LOS DOMINIOS DEL PRÍNCIPE PARADOJA
(Dioses griegos y aforismos en El retrato de Dorian
Gray de Óscar Wilde)
Ensayo. Primera Parte
Benjamín Pacheco
Pareciera
que la vida y obra de Óscar Wilde invitan a apreciar una arquitectura compleja,
llena de senderos que se encuentran y bifurcan constantemente. El lector, sin
ser experto y con un poco de atención, puede volverse una especie de arqueólogo
al que se le descubren ciudades escondidas en lo que aparentemente eran sólo
valles y cordilleras. La comparación vale porque Wilde es un escritor que
recompensa en la medida que se le busquen diversos significados a sus cuentos,
ensayos, obras de teatro, poemas, epístolas o su popular novela: El retrato de Dorian Gray, misma que es
motivo del presente trabajo.
En el contexto, tampoco es de
extrañar que los críticos literarios especializados encuentren atractivo el
análisis de su biografía debido a los distintos rumbos que recorrió Wilde,
tanto en sus vivencias públicas y privadas, así como en su quehacer literario,
donde parece que se funden hombre y ficción. Esto, debido a que dentro de la
riqueza de posibilidades se desprenden varias constantes: esa sensación de
dualidad, de encuentro de opuestos, de reflejos y dicotomías. En un breve
estado de la cuestión y con reserva de precisar estos conceptos más adelante,
por lo general aparece un comentario, un apunte, alguna referencia a dichas
recurrencias en revistas arbitradas, prólogos de sus libros, ensayos académicos
o artículos de aficionados. Estos son: presencia pública dominante-personajes
literarios dominantes; ascenso y caída social del padre-ascenso y caída social
del hijo; educación ambigua de niño-niña; mito fáustico-mito griego; la
resignación ante la brevedad de la vida contra el deseo de juventud eterna; y
otros temas que han sido analizados a lo largo de los años.
Debido a lo anterior, Wilde se
mantiene como un escritor popular de fama mundial. Prueba de ello son los
museos que se han consagrado a su memoria y las constantes películas basadas en
su vida u obra; en el ámbito cotidiano tampoco está ausente, pues basta
adentrarse a una librería especializada, o las llamadas “de viejo”, y el
irlandés aparecerá en alguna parte: en edición económica, de lujo, en
antologías o de forma individual. Tan sólo en un buscador de Internet arroja 61
millones 900 mil resultados si se teclea su nombre, al contrario de escritores como Charles
Dickens (49 millones 300 mil), Fiódor Dovstoievsky (255 mil) o Miguel de
Cervantes Saavedra (2 millones 560 mil resultados), por citar algunos autores.
El punto es que Wilde se mantiene vigente y cuenta con una gran cantidad de
seguidores a nivel internacional.
Por
extensión, el presente trabajo no busca agotar estas posibilidades, sino
centrarse en dos aspectos que resaltan en
El retrato de Dorian Gray: la referencia a los dioses griegos Apolo y
Dionisos, y la constante presencia de aforismos, mismos que tienen funciones
importantes dentro de la novela.
Por
intención, sería recordar nuevamente lo referido con anterioridad: Wilde
recompensa a aquel que desee acompañarlo, a la manera Dante-Virgilio, en un
viaje a las profundidades del hombre, su belleza, la complejidad de su
pensamiento y el horror que puede producir para algunos la pérdida de la
juventud y sus placeres, así como el hecho de tener que pagar las consecuencias
debido a los excesos que se tengan a lo largo de la vida.
Un irlandés en la compleja corte victoriana
Siguiendo
la fría línea de una cronología, se
aprecian los momentos importantes en la vida de Óscar Wilde: fue hijo único y
vivió 54 años. Más de 30 años los consagró a la literatura, tomando en cuenta
sus obras de juventud, premios y estudios universitarios, hasta su muerte en
París el 30 de noviembre de 1900, a consecuencia de un ataque de meningitis. El
posterior dramaturgo, ensayista y escritor de cuento, poesía y novela, nació en
Dublín el 10 de octubre de 1854. Su padre fue Sir William Wilde, holandés y
reconocido como doctor con especialidad en ojos y oídos; su madre, nacida Jane
Francesca Elgee y luego referida como lady Wilde, era de nacionalidad irlandesa
y una luchadora nacionalista, quien colaboró bajo el pseudónimo de “Esperanza”
en el periódico The Nation, además de
ser una reconocida poeta de su tiempo. Wilde gana una beca para estudiar en la
Universidad de Dublín (1873) para luego ingresar a la Magdalen College, en la
Universidad de Oxford (1874). En ese periodo obtiene el primer lugar en
Literatura Clásica (1876), viaja por Italia y Grecia antes de obtener el primer premio en literatura griega
y latina, así como el Newdigate Price con su poema Ravenna (1878). A partir de 1879 fijará su residencia en Londres y
aparecerá la primera edición de su obra poética (1881). Al siguiente año
viajará a Estados Unidos de Norteamérica para brindar conferencias y se casará
en 1884 con Constance Lloyd, hija de un rico abogado de Dublín, quien le dará
dos hijos: Cyril (1885) y Vivian (1886). Su actividad literaria “ascendente”
será desde 1888 hasta marzo de 1895, tiempo en que promoverá el juicio “por
difamación” contra el Marqués de Queensberry, pero que finalmente perderá tras
un “riguroso interrogatorio” que hará que lo detengan, sea procesado en la
Corte de Old Bailey y sentenciado el 27 de mayo a dos años de trabajos
forzados. Hasta el 19 de mayo de 1897 saldrá de la prisión de Reading y se
mudará a Berneval, Francia. Después se irá a París, su esposa estará muerta
(1898) y él vivirá bajo el seudónimo de Sebastián Melmoth. Algunas de sus obras
más conocidas serán El Príncipe Feliz y
otros cuentos (1888), El retrato de
Dorian Gray (1890), el libro de ensayos Intentions
(1891), los estrenos de las obras teatrales El abanico de Lady Windermer (1892), Un marido ideal y La
importancia de llamarse Ernesto (1895), y Salomé (1896), el poema La
esfinge (1894), así como sus famosos textos La balada de la cárcel de Reading (1898) y las versiones de De profundis (1905-1909).
De
la cronología se puede establecer que el periodo más productivo de Óscar Wilde
es a raíz de que se establece en Inglaterra en 1879. Para esto, hay que
recordar que el país estaba a finales del largo mandato de la Reina Victoria
(1837-1901), conocido como periodo victoriano. Dicha época puede apreciarse
como de estilo “prudente”, “represivo” o a la “vieja usanza”, al igual que de
“gran expansión de la riqueza, poder y cultura”, según analiza George P. Landow, profesor de
Inglés e Historia del Arte en la Universidad Brown. El investigador cita que en
ciencia y tecnología, al parecer los victorianos inventaron “la idea moderna de invención: la noción de que una
persona puede solucionar los problemas, que significa que puede crear nuevos
significados para mejorarse a sí mismo y a su entorno” , además de cambios en
cuestiones ideológicas (política y sociedad), que refieren cuestiones
relacionadas con la democracia, feminismo, creación de sindicatos para los
trabajadores, y apertura a tendencias como el Socialismo y Marxismo. En Literatura y demás artes, por su parte,
Landow refiere que los victorianos combinaron la emoción e imaginación del
periodo Romántico con lo que ofrecía el Neoclásico, donde también destacó el
“rol público del arte y la responsabilidad del artista”. En general se consideró una “época compleja y
paradójica que fue un segundo Renacimiento Inglés” muy similar al vivido con la Reina Elizabeth.
Lo
anterior es en cuanto a la línea temporal, misma que falla en mostrar los
detalles más personales que también forman parte de la vida de los hombres
ilustres. Estos, a su vez, pueden enriquecerse con los acercamientos que
realizan otros estudiosos. Los ángulos son variados y extensos, por lo que a
continuación solamente se referirán algunos análisis recurrentes en torno a la
vida y obra del conocido escritor. Por ejemplo, el poeta José Emilio Pacheco
refiere en su ensayo “Wilde en su (tercer) mundo”, el nivel intelectual de Lady
Wilde, así como las aportaciones científicas de Sir William Wilde, amén de su
escandalosa vida de amantes que lo llevaron a juicios y desprestigio social.
Pareciera que es un anuncio de lo que vivirá el joven Wilde en el pináculo de
su carrera:
El doctor James Will Wilde
(1815-1876) fundó la otología moderna, inventó la operación contra las cataratas y fue célebre en
toda Europa como especialista en enfermedades del oído […] Lord Wilde (el título se lo concedió el virrey de
Irlanda) fue también un arqueólogo, antropólogo,
folclorista y escritor. En 1851 probó científicamente que la gran hambruna se debía al sistema de tenencia de la tierra.
Como su hijo, estaba en la cúspide cuando un proceso
lo abatió para siempre: una ex amante lo acusó de haberla violado bajo los
efectos del entonces novísimo
cloroformo. El doctor Wilde logró demostrar su inocencia pero no recuperó su prestigio social.
De
Lady Wilde, destaca Pacheco, “escribía poemas patrióticos con el seudónimo de Speranza y llamaba a la lucha armada
contra el opresor” y le heredó a su hijo
“doctrinas que defendió hasta la muerte como el derecho de las mujeres a
trabajar al mismo título que los hombres y a participar en actividades
políticas”. Otro punto de importancia,
según el ensayista mexicano, fue un primer amor fallido con la bella Florence
Balcombe que “acentuó su indefinición sexual”,
pues ella prefirió casarse con Bram Stoker, autor de Drácula (1897). Con
esto, Wilde se marchó a Oxford para prácticamente renovarse por completo:
Practicar el arte de la inversión
elegante: darle la vuelta a todas las normas de su niñez. Sus padres fueron descuidados, él
sería un dandy; la sociedad se rió del doctor Wilde, él iba a reírse de la sociedad; Speranza soñó con la
reconquista celta de la Irlanda ocupada, él
la superaría al invadir y conquistar Inglaterra. El ingenio fue para él una
forma de decir la verdad bajo
apariencia humorística: “Soy irlandés de raza pero los ingleses me condenaron a hablar la lengua de Shakespeare”. “Los
sajones nos robaron nuestras tierras y las empobrecieron.
Nosotros tomamos su lenguaje y le añadimos nuevas bellezas”.
Lo
anterior tuvo un efecto en la formación e ideología del escritor irlandés. Para
Pacheco, Wilde representa “el escritor colonial que lleva hasta el centro los
dramas de la periferia, el colonizado que se enfrenta al colonizador en su
propio teatro y paga el precio de buscar la utopía con el martirio que lo
redime y lo consagra”.
Carmen
Martín Gaite, en un prólogo a la edición de 1970 de El retrato de Dorian Gray publicada en la colección de la
Biblioteca Básica Salvat, señala que “el salón de los Wilde era el más célebre
de Dublín y se consideraba de buen tono, entre las gentes que lo frecuentaban,
hablar crudamente, beber mucho y no asombrarse de nada”. Al parecer esto malcrío al pequeño Óscar,
pues “alimentó un profundo desprecio hacia todo lo cotidiano, vulgar y
obligatorio”, además de que fue una
actitud que mantuvo constante sin importarle las consecuencias:
Esta postura lo llevó a afrontar
todo, incluso sus vicios y errores, con exageración y descaro, a resolverse siempre por el gesto soberbio y provocativo,
por la defensa de sus particularidades,
sin calcular de antemano las consecuencias que pudiera acarrearle tal actitud. En una palabra, no estaba ni
estuvo nunca preparado para plegarse al mundo de los demás, cuyas normas y leyes, que se empeñó en
desconocer, acabaron pudiendo más que
él y haciéndole pagar caro tal desdén.
(CONTINUARÁ)
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1. Queda
claro que la comparación es injusta debido a que diariamente cambia la
información que se almacena en Internet, misma que está sujeta a múltiples
variables (aniversarios, publicaciones, películas, fotografías, pinturas,
listados). La intención es meramente referencial. El comparativo se realizó el
27 de mayo de 2012. 2. Monserrat Alfau,
Traducción, prólogo y notas de Óscar Wilde, Editorial Porrúa, México, 1979, p.
XXVII-XXVIII. 3. George P. Landow, “Victorian and Victorianism”, The Victorian
Web, http://www.victorianweb.org/vn/victor4.html [Consultado el 26 de mayo de
2012] (La traducción es mía). 4. Ibíd. 5. Ibíd. 6. Ibíd. 7. Ibíd. 8. José
Emilio Pacheco, “Wilde en su (tercer) mundo”, Letras Libres, http://www.letraslibres.com/revista/convivio/wilde-en-su-tercer-mundo
[Consultado el 27 de mayo de 2012]. 9. Ibíd. 10. Ibíd. 11. Ibíd. 12. Ibíd. 13. Ibíd.
14. Carmen Martín Gaite, prólogo a El retrato de Dorian Gray, Salvat Editores,
España, 1970, p. 6. 15. Ibíd. 16. Ibíd.
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*Benjamín
Pacheco López, mexicano, es reportero y fotógrafo. Ganador del XXVIII Premio
Nacional de Ensayo “Magdalena Mondragón”, otorgado por la Universidad Autónoma de
Coahuila, México, 2012, por el ensayo: “Los dominios del Príncipe Paradoja
(Dioses griegos y aforismos) en El retrato de Dorian Gray de Óscar Wilde”.
Primer lugar en la categoría de Ensayo, en el Foro Cultural Universitario
“Espiral”, organizado por la Universidad de Guanajuato, México, 2011. Primer
lugar en poesía en los Juegos Florales “Profesor Luis Pavía López”, edición 2007,
en Ensenada, Baja California, México.
http://www.aquilaguna.com/modules.php?name=News&file=print&sid=21459
http://www.aquilaguna.com/modules.php?name=News&file=print&sid=21459
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