Las muñecas
Vaitiare Nieto Téllez
La
noche estaba fría. Los perros no dejaban de ladrar. En el aire había un olor a
pantano. Pocas personas se animaban a salir de sus casas.
            Hacía tiempo que quería conocer el Museo
de las Muñecas, me dijeron que había muchas y con vestidos típicos de varias
partes del mundo. Cuando llegué al museo las muñecas estaban fuera de sus
exhibidores. Estaban de pie, en medio del patio, parecía que hacían un ritual,
me vieron y me quisieron atacar. Yo salí corriendo hasta que llegué a mi casa.
            Entré a mi cuarto y vi una nota que
decía. “Hola, hijo, te preparé una cena, te acabas todo”. Me di cuenta de que
esa no era la letra de mi mamá. Escuché un ruido raro. Eran un monstruo del
pantano y las muñecas del museo, estaban detrás de mí. Las esquivé y corrí
hasta la plaza. Vi que eran las 3:00 de la madrugada. Grité y nadie me escuchó.
Las muñecas eran amigas del monstruo. Había una playa cerca, corrí y corrí
hasta que llegué a donde estaba un barco chiquito. Me subí y remé para
alejarme. Las muñecas sabían nadar y me siguieron.
            Me alejé mucho, hasta que no vi mi
pueblo. El agua se volvió negra. En el barquito había comida y agua. Comí,
tenía hambre. Ya no veía a las muñecas, solo al monstruo, a lo lejos. Escuché
una voz que me decía: “¿qué haces aquí?, esta zona es no es segura, ven, sube a
mi barco”.  Cuando subí el bote se movió,
estaba suavecito, parecía un colchón, me di cuenta de que todo era un sueño, en
ese momento me desperté. Tal vez cené demasiado. 


 
 
 
 
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