El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
¿Y EL AGUA QUE ENTRARÍA CANTANDO AL PUEBLO?
Poesía de
Herminio Martínez (+)
“Bendito sea
Dios que los alimentó con panes...
si hubiera
bastado con hierba.”
Herminio Martínez
Ya
llegó el circo. Desfilan caravanas de colores sobre las calles llenas de baches
mal tapados de nuestra cajetera ciudad. Los gritones de feria prometen todo lo
que se puede prometer. Los actores son los mismos, pero en diferente papel. Se
reparten los pedazos del pastel entre los invitados. El pueblo sólo mira,
aplaude, chifla, grita, se une, se separa, se anima solo, solo se desanima.
Ahora sí se va a poder, ahora sí nos van a respetar. Ahora sí, pero no. ¿Cómo
que no, si ya hasta nos prometieron que va a caer maná del cielo? Pero... ¿se
acuerdan de las promesas de hace años?
Herminio
Martínez, el poeta de Machigua, siempre con la sensibilidad a flor de piel, con
las metáforas cargadas de conciencia social, preguntaba... ¿Y el agua que
entraría cantando al pueblo?
Julio
Edgar Méndez
A
TI, REVOLUCIÓN
Herminio Martínez
1
¿Quién
lee el periódico a estas horas
en
que todos sabemos que amaneció nublado
y no
hay otra noticia que el sollozo
de
los que ven perdida la hipoteca?
¿A
quién consolarán tantas reuniones?
Lo
que nos interesaría ya se sabe:
Un
ministro conmina a las naciones,
un
empresario pone cara de ángel,
un
boxeador golpea con su retiro,
un
cardenal opina sobre el sexo,
una
pintora cree que ha reencarnado,
anuncian
con gran ruido las memorias
de
un poderoso ex funcionario público,
le
habla el zodiaco a su feligresía,
la
sociedad se yergue en cada página
donde
algunos preguntan con la frente
si
Dios será un cigarro o un vehículo.
Está
el planeta con su luz de neones
y
todo lo demás que conocemos:
que
los intelectuales se acometen,
que
el dinero crea hombres de la nada,
que
es más feliz el salteador corriente,
que
hay un país donde la muerte ha puesto
su
trono entre la gente con más hambre,
que
la contaminación se ha incrementado
y
que pronto veremos cómo caen
pájaros,
hombres y ángeles a tierra.
El
banco ya subió sus intereses.
Y un
policía muy poco te consuela
cuando
vas a sudar al urinario.
¿Qué
importa si el tamaño de la dicha
acrecentó
el volumen de los jueces
y a
los demás les hizo el mundo de ámbar?
Hay
que pagar, sangrando, la hipoteca
para
que pronto pasen los veinte años.
El
hombre es pobre. Es cierto.
El
funcionario, erecto en su grandeza,
se
asoma a contemplar el universo,
mientras
acá nos llegan los ronquidos:
esas
voces opacas de los poros,
la
suma que encadena reflexiones
-como
reses a un palo- a la desgracia.
Papeles
a caballo y por micrófono
cuando
el esplendor busca sufragios.
Papeles
que dan frío más que esperanzas.
Papeles
con los lunes llenos de hoyos.
Uno
podría dar sombra y caracoles,
pero
llega en misión el freno negro
y
pone a tu silueta de rodillas:
papel
para pagar los intereses,
papel
para pagar la indiferencia,
papel
para pagar una hora de agua
y la
multa atrasada del vehículo
o el
impuesto que sólo come carne.
Papel
para pagar el avalúo,
papel
para cubrir la dura deuda
que
dura más en cuanto más se paga.
Cúmulo
de jamón y de gusanos
que
rebasó las cuentas de tu lápiz.
¿A
qué andar jubilosos, pues, entonces,
con
todos los periódicos que avisan
que
el Presidente regresó de un viaje?
2
Hay
algo en el azul de esta mañana.
Algo
que no se ve pero se siente
agazapado
en cada transeúnte.
Delante
de las frondas del descanso,
en
el trono esplendente del prestigio,
detrás
de la presencia imponderable
que
es el poder sentado junto a un águila.
Un
algo que nos mira y nos acecha
desde
ciertos señores que están rotos
del
hígado y por eso amargan tanto.
Hombres
de cascabel y de corbata
con
brillos en la punta de sus pómulos.
Un
algo que es enorme por lo grueso
y
feroz por la forma de su imagen.
¿Qué
será? Me preguntan azorados
los
que al igual que yo lo desconocen.
¿Acaso
el mal carácter que anda en muchos?
¿La
espuma neurasténica de tantos?
¿Será
la envidia con su piel rugosa?
¿La
hipocresía creyéndose importante?
No
se puede saber si es una especie
letal
por la manera de su aliento,
que
se come a la vida de un mordisco.
Uno
se cansa de buscarle el rabo
y él
se endereza más en sus cubiles
donde
oficia el ritual de su progenie.
Hay
algo en el azul que nos ahuyenta
con
el hollín que emerge de su entorno
y la
sangre quemada de sus párpados.
Un
destino con ojos y mandíbulas,
una
verdad con uñas en la imagen,
una
lengua salida del estiércol
a
hablar de los demás con muchos dientes
y
canas en la sien, desde el periódico.
Es
algo con facciones de político
y
protervo perfil de catedrático,
inconfundible
por su ser de rata,
metido
en el tamaño del encono.
3
¿Desde
cuándo el dolor ara en tu pecho
con
pardas yuntas de gobernadores?
¿Desde
cuándo los hijos se te enarcan
sobre
la ardiente flor de la diarrea?
¿Cómo
plancharle el entrecejo al viudo
y al
huérfano zurcirle el entusiasmo?
¿Cómo
quitarle una puntada al triste
y
enderezarle el muelle al paralítico?
¿Cómo
besarle el sabañón al sucio
y
bajarle algún nardo de la luna?
¿Cómo
sacar del túnel al minero
y
lavarle lo verde hasta encontrarlo?
¿Cómo
darle un pulmón al que se asfixia
en
cualquier avatar de la carencia?
Se
sufre cuando anuncian los ministros
que
ya vas en el tren del alfabeto.
Se
sufre cuando baja el Presidente
a
rascarse la patria con discursos.
Déjalos
deletrear tu calavera
cuando
hablen de sí mismos en su altura.
Cuando
a los diputados se les prenda
el
foco de tu nombre en la tribuna
y el
alcalde, sentado en sus razones,
diga
que ya te hicieron una clínica,
ponles
una criatura ante los ojos,
de
ésas que no ha probado aún la historia,
y
que lo juren, entonando el himno,
por
las tierras a cuadros de sus feudos.
¿Y
EL AGUA QUE ENTRARÍA CANTANDO AL PUEBLO?
Herminio Martínez
Sentado
en estas piedras,
recuerdo
aquéllos hombres
que
sacaban a orear nuestro silencio.
Mis
padres ya no viven
en
ninguna memoria de estas casas,
lo
mismo las personas que venían
a
lavar su orfandad en el barranco
o
coserle los fémures al agua
con
las propias agujas de sus huesos.
Desde
entonces sabíamos
que
el voto ciudadano no da lápices
para
aprender a deletrear el mundo,
ni
es cierto que tendríamos una clínica,
ni
agua entubada, ¡menos luz eléctrica!
ni
una placita para que la gente
paseara
de la mano los domingos.
Tampoco
aquel camino que soñábamos
para
los pies descalzos del futuro.
Y el
agua que entraría cantando al pueblo.
Hablo
en tu nombre y se me nubla el mío
como
si fuera a acariciarme un ánima.
Me
pongo a meditar hacia el mezquite
y se
me viene un llanto de puntitas.
Tu recuerdo
no sabe a cómo estamos.
¿Hasta
cuándo –me rasco- habrá estas sombras
manchando
como buitres nuestro cielo?
Los
pobres sólo existen en el mundo
de
votos que hacen dios a algún político.
Los
desheredados mal empiezan
su
mañana rodeada de carnívoros.
EN
UN LENGUAJE DE VAPOR ERECTO
Herminio Martínez
Aquí
están las laderas de los parques,
habla
el calor en un tono que suda.
Cada
semana al sauce
en
su sombra le crece un cuerpo de hombre.
Aquí
están las ranuras, semejantes
a un
árbol de mordidos pensamientos.
En
su falso fulgor el sol enseña
una
verdad en capítulos de tizne.
Y yo
que vengo a gritos de otros árboles,
tengo
que leer metido en ramas de óxido.
Oh
muchacho de ayer con padre y madre,
retoño
de un rumor en la hojarasca
y
tan hombre en la cumbre de una pena.
Viniste
a revolcarte en tos de escombros,
a
fajarte el desdén cada minuto,
cuando
a hocicazos se te va la bestia
encima
con su olor de perro muerto.
El
crepúsculo ya se está fumando el día,
la
floresta se ha vuelto cripta de ecos,
llamarada
que lame las paredes
a
los pies de ese polen y ese polvo.
La
ciudad tiene trenzas
y a
veces blancas lágrimas
para
que la confundamos con las nubes
y
hallemos, en sus láminas,
frescos
aún los pasos de la lluvia.
Conversa
con las casas
en
un lenguaje de vapor erecto,
hace
las veces de sillón
para
que se siente la pereza
a
ver cómo la sed y la fatiga se van dando,
vestidos
de obispado o de gobierno.
Entra
a mi ingenuidad con el poder en su alma.
POR
TUS CABELLOS EN QUE LLORA EL POLVO
Herminio Martínez
Y
aunque te canten,
y
aunque te deleiten
con
una olla de barro llena de agua
o un
taco de carnitas y una coca,
¡no
les creas aunque su habla ande en muletas!
Aunque
te den abrazos
y
aunque truene
el
prólogo estupendo de la lluvia,
aunque
te coloquen
un
ramo de estrellitas en el pelo,
por
tu herrumbre, tus párpados, tus pechos,
¡por tus huesos a mano no les creas!
Por
tus hijos que nadie ha remendado.
Por
tus cabellos en que llora el polvo.
Por
tus sueños despiertos a la nada.
Ahora
es natural como una mano
diciendo
adiós atrás de la neblina.
Pero
aunque te lo firmen y no acabes
de
comprender la sombra que es su aprecio,
obsérvalos,
si quieres, es su estilo,
pero
no pongas a asolear tus creencias.
Aunque
te hagan reír, aunque te canten,
aunque
se pongan rojos como un chile,
aunque
vengan con séquito de líderes,
aunque
citen al Papa y lleven dientes
donde
campea el espíritu del oro,
¡no
les creas, no les creas, aunque comulguen!
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