jueves, 30 de octubre de 2025

Las muñecas

 


Las muñecas

Vaitiare Nieto Téllez

 

La noche estaba fría. Los perros no dejaban de ladrar. En el aire había un olor a pantano. Pocas personas se animaban a salir de sus casas.

            Hacía tiempo que quería conocer el Museo de las Muñecas, me dijeron que había muchas y con vestidos típicos de varias partes del mundo. Cuando llegué al museo las muñecas estaban fuera de sus exhibidores. Estaban de pie, en medio del patio, parecía que hacían un ritual, me vieron y me quisieron atacar. Yo salí corriendo hasta que llegué a mi casa.

            Entré a mi cuarto y vi una nota que decía. “Hola, hijo, te preparé una cena, te acabas todo”. Me di cuenta de que esa no era la letra de mi mamá. Escuché un ruido raro. Eran un monstruo del pantano y las muñecas del museo, estaban detrás de mí. Las esquivé y corrí hasta la plaza. Vi que eran las 3:00 de la madrugada. Grité y nadie me escuchó. Las muñecas eran amigas del monstruo. Había una playa cerca, corrí y corrí hasta que llegué a donde estaba un barco chiquito. Me subí y remé para alejarme. Las muñecas sabían nadar y me siguieron.

            Me alejé mucho, hasta que no vi mi pueblo. El agua se volvió negra. En el barquito había comida y agua. Comí, tenía hambre. Ya no veía a las muñecas, solo al monstruo, a lo lejos. Escuché una voz que me decía: “¿qué haces aquí?, esta zona es no es segura, ven, sube a mi barco”.  Cuando subí el bote se movió, estaba suavecito, parecía un colchón, me di cuenta de que todo era un sueño, en ese momento me desperté. Tal vez cené demasiado.


Cuento infantil escrito la niña Vaitiare Nieto, quien forma parte del Taller literario Diezmito de Palabras. Imágenes creadas con IA. Forma parte del libro Cuentos para no caerse de la cama de 2024. Disponible en Amazon. www.diezmodepalabras.com/diezmito.html

La gema oscura

 


La gema oscura

Victoria Vázquez Tirado

 

Erwin nació en Celaya. Era una niña con ojos y cabello del color de un cielo nublado. Aunque era linda y tranquila, sus padres la maltrataban, casi siempre le pegaban y le gritaban. Le daban de comer solo una vez al día, por eso ella comenzó a guardarles rencor.

            Al cumplir veinte años se escapó de su casa y se fue a vivir al bosque, a una vieja cabaña abandonada. Finalmente se sentía libre. Una tarde nublada cayó un meteorito tan rápido que no lo vio venir. El meteorito quemó todo el bosque, el incendio duró algunos días y cuando se apagó, decidió acercarse a ver el lugar. Cuando llegó hasta el sitio del impacto encontró medio enterrada una gema de un color negro como la noche. También había un metal brillante y muy duro junto a la gema.

            Cuando tocó la gema se formó un vapor que, moviéndose entre la gema negra y el trozo de metal, comenzó a entrar por su boca y nariz. Sus ojos cambiaron del color azul nublado a un amarillo verdoso. Su aspecto también cambió, era otra persona, con una mentalidad distinta. Comenzó a escuchar voces en su cabeza, que le daban instrucciones.

            Con el metal construyó un cetro y en la punta de arriba le colocó la gema. Lo agitó como prueba y de la nada cayó un rayo rojo justo en el lugar donde ella apuntó. Se dio cuenta de que la gema tenía un poder inmenso de destrucción.             Después de algunas pruebas más, se encaminó a la ciudad donde nació y comenzó a causar caos y destrucción en varias partes. El rencor hacia sus padres le hizo odiar a toda la ciudad. Pronto su sed de caos no paró y destruyó ciudades enteras, las autoridades intervinieron pero era imposible derrotarla, ya que su poder era inmenso.

            Sin saberlo, desde el día que cayó el meteorito a la tierra, otra persona también encontró una gema y parte del desconocido metal. La chica se llamaba Miranda. Ella también tenía un cetro, pero lo había mantenido en secreto hasta que supo de las terribles noticias por el desastre causado por Erwin.

            La gema de Miranda era de color azul celeste. Pensó que quizás esta era la razón de que encontrara la gema y el metal, porque descubrió que tenía poderes. Viajó desde los Estados Unidos, donde ella nació y buscó a Erwin. Siguió su rastro por varios días hasta que la encontró y la enfrentó. Comenzó una pelea que duró tres horas seguidas hasta que Erwin no aguantó más y terminó derrotada y las autoridades la arrestaron.

 


Ese no sería el final ya que se había quedado con un pequeño pedazo de la gema, el cual utilizó para escapar. Aunque el pedazo era pequeño, tenía el suficiente poder como para romper las rejas y unos cuantos muros, solo le faltaba encontrar el cetro que estaba en un laboratorio donde estaban examinando la gema y el metal. Usó el pedazo de la gema para infiltrarse y robar el cetro.

            Cuando de nuevo lo tuvo en sus manos salió rápidamente de ahí, pero en el camino se encontró con Miranda, su mayor enemiga hasta la fecha. Esta vez, en lugar de quedarse a pelear, se fue porque sabía que no era rival para ella. Salió corriendo al lugar donde cayó el meteorito y empezó a recolectar el resto de metal y también buscó otra gema, pero solo encontró más metal. Así que pensó en donde podría encontrar otra gema, y se le ocurrió que podría buscar otro meteorito.

            Buscó por todo México, sin éxito. Cuando estaba a punto de rendirse fue al lugar donde cayó el primer meteorito pero no encontró algo. En su lugar estaba la gema azul de su enemiga, Miranda y junto a la gema había una nota que decía: ¿Es esto lo que buscabas? y firmaba una persona llamada Ana.

            Extrañada tomó la gema, esta era de un color parecido al mar. Se fue a una casa abandonada a construir otro cetro aparte del que ya tenía, pero rápidamente descartó la idea y decidió unir las dos gemas para conseguir otra más poderosa.

            Después de unir las dos gemas usó el metal para construir un segundo cetro. Mientras tanto, Miranda estaba desesperada buscando su gema, pero por más que buscaba no encontraba nada, estaba completamente segura de que Erwin se la había robado, pero a la vez temía que si eso era cierto, sería el fin del mundo.

            También se preguntaba cómo le había podido robar su gema, ya que estaba resguardada en un lugar súper secreto, que además estaba lleno de trampas y de guardias. De pronto, de la nada se rompió la pared y apareció Ana. En ese momento Miranda no sabía que aquella chica se llamaba Ana, ni siquiera sabía quién era, entonces Ana le dijo su nombre y le entregó un pedazo de la gema de Erwin. Ana le dijo que tenía que usar ese pedazo para construir un arma y, antes de que pudiera decir algo, Ana se esfumó.

            Ahora Miranda tenía tres problemas, averiguar qué arma hacer, por qué razón Ana tenía un pedazo de la gema y por qué se la dio. Después de pensar un poco llegó a la conclusión de que esa chica le había robado su gema, pero… entonces ¿por qué le dio ese pedazo de la gema? ¿De qué lado estaba? No lo sabía, o quizás ella no fue la que le robó su gema, Todo era tan confuso, le dolía la cabeza de tanto pensar, pero tenía que hacer algo pronto.

            Mientras tanto, Erwin iba camino adonde estaba Miranda, en ese momento no pensaba en nada más que en ir a vengarse, iba tan rápido que parecía una estrella fugaz, en eso algo le cayó en la cabeza, alguien le lanzó una roca, se detuvo y qué gran sorpresa se encontró cuando vio a su madre, al parecer su madre sobrevivió al desastre que hizo en su ciudad. Su mamá le siguió lanzando rocas. Erwin la ignoró y siguió su camino, pero su mamá la empezó a perseguir y le siguió lanzando rocas:

            ̶ ¿¡Qué quieres!? -le dijo, desesperada-.

            ̶ ¡Quiero detenerte antes de que destruyas todo! -contestó su mamá rápidamente-.

            ̶ Pues sigue intentando, no lo vas a lograr. Después de que le dijera eso se fue directo a donde estaba Miranda.


            Cuando llegó al laboratorio entró rompiendo la pared, pero no encontró a nadie, avanzó un poco y una jaula de hierro cayó encima de ella, pero la destruyó fácilmente. Se enojó mucho más de lo que estaba y la siguió hasta llegar fuera del laboratorio, donde estaba la verdadera trampa. Ahí la estaba esperando Miranda. Antes de que Erwin pudiera hacer algo, Miranda la atrapó en una jaula de magia que hizo con su pedazo de gema. Aunque el pedazo de gema de Miranda no era suficiente para contener a Erwin. Rápidamente la chica rompió la jaula y le dio una paliza a Miranda. Miranda no podía defenderse, ya que su pedazo de gema no era nada contra el cetro de Erwin, así que no tuvo más remedio que retirarse y huir. Cuando la perdió de vista empezó a pensar en un nuevo plan, hasta que recordó algo.

            Le habían dicho que desde que Erwin tomó la gema, algo maligno entró en ella, así que si lograba sacar eso de Erwin, podría ganar la guerra. Necesitaba la ayuda de Ana porque ella era bastante sigilosa, tan sigilosa como para robar su gema que estaba resguardada con muchas trampas, lo malo es que no sabía dónde estaba y aparte no tenía ninguna pista sobre donde podría estar.

            Mientras pensaba en eso estaba corriendo para alejarse de Erwin. Cuando encontró refugio se calmó un poco y pensó que tenía que volver al laboratorio, donde podría haber alguna pista, aunque las probabilidades eran bajas. ¿Qué podría perder?

            Salió rápidamente de aquel refugio y corrió hacia el laboratorio y se escondió en un mueble que había sobrevivido a la pelea y afortunadamente encontró un pedazo de cabello de Ana, por lo cual podría encontrarla porque usaría su ADN como rastro. Al parecer ella vivía en Salamanca, pero estaba muy herida como para viajar. Rápidamente llamó a su mejor amiga, ella accedió a ayudarla y fue lo más pronto posible hacia allá. Tenía que ir discretamente y cuando llegó ni siquiera hizo ruido, Miranda se sorprendió por lo sigilosa que era. Mientras le contaba todo, su amiga reveló que ella era Ana, Miranda se volvió a sorprender, esto significaba dos cosas: que su amiga le había robado y que ya no tendría que viajar a otro país ¡Sí! ¡Qué bien! ¿Verdad?

            Le contó su plan, el cual era cansar a Erwin hasta el punto de que ya no pudiera atacar más, las dos sabían que no iba a ser tarea fácil. ¿Cómo la iban a cansar si tenía una enorme fuerza? Era más probable que ellas se cansaran más rápido.

            En el momento en que las dos llegaron al lugar, vieron que ya las estaba esperando Erwin, también las habían seguido unos helicópteros y aviones del gobierno, al parecer los Estados Unidos querían intervenir en todo esto, pero no les saldría muy bien.

            En el momento que llegaron, Erwin derribó los aviones y helicópteros y se distrajo, en ese momento Ana le pudo quitar su cetro y se lo lanzó a Miranda, aunque ella no lo pudo atrapar. El cetro cayó al piso y se rompió, hubo un gran estruendo, comenzó a salir vapor y en medio de todo el espíritu maligno. Se evaporó para siempre en medio de un torbellino.

            Erwin volvió a conocer la paz.


Cuento infantil escrito la niña Vicky Vázquez Tirado, quien forma parte del Taller literario Diezmito de Palabras. Imágenes creadas con IA. Forma parte del libro Cuentos para no caerse de la cama de 2024. Disponible en Amazon. www.diezmodepalabras.com/diezmito.html


José el ratón crea su consultorio

 


José el ratón crea su consultorio

Isabella  Zenaís Hurtado Arroyo

 

En la Universidad Autónoma de México, un ratón llamado José estudiaba la carrera de Odontología. Su mamá, la señora Mouse, no estaba de acuerdo con su decisión porque la gran mayoría de ratones querían estudiar la carrera de Odontología. Como todos sabemos, existe el ratón de los dientes y tendría mucha competencia. Aun así la señora Mouse apoyaba a José, porque era su único hijo y su gran orgullo.

            Un buen día José fue a visitar a su dentista, la doctora Aidé y le preguntó:

            —Doctora, yo quiero saber, ¿cómo logró poner su propio consultorio?

            La doctora le dijo que fue con esfuerzo, entusiasmo y paciencia. 

            Ella era muy joven, contaba con veinticinco años de edad y José solo con dieciocho. Cuando el ratoncito terminó su carrera decidió tomarse unas vacaciones para pensar bien en su futuro.

            Pasaron ocho años y José siguió el consejo de la dentista, con esfuerzo, dedicación, paciencia y entusiasmo, a la edad de veintiséis años el ratoncito José logró tener su propio consultorio.

            José tenía un gran anhelo, casarse con una hermosa ratoncita llamada Marijó, que conoció cuando él era estudiante.  La  ratoncita siempre lo rechazó  porque decía que José era muy dientudo. Él decidió no seguir molestándola. Eso lo llenó de tristeza al principio, pero luego decidió que de todos modos él sería feliz.

            Pasaron los días y en unas de sus citas en el consultorio, le tocó atender a Marijó porque se le había roto uno de sus  lindos dientes. José se sorprendió mucho pero aun así la  atendió. El ratoncito estaba muy cambiado, ahora era un joven guapo y menos dientón. Era amable y fue atento con la ratoncita.

            Marijó se sintió mal al recordar que lo había rechazado muchas veces. No sabía cómo hablar con él. José no le dio importancia al pasado y le pidió que fueran amigos, así empezaron a salir juntos a pasear.



Pasó el tiempo y ella se había enamorado de él. Era muy celosa, se molestaba cuando José salía con sus colegas a comprar  docenas de queso amarillo.

            En una de sus citas atendió a una ratoncita muy linda, se llamaba Flor. José y Flor se hicieron buenos amigos.

            Un 24 de diciembre salió con las dos amigas para la cena de Navidad  y les dijo:

            —Chicas, vamos a pasear a un lugar muy bonito.

            A Marijó no le gustó nada la idea. Se despidieron de sus familiares y salieron a pasear. Marijó quejumbraba y quejumbraba diciendo:

            —¿Ya vamos a llegar?, estoy muy cansada y estamos en un lugar muy feo  y me voy a manchar la ropa.

            Flor y José  se voltearon a ver entre ellos, haciendo una cara de enojo, porque Marijó no paraba de molestar. No se habían dado cuenta de que ya eran tarde y aún no habían llegado al lugar prometido por José.

            Cuando finalmente llegaron, Marijó dijo:

            —Oye, José, ¿dónde vamos a dormir?

            José dijo: —no sé, Marijó, pero por lo pronto hay que rentar dos cuartos de hotel por diez quesos.

            Flor dijo: —yo tengo treinta quesos y con lo que sobre podemos comprar un poco más de queso, por lo que suceda.

            Pagaron y se fueron a dormir. Al día siguiente, antes de que Marijó se despertara, José y Flor ya tenían planes. José se dio cuenta de que Marijó no era la ratoncita que él esperaba.

            El viaje terminó mal porque regresaron por distintos caminos. Marijó dejó de hablarle a Flor y se molestó mucho con José. El ratoncito dejó que pasara un tiempo, mientras se dedicó a atender a sus muchos pacientes en el consultorio dental.

            Al paso de algunos meses, José y Flor decidieron ser novios. Querían casarse en la iglesia de la ciudad, así que aprovecharon para ir a comprar el vestido y el traje. Invitaron a todo el mundo menos a Marijó. El día de la boda, que fue muy bonita, ya estaba a punto de terminar cuando Marijó llegó a interrumpir. Nadie sabía qué pasaba y Marijó amenazaba a flor con lanzarle un quesote y mancharle su vestido.

            Es que Marijó seguía enamorada de José, por eso estaba tan molesta. Uno de los invitados le llamó  a la policía y cuando llegaron, la agarraron con unas esposas de queso, pero no se las podía comer.  La sacaron de la iglesia y no la volvieron a ver.

 

Pasaron los años y José y Flor tuvieron una linda ratoncita. Cuando su pequeña ratona  tenía cinco años, descubrieron que al fin Marijó estaba en libertad. La habían perdonado y ella no los molestó nunca más. Al fin hubo paz y armonía y todos los ratones y ratonas vivieron felices en la extraordinaria ciudad Ratonil.


Un ratoncito decide seguir su sueño de convertirse en dentista. Cuento infantil escrito por una pequeña de nueve años, que forma parte del Taller literario Diezmito de Palabras. Narrado por ella misma. Imágenes creadas con IA. Forma parte del libro Cuentos para no caerse de la cama de 2024. Disponible en Amazon. www.diezmodepalabras.com/diezmito.html


Camino Viejo

 


Camino Viejo

Rogelio Maximiliano Hurtado Arroyo

 

Una mañana del mes de octubre, mi madre le pidió al cochero que se preparara, ya que saldríamos hacia San Francisco de Acámbaro. Poco después comenzó la marcha, yo vivía en Mezquital de los Apatzeos. El camino era bastante largo.

            Mi familia quería que contrajera matrimonio con Cayetano Francisco Foncerrada Hernández, él vivía con su madre, Doña Esther Hernández, viuda de Foncerrada.

            La Travesía fue muy extensa, mi cochero tomó el camino antiguo para llegar a Acámbaro, un camino empedrado lleno de flores. Tiempo después voltee hacia la ventana y vi una barda de piedra muy bonita, de repente se detuvo el coche, se abrió la puerta y ya habíamos llegado.

            Llegamos hasta una puerta de madera, que tenía tallada en la madera unos girasoles y detalles de herrería con la siguiente inscripción: “Hacienda de los pavorreales, de la familia Foncerrada Hernández”.

            Cuando entré a la casa tenía un patio muy grande, con una fuente en el centro y en la punta, un pavorreal tallado en cantera rosa. Los portales que daban hacia el patio tenían mascarones tallados y unas columnas muy anchas, en toda la casa había pavorreales con plumas muy finas y extensas. Yo quedé maravillada de ver tantos pavorreales juntos. Además, tenía unos macetones con rosas de Castilla, los macetones tenían pintados pavorreales de talavera.

            En el corral observé pavas con sus pequeños polluelos, algunas con plumas azules comunes y otras de un color blanco como la nieve.

            El reloj marcó las seis de la tarde, esa es la hora de orar a nuestro Señor, en aquella hacienda se venera a San Pancracio. En la capilla había un retablo de estilo barroco, enmarcado con rubís y fragmentos de oro fino.

            Las habitaciones eran muy grandes y los techos muy altos, hechos de baldosa, la cabecera era una representación de conchas de mar, y muchos pavorreales tallados. La reunión con Cayetano Francisco y su madre no fue agradable.

Llegó la noche y debimos de regresar a nuestro hogar, pero en mi corazón quedó grabada la Hacienda de los pavorreales.

 



En cuanto llegué a mi casa subí a mi habitación y lloré como nunca lo había hecho. No estaba enamorada de aquel hombre, mis sentimientos  estaban confundidos y mi corazón destrozado. Traté de dormir y en mis sueños veía aquella casa tan hermosa, cuando de repente escuché mi nombre: “María Julia, María Julia, despierta, se te ha hecho tarde para la misa de seis”. Me desperté muy molesta y solo vi a mi Nana María Encarnación.

            Me levanté, me arreglé y salí a caminar para que mi mente se despejara y no pensar más en aquel hombre. Cuando llegué a mi casa vi a mis padres sentados a la mesa junto a Cayetano Francisco. Ya se habían puesto de acuerdo,  él venía para llevarme a casar. A mí ni siquiera me consultaron. Mi familia me vendió por trescientos malditos reales. Como yo no tenía dote, no pude negarme.

            Me sentí la mujer más infeliz del mundo en aquel momento, jamás amaría a aquel hombre, pero no tendría otra opción. Obedecer a mis padres era ley suprema para mí.

            Mi nana preparó mis ropas y joyas más finas, sabía que jamás volvería a verla.

            Me subí al coche demasiado indispuesta, con la sonrisa más falsa del mundo para poder encajar en la sociedad. Dormí en todo el camino, hasta que un gran empujón me hizo despertar. Volví a ver esa joya arquitectónica de nueva cuenta. Me sentía mal, pero también feliz porque sería la dueña y señora de aquella casa. Esto solo sería el comienzo de todas mis desgracias.

            Entré en la casa, la cual sería mi nuevo hogar. Encontré a toda la servidumbre que ya me esperaba con un rico banquete. Se llegó la hora de dormir y yo debía de dormir en una habitación aparte, hasta que me casara con Francisco.

            Hice mis debidas oraciones y me recosté para que mi cuerpo descansara. Al pasar al menos dos horas escuché mi nombre completo: “María Julia de Nuestra Señora de La Merced Santiago Pedraza”. Desperté muy asustada, empapada en sudor por la voz tan gruesa y estremecedora que me hablaba. Respondí muy temerosa:

            —¿Quién es usted, quién me llama a esta hora?

            —Soy el dueño de esta hacienda –dijo la horrible voz-.        

            —Mi futuro esposo es el único dueño de esta hacienda.

            —No, sus bisabuelos me asesinaron para robarme mi casa.

            —¡Déjeme en paz, espíritu inmundo, salido de los apretados avernos!

            —Está bien, pero el tiempo que estés en esta casa sufrirás como nunca.

            No sabía que esto sería mi perdición y mi sufrimiento eterno.

 


Llegó el día de anunciar mi compromiso con Cayetano Francisco. Se invitó a personalidades muy importantes, entre ellos al Virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza y Pacheco y también al Párroco de la Parroquia de Nuestra Señora del Refugio, para que diera fe de lo sucedido.

            Por dentro me sentía destrozada y a la vez con la incertidumbre de lo que me dijo aquel espíritu que no dejaba de rondarme cada noche.

            Los sirvientes me trajeron un vestido azul marino que tenía flores bordadas con hilo de oro y una gargantilla bordada con mis iniciales en hilo de plata, extraída de la Ciudad  Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas.

            Aunque yo tuviera todos estos lujos mi ser estaba triste, lo tenía todo pero me faltaba la felicidad.

            Se llegó la hora de anunciar nuestro amor a tanta gente hipócrita que venía solamente a ver con quien contraía matrimonio don Cayetano Francisco Foncerrada Hernández.

            No entendía por qué tantos adornos, flores, comida en exageración, si solamente era la anunciación de nuestro matrimonio. Costumbres de gente que solo quiere encajar en sociedad y quedar bien con los demás, para mí era demasiado molesto que mi privacidad quedara por los suelos.

            De repente el mayordomo exclamó:

            —La Hacienda de la Familia Foncerrada Hernández celebra la anunciación del sagrado matrimonio entre Don Cayetano Francisco Foncerrada Hernández y su prometida, la señorita María Julia de Nuestra Señora De La Merced Santiago Pedraza.

            Bajé por la escalera hacia el patio central de la casa, del brazo de mi prometido, con una sonrisa, aunque con los sentimientos destrozados. Lo único que me hacía compañía era la orquesta que con sus melodías tocaban el Vals del Emperador.

            Pasaban y pasaban las horas y yo me sentía muy cansada de atender y saludar a tanta gente. Pedí disculpas a mi prometido y a nuestros invitados y opté por ir a mis aposentos. De un momento a otro mi piel se comenzó a erizar y a sentir demasiado frio, cuando abrí mis ojos vi a un ser desencarnado con los pies retorcidos y una sonrisa macabra que me hizo gritar.

            Aquel espíritu exclamó:

            —¿Ves como te mueres de miedo?, yo te advertí que los días que pasaras aquí sufrirías demasiado.

            —¡Maldito seas por siempre!

            Se escuchó una carcajada estremecedora y mi habitación volvió a hacer la misma. Traté de dormir pero era en vano, mi mente y mi cuerpo estaban aterrados de oír a aquel espíritu.

 


La mañana del uno de abril de 1550 me preparé para mi matrimonio. Me bañé y todas las sirvientas me ayudaron a arreglarme. No era cualquier ocasión, era un evento muy importante para mi vida. Los meses me habían ayudado a conocer a Francisco y la verdad, ya estaba enamorada de él, pero el espíritu no dejaba de rondarme cada noche.

            Las campanadas del reloj me indicaron que ya casi se acercaba el gran momento. Mi casa lucía preciosa con tantos arreglos florales, hasta los pavorreales hacían juego con todos los adornos.

            Mi vestido de novia era una hermosura, color perla con rosas bordadas y un pequeño escote. Llevaba un corset que me apretaba un poco, tenía una cauda muy larga con muchas flores bordadas. Los aretes fueron mandados a hacer en Guanajuato, igual que las pulseras con rubís. El velo era un bello encaje, traído desde Sevilla.

            Cuando el reloj marcó las 11: 30 de la mañana, salí hacia la calle vestida como un bello ángel. Mi sorpresa fue enorme al ver una hermosa calandria repleta de flores. Abordé, debíamos de llegar temprano a la Parroquia de Nuestra Señora del Refugio, Patrona de Acámbaro. Llegué al templo y las campanas repicaron como nunca lo habían hecho, toda la gente me esperaba, yo era la novedad en aquellos días.

            Entré al Santuario y sonó el órgano tocando la marcha Prenupcial. Caminé del brazo de mi padre, llegué al altar y escuché que el sacerdote pronunció:

            —Nel nome del Padre, il Figlio e lo spirito santo, amen.

            La celebración continuó como era debido, hasta que se llegó el momento de la bendición de nuestro matrimonio y la unión de dos almas que se aman.

            —Francisco, recipisne Mariam Iuliam in uxorem legitimam, eam ligabis et veneraberis comitem? –dijo el sacerdote-.

            Francisco contestó: —Sí, acepto.

            —Maria Iulia An Franciscum tamquam legitimum virum tuum accipis, eam amabis et socium coles?

            Yo contesté: —Sí padre, acepto.

            —Quod Deus coniunxit, homo separare non potest. Nunc pronuntio te virum et uxorem. Puede besar a la novia.

            Aquel beso fue el más bello de toda mi vida, porque fue sincero.

            Llegamos a la recepción y estaban todos los invitados, me sentí la mujer más feliz del mundo, ya amaba en verdad a mi esposo. Había mucha comida y mucho vino, la orquesta acompañaba muy bien aquella ocasión.

            Se terminó la celebración y llegó la hora de dormir. Fue mi primera vez y me entregué por amor sincero a una persona.

Pasaron cuatro meses y en mi vientre se estaba formando una nueva vida.

Una tarde fría del  5 de enero de 1551, nació el primer hijo de la familia Foncerrada Santiago, único heredero de esta insigne familia. Estuve al borde la muerte, mi parto fue muy riesgoso, perdí mucha sangre al momento de parir y también después. Francisco se sentía muy feliz, ya que era nuestro primer hijo y además varón. Por nombre le pondríamos Claudio Francisco León del Sagrado Corazón de Jesús Foncerrada Santiago. Se realizó una gran fiesta para celebrar la llegada del primer hijo a nuestra familia.

Pasaron los meses después de mi primer parto y volví a quedar embarazada. La mañana lluviosa del 23 de septiembre de 1551 nació nuestro segundo hijo, en esta ocasión llegó a nuestra familia una linda niña, por lo cual le pusimos por nombre María Antonia de la Purísima Concepción Foncerrada Santiago.

            Más tarde tuve otro bebe, pero falleció a los pocos días de su nacimiento, ella sería la segunda niña de la familia.

Pasaron los años y mis hijos crecieron, yo poco a poco me iba quedando sola. Claudio formó su familia lejos de la ciudad, se casó con María Manuela de Soto heredera de toda la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguascalientes.  Solo quedaba conmigo mi hija María Antonia, en unos días la presentaríamos a la sociedad y buscaríamos un pretendiente de familia de abolengo.

            Una mañana, a la hora del desayuno, recibí una carta muy misteriosa de una mujer quien me escribió lo siguiente:

            “María Julia:

            “Todos estos años has vivido engañada por Francisco, él tiene un hijo mayor con una muchacha llamada Martha Esperanza. Es una esclava mulata.”

            Firmaba una tal Carmen.

            De la fuerza que apreté la copa con el jugo que tenía, quebró y desangré de la manera más horrible. Corrí a mi recámara con la cara empapada en lágrimas. Nunca comenté nada a mi esposo y a mi hija.

 


Una noche volví a sentir mucha sudoración y a ver cosas irreales. Veía mucha sangre y a personas muertas, disfrutaba ver sufrir a los demás. Un espectro me susurraba al oído: “mátalo, disfruta y cobra venganza”. En mi cabeza solo escuchaba carcajadas y gritos aterradores.

            En las noches comencé a recorrer los patios fríos de mi casa, quebraba las copas y rasgaba mis pies hasta que ya no aguantaba tanto dolor. Con mis dientes arrancaba las uñas de mis manos y de mis pies. Una noche fui a la recámara de los sirvientes y le prendí fuego mientras dormían. Ya no podía vivir en paz, esa voz me incitaba a hacer las cosas más perversas del mundo.

            Hasta que una noche en donde los celos, la rabia y la voz del espíritu entraron en mis entrañas y mi mente, bajé por una cuerda al almacén. Volví a mi recámara, y mientras mi esposo dormía plácidamente, le puse la soga en el cuello, apreté hasta que dejó de respirar. Los pocos habitantes de la casa terminaron por irse, también mi hija huyó.

Pasaron los días y las autoridades vinieron a buscarme, pero yo me escondí.

            Volví a ser yo, por alguna razón el espíritu maligno se marchó. Me vi sola y triste y sin nadie a quien recurrir. Mi soledad me pesaba, la casa estaba oscura y triste, entonces decidí envenenarme…

Las personas cercanas a la hacienda percibieron olores pestilentes que venían de la casa grande. Cuando llegaron las autoridades, encontraron cuerpos en estado de descomposición. En la recámara principal estaba el cuerpo de una mujer con el rostro devorado por las ratas. A su lado estaba tirado un diario, de donde leyeron esta historia. En todo Acámbaro se recuerda con miedo y tristeza a la Loca de la Hacienda de los Pavorreales.


Camino Viejo es un cuento para audiencia juvenil, escrito por Maximiliano Hurtado, pequeño escritor del Taller literario Diezmito de Palabras. Narrado por Max Hurtado. Imágenes creadas con IA. Forma parte del libro Cuentos para no caerse de la cama de 2024. Disponible en Amazon. https://diezmodepalabras.com/diezmito...


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