RELACIONES
EFÍMERAS
-Textos
de México y Argentina-
SORPRESA
Víctor Manuel García
Aguilar
-Celaya, México-
Te vi llegar. Saludaste a tus amigas y te perdiste entre
la gente. Traté de seguirte, investigarte un poco. Quién sabe, quizá tendríamos
una clase juntos.
Y efectivamente, literatura. Tu asiento estaba a dos
lugares frente al mío. Me perdía en la forma ondulada de tu cabello, el color
castaño y el brillo que tiene. Porte de chica elegante; zapatos finamente
cuidados, uñas decoradas haciendo lucir cada detalle, maquillaje que hacía verte
más hermosa de lo habitual.
Hablo como si ya te conociera de hace años y es que sí.
No me recuerdas, lo sé
¿Quien recordaría a quien todos le hacían burla? No importa, todo es distinto ahora.
Saliste por la puerta directo a la siguiente clase y doblaste por el pasillo. Te seguí, quería ver que clase te tocaba: Artes musicales.
¿Quien recordaría a quien todos le hacían burla? No importa, todo es distinto ahora.
Saliste por la puerta directo a la siguiente clase y doblaste por el pasillo. Te seguí, quería ver que clase te tocaba: Artes musicales.
Te acercaste a los instrumentos y cogiste un saxofón algo
oxidado. Siempre lo consideré un objeto hermoso, las notas que salen de él son
simplemente encantadoras y empezaste a tocar.
Me quedé en la puerta, asombrado de escucharte detonar
las melodías con cierta picardía en los agudos. Los demás te seguían el ritmo,
yo sólo podía escucharte a ti.
Me descubriste en la puerta espiándote, intenté esconderme en el pasillo y decidí que era mejor irme. En las paredes estaba pegada una cartulina que anunciaba el baile de bienvenida y adivina a quién quería invitar.
Me descubriste en la puerta espiándote, intenté esconderme en el pasillo y decidí que era mejor irme. En las paredes estaba pegada una cartulina que anunciaba el baile de bienvenida y adivina a quién quería invitar.
Escuché que mi profesor me hablaba, dijo que entrara a
clase. Pero no quería irme, quería escucharte el resto del día.
En la hora de la comida todos estaban en el comedor pero,
por alguna razón, tú no. Les pregunté a tus amigas dónde estabas y me dijeron
que seguías en el salón de música. No podemos deambular entre los pasillos a
esta hora, así que tuve que esconderme de los profesores y eludir al anciano de
la limpieza. A la mitad del pasillo se oía tu bello sonido.
—Entra, no muerdo -me dijiste cuando ya llevaba un par de
minutos escuchándote.
—Perdón, no quise interrumpir.
—Descuida, ya terminé, ¿tocas algún instrumento o por qué
estás aquí?
Me puse tan nervioso que pensaba que ninguna palabra
saldría de mi boca.
—No, yo te oí cuando pasaba por aquí y me gustó como
tocas.
—Pues, gracias. ¿Eras tú el chico de hace rato? ¿El que
estaba espiando en la puerta?
—No, yo no era él, era otro chico -tu mirada me fulminó
como un rayo, la sentía sobre mí, como si mi madre me estuviera regañando- sí,
era yo.
—Me pareces conocido, dime, ¿nos conocemos de
antes? Creo que te vi en la clase de literatura, pero no me refiero a esa.
—Si, tenemos esa clase juntos. No creo que nos
conozcamos, no te recuerdo. Recordaría a alguien tan linda.
—Pues, gracias por el cumplido.
—Espera, ¿qué haces?
—¿Qué tenemos aquí? -no supe cómo logró tomar
mi cartera.
—Oye, devuélvela. No tomes mi credencial.
—Daniela Alfaro. Eres tú, lo sabía, sabía que
te conocía de una parte.
—Por favor, no digas nada, nadie sabe mi
verdadero nombre. Por favor te lo suplico, nadie debe saberlo -estuve a punto
de ponerme de rodillas y suplicarle que no dijera nada.
—Lo último que supe de ti fue que te habías
salido de la secundaria. Pero, ¿por qué?
—Te lo diré, pero devuélveme mi cartera por
favor. Me Salí de la escuela por un problema médico.
—Te la devolveré si me dices, ¿está bien?
No tuve el valor para mirarte los a ojos.
—Está bien, te lo diré. Yo, nací con órganos
masculinos. Me cambiaba de escuela seguido porque me daba miedo que supieran de
mi condición. La primaria fue fácil, al no tener pechos y la voz como la de
todos, fue sencillo hacerme pasar por una niña, nunca se enteraron de mi
situación. Solo el director y mi profesora de artes. Pero, una vez unas niñas
entraron al baño mientras yo estaba dentro y me escucharon orinar. Pensaron que
era un niño y les hablaron a los profesores, supieron que era yo y todos los
niños me miraban como un fenómeno.
—Eso es horrible.
—En la secundaria se puso peor, nos habíamos
cambiado de casa, cerca del hospital donde me hacían estudios. Pero entre cita
y cita había bastante tiempo, a eso agrégale que el busto me empezó a crecer y
mi voz empezaba a ser la de un hombre.
—Fue más difícil, lo sé, estaba en la misma
escuela que tú. Vi todo lo que te hacían: las burlas, los insultos y las veces
que te hacían llorar. Me dolía verte así. Y cuando dejaste de asistir me
preocupe mucho, nadie me daba tu número ni sabían tu dirección.
—Creí que a nadie le importaba.
—Pues, ¡hola! y ¿qué pasó después?
—Bueno, cuando dejé de asistir, entre a
quirófano, mis padres y el doctor habían decidido que lo mejor era que me
quitaran los senos y estuve de acuerdo con ellos. No quería seguir pareciendo
un fenómeno. En la preparatoria, bueno, perdí un par de años porque me cambiaba
de escuela.
—¿Por qué?
—No me sentía bastante cómodo, sentía la
mirada de todos encima de mí, sabían lo que tenia, sabían lo que me hicieron y
en la primera lo hicieron público. Todos se burlaron de mí, esta es mi tercer
preparatoria, aquí nadie sabe de eso, salvo tú.
—Bueno, gracias por compartirlo conmigo.
Siempre quise que fuéramos amigos. ¿Sabes? Yo también perdí dos años, viajaba
con mi papá a sus conferencias y cuando mi mamá murió nadie podía cuidarme.
Algún día te llevaré conmigo a Japón, es hermoso.
—Oye, quería preguntarte…
—¿Querías?
—¿Irías conmigo al baile? Digo, como amigos.
—Claro, por supuesto. Pasas por mí en la tarde
-se levantó de su silla, caminó hasta la puerta y al girarse me sonrió. Deben
ser las hormonas, o será que soy hombre ya, pero es hermosa.
Dieron las cinco de la tarde, la fiesta
empezaba a las seis y pasé por ella, nunca olvidaré como se veía: vestido azul hasta
las rodillas, botas y una chamarra de mezclilla. Jamás había visto a alguien
más hermosa que ella.
La escuela no está muy lejos de su casa, así
que caminamos hasta ella. El trayecto fue agradable, platicamos del día, sus
clases, mis clases, los profesores, incluso de los compañeros que habían estado
con nosotros en secundaria.
Había frituras y sodas, el ambiente empezaba
a ser animado por los chicos de danza, ambos pasamos entonces a la pista de
baile. Primero jugamos un poco, bailando de la forma más ridícula que se nos
pudo ocurrir, movía su cuerpo y yo de alguna forma disfrutaba de verla girar
así. No la deseaba como aquellos que solo quieren sexo, era aprecio el que
sentía, creo que, la amaba. Suena estúpido, pero ella provocaba que mi cuerpo
experimentara con todo, sentía fuertemente como mi pecho se alborotaba cuando
se acercaba, deseaba besarla.
Creo que el peor miedo de dos amigos bailando
es una canción lenta, pero no importaba, estiré mi mano y ella correspondió el
gesto. Acerqué su cadera a la mía, tomé su cintura y ella mi mano. Seguíamos
los pasos de la canción y por un momento miré su rostro, no había notado el
color de sus ojos, el maquillaje que tenía, ese tono de violeta y azul, sus
labios carnosos y sus mejillas regordetas.
Alzó el rostro y nuestros ojos se cruzaron,
un par de segundos pasaron y ninguno de los dos separaba la mirada. Nos
detuvimos justo en el centro del salón, poco a poco me acerqué a ella, su nariz
y la mía se tocaban de manera sutil, su boca se abrió un momento y dijo:
—Soy gay.
AMOR DE PASO
Joselo Marinozzi
Rosario, Argentina
Debo admitir que mis relaciones son lo
bastante efímeras, poniendo de relieve el problema que tengo para llevar
adelante relaciones de largo término o con el compromiso. Generalmente estas
cosas vienen aparejadas a una crianza defectuosa y problemas no solucionados en
la infancia. Yo no quisiera cargar las tintas sobre nadie y victimizarme o
cualquier cosa que pudiera exonerarme de mi responsabilidad, de hecho acepto
que tengo ciertos problemas con mis relaciones. Una cosa es aceptar mis
problemas y otra muy diferente es querer cambiarlos, sobre todo cuando el
interesado, que en este caso estaría siendo yo, no ve o no siente
remordimientos, y menos cree que su forma de ser “problemática” genere
víctimas. En definitiva: si a mí no me preocupa…
Si quisiera especificar el momento exacto en
que mi conducta pasó de ser solamente una tendencia emocional hacia el no
compromiso y responsabilidad, y el comienzo de manifestarlo en palabras y
acciones, debería remontarme a mi temprana adolescencia cuando me espanté con la
idea de ir a comer a la casa de mi noviecita y conocer a sus padres. Aunque esa
visita careciera totalmente de las responsabilidades o compromisos que uno
pudiera prever, ya que ni siquiera hubiese estado en presencia de sus padres
como algo más que amigo, pero bueno… ese fue el fin de nuestra relación. De ahí
en más una sucesión de rupturas en el preciso momento en que me sintiera
ahogado por la soga que creía que querían poner en mi cuello, fue la constante,
aunque entendiese lo desmedida de mi reacción y en algunos casos hasta yo mismo
la catalogara de estúpida.
Mi ingreso a la facultad de medicina allanó
el camino para que mi terror al formalismo de una relación seria prosperara.
Estudios, romances pasajeros, y estudios siguieron siendo el modus operandi por
años. Pero las obsesiones rara vez permanecen inmutables en el tiempo y la mía
no sería la excepción. Comencé a ser más meticuloso a la hora de elegir mi
próxima breve relación, una vez acordada la cita se desataban un sinnúmero de
obsesiones que obviamente antes no tenía, por ejemplo, la limpieza de ambos
debía ser ceremonial y yo me encargaba de la misma. Conmigo era escrupuloso:
Lavado profundo, sales aromáticas, emprolijamiento de uñas de pies y manos y mi
blanca y pulcra bata de rituales, porque eso era para mí hacer el amor por
primera vez con alguien, un ritual. A la hora de la ceremonia sobre ella,
también era escrupuloso. Al asearla centímetro por centímetro, imaginaba cómo
fluían por sus venas de nuevo toda la pasión y el amor mientras efectuaba mi
faena sobre su cuerpo desnudo. Finalizaba con un perfumado exhaustivo y hasta a
veces he llegado a pintar sus uñas y maquillarla delicadamente antes de que
nuestra pasión fugaz pero atronadora se desatara frente a los silentes testigos
ocasionales a los que parecía importarle poco nuestro amor.
Sé muy bien que a la vista de ustedes tal vez
mi comportamiento sea objetable y hasta repudiable pero esta forma de amar solo
me afecta a mí. No sé en qué va a terminar mi vida, quizás sea expuesto o
descubierto y obligado a terapia para componer y arreglar este conflicto
emocional. Mientras tanto mi estadía como jefe de la morgue del hospital sigue
permitiéndome disfrutar de este amor de días con la mujer que decida. La
candidata perfecta que nunca pide más que esa noche de amor, que por ahora es
lo único que puedo ofrecer.
*Joselo Marinozzi tiene disponible a la venta su libro "Cuentos conmigo" a través de Amazon. https://www.amazon.es/Cuentos-Conmigo-Joselo-Marinozzi/dp/9877119455
**Textos publicados en El Sol del Bajío. Celaya, Gto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario