ÚLTIMO PEÓN DE LA PALABRA
-Para Herminio Martínez-
13 de marzo 1949 – 17 de agosto 2014
Una
nube eres tú. Mis quehaceres diarios. Mis escritos que aún no he tallereado y
sigo esperando poder hacerlo algún día.
Contigo
la luz de una metáfora nos incendiaba hasta los huesos.
Contigo
hasta el viento era ese hermano perdido a quien abrazábamos.
Ya
no tengo tus consejos ni tus llamadas de atención.
Y en
este salón donde la magia germina como luz de luna, aún continúa un vientecillo
gélido como tu ausencia.
Gracias
te doy por la paciencia con la que moldeabas nuestras letras.
Gracias,
maestro, por enseñarnos a navegar en ese embravecido mar de la vida.
Gracias,
último peón de la palabra.
Martín
Campa
PRIMAVERA
EN MI ALMA
Martín
Campa
Hermano,
eterno habitante de "Machigua".
A
estas horas el aire viene chicoteando
con
su incesante silbido;
viene
gritando, descalabrándose
contra
la rudeza de los mezquites.
Viene
la lluvia con sus lamentos
y
sus hojas verdinegras.
Desde
que te fuiste
punza
una bocanada de tristeza
en
mi pecho.
Recuerdo
cuando me preguntabas,
después
de tejerle la historia a mi sombra:
"¿Tú
sabes a dónde van los ángeles
cuando
el poeta canta el triunfo
de
la primavera?"
La
única respuesta era el silencio.
Y
ahora estoy aquí, en tu pueblo,
buscándote
en la humildad de tu gente.
Mírame,
soy un soldado de las letras,
pues
tú para eso me entrenaste.
Ahora
vivo enamorándome del sol,
ese
viejo astro que deslustra
a
quienes siguen presos del insomnio;
y
bebo las palabras que murmura el polvo,
quizá
ahí pueda encontrarte.
Es
primavera en mi alma, te digo,
y
tengo heridas que aún no sanan.
Magulladuras
por la noticia de tu muerte.
Me
dueles como las cicatrices
que
nos hace el mundo.
Me
dueles como esas cenizas
que
nos heredó la noche.
Te
regalo mis acentos y un mar de congojas,
esa
ciudad a la que acecha
la
herrumbre del destino,
esa
sed astillada que tienen los arroyos,
la
soledad y sus goteras.
Sigues
siendo un torbellino
que
clava sus espinas en nuestros nombres.
Un
recuerdo que estremece corazones.
Regresa,
ven a derrumbarte entre nosotros
como
un grito de amor.
A
desbordarte en la tarde
con
tus hierbas y alas de tordo.
Vuelve
para que bautices la oscuridad
de
las urbes.
Llueve
ahora, Herminio,
pero
tú ya no estás para asombrarte
con
el vaivén de los aires de "Machigua".
Llueve
y en la lejanía,
Dios
esconde su brújula y moja sus dedos
en
las pupilas de los hombres.
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SEMPITERNA
ELOCUENCIA
Martín
Campa
Partió
una mañana gris.
Una
mañana llena de pésames.
Y es
que él ya quería conocer
a
ese señor de camisa limpia
y
manos descascaradas que es Dios,
y a
las mujeres que se untan en los sueños
el
olor de las manzanas.
Él
ya quería ser parte de las novas,
asteroides
y palabras luminosas
que
rasgan el infinito.
Aquí
nos dejó los nombres de sus difuntos
y el
río nocturno
donde
aún se ahogan sus fulgurantes anécdotas.
Las
yerbas que sirven para sobrevivir en el mundo.
Y
solo puso en su maleta
-
debajo del satín de sus fiestas -
la
hamaca donde se mecía
como
los hilos extensos que tiene la inmensidad;
el
bolígrafo
con
el cual dibujaba en los atardeceres
pájaros
de color verde, rojo o azul;
el
humo verdinegro de su memoria
y
hasta sus pantuflas de verbo sempiterno.
Sí,
casi todo se lo llevó.
Mas
no la fuerza de esas raíces
que
lo hacían más sol, mezquite;
más
tinta y hombre humilde.
Nos
dejó esas raicillas húmedas
que
son las que ahora nos sanan
de
esta extraña oscuridad
que
nos va pudriendo el alma desde su muerte.
¿QUIÉN
SOY YO?
Martín
Campa
UNO
¿Quién
soy yo para llamarte
a
estas horas en que el mundo
es
un arcoiris que agoniza?
¿Quién
para pedirte que vuelvas
a
pulir ese aire que es mi alma?
Te
fuiste porque en el paraíso
alguien
necesitaba platicar con tu sombra
o
quizá deseaba darte un abrazo.
Ya
el cielo luce su máscara gris.
Esas
letras que alguna vez me diste
son
las que ahora trazan mis sueños.
Ahora
soy un hombre desconsolado,
un
triste poeta que sigue la ruta
de
los recuerdos que olvidaste aquí.
Pero,
¿quién soy yo para molestarte
en
tu sueño de vientos y nardos?
DOS
Este
que está aquí,
acomodándole
la camisa a la tarde,
es
aquel que alguna vez
dejó
abierto el zaguán de su existencia
para
que entrara tu ánimo
a
recortarle las palabras
y me
quedo con mis lágrimas,
esperando
a que venga alguien
a
explicarme el por qué de tu ausencia,
y a
ponerle un candado a esta tarde
que
se volvió melancólica desde tu partida.
Y me
sigo preguntando:
¿quién
soy yo para perturbar tu sueño
que
ahora está repleto de tordos
y
vientos trasnochados?
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PÓCIMA
INCONCLUSA
Martín
Campa
Hasta
el arcoiris me interroga
para
saber si aún te recuerdo.
¿Cómo
olvidar a quien me enseñó
a
andar otros rumbos y dolencias?
¿Cómo
romper la luna con mis latidos?
Además,
¿por qué habría de olvidarte?
si
tú me enseñaste a no ceder ante el relámpago
ni a
quebrarme con la ira que expulsan las tormentas.
He
caído, sangrante, ante el embate
del
invierno, pero no renuncio.
Fui
pócima inconclusa, nube errante,
y
hoy estoy aquí
de
pie como los titanes.
Con
el pecho encendido cual antorcha
o
lava surgiendo de los volcanes.
Soy
parte de ti, perpetuo mezquite.
Un
poeta que continúa cultivando tu historia
para
que tu recuerdo, en el corazón del viento,
siga
madurando.
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IN
MEMORIAM
Martín
Campa
UNO
Hoy
las letras se nos caen solas,
mientras
la tarde
(muchacha
de sonrisa infinita)
pareciera
seguir hipnotizada
oyendo
las pláticas de los hombres.
El
mundo se ha llenado de luces
y
música de tristes acordes.
La
lluvia vino a recordármelo:
ya
no estás aquí,
y un
ligero golpe en la memoria
avisa
que sigues doliéndonos.
Dueles
como el soñador
que
hoy no tiene qué comer
y al
día siguiente tampoco.
Dueles
como esa congoja
que
aroma las salas de espera
en
los hospitales.
Dueles
en las pocas fotografías
que
conservo de ti.
Dueles
en los pasillos de tu estudio,
en tus
hijos, en tus canciones preferidas,
en
los ojos de quienes no te conocieron,
en
las espléndidas hojas del recuerdo.
Dueles
en la piel de tus ancestros.
Dueles
como esa última plática
que
le obsequiaste a tu esposa.
Dueles
como debe doler la eternidad.
DOS
La
palabra es un artilugio
que
uso para que no duela tu ausencia.
Ahora
soy un hombre
que
cincela tu recuerdo
con
el destello de algún ángel.
Quisiera
tenerte frente a mí
para
que escucharas
lo
que sigo escribiendo
en
mis constantes locuras.
Le
grito a mi musa, como tú me enseñaste:
abrázame
fuerte hasta que le hagas
una
hendidura a mi esqueleto.
Estremece
mis recónditas metáforas.
¿O
acaso el amor no tiene huesos?
TRES
Sobre
mí ha caído la sentencia del silencio
Los
enemigos de tus letras
vienen
a patear mi historia.
Tú
me dijiste que ser poeta
no
sería una tarea fácil.
Y
más cuando la humedad crece
como
los versos que un día perdiste
y
ahora circulan, se esconden,
despellejan
su tinta
sobre
los libros de tu estudio
donde
bebías café
mientras
tu voz era sombra recién abierta,
rosa
empapada de sol.
CUATRO
Hoy
volví a viajar a Machigua.
Busco
el aroma que es tu fantasma.
Tu
recóndita palabra estremecida
donde
la ciudad grita desnuda,
hambrienta
como sus hijos.
Los
grillos que hablan el dialecto
de
la llovizna y los tordos.
Los
itinerarios de tu sed.
La
sencillez de los nopales
y la
incomparable rugosidad del mezquite.
El
puente donde las pupilas enverdecen
y se
unen los labios enamorados.
El
bosque donde las muchachas
recargan
la seda de sus muslos.
Volví
nuevamente
a
caminar por estas calles,
buscando
mitigar el dolor de tu partida.
Volví
para sanarle a mi alma
sus
incesantes dolencias.
Volví
por si no recordabas
que
el amor, al romperse,
solo
es una sombra descarrilada.
CINCO
El
viento pasa con sus pies polvosos
arrastrando
la noticia
de
un próximo aguacero.
Es
tiempo de partir
antes
de que la noche
deshoje
tus historias
que
huelen a nostalgia.
Vete
y déjame el corazón
repleto
de buenos recuerdos.
Vete,
hermano,
pues
ya viene la lluvia
latigueando
la tarde.
*Invitación
a lectura de la obra del Maestro Herminio Martínez, en su tercer aniversario
luctuoso. Jueves 17 de agosto a las 7 de la noche. Sala Hermilo Novelo de la
Casa de la Cultura de Celaya. Entrada libre.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
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