Encallada a contraluz, fotografía de Soco Uribe
SOMBRAS, REFLEJOS Y CONTRALUZ
-Relatos visuales de Soco Uribe-
La fotografía
es un arte. El fotógrafo es el artista. La literatura es también un arte, el
escritor toma fotografías del alma y las transforma en poesía o en prosa. Soco
Uribe tiene la virtud de mostrar sin explicar, en fotografía o narrativa, la
visión de una mujer con una enorme capacidad de asombro ante la vida. No sólo
por la experiencia que le dan sus viajes con una mochila al hombro, sino por
ese bagaje cultural que la ha llevado a escribir vivencias e historias donde lo
fantástico se funde con la realidad. De Soco se aprende a ver el mundo desde la
perspectiva de una lente profesional, llena de intuición. Cada sombra, cada
reflejo, se vuelve una narración donde el observador y el lector convergen en
el mundo interno de la artista. Su mirada “aterriza en un espejo de agua” y la pupila
del obturador eterniza la universalidad arquitectónica de cualquier objeto
invertido. El arte natural deviene en arte creado por la fecundidad de ideas; de
capturar lo efímero, momentos “fragmentados”. El silencio es la respuesta más
inteligente ante lo sorprendente.
Entonces, calladamente, les dejo esta invitación a disfrutar el arte de
Soco Uribe, hoy domingo 2 de julio, en el Kiosko de la Alameda. “Se oscurece el
panorama. En ese instante, se enciende la luz artificial, tan artificial como
sus colores”. Vale.
Julio
Edgar Méndez
Sombras de la infancia, fotografía de Soco Uribe
SOMBRAS
DE LA INFANCIA
Soco
Uribe
Estas
sombras, descubiertas con los primeros rayos del sol, nos permitieron jugar.
El
astro rey nos abrazó por la espalda y nos empujo a la diversión.
¡Volvimos
a ser niños!
En
nuestro interior, nos dejamos llevar por la simplicidad de la vida y libramos
una gran batalla contra la complejidad. Brotó la inocencia.
Nos
olvidamos del qué dirán y jugueteamos con nuestra sombra.
Para
ver el efecto de tal hecho, la expusimos a la luz por unos momentos.
En
ella, redescubrimos nuestra ya olvidada ingenuidad.
De
pronto, apareció nuestro ser interno para mostrarnos de dónde procedemos.
Nos
alegramos al reconocernos como parte de Él.
Continuamos
jugando hasta el ocaso.
Nos
perdimos en el tiempo o él se perdió en nosotros.
Bien
sabemos que es inestable por naturaleza.
Deja
de existir cuando somos felices.
Obra maestra, fotografía de Soco Uribe
OBRA
MAESTRA
Soco
Uribe
Con
esmero, el clavadista se prepara para su salto. Sube a la parte alta de la
cascada. Respira. Se flexiona y vuelve a tomar una respiración profunda.
Con
la majestuosidad de un ave, se lanza al abismo.
Pareciera
deslizarse sobre la cortina de espuma blanca.
Lo
hace con gran maestría.
Todos
lo vemos pero nadie lo aclama.
Es
el atardecer. Puedo adivinarlo. Su sombra nos marca la hora del salto.
A
nadie le importa su actuación, la dan por hecho.
Me
regocijo de tanta perfección y aplaudo ante la mirada atónita de los paseantes
del elegante centro comercial. Éstos sólo ven los aparadores.
Mientras
yo, agradecida con el escultor, admiro su obra maestra.
Malas costumbres, fotografía de Soco Uribe
MALAS
COSTUMBRES
Soco
Uribe
–¿Porqué
te vas por este camino siempre? –me pregunté al salir de casa.
–Es
el que siempre he tomado desde que vivimos aquí. -Me respondí.
–Pero
hay otros diferentes.
–¡Sí,
pero pueden ser inadecuados!
–¿Cómo
lo sabes?
–Eso
dice la gente.
–¿No
te gustaría probar otros lugares e Ir a un restaurante diferente, por ejemplo?
–Pues
sí. ¿Pero qué tal si la cocina es pésima?
–¿Y,
si fuese deliciosa?
–No
lo sé, tal vez tienes razón.
–
Por cierto, ¿irás de vacaciones al mismo lugar de siempre?
–Sí,
claro. Es una costumbre familiar.
–¿Qué
te pasa?, lo has hecho por cincuenta años.
–Pues
sí, pero...
–¿No
te gustaría haber disfrutado de cincuenta lugares en tus vacaciones y no en un
lugar cincuenta veces?
–¡Creo
que sí!
–Entonces,
vuelve a casa y, sin más ni más, libérate de esas malas costumbres que limitan
tu vida.
Mensajero, fotografía de Soco Uribe
MENSAJERO
Soco
Uribe
Deambulo
por los aires presuroso hacia el cielo. En la punta del cordel del que me
sostenían llevo atada una carta que ondea a merced del viento. Con dificultad,
puedo leer el mensaje por partes. Es de una niña llamada Susi. Ha de ser
pequeña, pues apenas es legible su letra.
Las ráfagas de viento soplan cada vez más fuerte. De pronto, no entiendo
el porqué comienzo a descender lentamente. Por fortuna, no quedo atorado entre
las ramas de un árbol. Aterrizo en un espejo de agua. Me reflejo en él y me doy
cuenta de mi aspecto redondo y mi color rosado. Se extiende la hoja de papel en
el agua. Logro ver que va dirigida a Dios. Susi le pide que le devuelva a su
mamá. Ese es su deseo desde hace dos años. Mañana será Navidad de nuevo.
Águila real, fotografía de Soco Uribe
ÁGUILA
REAL
Soco
Uribe
Cierto
día, caminaba por la antes llamada Ciudad de los Palacios, cuando de pronto, me
pareció ver reflejada en uno de sus edificios, la más importante insignia
mexicana… el águila real. En la antigüedad, le fue considerada símbolo solar de
nuestros pueblos indígenas; encarnación del bien en la lucha contra el mal y;
anhelo de libertad. Cual cascada, vinieron a mi mente algunas de sus peculiares
características de fuerza, audacia, altivez. De filosas garras, de potente y
aguda mirada. La gracia para elevarse hacia el infinito y desde ahí observar a
todo nuestro México.
No
obstante, la noté diferente a pesar de ver sólo su cabeza y le pregunté:
–¿Acaso
tienes el valor de mirarte en ese espejo hecho pedazos por la vileza del
cirujano del consumismo malinchista?, a tal grado de desconocer tu propio
rostro. -Y, agregué. –¿Serías capaz de restaurar tu imagen rota?
Sólo
tú podrías inyectarle vida a esta Ciudad de los Palacios a la que los mismos
mexicanos hemos sido cómplices de su deterioro haciéndola a un lado para, en su
lugar, erigir ciudades anexas sin esencia, sin distintivos propios, sin pasado.
Hartas de concreto armado y de espejos que muestran sólo reflejos de poluta
decadencia.
Una
vez más, el águila volteó, miró su rostro en el espejo y, como por arte de magia, se desmoronó
convirtiéndose en polvo de sílice, que el viento del pasado esparció por todo
el Valle del Anáhuac, hasta transformarlo de nuevo en espejo de agua limpia y
cristalina, como en antaño.
Por
último, con orgullo y altivez, el águila se posó en el nopal, dando muerte al
presente.
Amanecer, fotografía de Soco Uribe
AMANECER
Soco
Uribe
Los
primeros rayos del sol apenas iluminan la cúpula del edificio morisco en
Celaya. Las aves se regocijan después de una noche lluviosa y aparecen con
júbilo en el panorama. La vida tiene un nuevo inicio con cada amanecer.
El
mercado Morelos no está exento de ello. Día con día se muestra diferente por
dentro. La gente va y viene, como
péndulo de reloj. Unos salen y venden, otros entran y compran. Algunos acarrean
víveres que sirven de alimento, de adorno o simplemente de artículos para
adorar a Dios.
La
precisión de la maquinaria de su reloj, cansada de hacer pesas por más de cien
años, sigue intacta.
Esta
obra arquitectónica se refleja aún de pie sobre una carpeta de agua, sin aceptar
el cansancio, ni darse por vencida ante la encarnizada lucha que confronta con
el cotidiano embate de los mercados modernos.
Nueva Francia, fotografía de Soco Uribe
NUEVA
FRANCIA
Soco
Uribe
Camino
por el campo tratando de encontrar entre los pueblos aborígenes a algún inuit,
hurón o mohawk para que me platique un poco acerca del pasado de su pueblo de
kebek, llamado así debido al estrechamiento del río San Lorenzo.
Diviso
a lo lejos una colina. Trepo por ella y
alcanzo la cima.
De
pronto, el panorama cambia rotundamente. Ahora me veo caminando por las calles
de una ciudad donde descubro el reflejo de un parlamento donde, de la familia
amerindia, sólo queda una estatua representándolos. Sin embargo, la edificación
se yergue como un centinela gigante que custodia la ciudad amurallada. Continúo
el rastreo de mis antepasados sobre el agua y lo único que encuentro son
espacios fragmentados. Un rompecabezas que no me definen su historia.
Junípero, fotografía de Soco Uribe
JUNÍPERO
Soco
Uribe
Árbol
recio, de fibroso tronco.
La
tersa corteza que te envuelve, define tu alma.
Tu
espesa copa da cobijo y sombra al humilde.
Ante
el embate de vendavales, tus ramas se doblan, crujen pero no se quiebran.
Las
esferas de tus azulosos frutos son bálsamo aromático para aliviar dolencias.
A
diferencia tuya, pero con características similares, éste Junípero-hombre,
misionero incansable, recorrió a pie senderos indomables en los que otros,
anteriores a él, fracasaron.
La
luz que emitía su Ser interno fue la única brújula que lo dirigió. Amó a los
pames y ellos lo amaron. Juntos, labraron la sedienta tierra, transformándola
en vergel. Montó talleres, les enseñó artes para sensibilizar, aún más, sus
corazones.
Tras
ocho años de bondades mutuas y compartidas, emigró a otras tierras y al
despedirse les dijo:
“Llegué
sin nada, me voy sin nada, pero les dejo un gran tesoro… la fe”
Y
así, como el agua de lluvia da vida a un junípero, así partió hacia el norte el
fraile Junípero de Serra, con su hábito humedecido por las lágrimas de gratitud
de aquellos seres humanos con los que se topó. Estas demostraciones de amor, le
otorgaron vida nueva para seguir su pesado camino evangelizador en otras
tierras.
Tiempo de espera, fotografía de Soco Uribe
TIEMPO
DE ESPERA
Soco Uribe
Camino
envuelta por el estruendoso rugir del agua que cae en vertical sobre el lecho
del río. Te busco a través de la húmeda y espesa brisa. Sigo atenta a nuestro
encuentro. De pronto, el sol se apaga. Se oscurece el panorama. En ese instante,
se enciende la luz artificial, tan artificial como sus colores. Cegadora para
unos y excitante para otros. El juego de luces comienza y se escuchan gritos de
júbilo entremezclados con los de asombro. Termina la función. Se hace el
silencio. A contraluz, divisé tu figura.
Siento alivio al encontrarte. Me di cuenta que el tiempo es relativo. Me
perdí en él, al quedarme sólo unos cuantos minutos más dentro de la hidroeléctrica, en el
laboratorio de Telsa, platicando con él de sus múltiples inventos. Absorta por
su genialidad, el tiempo se detuvo en mi reloj.
Pero
al verte y abrazarte de nuevo descubrí que habían transcurrido varios años de
tiempo terrestre. Que tu espera había sido larga.
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*Soco
Uribe es Ingeniera Geóloga y traductora de textos técnicos y correctora de
estilo. Obtuvo el Primer lugar estatal en literatura, Juegos Nacionales
Culturales de los Trabajadores "Ricardo Flores Magón" 2000. Grabó 10
melodías escritas por ella en un CD llamado: Con todos mis sentidos, 2004.
Autora del libro Desde lo Profundo, 2005. Colaboró en el Agendiario, Mujer
Olfato, 2007; en las revistas La pluma del ganso; Voces Interiores y en el
periódico Noreste de Poza Rica, Ver.,
por más de un año. Orgullosa coautora en cinco publicaciones de las
antologías Narrativa en Miscelánea -Cuentos y Relatos- editadas
consecutivamente por la UNAM (su alma mater), durante los años de 2007, 2008, 2009
y 2010. Y la del 2011 editada por la Unión Latinoamericana de Escritores. Publica
ocasionalmente en Diezmo de Palabras de El Sol del Bajío (2016). Finalista de
microrrelato en concurso Diversidad Literaria (España, 2016. Es parte del
taller literario Diezmo de Palabras.
**Todas
las fotografías son originales de Soco Uribe. Derechos reservados.
***Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
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