DESDE UNA VENTANA
El
maestro Herminio Martínez nos enseñó a asomarnos al mundo desde las ventanas de
la imaginación. Cada semana, en nuestra reunión del taller Diezmo de palabras,
las lecturas extendían sus alas para que pudiéramos remendar nuestras plumas y
corregir el vuelo de las metáforas en prosa o en poesía. Para honrar su
memoria, a tres años de su fallecimiento, le dedicamos esta página en nuestro
querido Sol del Bajío con algunos textos de nosotros -sus alumnos-, que han
sido seleccionados en concursos tanto en México como en España. Gracias,
Herminio.
“Desde
una ventana / cualquiera puede fotografiar los talones de la luna”. H.M.
Vale.
Julio
Edgar Méndez
LA
BREVEDAD DEL SER
Patricia
Ruiz Hernández
Antología
de Editorial Letras con Arte, España
El
barco recién salió del puerto, a bordo lleva un pasajero. Navegará por las
frías aguas del océano. Le esperan gratificantes experiencias, rutas jamás
exploradas y bellos atardeceres. Por supuesto también habrá tormentas, pero
sabrá enfrentar tales vicisitudes. Con seguridad será un viaje agridulce, como la vida misma.
Al
poco tiempo de zarpar la corriente lo arrastra, ¡algo pasa!, el barco presenta
una inclinación peligrosa, parece que la embarcación se hunde, el casco está
dañado, se observa humedad por todos lados.
El naufragio es inevitable y finalmente se va a pique.
Breve
fue la existencia de un muñeco y su barquito de papel.
PALABRA
ESCARLATA
Diana
Alejandra Aboytes Martínez
Antología
Diversidad Literaria, España
Sobre
el paisaje se extendió la espesa noche. En el balcón, las cortinas se ondulaban
caprichosamente por el viento, la llama de una vela bailaba en el interior
atenuando la iluminación; no obstante, era utilizada por el escritor; quien
pluma en mano escribía otra de sus novelas oscuras, su género literario
preferido.
Entrada
la madrugada, el hombre pausaba su labor sólo para beber sorbos de café. Taza
en mano, se llenó de asombro al detectar movimiento en su texto. Extrañamente
era una palabra que saltó del papel a su escritorio. Sin darle tiempo a
reaccionar, las letras corrieron por su brazo hasta meterse a su oído. El dolor
era tan fuerte que el escritor se apretó con ambas manos la cabeza, sus
tímpanos eran roídos a mordiscos. Comenzó a gritar pero pronto su voz se apagó…sus
cuerdas vocales habían sido devoradas.
Las
letras seguían torturándolo. Sus ojos comenzaron a sangrar, experimentaba tal
suplicio, que en su desesperado intento por defenderse; se arrancó el globo
ocular que rodó por el piso dejándolo embarrado de sanguinolenta viscosidad. El
hombre cayó al suelo desangrándose.
Esa
escena era igual a la descrita en su reciente novela.
Las
letras ocuparon su lugar en el texto, juntas formaban la palabra “venganza”… ahora
resaltaban por su color escarlata.
PRIETO
PICUDO
Julio
Edgar Méndez
Relatos
Cortos El Grifo, León, España
Siempre
había querido recorrer el Camino de Santiago pero nunca se decidió a
emprenderlo. Hasta ahora, ya en el ocaso de su vida, se animó a llevarlo a
cabo. Como no tenía la menor idea de dónde empezar, decidió llegar hasta la
ciudad de León, en Castilla, para darse una idea de las distancias y derroteros
a seguir. No quiso desaprovechar la oportunidad para degustar los vinos de la
región. Lo primero que buscó, recién se hospedó, fue un bar para calmar la sed.
Le dijeron que visitara el barrio húmedo y hacia allá se encaminó. No le prestó
mucha atención a la maravillosa catedral y a unas pocas cuadras encontró Casa
Benito, un bar muy tradicional. Calmó su sed, pero el Prieto Picudo, las tapas
y la vista de tanta chica estudiante le dieron otro tipo de hambre... Los primeros tragos de vino fueron tal como
lo ponderan: fresco, seco, extenso y persistente. Los siguientes ya no supo
definir a qué sabían. Departió con peregrinos y peregrinas en ese pequeño bar
con paredes de piedra y mesas al exterior. No se despegó de su banco en la
barra toda la tarde. Pronto estuvo tan a gusto que intentó conquistar a cuanta
chica se sentara junto a él y, como ya se sentía fresco, seco, extenso y
persistente y no era mal parecido, el destino le preparó un peregrinaje al cuerpo
de quien ni el nombre llegó a conocer. Todo el peso de una vida sorteada en
blanco y negro se le vino encima cuando ella le habló del Facebook, de bloguear
y dejarse un Twitt de pocos caracteres en el alma, de postear y subir videos,
de shows on-line y apps para dirimir las
irrealidades de la postmodernidad. Ella tenía pareja, él ya tenía hasta nietos, pero el calor de los
cuerpos es un termostato sin ojos. Ella,
empujando apenas los diecisiete con todo el ímpetu de sus senos erguidos y él,
arrastrando sesentaypico con cuerdas y clavos de hambre de vida, ginseng y
vaselina. Pero el deseo apretujado entre vinos y tapas, Prietos y Rufetes, no
perdona al más tieso. Era una noche propicia, ¿hay de otras? Era tan chica, tan
bella; eran sus ojos, sus labios: almohadas abiertas al infinito horizonte de
cama maldita. Todas sus décadas juntas querían hacer nido entre las piernas
endurecidas de la mujer casi niña, a quien su novio miraba con ojos de borracho
sin chispa. El muchachito no era competencia para este lobo feroz de mares
extintos, catador de tintos, rosados y de todos los colores; recuerdos ganados
en tantas batallas de sábanas cloreadas cada dos horas, sin distinciones de
clases, que él había encendido a fuerza de besos y embrujos de un hombre con
todas las mañas sabidas y si no, inventadas.
Platicaron, se liaron las manos,
cruzaron miradas de abajo hacia arriba, tocaron por unos instantes los cuernos
de una luna impostora, ni siquiera preguntaron los nombres. Sería por
curiosidad, sería el alcohol, sería el bulto imprudente que trepidaba a cada
mirada de los senos adolescentes, o el hambre en las seniles pupilas gastadas
de ver a tantos y a tantas mujeres perderse en el anonimato de un bar; pero la
chica aceptó la propuesta. Su joven galán ni se inmutó con el bye de su pareja
cuando ésta le dijo que se mudaba de sitio. Ya estaba acostumbrado a los gustos
cambiantes y arteros adioses de su novia. Sólo una advertencia le hizo:
—¡Vas a tener que cambiarle el pañal
al viejito!
Salieron en busca de lo que hallaron:
él, su destino; ella, su farsa. En el hotel los miraron con ojos de sueño y
reproche
Voces destempladas y falsos gemidos
salieron del televisor cuando lo encendieron junto con las luces del cuarto.
Las atenuaron antes de descubrirse antagónicos, y mientras la paloma se quitaba
las plumas sin más trámite que sus ganas y sus alcoholes, nuestro don Juan
pedía una botella de vino. Tinto no había y a ella le daba lo mismo, así que se
conformaron con un Albillo.
Él era todo un seductor de oficio;
la joven, una ignorante por puro gusto. La alcanzó en la cama justo antes de
que ella tirara la última pluma de tela que le cubría apenas lo que con alegría
atisbaba entre piernas. La abrazó, la besó en la frente, le lamió los párpados,
le sorbió los labios. Sabía a cigarro, a sudor, a espanto de mujer ante un
hombre con ojos sin prisa. Recorrieron juntos todos los valles, montes y cuevas
que encontraron sin opuestas barreras.
Brindaron con dos, con tres, con cuatro, con diez tragos que ella no
supo cómo fue que se resbalaron por todo su cuerpo. Empapada en alcohol, creyó
que soñaba la lluvia de espejos que repetían cada retrato, mientras trataba de
sobrevivir sin ahogarse en el mar del hombre experto, del hombre que nunca
había siquiera soñado que existiera.
Fue su instrumento en ese concierto
de sexo, delicia tras delicia, fue la noche robada al futuro que no volvería.
Mil vueltas le dieron al ruedo, cien sombras les mandó la mustia luna para
cubrirlos. Esa madrugada inventaron su propia utopía. Una historia de cuentos
contados a ras de un colchón entre ciento y diecisiete imposibles posturas y
una ambulancia que recogió los restos del hombre más feliz de todos los muertos
levantados esa semana en el Camino de
Santiago.
EL
ENVIADO
Laura
Margarita Medina
Érase
una vez un Microcuento, Cuentos del Sótano, Editorial Endora
Como
cada día, Rachel salió de la catedral. Un atractivo seminarista se acercó para
pedirle un poco de dinero para su colecta. Ella se ruborizó y bajó la mirada.
Pensó que Dios la había escuchado, sin imaginar que el nuevo enamorado, era
solo un mensajero del diablo.
UNA
VAQUITA MUERTA
Guillermina
Carreño Arreguín
Lotería
de Cuentos del Grupo Editorial Planeta
Nos
envolvió a los seis con lo de una vaquita, comprada el día seis de diciembre,
un mes antes de los reyes Magos, a las siete de la tarde y que terminara en
seis para anotarle un triunfo a Santa Claus. El as del mal contra los reyes de
la caridad, el seis mil seiscientos sesenta y seis contra la bondad. Todo
humanamente calculado, donde no hubo seis fue en donde nos pidió la coperacha, aquí
cortamos el seis, aquí estuvo la mera movida que nos llevó, tenía la delantera
con toda la alevosía y ventaja en la punta de la nariz. A ella le dimos el
efectivo y resultó ser la Sota de Espadas, se fue a la mera capital y con
nuestro capital a comprar el entero, el mero bueno, ella por ser el número
siete del grupo, el que significa la justicia, ¡justicia! Cómo se reirá de
nosotros o quizás nos bendiga por confiados, por más conjeturas que me haga
caigo al mismo terreno. Hace años y aún lo recuerdo, es difícil borrarlo del
pecho, las jugadas de la suerte laceran bien los pensamientos, ella es la
directa culpable de lo que las ladinas nos hacen, ¡carajo! ¡suerte! Cómo
olvidar esta gachada, siendo hombres nos durmió una vieja. A estas alturas yo
ya fuera millonario y no tendría que estarme toreando la crisis con una tilma,
al contrario, me estaría riendo de ella
bien forrado y pueda ser que hasta con un carrazo del año. Muy feliz estará la
Angelita y toda su esfera de retoños y hasta el Monke, bien millonetas a
nuestras costillas y los que confiamos en su cochina conciencia, nos pudrimos
apestados de rencor y resentimiento, lo hemos comentado y a los seis nos llevó
el veneno vengador. Pero la Angelita sí que supo hacerla con el entero y su
narizota metida en todo y nada infantil como la de pinocho, sino aguilucha,
elefantosa y fálica, nos olió lo tarugo la indina. Ella pagó la otra parte, los
viáticos, eso si es que le costó algo. Ya habíamos realizado otros papelitos
con reintegro y nunca nos la hizo igual a ésta, vimos la cosa tan normal que le
entramos, le dimos al mayor, aunque no tuvimos el papel en la mano nos apuntó
el número, sí terminó en seis, tenía todos los datos que ella nos dijo. En la
noche, lo supimos por los aparatos de comunicación, nos arrulló la llegada de
la riqueza con planes y soluciones de lo más hermosas. Ilusos llegamos al
trabajo de verdad puntuales para comentar que el número, nuestro número era el
bueno, nos abrazábamos, no podíamos poner la mente en el trabajo, hacíamos
planes locos de gusto, acordamos ir a cobrarlo a la mera Lotería, nuestras
risas crecían a cada instante y se pegaban en los muros, en las máquinas.
Solicitamos el permiso, los que no dieron sus múltiplos estaban llenos de
envidia, lamentosos por no haberle entrado.
Se hizo tarde, los ratos también ya eran pesimistas, un mal presagio
mordía nuestras lenguas, la Angelita no llegaba, los malestares ya salían de
nosotros hasta por los poros, estábamos a punto del infarto. El superior
recibió una llamada de Angelita, era de México, decía: Tengo permiso para
cobrar un préstamo, les avisa a los compañeros que esperen, yo les llevaré su
parte, aprovecharé el viaje para cobrar el premio, gracias. “¡El Premio!”
gritamos todos entusiasmados y más nos la creíamos, la íbamos a celebrar en
grande, afuera sueños quiméricos, no cabía duda, los seis éramos ricos,
bailamos e hicimos teatro toda la tarde, todo se nos permitió en honor a
nuestra riqueza, dejaríamos el trabajo por un negocio, un viaje por los mares,
sus playas tendrían las familias. Ése fue el día más inolvidable de mi vida,
todo me parecía de paraíso, la felicidad es hermosa, lástima que nos duró un
día, sólo unas horas en las 24 de un reloj. Al pardear la tarde, acordamos
visitar la casa de Angelita. Íbamos contentos, hasta un seis de cervaza se
agitaba entre las manos.
La
vivienda vacía, por las cerraduras dejaba ver los cuartos desocupados, se nos
paralizó al corazón cuando alguien habló: “Nomás cobró la lotería, llamó a su
esposo y todos salieron con maletas”. Por la noche murió nuestra vaquita y no
dejó rastro.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
Estas son letras.
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