domingo, 19 de abril de 2015

¿Y EL AGUA QUE ENTRARÍA CANTANDO AL PUEBLO?

El Sol del Bajío, Celaya, Gto.


¿Y EL AGUA QUE ENTRARÍA CANTANDO AL PUEBLO?
 Poesía de Herminio Martínez (+)

“Bendito sea Dios que los alimentó con panes...
si hubiera bastado con hierba.”
Herminio Martínez

Ya llegó el circo. Desfilan caravanas de colores sobre las calles llenas de baches mal tapados de nuestra cajetera ciudad. Los gritones de feria prometen todo lo que se puede prometer. Los actores son los mismos, pero en diferente papel. Se reparten los pedazos del pastel entre los invitados. El pueblo sólo mira, aplaude, chifla, grita, se une, se separa, se anima solo, solo se desanima. Ahora sí se va a poder, ahora sí nos van a respetar. Ahora sí, pero no. ¿Cómo que no, si ya hasta nos prometieron que va a caer maná del cielo? Pero... ¿se acuerdan de las promesas de hace años?
Herminio Martínez, el poeta de Machigua, siempre con la sensibilidad a flor de piel, con las metáforas cargadas de conciencia social, preguntaba... ¿Y el agua que entraría cantando al pueblo?
Julio Edgar Méndez



A TI, REVOLUCIÓN
Herminio Martínez

1
¿Quién lee el periódico a estas horas
en que todos sabemos que amaneció nublado
y no hay otra noticia que el sollozo
de los que ven perdida la hipoteca?
¿A quién consolarán tantas reuniones?

Lo que nos interesaría ya se sabe:
Un ministro conmina a las naciones,
un empresario pone cara de ángel,
un boxeador golpea con su retiro,
un cardenal opina sobre el sexo,
una pintora cree que ha reencarnado,
anuncian con gran ruido las memorias
de un poderoso ex funcionario público,
le habla el zodiaco a su feligresía,
la sociedad se yergue en cada página
donde algunos preguntan con la frente
si Dios será un cigarro o un vehículo.

Está el planeta con su luz de neones
y todo lo demás que conocemos:
que los intelectuales se acometen,
que el dinero crea hombres de la nada,
que es más feliz el salteador corriente,
que hay un país donde la muerte ha puesto
su trono entre la gente con más hambre,
que la contaminación se ha incrementado
y que pronto veremos cómo caen
pájaros, hombres y ángeles a tierra.
El banco ya subió sus intereses.
Y un policía muy poco te consuela
cuando vas a sudar al urinario.

¿Qué importa si el tamaño de la dicha
acrecentó el volumen de los jueces
y a los demás les hizo el mundo de ámbar?
Hay que pagar, sangrando, la hipoteca
para que pronto pasen los veinte años.

El hombre es pobre. Es cierto.
El funcionario, erecto en su grandeza,
se asoma a contemplar el universo,
mientras acá nos llegan los ronquidos:
esas voces opacas de los poros,
la suma que encadena reflexiones
-como reses a un palo- a la desgracia.
Papeles a caballo y por micrófono
cuando el esplendor busca sufragios.
Papeles que dan frío más que esperanzas.
Papeles con los lunes llenos de hoyos.

Uno podría dar sombra y caracoles,
pero llega en misión el freno negro
y pone a tu silueta de rodillas:
papel para pagar los intereses,
papel para pagar la indiferencia,
papel para pagar una hora de agua
y la multa atrasada del vehículo
o el impuesto que sólo come carne.

Papel para pagar el avalúo,
papel para cubrir la dura deuda
que dura más en cuanto más se paga.
Cúmulo de jamón y de gusanos
que rebasó las cuentas de tu lápiz.
¿A qué andar jubilosos, pues, entonces,
con todos los periódicos que avisan
que el Presidente regresó de un viaje?

2
Hay algo en el azul de esta mañana.
Algo que no se ve pero se siente
agazapado en cada transeúnte.
Delante de las frondas del descanso,
en el trono esplendente del prestigio,
detrás de la presencia imponderable
que es el poder sentado junto a un águila.
Un algo que nos mira y nos acecha
desde ciertos señores que están rotos
del hígado y por eso amargan tanto.
Hombres de cascabel y de corbata
con brillos en la punta de sus pómulos.
Un algo que es enorme por lo grueso
y feroz por la forma de su imagen.
¿Qué será? Me preguntan azorados
los que al igual que yo lo desconocen.
¿Acaso el mal carácter que anda en muchos?
¿La espuma neurasténica de tantos?
¿Será la envidia con su piel rugosa?
¿La hipocresía creyéndose importante?
No se puede saber si es una especie
letal por la manera de su aliento,
que se come a la vida de un mordisco.
Uno se cansa de buscarle el rabo
y él se endereza más en sus cubiles
donde oficia el ritual de su progenie.
Hay algo en el azul que nos ahuyenta
con el hollín que emerge de su entorno
y la sangre quemada de sus párpados.
Un destino con ojos y mandíbulas,
una verdad con uñas en la imagen,
una lengua salida del estiércol
a hablar de los demás con muchos dientes
y canas en la sien, desde el periódico.
Es algo con facciones de político
y protervo perfil de catedrático,
inconfundible por su ser de rata,
metido en el tamaño del encono.

3   
¿Desde cuándo el dolor ara en tu pecho
con pardas yuntas de gobernadores?

¿Desde cuándo los hijos se te enarcan
sobre la ardiente flor de la diarrea?

¿Cómo plancharle el entrecejo al viudo
y al huérfano zurcirle el entusiasmo?

¿Cómo quitarle una puntada al triste
y enderezarle el muelle al paralítico?

¿Cómo besarle el sabañón al sucio
y bajarle algún nardo de la luna?

¿Cómo sacar del túnel al minero
y lavarle lo verde hasta encontrarlo?

¿Cómo darle un pulmón al que se asfixia
en cualquier avatar de la carencia?

Se sufre cuando anuncian los ministros
que ya vas en el tren del alfabeto.

Se sufre cuando baja el Presidente
a rascarse la patria con discursos.

Déjalos deletrear tu calavera
cuando hablen de sí mismos en su altura.

Cuando a los diputados se les prenda
el foco de tu nombre en la tribuna
y el alcalde, sentado en sus razones,
diga que ya te hicieron una clínica,
ponles una criatura ante los ojos,
de ésas que no ha probado aún la historia,
y que lo juren, entonando el himno,
por las tierras a cuadros de sus feudos.


¿Y EL AGUA QUE ENTRARÍA CANTANDO AL PUEBLO?
Herminio Martínez

Sentado en estas piedras,
recuerdo aquéllos hombres
que sacaban a orear nuestro silencio.

Mis padres ya no viven
en ninguna memoria de estas casas,
lo mismo las personas que venían
a lavar su orfandad en el barranco
o coserle los fémures al agua
con las propias agujas de sus huesos.

Desde entonces sabíamos
que el voto ciudadano no da lápices
para aprender a deletrear el mundo,
ni es cierto que tendríamos una clínica,
ni agua entubada, ¡menos luz eléctrica!
ni una placita para que la gente
paseara de la mano los domingos.

Tampoco aquel camino que soñábamos
para los pies descalzos del futuro.
Y el agua que entraría cantando al pueblo.

Hablo en tu nombre y se me nubla el mío
como si fuera a acariciarme un ánima.
Me pongo a meditar hacia el mezquite
y se me viene un llanto de puntitas.
Tu recuerdo no sabe a cómo estamos.

¿Hasta cuándo –me rasco- habrá estas sombras
manchando como buitres nuestro cielo?
Los pobres sólo existen en el mundo
de votos que hacen dios a algún político.

Los desheredados mal empiezan
su mañana rodeada de carnívoros.


EN UN LENGUAJE DE VAPOR ERECTO
Herminio Martínez

Aquí están las laderas de los parques,
habla el calor en un tono que suda.
Cada semana al sauce
en su sombra le crece un cuerpo de hombre.

Aquí están las ranuras, semejantes
a un árbol de mordidos pensamientos.

En su falso fulgor el sol enseña
una verdad en capítulos de tizne.
Y yo que vengo a gritos de otros árboles,
tengo que leer metido en ramas de óxido.

Oh muchacho de ayer con padre y madre,
retoño de un rumor en la hojarasca
y tan hombre en la cumbre de una pena.

Viniste a revolcarte en tos de escombros,
a fajarte el desdén cada minuto,
cuando a hocicazos se te va la bestia
encima con su olor de perro muerto.

El crepúsculo ya se está fumando el día,
la floresta se ha vuelto cripta de ecos,
llamarada que lame las paredes
a los pies de ese polen y ese polvo.

La ciudad tiene trenzas
y a veces blancas lágrimas
para que la confundamos con las nubes
y hallemos, en sus láminas,
frescos aún los pasos de la lluvia.

Conversa con las casas
en un lenguaje de vapor erecto,
hace las veces de sillón
para que se siente la pereza
a ver cómo la sed y la fatiga se van dando,
vestidos de obispado o de gobierno.
Entra a mi ingenuidad con el poder en su alma.


POR TUS CABELLOS EN QUE LLORA EL POLVO
Herminio Martínez

Y aunque te canten,
y aunque te deleiten
con una olla de barro llena de agua
o un taco de carnitas y una coca,
¡no les creas aunque su habla ande en muletas!

Aunque te den abrazos
y aunque truene
el prólogo estupendo de la lluvia,
aunque te coloquen
un ramo de estrellitas en el pelo,
por tu herrumbre, tus párpados, tus pechos,
¡por  tus huesos a mano no les creas!

Por tus hijos que nadie ha remendado.
Por tus cabellos en que llora el polvo.
Por tus sueños despiertos a la nada.

Ahora es natural como una mano
diciendo adiós atrás de la neblina.

Pero aunque te lo firmen y no acabes
de comprender la sombra que es su aprecio,
obsérvalos, si quieres, es su estilo,
pero no pongas a asolear tus creencias.

Aunque te hagan reír, aunque te canten,
aunque se pongan rojos como un chile,
aunque vengan con séquito de líderes,
aunque citen al Papa y lleven dientes
donde campea el espíritu del oro,

¡no les creas, no les creas, aunque comulguen!

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