanza que se iba a llevar las cosas de mi madre, que a dos años de haberse divorciado, todavía estaban aquí? ¿Por qué estaba sentado en la sala? Siempre esperaban afuera. Vi sus grandes manos colgando sobre sus rodillas. Eran como dos mazos, útiles sólo para trabajos pesados. Advertí que el hombre escuchaba atento la melodía que tocaba mi hermano y arrugaba el gesto cuando se equivocaba. ¿Qué sabe este tipo de música?, me dije. De pronto, el hombre se puso de pie. Se acercó despacio a mi hermano. Parecía un espantapájaros gigante. ¿Por qué lo había llamado mi padre? Su mirada, casi idiota, borreguna, no dejaba de contemplar las manos de mi hermano moviéndose como un par de colibríes nerviosos. Mi hermano terminó. El hombre aplaudió entusiasmado. Pobre, ni siquiera se enteró de que había sido una interpretación bastante mala, me dije. Mi hermano se levantó y se inclinó ante él con sumo respeto. Mi hermano nunca hacía eso, ¿qué le estaba pasando?
            —¿Me permite que toque un par de notas para usted? —le dijo a mi hermano con una voz rasposa, propia de la gente que fuma. Mi hermano le dejó el lugar y el hombre se sentó. Seguro que las teclas van a salir volando con esas manotas, me dije. Estiró sus dedos y tocó dos notas. Bravo, maestro, grité por dentro, es usted un genio. Luego tocó una nota más. Parecía un niño tímido tocando un piano de exhibición en una tienda. Le sonrió a mi hermano. Volvió su mirada al piano y vio las teclas como un clavadista miedoso ve la alberca. Y de pronto se lanzó en picada. Sus paquidérmicas manos se convirtieron de inmediato en agiles venados. Sus enormes dedos caían velozmente y con precisión en las teclas bordando un complejo tramado musical. A veces eran cervatillos delicados; a veces veloces halcones, otras tigres feroces que hacían temblar el mueble. En ese caer de notas a raudales una melodía se me hizo conocida: Bach, sí, Bach, una chacona de Bach. Ahí, en el fondo, brillaba la pieza de Bach con claridad. Que maravillosa interpretación, estaba embelesado por esas manos maestras. A este hombre debe conocerlo mi maestra de piano, me dije. ¿Hombre? ¿Al hombre sucio de la sala? Alcé la vista. Era otro. Su mirada brillaba y sus gestos eran como los de un sabio desentrañando los misterios más oscuros. Todo su cuerpo obedecía una a una a las acciones de sus manos. Era una máquina bien equilibrada. Su espalda erguida, su cuello y hombros meciéndose al compás de las notas, sus pies precisos sobre los pedales. El piano, en sus manos, era una orquesta. De pronto se detuvo y giró su cabeza. En la puerta estaba sonriente mi padre. Aplaudió con furor.
            —Gerardo, eres un genio. Mis hijos te van a agradecer tus lecciones.
            Sonrió tímidamente. La luz se le había apagado en la mirada y volvía a ser el mismo espantajo del inicio. Pero no del todo.
            —Niños, éste es Gerardo. Desde hoy será́ su maestro de piano. Aprovéchenlo, y aprendan de él todo lo que puedan.
Se abrazaron y caminaron hacia el comedor. Durante toda la comida no lo dejé de observar. Ya no podía verlo igual como cuando entré a la sala. Era el mismo pero era otro. Una capa invisible se le había caído dando paso al artista.

            Cuando se despidió, al estrechar su mano tuve el deseo de besarlas. Las comparé con mis manos, tan pequeñitas, tan insignificantes, apenas de un adolescente de 15 años, pero con el hambre de llegar a ser tan grandes y prodigiosas como esas manos; mágicas en el piano, torpes con los utensilios del comedor: dos veces, durante la comida, había derramado el vino.

domingo, 18 de enero de 2015

PÁGINAS QUE CAEN

Sol del Bajío, Celaya, Gto. Domingo 18 d enero 2015


PÁGINAS QUE CAEN
Poesía de Aleqs Garrigóz y J. Luz Sierra Enríquez

El Diezmo de Palabras se ha formado de muchas personas que han aportado sus conocimientos y han compartido su obra para que los aspirantes a escritores tengan material de lectura con raíces propias de nuestro entorno. Tal es el caso de los compañeros que en esta ocasión nos ofrecen una poesía donde asoma la intimidad de sus emociones, lo profundo de sus pensamientos y la claridad de su lenguaje.


SUICIDIO
Aleqs Garrigóz

No sólo la fuga sensual de la sangre,
no sólo la noche final del amante:
también el corazón dibujado en el vaho del ventanal
y los árboles sosteniendo cristales de irrepetible hermosura,
el lecho perfumado con rosas deshojadas tiernamente,
la almohada de plumas tan finas, esa cara lavada indecible
y la carta donde emocionan frases mejor que un cúmulo de centellas.

No sólo el acto de dormir y ser acariciado por un sueño mayor
que los sueños más gloriosos realizados en vida:
también el último aliento
expirado como un beso de despedida.

El que sabe morirse de amor
construye el poema con su cuerpo.

MAQUILLAJE
Aleqs Garrigóz

El maquillaje seduce a las mujeres, a los hombres.
Es capaz de crear la androginia, el beso rosa
en que los sexos se funden en voluptuosidades carnales,
a la vez divinas.

El maquillaje es, desde el origen de la oscuridad humana,
una forma de ser lo que no seremos nunca:
lo que siempre querremos ser.

Cuando lloran las prostitutas, los payasos,
sus caras logran un encanto innegable, donde horror
se iguala a ternura, en abrazo más que fraternal.
Esa pasta de lágrimas y maquillaje
se llama Humanidad.

Pinta en tus labios la pasión que no tienes.
Sombrea tus ojos con ceniza…
¡Sal a la calle!

DE LA LOCURA
Aleqs Garrigóz

Volverse “loco” es tan fácil…
basta un susto, un parpadeo, a veces menos.
Y se dicta la sentencia:
“A los hospitales psiquiátricos a vivir”
¿Quién osa empuñar la regla de la sanidad?
¿Con qué han medido lo que no tiene principio ni fin,
ni pies ni cabeza, -mucho menos cabeza-?

Antenas cósmicas de radio,
telerreceptores holográficos
en una amplitud o en otra.
Eso somos.

La mujer desaliñada y grosera
que delira en la calle desnuda de coherencia,
abandonándose en un ensueño agridulce
más hermoso que la niñez,
se entrega como una ofrenda
al llamado persistente de lo absoluto.
Que es caos.
Sin que en ello haya merma o crimen.

Los locos incuban en su cerebro
la solicitud caprichosa del universo.

EL TÚNEL
Aleqs Garrigóz

El túnel divide en dos la carretera sinuosa,
latitudes de una misma existencia
que en vida y muerte se difunden.

Como cuando con un barreno atravesamos
el corazón de una manzana,
así el cerro fue despojado de su entraña.

Pero a veces en la operación se desliza un error.

Lo atravieso con inseguridad y con jadeo.
A través de vidrios empañados,
la niebla va formando caprichosos fantasmas
que juegan a cegarnos, a enloquecernos.
Y es inútil que encienda la radio para no atender.

Túnel donde el frío cuaja en estalactitas,
donde la humedad envenena el aire apresado,
donde una cerilla que logra su incendio es letal,
donde se eterniza un grito de auxilio.

Donde se solidifica un pulso de horror.

EL CARACOL
Aleqs Garrigóz

El caracol arrastra su soledad;
se desliza sobre márgenes cambiantes y arenas movedizas,
sintiendo la amenaza del pico curvo, de la garra rapaz.
Debe ir allá, siempre allá,
penosamente llevando, lo mismo que un oscuro nómada,
el pétreo refugio de su casa
sobre su espalda inconsistente.

Antes de la historia,
en la edad de las primeras formas vivas del agua,
el caracol, como un símbolo cósmico,
ya esperaba ser descifrado por un hombre mudo:
guarda, al igual que un cofre, un tesoro de sabiduría:
la arquitectura del infinito perpetuándose siempre en espiral
y el timbre exacto del canto del mar.

Cuando un hombre recoge el esqueleto vacío
y sopla a través de la hermosura sostenida de su concha,
no sabemos qué potencias es capaz de despertar.

* Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, 1986). Es autor de varios títulos de poesía entre los que figuran Luces blancas en la noche (2004), La promesa de un poeta (2005) y De naturaleza amarga (2007). Recibió en 2005 el premio Adalberto Navarro Sánchez de literatura por parte de la Secretaría de Cultura de Jalisco. En 2006 figuró en la antología Nueva poesía hispanoamericana, de la editorial madrileña Lord Byron. En 2008 recibió el Premio de Literatura de la Casa de la Cultura de la Ciudad de Guanajuato. Premio Espiral de Poesía 2011 y 2012 otorgado por la Universidad de Guanajuato. Mención Honorífica en el V Concurso de Poesía María Luis Moreno y en V Concurso Internacional de Poesía “El mundo lleva alas”. Ha publicado poemas en diversos medios impresos y electrónicos de diversas ciudades de México, España, así como de Hispanoamérica.



 MUJER
J. Luz Sierra Enríquez

I
Mujer, amada, eres mis ojos, cuando me amas, cuando eres mi amante, indiscreta con la sonrisa del viento, traviesa aligeras mi carga cuando en silencio me gritas que me quieres. Si lo soy o no bienvenido, bendita tú entre las flores del poeta, poeta malquerido.
II
Con mi guitarra sonando, llevé mis amores a tu puerta, a tu ventana, miles de veces, por las noches frías. Y era mi voz y mis canciones perdidas, en la madrugada bajo la sombra de la luna, mi canto furtivo acompañó a tu vigilia.

MI UNICORNIO AZUL
J. Luz Sierra Enríquez

“Duele, el dolor duele y la soledad ,la mujer duele, al diablo la soledad , la mujer y el dolor; los partiré en mil pedazos y a la mujer que no me quiere, le arrancaré a mordiscos el corazón que nunca ha tenido. No la quiero, su nariz sucia, la limpio con mis cursilerías, poeta de sexta, poeta sin número y calle, poeta sin nombre. ¡Calla! ¡Muere hoy en la noche! Ya no la busques, cobarde, “pinche” todo tú.

EL BAÑO
J. Luz Sierra Enríquez

Me baño a diario
con tus reproches
con tu retahíla de quejas
me zurces el alma
y el corazón
casi vacío
en silencio aletarga su latido
hasta caerse muerto.

¿A DÓNDE?
J. Luz Sierra Enríquez

¿A dónde?
al umbral de tus secretos
y al final de mi historia
que es tu  historia
tuya de ti, de ti tuya.

METAMORFOSIS
J. Luz Sierra Enríquez

Me convierto en sol
y entro por tu ventana
me abrazo a tu silencio
y a tus sueños
para nunca despertar
y así
evitaremos la luna
la noche fría
y el desgano por no vivirte.

STAND BY ME
J. Luz Sierra Enríquez

Luna “Blanca”
¡No!
no
no  me dejes
sólo
Mi corazón
hereje enamoradizo
se ha dilatado
como una simple derivada
su límite siempre tiende a cero.

PÍDEME
J. Luz Sierra Enríquez

Pídeme
y me voy al infinito
coloco
en tus comisuras
polvo blanco de estrellas
y dormimos juntos
en silencio
hasta que el amor nos vuelva
con el arrullo
que el cansancio deja
en la entrega completa

ME VOY CONTIGO
A: SERAFÍN GARCÍA SIERRA
J. Luz Sierra Enríquez

Noches como esta
quiero irme contigo
a donde estas con mi madre
a regañarte
porque eras un niño llorón
y no dejabas dormir a este aprendiz de poeta.
El alcohol nos encontró
heridos de muerte
por la mujer que nos robó la vida
con sus desprecios y su indiferencia.
Eras Sierra como mi abuelo y mi padre
y tu hijo como los míos
olvidarán ese apellido
maldito
marcado por una cruz negra
porque somos los malqueridos
los que llegan tarde al amor.
Nos veremos
prepárame el lugar
junto a ti y a mi madre.

No sé
porque
no estás aquí
conmigo
contando las estrellas
bajo el firmamento
de tu ausencia
en vela
los dos
solos .

HOY
J. Luz Sierra Enríquez

Hoy cierro los ojos
dispuesto a seguir amándote
aún no he nacido
y ya he muerto de amor setenta veces siete
por ti, solo por ti
sin que lo supieran tus labios
me he derramado por tus comisuras
lentamente muy lentamente.
Cada noche
has sido mía
para mí
en el soñar despierto de este imposible

 A LA AMADA DESCONOCIDA
J. Luz Sierra Enríquez

Hola: Había postergado la presente, hoy ya no me contuve; aquí estoy listo para abrirme el corazón y colocar algunas letras sobre esta carta. No la recibirás personalmente, la lanzaré al viento y serán los susurros, los que quizás, te hablen de un amor en silencio, callado, secreto, escondido en un saludo o en una mirada furtiva  y breve.  Al principio era como un juego, te decía -¡Hola! y se escondían frases como: -Hoy también te amo, te quiero, hasta la noche, hasta que la luna me sustituya y vele tu recuerdo, yo estaré ocupado, en un sueño donde somos más que dos simples conocidos, –buenos días, y será- ven conmigo que te amaré para siempre. No sé qué fue lo que vino primero, tu cabellera fugitiva de mis manos o tus ojos que nunca me han visto, con el traje de prisionero, tu figura me ha condenado a cadena perpetua. No lo sabes, he escrito poemas sin tu nombre y cientos de versos sobre la pasión que me inspiras,  sobre tu aroma que huelo, cuando a veces estás a mi lado. Seguiré con este amor callado y tú serás para siempre mi amor secreto.


*J. Luz Sierra Enríquez es Ingeniero Biológico y miembro del Taller Literario Diezmo de Palabras y del Taller Literario de la Casa de la Cultura de Comonfort. Ha sido publicado en Palabrerío, Un rimero de palabras (poesía),  Aire del bajío, un acercamiento a la nueva poesía Guanajuatense, por la Universidad de Guanajuato y en revistas y periódicos. Fue ganador del Trofeo "La rosa". Primer Premio en los "Primeros Juegos Florales organizados por la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana y la Presidencia Municipal de Acámbaro para celebrar los cien años de la Fundación de Acámbaro.

domingo, 11 de enero de 2015

EL CASCABEL DEL GATO

Sol del Bajío, Celaya, Gto. Domingo 11 de enero de 2015



EL CASCABEL DEL GATO
“Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.

Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
– ¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?”
LOS RATONES. Lope de Vega

            Ya llegaron y se fueron los días festivos. Hubo de todo: buenas fiestas, malas resacas, buenos deseos, malas experiencias. Pero lo importante es que usted y yo, estimado lector, seguimos adelante imitando la ingenuidad para ser felices de nuestros pequeños. Por eso dedicamos esta página a los niños que, a estas alturas, ya hasta deben haber destrozado sus juguetes. Al fin niños. Ahora vamos a ponerle el cascabel al gato y trabajemos por nuestra ciudad desde cada espacio que nos corresponda. Deporte, arte y cultura son ejes fundamentales del desarrollo. Los felinos depredadores que estorban al progreso, llámense como les quieran llamar, aunque todos sabemos hasta dónde alcanzan los colores de sus banderas, son temporales. Nadie los recordará con cariño cuando por fin se larguen a gastar lo que robaron de la despensa del pueblo. Con el cascabel de la cultura intentaremos mantenerlos a raya. Sólo nos queda una duda: ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?


NANAS DE LA CEBOLLA

Miguel Hernández

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


SE EQUIVOCÓ LA PALOMA

Rafael Alberti

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Se equivocaba.

Que las estrellas eran rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.


LAS MOSCAS

Antonio Machado

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas;
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela
 —que todo es volar—, sonoras,
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada;
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

+++++++++++++++++++++++++++++++++

Gabriela Mistral

DEVUELTO

A la cara de mi hijo
que duerme, bajan
arenas de las dunas,
flor de la caña
y la espuma que vuela
de la cascada...

Y es sueño nada más
cuanto le baja;
sueño cae a su boca,
sueño a su espalda,
y me roban su cuerpo
junto con su alma.

Y así lo van cubriendo
con tanta maña,
que en la noche no tengo
hijo ni nada,
madre ciega de sombra,
madre robada.

Hasta que el sol bendito
al fin lo baña:
me lo devuelve en linda
fruta mondada
¡y me lo pone entero
sobre la falda!


MISERIA

Julio Edgar Méndez

Sé que esto que escribo
no vale dos pesos,
pero de todos modos
me gana la gana de hacerlo.

Lo escribo por esa niña
con ojos de lluvia,
sin rastro de leche en los labios
ni huellas de pan en la panza.

No hablo de llantos ajenos
no invento tristeza, pero tampoco alegría,
le dicto a mi pluma la rabia que surge
en oleadas de gritos:
¿Qué diablos le pasa a la vida,
que junta miseria y pobreza?
La niña no vende flores,
vende ilusiones.
Un parque que no existe,
una madre, un padre sin rostro.
Toda la mala fortuna que a lomos pequeños
cabalga la acera.
Sus ojos sin vida,
su rostro que apunta la frente hacia el suelo.
Miseria, miseria y miseria,
sólo eso le espera en las calles;
cuando su voz agrietada mendiga monedas,
a esas almas en pena,
que ciegos y sordos
le roban hasta los huesos.
Escuela, pelota, cine,
palabras que apenas conoce.
Sabe más de cantinas, tugurios de muerte,
papeles de diarios que arrullen sus sueños.
Su infancia plagada de adultos.
No hay cuentos, ni un rezo, ni gota de agua,
tres compañeros esquivos de su mundo bizarro;
de niños que saben qué suerte tan mala
cuando su cuerpo carga otro cuerpo
sin saberlo siquiera.

Lo escribo por ella
y lo escribo también para mí.

Allá, en la selva de la noche,
una vez la miré y nos miramos.
Creo que le di una sonrisa,
tal vez una moneda, no sé,
pero el dolor que me guardo
lo encierro en el closet por ella,
para no encimarlo a las penas
acumuladas en mugre de uñas,
por falta de viento,
de arena
y de estrellas.


PERFUME DE JARDÍN

Eduardo Zuria

En el fresco de la mañana
se forma una pequeña esfera de agua
que se va iluminando
con la intensidad de la luz.

Conforme pasan las horas
su brillantez aumenta
y se nota cada vez más su transparencia
para reflejar todo el paisaje,
como una acuarela en miniatura.

Estando en el pétalo de una flor,
entona brillantes notas en sol sostenido mayor
y si brinca al verde de una hoja,
canta fuerte en líquida canción.

Cuando el sol va calentando
reduce su tamaño y empieza a evaporar
con el aroma de esa flor que la acogió,
hasta que desaparece
convirtiéndose en aroma de humedad.

Y pasa así todo el día y toda la noche
esparciendo su perfume por el jardín,
hasta que al día siguiente
esa gotita vuelve a formarse en la madrugada,

posada en la flor que ella misma eligió.

A la memoria de Herminio Martínez

      Herminio Martínez, maestro, guía, luz, manantial, amigo entrañable y forjador de lectores y aspirantes a escritores. Bajo sus enseñanz...