domingo, 6 de agosto de 2017

EL PECADO DE DIOS


EL PECADO DE DIOS
-En recuerdo del Maestro-


“Nihilista radical de tacto abierto se viste de esperanzas, pese a que quienes confunden la moral con la inteligencia todos los días lo anotan en sus listas, las cuales son como liturgias de negros y terribles demonios rasurados. Pero su pecado original no es el pésame que a menudo lo abate, sino la exultación con que saluda, tanto a lo relativo como a lo absoluto que encuentra en su camino. Conoce la pena y el enigma. Sabe que todo lleva al mínimo gozo y al mínimo desengaño”.
Mundo Cultural Hispano, homenaje a Herminio Martínez

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DOMINGO
Herminio Martínez

1
Hoy es domingo siete.
Dan sus preguntas a las diez
en bronce herido los relojes.

Campanarios de buena voluntad
derraman la mañana
cual si en venas litúrgicas
se transmitiera el eco.

Es un día colorado
como el amor de Dios,
investido con tantas diferencias
que se antoja un obispo
con la voz amarrada
a cualquier tronco.

Que me llene de sed
el vaso de la sangre
el hombre cuyas nubes de sudor
ya sólo polvo le echan.

El humo marcha ya
distribuyendo niños con leucemia,
mientras en las oficinas se corona,
echada a retozar, la burocracia.

Digo de los que llevan
a cuestas tanta altura,
pero acaban al pie de los tobillos.

Y veo camisas con los ojales tristes
para bajar al socavón del alma.

Y zapatos sin negro en sus correajes.
Y uñas con el crujido hecho pedazos.

Hoy que estamos a siete
y es domingo.

2
Cuánta gente sentada
con la sonrisa para adentro.
Cuánta sombra  amorosa
bajo el crepúsculo que pinta.
.
Cuánto sauce llorón
haciéndole una valla a la desdicha,
que por aquí pasea
con una eternidad de niños lánguidos.

Hoy es domingo
en toda la extensión de la palabra
que me golpea en el pecho.
Es su rumor azul
el que me roe el silencio
al colocarse encima de él
como un mugido práctico.

Cuestas del alma mía,
donde se siembra al pie de todo lo perdido
las modestísimas obras del empeño,
que sólo tienen para hablar su cráneo.

Sentimientos nutridos de tristeza
y climas donde el campo se hizo lástima.

¿Por qué no lloverá soberbiamente
como antes, se comenta,
y había altura
de infatigable gozo en cada vida?

¿Por qué las nubes viajan sin oídos,
sentadas en  la sed de su cortejo?

Muge la antigüedad sin esa táctica
que antes hacía llover en los recodos.
Las costumbres también son paquidermos
que braman polvo en línea de osamentas.

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EL PECADO DE DIOS
Herminio Martínez

¿Adónde se dirigen escuchando palomas
que, igual que las mujeres,
quizá mañana van a quedarse viudas?

Todos nos dan la espalda,
aun el nacimiento de una nueva época
nos da la espalda a muchos.

¿Adónde, digan mientras permanece
la luz arriba con sus canas de aire
y abajo el día recoge la distancia?

¿Adónde van camino del guijarro,
subiendo a pie sin encontrar el mundo?
Yo tampoco he almorzado
hoy que oímos la noche
bajar ya con la rueda de sus pájaros.
No tenemos a quién pedirle un templo
para creer que Dios siembra con yunta.
O hablarle del abrojo desvelado,
o de la artesanía de la mirada.

El pecado de Dios fue habernos dado hijos
donde a nadie le importa
saber que alguien se muere.
El tiro de su gracia
nos dio directamente al corazón.

A lo mejor el lunes va a llover,
la música del cerro derrite bajo el sol
su grasa triste,
hombres que pasan en silencio,
y ya es martes en el balcón del Presidente
igual que en el reloj de mi fantasma,
y yo le doy la espalda a mi esqueleto
y mi ánimo se sienta a ver la altura.

Está a punto de amanecer en el baldío.
A lo lejos retoña la distancia.
Se suda en bloque mientras las secas crecen
llenas de triunfo ahora que bajaron.

No se equivocan al sentir
los cerros con su mes en la osamenta,
tampoco oír las aves con su dialecto en la mortaja.
A veces es el viento de la alondra
que a la pálida puerta de su lugar izquierdo
cuelga un poco este asunto,
que tanto se parece a una bandera.
A su salario vil de quince pesos diarios,
hombres que van y vienen;
quince agrios pesos por madrugar temprano;
quince por no morir de más.

Alta serpiente el sol,
 hunde más lanzas en sus sienes.
¿Y la desolación qué va a decir
del niño cuya edad no ha merendado?
Quince por el amor de un padre decidido
a no reconocerle más impuestos
a los planes del banco y se suicida.

Quince pesos que frustran la jornada.
Talones enlunados para que el grillo cante.
Manos de piedra para mover el mundo
buscando actualidades menos áridas
por esas latitudes donde lloran
otros muertos al paso de los vivos.

No tenemos a nadie,
sólo este paladar llagado de criaturas,
llamando a nuestros hijos
a la mesa que aún no hemos servido.
Vamos como si fuéramos sembrando
al pie del esqueleto la desdicha
de no tener ni un grano que ofrecerles.

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CRIATURA DE ALAS NEGRAS
Herminio Martínez

Cae la noche y el hambre
busca por dónde salirse de nosotros,
rata insólita a la que siempre
le hemos servido de refugio.

Animal que camina
mordisqueando orfandades;
criatura de alas negras
rociándonos de frío.

¿Qué busca, atroz,
entre los azadones
que se irán a sembrar
cuando se moje el mundo?

Agazapada nos escucha
mientras más hunde sus colmillos,
y llueve y mi madre dice
que hay que rezar para que pronto muera,
como si realmente esas palabras
fueran mortal veneno para su hígado.

Los pirules esquivan,
estirándose, el golpe de la lluvia,
insultando a la perra
con látigos de viento.

Y todo el campo gime
en las manos del aire.
La casa lo celebra
moviendo las paredes
y en los chorros del alma
se humedece el olvido.

A ver si ahora sí nos nace en el reloj
una hora diferente.

Edouard Boubat. Remi escuchando el mar 1955 


COMO UNA HERIDA GRANDE
Herminio Martínez

Ayer fui yo
y toda la tarde
era un escurrimiento de relámpagos.

La verdad aún sigue pareciéndonos
como una herida grande,
alguna forajida uniformada
que sólo vino aquí a hacer el ridículo.

Ahora es Dios el que llora en cada rama sin follaje.
Y es que toda la noche el viento
estuvo abriendo puertas
para extender toda esta ruina
que hoy amaneció regando en el jardín su pánico.

Es como si una gran parte de mi ser
también hubiera sido derrotada.

¿Qué  herencia voy a dejarle yo a mis hijos
que con sus ademanes me preguntan
por qué huele el cadáver del silencio?

Todo el ambiente tiene hoy ese aroma
a pasto y hojas,
que como orejas se pudrieron.

Los rostros de la orfandad 
se asoman a oír la voz de esta materia corrompida
y entre tantas y tales deducciones,
concluye el individuo
en que la claridad también quebró su barro
para que beba niños la mañana.

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LLORANDO A PIE LOS BESOS
Herminio Martínez

Ceniza de palomas
o higuera que se hizo fruto amargo
es todavía diciembre
sin nadie en estos rumbos
por los que alguna vez pasaron las personas.

Pero óiganse los círculos del aire
llorando a pie los besos
de quienes se marcharon.
a pie a la tempestad
que se derramaba cautelosa
sobre los horizontes de un futuro seco.

Muchedumbre de pasos
como un lamento de órgano.

Temblor de más abajo
del alma de la estrella.

Norte y sur en los huesos
de la edad que hoy concluye
al lado de la vida;
ilusión que se sienta
a través de los ojos
de una mujer sin goznes en el modo
de ser preciosa en alguien hasta el pecho.

El dolor lleva a un hombre de la mano
y el año que comienza
de nuevo no las trae todas consigo.
Hay quien brinda por horas
hasta que al vino se le caen los párpados;
los muchachos se alargan
hasta alcanzar la puerta
que los abre al amor,
desnudos, solos, con su piel parada;
algunos llevan sienes,
pero otros nada más sudores íntimos,
según meditan,
palpándose la música del cuerpo.

El frío también se acuesta a dormitar
debajo de los árboles.

Han de ser ya las doce en la salud.
Las doce en la sonrisa de los déspotas.
Las doce en cada dosis de niñez
que se le da a los huérfanos.
Aquí la queja es diálogo con hoyos
por los que se están yendo los suyos.




*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.

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