EL CANTO DEL SAHUAR
Por: Georgina Gómez Chavarín
Guillermina
Carreño Arreguín, maestra de profesión, escritora y poeta, es miembro de la
asociación El Sabino de los Poetas, que agrupa artistas de diversa índole y
ella aporta en tales eventos su prolífera obra.
Participa como expositora en ferias del libro de la ciudad de Celaya y
en otros eventos culturales. Cuenta con publicación de libros propios y
antologías con diversos autores. Además, fue
pionera de grupos literarios en la ciudad. Actualmente es integrante del
Taller literario Diezmo de Palabras.
Rescata las costumbres y el folklore
de México para darles forma de cuentos. Tiene gran capacidad para crear
metáforas que integra a su narrativa. Crea personajes fantásticos y los trae a
nuestra realidad para coexistir con seres de carne y hueso. Tal es el caso de
su personaje el Señor de los Sahuares, quien habita sobre todo en regiones
desérticas y gusta de la región del Bajío.
En donde se comunica con el ser
humano, pero no con cualquiera, sólo con quien es capaz de ver el mundo con una
perspectiva mágica y sobrenatural. Hay en sus cuentos un entendimiento con
seres fabulosos: los Sahuares, a decir de la escritora, son las almas de los
seres que por diferentes razones fueron atrapadas por el desierto.
En el cuento Sus Pasos en el
Desierto el protagonista establece una
comunicación con el mítico personaje y nos sumerge en un ambiente metafísico,
cuando este se encuentra visitando a la Momia con quien tiene un entendimiento
útopico, como cuando "el canto del Sahuar lleva plegarias y sueños".
Su
obra poetica es reflexiva, toca temas de amor filial y desamor. La naturaleza tiene un papel primordial pues
parece fundirse en ella como "el
torrente de inquietas olas hacia el
suspenso de finitud". Sus versos
tienen musicalidad y sentimiento, como
"huella latente de una estrella fugaz, como luz pasajera en el ocaso gris
de la exstencia".
Así, la poesía de la maestra
Guillermina nos transporta dentro de nosotros mismos para reencontrarnos con
sentimientos y recuerdos abandonados, removiendo vivencias que nos hermanan con
su sentir.
HUELLA
Y AÑORANZA
Guillermina
Carreño Arreguín
En
el torrente
de
inquietas olas
se
consagró mi juventud,
viajó
en el eco de la fragancia
hacia
el suspenso de finitud.
No
hay esperanza
la
llevó el viento sobre sus hombros
en
esas aguas de atardecer.
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HUELLA
LATENTE
Guillermina
Carreño Arreguín
Juventud,
estrella fugaz
en
ese espacio azul del firmamento
luz
pasajera, reflejo del océano
que
se guardó con el eco
en
el ocaso gris de la existencia.
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PUESTA
DE SOL
Guillermina
Carreño Arreguín
El
sol atesora al mar
en
cada ocaso se dibujan
los destellos de colores
Para
vestir al atardecer.
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OFRENDA
Guillermina
Carreño Arreguín
El
encanto entre mar y sol
en
la cuesta se detiene
hace
brillar las olas
para
regalarle a la tarde
un
adorno de colores.
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DE
PASO
Guillermina
Carreño Arreguín
Una
ráfaga de viento
pasó
por mi corazón
se
llevó el poco amor
que
habitaba en mi pecho.
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DEDICATORIA
Guillermina
Carreño Arreguín
A
mis noches de insomnio.
A
mis días de soledad
Dedico
este clamor de silencio.
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HABLAS
Guillermina
Carreño Arreguín
Tus
palabras hieren mis sentidos
cuando
escucho tu voz
sentenciar
mi destino.
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CONTIGO
Guillermina
Carreño Arreguín
Cada
lluvia que se aleja
lleva
mi corazón aferrado a tu ser
hacia
el ocaso de mi primavera.
SUS
PASOS EN EL DESIERTO
Guillermina
Carreño Arreguín
El
Señor de los sahuares me visita.
Viene para que lo acompañe a la Cañada de
Caracheo. Cuando algo le atormenta en su corazón, recurre a mí,
lo comparte y de esta forma
encuentra solución. Aprovecha
el lugar, cambia el
Desierto por la grandeza del
Bajío, donde encuentra la mano de sus
amigas las momias y para él, es también
un reino.
Con palabras de cariño me saluda, él
sabe de la emoción que me causa su presencia. Le interesa relacionarse con los
restos del sacerdote mártir que se encuentran en este pueblo. La Cañada de Dolores, como lo llaman ahora, está anclada
en la falda del cerro de
Culiacán. Un pueblo empedrado, limpio y hace poco logró dos calles de
pavimento: la entrada y la salida a las ciudades cercanas, Salvatierra y
Cortázar. En el caer de la lluvia, las lajas se lavan con el escurrir de agua
que baja del cerro. El caserío se perfuma, despide un aroma a humedad, a hierba fresca y
limpia, única en la región. Sus costumbres están arraigadas al pasado. La
mayoría de los hombres trabajan en la Unión americana. Las mujeres viven
por lo regular solas, con sus hijos o algún otro familiar, entre
casas vacías, abandonadas. Hay quienes emigran, se van familias
completas. Pero todos conservan en su
credo un rasgo del padre Elías del Socorro Nieves Castillo. Sus restos fueron sepultados, primero
en el cementerio del lugar, después los
cambiaron a un costado del altar mayor, en la Parroquia de la Virgen de los
Dolores. Beatificado y ya canonizado, reposan al pie del altar, en la Parroquia
mencionada, donde él ofició la misas a sus fieles.
A partir de su Canonización le están
construyendo su propia Iglesia. El padre
Elías Nieves, fraile de la orden de San Agustín, fue sacrificado en
tiempos de la persecución Sacerdotal que inició en el año de 1926. Murió al
darles el perdón y bendecir a sus asesinos -un regimiento federal-,
quienes lo fusilaron bajo un
mezquite, en la salida de
Cortázar rumbo a la Cañada. El día 10
del mes de marzo del año de 1928. Por esto en los monumentos que lo representan, su brazo
está en señal de bendecir.
El Señor de los sahuares me dice:
─
Vienen dos autobuses de Oaxaca, la gente
desea venerar y agradecer, al Varón de la Cañada. Como misionero su labor ha caminado en varios
estados del país.
Me habla de un tráiler conducido por
polleros o coyotes, quienes abandonaron en pleno desierto a un grupo de hombres
dentro de la caja principal, bien cerrada, sin aire ni luz, al amparo del
calor que produce el lugar, donde
iban más de treinta braceros, la mayoría eran hombres. Se les terminó el agua,
perlados en sudor, sin alimento, cansados a punto de desfallecer rompieron
en gritos desesperados:
─¡Abran por piedad!
─ ¡Sáquenos de aquí!
─¡Abran por favor, nos ahogamos.
Arañaban las paredes de acero, otros
se retorcían al implorar en la esperanza
de conservar la vida. Uno de ellos sacó de su cartera la imagen del Padre
Nieves. Con trabajos se arrodilló y sacando aire de no quién sabe dónde, gritó:
—¡Padre Elías del Socorro Nieves, no
nos abandones, sácanos de aquí!
A su lado, otro rezaba:
—¡Santo Padre Elías Nieves, escucha,
escúchanos!
En silencio rezaban el Credo. De
repente se escuchó un estruendo, algo así como un rayo. Las puertas de la caja
se abrieron de par en par. Rodando y en desorden pudieron lograr el aire. Los
primeros en salir dieron fe de que un hombre vestido de fraile, descalzo,
se deslizaba sobre la arena
cálida, movida a su paso por el desierto. Los demás fueron
testigos de su sombra. Un resplandor con forma humana, se perdía en las
lejanías del halo, donde parecía unirse el temblor del sol, con la arena movida
por el viento.
Los dos hombres, quienes invocaron
al sacerdote Elías del Socorro, eran de la Cañada. Viajaban siempre al abrigo
del Santo Varón. Todos se abrazaron,
incrédulos de estar vivos, a la vez que agradecían al cielo por el
milagro. La estampa del padre agustino
pasó por todas las manos de los que iban
a la frontera. La mayoría venían de Oaxaca, otros de
Chiapas, Michoacán, Guanajuato y unos cuantos centroamericanos que
pasaban por oaxaquitas.
El Señor de los Sahuares, respiró
profundo y comentó:
—Cosas del desierto, quienes lo
retan, pasan a ser, en el reglamento, un
Sahuaro más, anclado al tiempo. En esta ocasión nadie pereció, gracias al
milagro bendito. Hay quienes no tienen la misma suerte, quedan sobre arena
traicionera o son sepultados por las dunas guiadas por el viento.
”Los autobuses que venían de aquel
lejano lugar, traían las familias para agradecer y venerar, llenas de fervor,
con oraciones, cantos y rodillas. Entregaron medallas y figuritas de oro, retablos y flores, además de otros adornos, para colocarlos en
donde reposan los restos del fraile agustino, por haber salvado a sus hombres,
padres y hermanos de perecer en el abandono.
El santo varón no descansa. Día y noche sale a proteger a todos los que
lo llaman, creen y confían en él, ese día también dejó su huella entre la
arena.
Al regresar de la Cañada, el Señor
de los sahuares, pasó a despedirse de las momias que habitan en el panteón
municipal de mi tierra, mientras agrega:
─Tengo en mi corazón, este clima y
los paisajes del Bajío. Les robo un poco, para llevarlo al refugio donde moran
los que en el desierto se quedan a vagar sus almas, con el sueño dorado y su
intento de cruzar la frontera.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
**Fotografías tomadas de:
https://mulieres.com.mx/2016/01/25/soledad-gusto-o-necesidad/
https://tucson.com/entertainment/outdoors/photos-of-tucson-s-quirkiest-saguaros/collection_73459bac-3f97-11e5-a11c-2fe0fdbbd870.html#9
A saguaro appears to embrace the sunset in Sabino Canyon along the final stretch of a hike on the Phoneline Trail. Photo taken January 10, 2015. Doug Kreutz / Arizona Daily Star
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