EL PECADO DE DIOS
-En recuerdo del Maestro-
“Nihilista
radical de tacto abierto se viste de esperanzas, pese a que quienes confunden
la moral con la inteligencia todos los días lo anotan en sus listas, las cuales
son como liturgias de negros y terribles demonios rasurados. Pero su pecado original
no es el pésame que a menudo lo abate, sino la exultación con que saluda, tanto
a lo relativo como a lo absoluto que encuentra en su camino. Conoce la pena y
el enigma. Sabe que todo lleva al mínimo gozo y al mínimo desengaño”.
Mundo Cultural Hispano, homenaje a Herminio Martínez
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DOMINGO
Herminio
Martínez
1
Hoy
es domingo siete.
Dan
sus preguntas a las diez
en
bronce herido los relojes.
Campanarios
de buena voluntad
derraman
la mañana
cual
si en venas litúrgicas
se
transmitiera el eco.
Es
un día colorado
como
el amor de Dios,
investido
con tantas diferencias
que
se antoja un obispo
con
la voz amarrada
a
cualquier tronco.
Que
me llene de sed
el
vaso de la sangre
el
hombre cuyas nubes de sudor
ya
sólo polvo le echan.
El
humo marcha ya
distribuyendo
niños con leucemia,
mientras
en las oficinas se corona,
echada
a retozar, la burocracia.
Digo
de los que llevan
a
cuestas tanta altura,
pero
acaban al pie de los tobillos.
Y
veo camisas con los ojales tristes
para
bajar al socavón del alma.
Y
zapatos sin negro en sus correajes.
Y
uñas con el crujido hecho pedazos.
Hoy
que estamos a siete
y es
domingo.
2
Cuánta
gente sentada
con
la sonrisa para adentro.
Cuánta
sombra amorosa
bajo
el crepúsculo que pinta.
.
Cuánto
sauce llorón
haciéndole
una valla a la desdicha,
que
por aquí pasea
con
una eternidad de niños lánguidos.
Hoy
es domingo
en
toda la extensión de la palabra
que
me golpea en el pecho.
Es
su rumor azul
el
que me roe el silencio
al
colocarse encima de él
como
un mugido práctico.
Cuestas
del alma mía,
donde
se siembra al pie de todo lo perdido
las
modestísimas obras del empeño,
que
sólo tienen para hablar su cráneo.
Sentimientos
nutridos de tristeza
y
climas donde el campo se hizo lástima.
¿Por
qué no lloverá soberbiamente
como
antes, se comenta,
y había
altura
de
infatigable gozo en cada vida?
¿Por
qué las nubes viajan sin oídos,
sentadas
en la sed de su cortejo?
Muge
la antigüedad sin esa táctica
que
antes hacía llover en los recodos.
Las costumbres
también son paquidermos
que
braman polvo en línea de osamentas.
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EL
PECADO DE DIOS
Herminio
Martínez
¿Adónde
se dirigen escuchando palomas
que,
igual que las mujeres,
quizá
mañana van a quedarse viudas?
Todos
nos dan la espalda,
aun
el nacimiento de una nueva época
nos
da la espalda a muchos.
¿Adónde,
digan mientras permanece
la
luz arriba con sus canas de aire
y
abajo el día recoge la distancia?
¿Adónde
van camino del guijarro,
subiendo
a pie sin encontrar el mundo?
Yo
tampoco he almorzado
hoy
que oímos la noche
bajar
ya con la rueda de sus pájaros.
No
tenemos a quién pedirle un templo
para
creer que Dios siembra con yunta.
O
hablarle del abrojo desvelado,
o de
la artesanía de la mirada.
El
pecado de Dios fue habernos dado hijos
donde
a nadie le importa
saber
que alguien se muere.
El
tiro de su gracia
nos
dio directamente al corazón.
A lo
mejor el lunes va a llover,
la
música del cerro derrite bajo el sol
su
grasa triste,
hombres
que pasan en silencio,
y ya
es martes en el balcón del Presidente
igual
que en el reloj de mi fantasma,
y yo
le doy la espalda a mi esqueleto
y mi
ánimo se sienta a ver la altura.
Está
a punto de amanecer en el baldío.
A lo
lejos retoña la distancia.
Se
suda en bloque mientras las secas crecen
llenas
de triunfo ahora que bajaron.
No
se equivocan al sentir
los
cerros con su mes en la osamenta,
tampoco
oír las aves con su dialecto en la mortaja.
A
veces es el viento de la alondra
que
a la pálida puerta de su lugar izquierdo
cuelga
un poco este asunto,
que
tanto se parece a una bandera.
A su
salario vil de quince pesos diarios,
hombres
que van y vienen;
quince
agrios pesos por madrugar temprano;
quince
por no morir de más.
Alta
serpiente el sol,
hunde más lanzas en sus sienes.
¿Y
la desolación qué va a decir
del
niño cuya edad no ha merendado?
Quince
por el amor de un padre decidido
a no
reconocerle más impuestos
a
los planes del banco y se suicida.
Quince
pesos que frustran la jornada.
Talones
enlunados para que el grillo cante.
Manos
de piedra para mover el mundo
buscando
actualidades menos áridas
por
esas latitudes donde lloran
otros
muertos al paso de los vivos.
No
tenemos a nadie,
sólo
este paladar llagado de criaturas,
llamando
a nuestros hijos
a la
mesa que aún no hemos servido.
Vamos
como si fuéramos sembrando
al
pie del esqueleto la desdicha
de
no tener ni un grano que ofrecerles.
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CRIATURA
DE ALAS NEGRAS
Herminio
Martínez
Cae
la noche y el hambre
busca
por dónde salirse de nosotros,
rata
insólita a la que siempre
le
hemos servido de refugio.
Animal
que camina
mordisqueando
orfandades;
criatura
de alas negras
rociándonos
de frío.
¿Qué
busca, atroz,
entre
los azadones
que
se irán a sembrar
cuando
se moje el mundo?
Agazapada
nos escucha
mientras
más hunde sus colmillos,
y
llueve y mi madre dice
que
hay que rezar para que pronto muera,
como
si realmente esas palabras
fueran
mortal veneno para su hígado.
Los
pirules esquivan,
estirándose,
el golpe de la lluvia,
insultando
a la perra
con
látigos de viento.
Y
todo el campo gime
en
las manos del aire.
La
casa lo celebra
moviendo
las paredes
y en
los chorros del alma
se
humedece el olvido.
A
ver si ahora sí nos nace en el reloj
una
hora diferente.
Edouard Boubat. Remi escuchando el mar 1955
COMO
UNA HERIDA GRANDE
Herminio
Martínez
Ayer
fui yo
y
toda la tarde
era
un escurrimiento de relámpagos.
La
verdad aún sigue pareciéndonos
como
una herida grande,
alguna
forajida uniformada
que
sólo vino aquí a hacer el ridículo.
Ahora
es Dios el que llora en cada rama sin follaje.
Y es
que toda la noche el viento
estuvo
abriendo puertas
para
extender toda esta ruina
que
hoy amaneció regando en el jardín su pánico.
Es
como si una gran parte de mi ser
también
hubiera sido derrotada.
¿Qué herencia voy a dejarle yo a mis hijos
que
con sus ademanes me preguntan
por
qué huele el cadáver del silencio?
Todo
el ambiente tiene hoy ese aroma
a
pasto y hojas,
que
como orejas se pudrieron.
Los
rostros de la orfandad
se
asoman a oír la voz de esta materia corrompida
y
entre tantas y tales deducciones,
concluye
el individuo
en
que la claridad también quebró su barro
para
que beba niños la mañana.
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LLORANDO
A PIE LOS BESOS
Herminio
Martínez
Ceniza
de palomas
o
higuera que se hizo fruto amargo
es
todavía diciembre
sin
nadie en estos rumbos
por
los que alguna vez pasaron las personas.
Pero
óiganse los círculos del aire
llorando
a pie los besos
de
quienes se marcharon.
a
pie a la tempestad
que
se derramaba cautelosa
sobre
los horizontes de un futuro seco.
Muchedumbre
de pasos
como
un lamento de órgano.
Temblor
de más abajo
del
alma de la estrella.
Norte
y sur en los huesos
de
la edad que hoy concluye
al
lado de la vida;
ilusión
que se sienta
a
través de los ojos
de
una mujer sin goznes en el modo
de
ser preciosa en alguien hasta el pecho.
El
dolor lleva a un hombre de la mano
y el
año que comienza
de
nuevo no las trae todas consigo.
Hay
quien brinda por horas
hasta
que al vino se le caen los párpados;
los
muchachos se alargan
hasta
alcanzar la puerta
que
los abre al amor,
desnudos,
solos, con su piel parada;
algunos
llevan sienes,
pero
otros nada más sudores íntimos,
según
meditan,
palpándose
la música del cuerpo.
El
frío también se acuesta a dormitar
debajo
de los árboles.
Han
de ser ya las doce en la salud.
Las
doce en la sonrisa de los déspotas.
Las
doce en cada dosis de niñez
que
se le da a los huérfanos.
Aquí
la queja es diálogo con hoyos
por
los que se están yendo los suyos.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
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