LOS DOMINIOS DEL PRÍNCIPE PARADOJA
(Dioses griegos y aforismos en El retrato de Dorian
Gray de Óscar Wilde)
Ensayo. Tercera
Parte
Benjamín Pacheco
Más
adelante en la trama, Gray continuará en su búsqueda por el placer sin límites
pues probará todo lo que puede ofrecerle la vida sórdida de su tiempo y, para
asegurar que nadie conozca su secreto, guardará bajo llave el lienzo a pesar de
las peticiones de Hallward de exhibirlo porque lo considera su obra maestra.
Los amoríos de Gray generarán varios suicidios e incluso la ruina pública de
algunas personas; también comenzará a generar rechazo y antipatía por parte de
la aristocracia cercana. El lienzo se volverá cada vez más monstruoso
reflejando este modo de vida sin escrúpulos. El joven, imparable en sus
acciones, incluso asesinará con un cuchillo a Hallward y mandará que Alan
Campbell, un compañero de antiguas parrandas con el que terminó mal la relación,
se deshaga del cuerpo por medio de ácido nítrico. Casi al final, con la idea de
un aparente deseo de cambio, el joven decidirá destruir el cuadro –con el arma
antes referida –por considerarlo la única prueba del crimen cometido contra el
pintor:
“Mataría
el pasado, y cuando hubiese muerto, sería libre. Mataría aquella monstruosa
alma viva, y sin sus horrendas advertencias, recobraría el sosiego. Cogió el
cuchillo y apuñaló el retrato con él. Se oyó un grito y una caída ruidosa […]
Al entrar, encontraron, colgado en la pared, un espléndido retrato de su amo,
tal como le habían visto últimamente, en toda la maravilla de su exquisita
juventud y de su belleza. Tendido sobre el suelo había un hombre muerto, en
traje de etiqueta, con un cuchillo en el corazón. Estaba ajado, lleno de
arrugas y su cara era repugnante. Hasta que examinaron las sortijas que llevaba
no reconocieron quien era.”
De esta forma concluye El retrato de
Dorian Gray. De vuelta a la analista Montserrat Alfau, pareciera que al
aniquilarse dicha imagen, reflejo de su alma mancillada, “se ha realizado el acto de arrepentimiento y
pena simultáneos”, aunque también señala
que, más allá de la historia de un joven y la pérdida de su alma, se aprecia
una posible intención de Wilde de proclamar “todas sus teorías de esteta y
hedonista con una constancia infatigable”.
Tras dar referencia de la trama general, se pasará a los puntos básicos
del presente trabajo: la referencia a los dioses griegos y los aforismos.
Apolo y Dionisos a escena
Dentro
de la amplia gama de interpretaciones de El retrato de Dorian Gray hay una que
destaca por su referencia clásica: la interacción, convivencia, lucha y
conflicto de los dioses griegos Apolo y Dionisos. La influencia y formación de
estilo griego de Óscar Wilde no ha pasado desapercibida por distintos analistas
y también es un tema recurrente en múltiples ensayos. Por ejemplo, Pau Gilabert
Barberà, de la Universidad de Barcelona, en un complejo ensayo titulado “Antihelenismo y
anticlasicismo en la obra de Óscar Wilde” señala que el irlandés “tuvo un
conocimiento óptimo de la Literatura y el Mundo Clásico en general como
resultado de su formación universitaria en el Magdalen College de Oxford” y que se le refiere siempre “su apuesta
decidida por Grecia y su legado: ‘Todo lo que, de hecho, es moderno en nuestra
vida, lo debemos a los griegos; todo lo que es anacrónico al medievalismo”,
estas últimas palabras del propio autor, según las toma el ensayista de la obra
Complete Works of Oscar Wilde. También
menciona la amistad, que califica de “griega”, con el escritor irlandés Lord
Alfred Douglas, y que terminaría prácticamente en una tragedia de tipo
helénico:
“Su
amado o erómenos, amistad que le llevaría finalmente a la prisión, y uno de
cuyos resultados fue aquella famosa epístola, De profundis, donde tanto lamentó
no haber sabido comportarse como un verdadero amante o erastés griego.”
De
la referencia bibliográfica se puede pasar a la literaria y la relación con la
figura del dandy. Terence Dawson, de la Universidad Nacional de Singapur, en su
ensayo “The dandy in the Picture of Dorian Gray” considera que “el dandy está
relacionado con dos de las más potentes imágenes arquetípicas: Dionisos y
Apolo” pues aparentemente el dandy
literario de Wilde “teme profundamente a la vida y su interés en la forma y
proporciones estéticas descansan en un principio de evasión”. En la novela, la manera en que vive Dorian
Gray el dandismo es un ejemplo a seguir durante muchos años, pues se considera
que en él
“se
combinaban algo de la cultura real del estudiante con la gracia, la distinción
y las perfectas maneras de un hombre de mundo […] Y, ciertamente, la vida era
para él la primera y más grande de las artes, aquella de la que parecían ser
solamente preparación de las demás. La moda, por la cual lo que es realmente
fantástico tornase por un momento universal, y el dandismo, que es, a su
manera, una tentativa que afirma el modernismo absoluto de la belleza […] Su
modo de vestirse, las maneras particulares que de vez en vez afectaban,
ejercían una notable influencia sobre los jóvenes elegantes […] que le copiaban
en todo, e intentaban reproducir el encanto accidental de su gracia… “
En otro ensayo, titulado “Dorian
Gray´s as a Symbolic Representation of Wild’es Personality”, Dawson considera
que todas las actividades de Dorian Gray (como las señaladas con anterioridad)
reflejan un “supuesto disfrute al máximo de la vida pero que –paradójicamente
–le hacen temerla” por lo que busca un
refugio en un “pseudo-estetismo”. Al
final concluye que Gray personifica “un conflicto entre elementos dionisíacos y
apolíneos” en los que a pesar de su
pasión por el color, la belleza y el disfrute de la vida, “evita involucrarse
en alguna experiencia por temor de que le cause dolor”. A la vez, el ensayista considera que el deseo
de eterna juventud también refiere los atributos de los dioses citados, pues el
personaje “es capaz de disfrutar los placeres dionisíacos a los que quiere
abandonarse, pero desde una distancia apolínea”, es decir, segura y sin un compromiso real.
Ahora, si se comparan los rasgos de
los dichos dioses mitológicos griegos, se reparará en las grandes similitudes
con el personaje de Dorian Gray. El investigador Robert Graves, en su libro
Dioses y Héroes de la Antigua Grecia, recupera los mitos y las relaciones entre
ellos. Por ejemplo, algunas de las características de Apolo es que además de
ser el dios de la música, poesía y medicina, también era “de los hombres
jóvenes y solteros”, además de contar
con un trono de oro y una “estupenda” casa en Delfos. Sobre dicho asiento
“colgaba un disco del sol con veintiún rayos en forma de flechas porque Apolo
presumía de manejar el sol” y su emblema
era “el ratón [porque] se suponía que los ratones conocían los secretos de la
tierra y que se los contaban a él”. El
filósofo alemán Federico Nietzsche en su libro El nacimiento de la tragedia,
refiere la grandeza de dicho dios:
“Apolo,
en cuanto dios de todas las fuerzas figurativas, es a la vez el dios
vaticinador. Él, que es,
según
su raíz, “el Resplandeciente”, la divinidad de la luz, domina también la bella
apariencia del mundo interno de la fantasía. La verdad superior, la perfección
propia de estos estados, que contrasta con la sólo fragmentariamente
inteligible realidad diurna, y además la profunda consciencia de que en el
dormir y el soñar la naturaleza produce unos efectos salvadores y auxiliadores,
todo eso es a la vez el analogon simbólico de la capacidad vaticinadora y, en
general, de las artes, que son las que hacen posible y digna de vivirse la
vida.”
Por
su parte, volviendo a Graves, Dionisos era hijo de Zeus tras un amorío con una
mortal llamada Semele. Le fue cedido un puesto en el Consejo luego de que
inventara el vino. Su trono se destacaba por estar recubierto de piedras variadas:
“El
trono de Dionisos era de madera de abeto recubierta de oro, adornado con
racimos de uvas esculpidos en amatista (una piedra de color violeta),
serpientes esculpidas en serpentina (una piedra con muchos colores), y también
varios animales cornudos, esculpidos en ónice (una piedra negra y blanca),
sarda (una piedra de color rojo oscuro), jade (una piedra verde oscuro) y
cornalina (una piedra color de rosa).”
Otro
factor importante era que Dionisos también era de temperamento compulsivo. Esto
se aprecia en el asesinato de Orfeo al negarse a adorarlo porque lo acusaba de
“dar malos ejemplos a los mortales con su comportamiento alocado”. Dionisos, encolerizado, envió una multitud de
ménades –jóvenes borrachas –a perseguir a Orfeo, quienes lo atraparon sin su
lira, le cortaron la cabeza y la echaron a un río, mientras que el cuerpo lo
despedazaron en trozos pequeños. Del
texto de Nietzsche, quien realizó una fuerte autocrítica por considerarlo “un
libro imposible […] mal escrito, torpe, penoso, frenético de imágenes y confuso
a causa de ellas, sentimental, acá y allá azucarado hasta lo femenino, desigual
en el tempo [ritmo], sin voluntad de limpieza lógica”, su intención era la de señalar que lo
apolíneo, y su antítesis lo dionisíaco, eran
“potencias
artísticas que brotan de la naturaleza misma, sin mediación del artista humano,
y en las cuales encuentran satisfacción por vez primera y por vía indirecta los
instintos artísticos de aquélla: por un lado, como mundo de imágenes del sueño,
cuya perfección no mantiene conexión ninguna con la altura intelectual o con la
cultura artística del hombre individual, por otro lado, como realidad
embriagada, la cual, a su vez, no presta atención a ese hombre, sino que
intenta incluso aniquilar al individuo y redimirlo mediante un sentimiento
místico de unidad.”
Aunque
el texto del filósofo es rico en matices, se le refiere aquí únicamente para
dar cuenta del conflicto que vive Dorian Gray al concentrarse en él las
características de ambos dioses mientras él se vuelve una especie de artista de
la vida. De Apolo toma el gusto por las artes, la soltería y el apego al
sol. El joven cultiva las dos primeras
durante años al pasar de una actividad a otra, y aunque desarrolla altamente
sus conocimientos y tesoros, no termina por comprometerse solamente con una. En
realidad no tenía razón de hacerlo pues el tiempo estaba a su favor y la muerte
ni la vejez, como términos de vida, de ciclos, lo afectaban. De esta forma
acumuló riqueza, como un extenso Olimpo, en el que fueron almacenadas desde
teorías sobre la vida (catolicismo romano, misticismo, doctrinas darwinistas);
así como perfumes y los secretos de su fabricación; extraños objetos musicales
de lugares como Chile, Amazonas o México; joyas, bordados, tapices, hasta
vestidos fantásticos y hasta las de tono eclesiástico. En este contexto, Dorian
era un sol: brillaba y atraía al principio con su luz, aunque posteriormente
quemaba con la misma intensidad a todo el que convivía con él durante un
tiempo. El capítulo XI de la novela es vasto en esta clase de detalles. De
Dionisio, Gray tomó la vida alocada y la cólera: gustaba de visitar, disfrazado
y con otra identidad, tabernas y muelles de ladrones, lugares donde le
vendieran droga para evadirse, como un dios que baja a la tierra para espiar a
los hombres en sus actividades más turbias y, de paso, seducir a las mujeres
que le salen al paso y cumplen con sus requisitos de gusto y forma. Al tiempo
de esta vida de sombras, el eterno joven daba magníficos conciertos y cenas selectas
en su casa. Del enojo dionisíaco queda clara la similitud entre los asesinatos
de Orfeo y Hallward: ambos eran artistas que se negaron a adorar a un dios
intolerante y excesivo, rechazo que pagaron con la muerte. Sin embargo estaba
el peso de las decisiones y Dorian Gray bien podría haber almacenado el mundo,
pero nunca bastaría para tenerlo contento y tranquilo:
“Porque
aquellos tesoros y todo cuanto él coleccionaba en su atractiva casa, servíanle
como medios para olvidar, como recursos para evadirse por una temporada del
temor que le parecía a veces casi demasiado grande para ser soportado […] Sin
embargo, sentía temor.”
Definir la vida con aforismos
Dejando
atrás a los dioses y sus conflictos, se pasará al último tema del presente
trabajo: los aforismos. Si Dorian Gray es definido por la trágica Sibila Vane
como “Príncipe Encantador, mi maravilloso amante, mi dios dadivoso”, su mentor Lord Henry Wotton es “El Príncipe
Paradoja”. El nombramiento se da en el contexto de una reunión ofrecida por la
duquesa de Monmouth. Wotton se acerca a una mesa a comunicar su intención de
rebautizar todo, principalmente las flores, pues a su juicio las personas han
perdido la capacidad de “dar nombres deliciosos a las cosas”. La conversación
siguiente, a su vez, es un ejemplo de los aforismos y paradojas –mismos que
serán más adelante definidos –que constantemente aparecen en la historia:
“Y
los nombres lo son todo. Nunca disputo sobre hechos. Mi única disputa es sobre
palabras. Por esta razón odio el realismo vulgar en literatura. Al hombre que
llamase azada a una azada debería obligársele a utilizarla. Es para lo único
que serviría.
-Entonces,
¿cómo vas a llamarte, Harry? –preguntó ella.
-Su
nombre es el Príncipe Paradoja –dijo Dorian.
-Le
reconozco en eso instantáneamente –exclamó la duquesa.
-No
quiero oír nada –dijo riendo Lord Henry, sentándose en un sillón -. ¡No hay
modo de escapar de la etiqueta! Rehúso el título.
-Las
majestades no pueden abdicar –dejaron caer como un aviso unos labios bonitos.
-¿Quieres
entonces que defienda mi trono?
-Sí.
-Proclamaré
las verdades de mañana.
-Prefiero
los errores de hoy –respondió ella.”
Aunque
este título es dado por el joven en la última parte de la novela, el
temperamento del experimentado aristócrata es percibido desde el inicio:
Wotton, aunque suele ofrecer largos discursos llenos de ingenio y malicia,
seguido lanza a sus interlocutores, a manera de dardos, sentencias breves
cargadas de cinismo y dureza que tienen la forma de aforismos para expresar sus
ideas en torno a cualquier tema que se le presente: la juventud y la vejez, lo
bello y lo vulgar, hombres y mujeres, la soltería y el matrimonio, el trabajo,
el arte, por citar algunos. Aunque la historia está centrada en las vivencias
de Gray, se puede interpretar que en realidad entramos en los dominios de
Wotton: es el único, de los tres personajes principales, que sobrevive a esta
aventura de dieciocho años y a pesar del horror de los hechos, como la muerte,
se mantiene prácticamente imperturbable. Pareciera que construye muros con
palabras y así evitar el daño que podría causarle el mundo exterior, aunque
realmente no lo logra, como refiere la ensayista Montserrat Alfau, citada con
anterioridad para este trabajo:
“En
El retrato de Dorian Gray, Wilde vuelca y proclama todas sus teorías de esteta
y hedonista con una constancia infatigable, sostenidas por su personaje
diabólico y cínico: lord Henry Wotton, y que, sin embargo, encuentran una
especie de derrota implícita en la trama y desarrollo de toda la obra donde se
ahoga y aniquila con ellas, a manera de una liana infernal, al protagonista que
había sido su propia creatura.”
(...Continuará)
*Texto publicado en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario