ENTRE EL PLACER Y EL ASOMBRO
Continuamos con el homenaje a nuestro recordado maestro,
Herminio Martínez. Este mes de agosto, el día 17, se cumplirán cuatro años de
su fallecimiento. Los compañeros del Diezmo de Palabras preparamos una serie de
textos que estamos seguros de que a nuestro Maestro le hubieran llenado de satisfacción, al constatar que sus alumnos seguimos en la ruta marcada.
PRESENTACIÓN DE
ALEXXA DY MAR
Por Enrique R. Soriano Valencia
La
poesía es hoy uno de los géneros literarios de mayor práctica entre quienes
aspiran a tener un lugar como escritor; en la antigüedad, la poesía era la
literatura. En los albores de la civilización, solo los iniciados, los muy
pocos que sabían leer y escribir, buscaban preservar la historia, los libros
sagrados, las grandes biografías en el único género que reunía todo: la poesía.
La palabra era poesía y sin poesía la palabra estaba agotada.
En
ella se guarda la música; en ella se halla el pensamiento escondido; en ella se
ubica la pasión humana; en ella se asienta la quinta esencia del ser humano: lo
que lo hace diferente de todos los otros seres de la creación: musicalidad,
razón, inteligencia, escritura, risa y gozo son las particularidades que definen
a la raza humana. A escribir aspiramos muchos, pero a dominar todo lo que
encierra la poesía como resguardante de la condición de humanos solo le está
permitido a quienes llegan a la llama de Prometeo.
La
poetisa Alexxa Dy Mar, cuyo nombre real es Diana Alejandra Aboytes Martínez,
nació en Celaya un 31 de enero. Desde este rincón de Guanajuato se ha nutrido y
formado para ser digna heredera de la palabra como poesía. No obstante, también cultiva prosa con la
sensibilidad poética. De su musicalidad, surgen letras arrebatadoras porque de
los caminos del erotismo nace la propia humanidad, con las dos acepciones del
término. Con dominio de la palabra, al igual que el erotismo, esconde
sutilmente el centro de la maravilla del ser humano. Con ello atrae y recrea;
seduce e incita; provoca y arrebata con la dulce caricia de la imaginación; con
el atractivo velo de obligarnos a descubrir lo que conocemos, pero que con sus
referencias nos lleva a paladear lo que solo en la mente ella ha construido con
sus metáforas.
Alexxa
tiene un trato afable. No se le descubre poeta hasta que se leen sus textos. Es
digna representante de su sector por el maquillaje, las uñas y vestir coqueto.
Pero esos rasgos comunes superficiales ocultan el terciopelo del erotismo que
sobresale de la hoja que contiene sus textos.
En El enigma de Enrico Dubain, Alexxa nos
presenta un hombre de mundo que se ve atrapado por la belleza integral de una
modelo en el lienzo. ¿Su pasión le da vida o la vida la absorbe de los
magistrales trazos, cual Pigmalión? Ni duda cabe en que su cotidianidad se
altera por la adquisición de un cuadro que ahora será su culto secreto.
Alexxa,
así, nos comparte el placer de las
caricias de unos vocablos medidos, dosificados, que despiertan el sistema
endocrino para esparcir por todos nuestro cuerpo las sustancias de
bienestar. Así, sus letras y las figuras
que recrea en nuestra mente multiplican el ritmo cardiaco y nos hacen
revivir caricias reales, que en sus
trazos llevan poco a poco al clímax de sentirnos fundidos con el Universo… como
su personaje.
Su
obra nace en un corazón representativo de la humanidad, pero singularizado por
la bondad de compartir lo que ha descubierto del Cosmos.
En La mejor jugada, la autora nos plantea
la timidez como impedimento para validar la condición de ser humano lleno de
pasión y deseos por asirse de los dinteles de la gloria. La suerte de la
personaje hace que las malas jugadas de sus compañeras la lleven a lo que su
propio anhelo reclamaba. Así el Universo se confabula para lograr lo que la
timidez no permitía.
Los
personajes no solo juegan al erotismo, son objeto y sujeto en él. Una simple
descripción y un estremecimiento en la espalda del lector se registra cuando en
El infinito universo de la palma de la mano Alexxa describe las técnicas de
seducción.
Con
su prosa, entonces, Alexxa demuestra que la poesía se halla en reconocer al ser
humano como la armonía que mueve la dinámica humana.
El
amor es lo que mueve al Universo. Cada criatura lo sabe, pero Alexxa nos lo da
en una charola que no es de plata, sino de algo más valioso: la mezcla de su
buen decir para bien imaginar y para extasiarnos en la recreación interna de
revivir el Big Bang primigenio.
EL ENIGMA DE ENRICO DUBAIN
Por Diana Alejandra Aboytes Martínez
La
galería lucía a su máxima capacidad. Se habían dado cita a la inauguración
todos los amantes del arte del pincel, pero también uno que otro llegó
impulsado por la curiosidad y el antojo de los bocadillos que acostumbran dar
al final.
Entre
los asistentes figuraba un caballero, Enrico Dubain, conocido en la elite
social por su economía holgada y el gusto por la cultura. Contaba con el
privilegio en su buen porte y soltería. Aunque la juventud y él ya no caminaban
a la par, era del tipo de hombre que la madurez les regala un aire interesante.
Recorrió las salas. Se exponían obras de un pintor prolífico. Desnudos de
bellas féminas caracterizaban su trabajo. Era notorio cómo en cada curva –de
esas caprichosas que todo cuerpo de mujer tiene- su trazo lo deslizaba varias
veces. Como queriendo hacer suyo cada espacio que este le ofrecía. La pasión
con que delineaba sus pinturas parecía quedar contenida en éstas. Era algo
indescriptible que sólo la vista adivinaba.
Enrico
admiraba cada obra, pero la rutina le cegaba y le parecía que todas no pasaban
de ser como otras tantas de cada exhibición. Faltaba por caminar otra sala,
estaba a punto de desistir pero algo le empujó las ganas y cuando menos pensó
ya la recorría. Sus ojos llenos de monotonía miraban sin ver, hasta que topó de
frente con un cuadro donde la musa fue perfilada de cuerpo completo… cabellos
largos caían suavemente por sus hombros, su pícara y expresiva mirada fue
cautelosamente grabada en el lienzo, tanto, que él sintió cómo esos ojos lamían
su mirada provocándole reacciones químicas. Los carnosos labios sensualmente
coloreados en intenso carmín, semejaban pulposo fruto. Sus redondeados pechos
finamente realzados por un rosáceo pezón. Las pronunciadas caderas sostenidas
sobre unas torneadas piernas. Finalizaba el paisaje con unos menudos y
descalzos pies. A su desnudez sólo la ornamentaba un collar de rubíes que le
fue colocado en relieve. Sin perder tiempo, Dubain buscó al artista para pagar
lo que fuera y llevar a su hogar la belleza. Llegó a su casa. Desesperado cual
niño arranca la envoltura de su nuevo juguete, parecía encontrar placer en cada
rasgueo del papel que lo cubría. La observó nuevamente y buscó espacio entre
obras de reconocidos autores que pendían de sus muros. Un sitio vacío parecía estarla
esperando. Colocó un pequeño reflector a los pies del cuadro y la iluminación
intensificaba el magnetismo que la pintura contenía.
Subió
a su recámara satisfecho de su nueva adquisición. El sueño lo abrazó, sin
resistirse a él, ya en breve dormía profundamente. Al amanecer, Enrico despertó
cansado, pero con ese agotamiento placentero que sólo el sexo proporciona. No
prestó importancia. Se duchó y salió al desayuno que las reconocidas Corcuera y
Santibáñez ofrecían, sólo con el fin de figurar en las páginas de la socialitè.
El
caballero regresó entrada la noche a casa, con el buqué del vermut en la sangre
y las ganas de dormir cerrándole los ojos. No supo cómo pero llegó a su cama.
Cerró los parpados y se perdió. Al poco rato sintió el resbalar de un cuerpo
sobre el suyo y unos labios recorriendo su cuello… besos que bajaban lento a
los lugares precisos donde el placer es imperioso. A la mañana siguiente le
vino el vago recuerdo de lo sucedido en la madrugada. Supuso que los sopores
etílicos lo afectaron al grado del delirio.
Era
domingo, decidió salir a la plaza y conversar con viejos amigos. Volvió
temprano, las desveladas ya no las toleraba una tras otra. Se recostó, tomó el
libro empastado en piel que descansaba en su mesita de noche. Leyó por un buen
rato hasta que sintió necesidad del sueño. Avanzó la noche y un rayo de luna se
coló por la ventana. La alcoba ofrecía claroscuros que pronto fueron
aprovechados por la misteriosa mujer que al sumergirse entre las sábanas poseía
deliciosamente el cuerpo de Enrico. El violento cabalgar de ella logró que él
despertara por completo. El hombre, entre el placer y el asombro no sabía que
ocurría. Sólo veía unos largos cabellos agitándose de un lado a otro y el
brillo de un collar dando destellos a unos pechos en movimiento. Hasta que la
intensa mirada de ella chocó con la de él. Fue entonces que reconoció a la musa
de su nueva compra.
Pasaron
los días, todo era calma en esa casa. Los amigos comenzaron a echar de menos a
Dubain. Era extraño no verlo en las cuantiosas reuniones acostumbradas.
Preocupados, decidieron buscarlo en su casa. Llamaron a la puerta sin obtener
resultados. Tomaron la llave de emergencia y apuraron a pasar. Recorrieron todo
sin encontrar nada extraño, hasta que uno de ellos con el rostro desencajado
miraba el cuadro con la pintura de la galería. En minutos todos se unieron a
mirar…de frente y desnudo, Enrico, aparecía pintado en la obra y la mujer
abrazándole por la espalda.
LA MEJOR JUGADA
Diana Alejandra Aboytes Martínez
Contraria
a los estándares de las medidas perfectas, Medarda era una chica más bien
rolliza, de mirada profunda y labios prominentes. De su cabeza pendían unos
rizos castaños que bajaban en cascada por sus hombros. Tenía cierto imán con el
sexo opuesto. A pesar de no ser una mujer fatal, era cautivadora. En la
universidad, con frecuencia se le veía rodeada de varones. Sus redondeadas
formas ponían como roca a más de uno. Por esa razón, sus compañeros la
apodaban, Medusa.
Pero a ella sólo le atraía uno de
ellos. Era algo así como su Perseo, porque por él ¡sí que perdía la cabeza! Ese
chico apenas y le dirigía la palabra y evitaba mirarla a los ojos.
Algunas de sus compañeras al verse
desplazadas por su presencia, decidieron jugarle una broma. Organizaron una
fiesta en la piscina en casa de una de ellas. Querían hacerle pasar un mal rato
con aquello del traje de baño. Por supuesto, a Medusa no le intimidaba mostrar
su curvilíneo cuerpo en poca ropa y el día de la fiesta lucía sensacional. Por
consiguiente, sus compañeros la asediaban.
Las chicas ardían, y no precisamente
por el sol que caía como plomo sobre ellas en la alberca. Idearon otro plan.
Con un pretexto le pidieron pasar a una de las recámaras. Confiada entró y
cuando intentó salir se percató que la puerta estaba asegurada por fuera.
Comprendió la mala jugada.
Transcurrido un momento, con engaños
metieron al tímido de la clase al mismo cuarto. ¡Vaya suerte!... encerrada con
el chico que tanto le gustaba.
La timidez se perdió. A horcajadas, con
rítmico movimiento de caderas, Medusa deseó que el encanto de haberlo
convertido en “piedra” durara una eternidad.
*Texto publicado en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
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