El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
En el marco histórico de los terribles acontecimientos
que sucedieron en Celaya hace 100 años, entre Villa y Obregón, el Diezmo de
Palabras ofrece a nuestros amables lectores el fragmento de un texto preparado
por el Cronista de Celaya, Herminio Martínez, donde se puede sentir el fragor
de la batalla, el arrojo de los participantes, el valor y la inteligencia para
dirigir uno de los episodios definitivos para la revolución mexicana...
LOS COMBATES DE CELAYA
Del 6 al 15 de abril de 1915
¿QUÉ FUERON? ¿CUÁNDO OCURRIERON?
¿POR QUÉ A ÁLVARO OBREGÓN SE LE LLAMÓ
“EL MANCO DE CELAYA” Y NO “EL MANCO DE LEÓN?”
LOS TRENES
A Celaya bajaron los guerreros,
los guerreros bajaron a Celaya,
traían en la memoria la batalla
de un México social sin agujeros.
Los llanos fulguraban de luceros
paridos por la luz de la metralla.
Cuántos hombres sembrados en la raya
hecha surco al fulgor de los aceros.
Cuántos trenes llorando en la llanura,
cuántas madres metidas en la pena
y cuánta juventud en la espesura.
Largas noches de lágrimas y arena,
pero después de aquella noche oscura,
ya no muerde la patria su cadena.
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LOS GENERALES
Los dos a ti llegaron con el día,
los dos a ti llegaron con su orquesta
de cañones y balas: una fiesta,
aquel México pobre en su alegría.
De repente la tarde se hizo fría,
abril se había sentado en la floresta
a ver pasar el rumbo de la apuesta
que echó con la llanura y la armonía.
Obregón como fiera desatada
y Villa igual, en su amplitud dispersos,
sembraron en tu suelo la jornada
más difícil, cual yunta de universos,
y se quedó la noche perforada
llorando sobre ti mundos y versos.
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SÍNTESIS
Así
se le llama a una serie de decisivos encuentros militares de nuestra
Revolución, entre los ejércitos de los generales Francisco Villa y Álvaro
Obregón (Convencionistas y Constitucionalistas), ocurridos en los alrededores
de la ciudad de Celaya, que para aquel entonces tenía la fabulosa cantidad de
12,000 habitantes. Previamente, Obregón había concentrado sus huestes en
Querétaro y Francisco Villa en Irapuato.
La
primera fase de la batalla se dio en los días 6 y 7 de abril, un tanto cuanto favorable a los
villistas, pero Obregón supo defenderse y resistió estoicamente las bravas arremetidas de aquellos hombres a quienes la
fama ya había dado el nombre de “Dorados”.
La
fase final comenzó el 13 de abril. Obregón supo aprovechar las debilidades del
villismo en cuanto a estrategia militar se refiere, haciéndose de la victoria
total el día 15 de abril, cuando el Centauro se vio en la necesidad de
replegarse hacia León, cargando su derrota.
Después de esta batalla, hubo otras entre los
mismos bandos en Trinidad, León, Santa Ana del Conde y Aguascalientes, pero
Villa ya no volvería jamás a ser el mismo.
Fue
en la batalla de León donde Obregón, quien llegó a ser Presidente de México
entre 1920 y 1924, perdió uno de sus brazos, razón por la cual se le conoce
como el “Manco de Celaya”, no porque el brazo lo haya perdido en la Puerta de
Oro del Bajío, sino porque el nombre de los Combates de Celaya comprendía un territorio
que iba desde Querétaro hasta la ciudad de León.
LA
PRIMERA BATALLA
Una carabina de once
en Celaya se lució,
la acompañó el treinta-treinta,
la metralla y el cañón.
Pistolas cuarenta y cinco,
pistolas cuarenta y cuatro,
pistolas cuarenta y uno
treinta y cinco y treinta y dos,
¡cantaron recio en Celaya
contra el malvado Obregón!
(Viejo
trovador de la comunidad de San Elías, Mpio. de Celaya)
Aquel
5 de abril de 1915, Francisco Villa pasaba revista a sus joviales tropas en la
ciudad de Salamanca, porque al día siguiente tomaría la decisión de acabar de
una vez por todas con Álvaro Obregón, al que él llamaba “El Perfumado”.
De
este modo, inició su avance con tres columnas: al norte la caballería, al mando
de Agustín Estrada; al centro la infantería, constituidas por las brigadas de
José Herón González, Dionisio Triana, San Román y la brigada Bracamontes; al
sur puso otra de caballería, al mando del general Abel B. Serrato; y en la retaguardia puso la artillería. El día
seis se trabó un combate: Villa chocó contra el carrancista Fortunato Maycotte,
precisamente en El Guaje, hoy Villagrán, Gto. Al saberlo Obregón, de inmediato
envió refuerzos, primero con el general Manuel Laveaga y 1,500 hombres.
Posteriormente él mismo arribó al Guaje, únicamente para ser testigo de la
derrota de su gente. Hubo 800 muertos federales, heridos y un desánimo total. No obstante, él
y el general Maycotte lograron organizar ordenadamente su retirada hacia
Celaya, perseguidos ferozmente por los ejércitos de Villa y todos sus
aguerridos generales.
Sin
embargo, en Celaya, Pancho Villa cometió un error al no modificar sus tácticas
de ataque ni esperar la llegada de la artillería. Obregón le había ordenado a
Benjamín Hill que dispusiera toda la gente e inspeccionara bien el terreno, por
lo que, súbitamente, Villa se encontró frente a un muro de fuego. El choque fue
durísimo. Al caer la noche sonaron los últimos balazos de un combate que, a
todas luces, habían perdido los villistas, a quienes no les quedó más remedio que
recular hacia su posición de origen, jurando ferozmente regresar al día
siguiente.
Entonces,
el general Obregón ordenó que vinieran a apoyarlo hasta Celaya Alfredo
Elizondo, Alejo González y Porfirio González, y a las primeras horas del día 7
de abril, la suerte pareció estar de su lado. Villa reinició el ataque, el cual
poco a poco fue aumentando entre explosiones y cargas de caballería, dejando
sobre el campo miles de cadáveres. Ahora sí la artillería villista, dirigida
por los generales José María Jurado y José Saavedra, abatió Celaya. Lo mismo la
caballería, al mando del coronel Pedro González. A las nueve de la mañana los
carrancistas entraron en crisis, al ver que a los batallones 5, 9, 17 y 22 se
les habían terminado ya las municiones. Obregón le ordenó al general Cesáreo
Castro que le mandara tropas para cerrar la brecha y así llegó a
auxiliarlo Jesús Novoa con toda su
brigada. Pero no bastaba. Villa se enardecía, echando denuestos contra Obregón
y todos los seguidores de Carranza. Es en estos momentos en que el genio de
Obregón se ve precisado a trabajar psicológicamente al ordenarle a un joven
corneta, del 9º Batallón, tocar “diana”, lo que creó confusión en las tropas de
Francisco Villa, quien ordenó un ataque general, pero nuevamente sus guerreros
fueron contenidos. Había mucho desgaste moral y físico. Dieron más de cuarenta
cargas de caballería y en todas fueron rechazados. Los constitucionalistas
pasaban ahora a la ofensiva. La gran caballería, al mando de los generales
Cesáreo Castro, Maycotte, González y Novoa, actuó llevando a cabo un doble
envolvimiento de victoria. El general González atacó por el norte, llegando
hasta donde estaban los ferrocarriles del villismo, que comenzaban a huir. Los
canales de riego fueron pieza clave para que este día 7 de abril los villistas
huyeran derrotados, deteniéndose, al caer la tarde, en la estación de Crespo y
en el Guaje.
Las bajas
fueron, por los constitucionalistas: 4 jefes, 27 oficiales y 527 de tropa
muertos; heridos fueron 5 jefes, 20 oficiales y 340 de tropa.
Por
los villistas: 1,800 muertos, entre ellos los generales Agustín Estrada y
Francisco Natera; 3,000 heridos y 500 prisioneros, así como gran cantidad de
material de guerra y ganado. Estos marcharon hacia Salamanca para
reorganizarse, recibir refuerzos y curarse las heridas, pero sobre todo a
preparar su nueva operación.
LA
SEGUNDA BATALLA
Para
estas alturas, las fuerzas de Álvaro Obregón habían sido convenientemente
reforzadas por la primera División de Oriente con tres regimientos de
caballería, un batallón de infantería y una sección de ametralladoras; dos
fracciones de la Brigada Gavira; fracciones de la Brigada de Novoa; dos
batallones “Rojos” de obreros más la Brigada completa del general Joaquín Amaro
y sus “rayados”, quienes anteriormente habían sido también villistas. Con estos
elementos, el efectivo del Ejército de Operaciones subió a 15,000 hombres, de
los que 8,000 eran de caballería, con trece piezas de artillería y más de 100
ametralladoras. Finalmente, el día 12 arribó un convoy de municiones al mando
del general Antonio Norzagaray.
Por
su parte, Francisco Villa también se reforzó: se le sumaron las brigadas de los
generales José I. Prieto, José Ruiz y César Moya; más tropas de infantería y
artillería, provenientes del estado de Jalisco, al mando de Francisco Carrera
Torres y Pánfilo Natera, así como importantes remesas de municiones que desde
Ciudad Juárez le envió su hermano el general Hipólito Villa.
El día 13 arrancó este otro combate. Villa
avanzaba en dos grupos, uno al norte y otro al sur de la vía férrea; la
infantería desembarcó en la estación de Crespo, a ocho Kilómetros de la ciudad
y la artillería marchó a la retaguardia. Obregón tomó otra vez la defensiva,
manteniendo una gran reserva. La batalla inició en la tarde, con un ligero
tiroteo y otras acciones. Una hora después el combate se había generalizado,
principalmente en el sector de la 2ª. brigada del general villista Francisco
Manzo, quien mantenía su cuartel en la hacienda de San Juanico. Los
constitucionalistas abrieron fuego, Villa contestó. Poco después se combatía en
todo el frente. La táctica seguida por la División del Norte era la misma:
furiosos ataques frontales, violentas cargas de caballería que se estrellaban
ante el fuego de la infantería constitucionalista y tantas zanjas abiertas para
el riego. Así ocurrió el 13 y el 14, igual, fue una repetición: las caballerías
buscaban el lugar vulnerable que permitiera la ruptura. Obregón sabía que a ese
ritmo, las tropas del Centauro no durarían mucho tiempo en pie, se preparó,
pidió más municiones, le escribió a Carranza.
En la madrugada del día 15 consultó con sus
comandantes sobre el estado de sus tropas,
a fin de poder iniciar un ataque a las primeras horas. La respuesta fue
optimista. El agrupamiento de la caballería obregonista quedó formado, del lado
norte, por el general Cesáreo Castro, aunque tomó el mando el general Fortunato
Maycotte, debido a una enfermedad del general Cesáreo, más la caballería del
general Dionisio Triana. El del sector sur quedó constituido por las Brigadas
de Joaquín Amaro, Antúnez, más las brigadas de caballería Jaimes y Gavira. Así,
los constitucionalistas pasaron a la ofensiva, por lo que Villa fue sacado de
balance. El propio Obregón marchaba al centro de sus fuerzas. De inmediato la
batalla se hizo general: Los villistas, desconcertados, se defendieron, sin
evitar ser rechazados de la estación de
Crespo hasta la hacienda de las Trojes, por el norte. Porque por el centro, las
tropas constitucionalistas los habían hecho retroceder más rápidamente,
quedando tan sólo aislado el núcleo de las Trojes, que posiblemente por falta
de información se aferraba a su posición perdida.
Para
el medio día la batalla estaba decidida a favor de Álvaro Obregón. Al caer la
noche, los últimos villistas que luchaban en Trojes, fueron atacados, huyendo
hacia Juan Martín y Jofre, por cuyas acequias y campos labrantíos iban
arrojando sus “cueras” y armamento.
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