viernes, 18 de diciembre de 2020

DEL CUENTO AL CÓMIC

 

DEL CUENTO AL CÓMIC

El Taller de creación de historietas con los bibliotecarios de la Red de Bibliotecas del Estado de Guanajuato,  ha sido una experiencia muy interesante. La historieta es un medio adecuado para iniciar a los jóvenes y niños en la lectura. A través de los talleres virtuales que hemos tenido a lo largo de este laaargo 2020, año del Coronavirus, hemos visto a niñas y niños y lectores adolescentes, mostrar cada vez mayor interés no solo en la lectura de historietas, sino en la creación de las mismas. De ahí el proyecto de apoyar a los bibliotecarios en capacitarse para que puedan crear talleres locales, con los usuarios más jóvenes de las bibliotecas de cada municipio, y de este modo utilizar un medio más ameno para acercarlos a la lectura. Eventualmente, estos lectores y creadores de historietas, llegarán a ser lectores asiduos de textos más complejos. Ese es el objetivo.

            Esta es una muestra del trabajo que desarrollan los asistentes a los talleres de cómic e historieta. Son los textos base de donde se crean las historietas ilustradas que, con mucho ánimo, tomando en cuenta que muy pocos son artistas, han sido elaboradas a lo largo de este año 2020. Mi agradecimiento a la Dirección de bibliotecas de Guanajuato por invitarme a participar en este gran esfuerzo por crear más y mejores lectores en nuestro estado. Y una enorme felicitación a las y los bibliotecarios que con tanto interés y esfuerzo lograron superar el reto de dibujar, ilustrar, escribir y compartir grandes historias en apenas unas cuantas páginas de historieta. Gracias por todo y lo que le sigue.

            Julio Edgar Méndez

 

 

EL GRAN ROBO

Ma. Isabel Ramírez Morales

 

Teobromino Marín es un hombre de 30 años, de cuerpo atlético, rubio y piel blanca como la nieve, trabaja como guardia de seguridad del Museo de Louvre, pero él tiene un secreto: puede teletransportarse a través del tiempo y tiene un traje que lo vuelve invisible.

            Al terminar su segundo rondín, Teobromino le comentó a Basset:

            —Oye, Basset juguemos un ajedrez para pasar la noche.

            —Ummm, sí, deja preparo un café bien cargado.

            Suena el teléfono: Ring, ring

            —¿Hola? –respondió Teobromino.

            Se escucha una voz disfrazada:

            —Señor Marín, es usted un incompetente, hoy casi en sus narices hemos robado la Mona Lisa, y nunca nos atraparan, jajaja.

            —Aaahhh, ¿quién habla?

            Teobromino rápidamente informa a su compañero sobre lo sucedido y le pide revisen las cámaras de seguridad.

            Se percatan de que han sido saboteadas y no pueden darse cuenta de quién ha robado la gran pintura.

            —Espera, -dijo Teobromino- aún no llames a la policía.

            Teobromino corre al sótano y a través de un pasadizo secreto, a imitación de un mexicano de apellido Guzmán, llega a su cuartel general en donde toma su traje especial y se transforma en Teletransporter. Ahí también tiene su máquina del tiempo.

            Para resolver este misterio y recuperar La Mona Lisa, programa su máquina para retroceder dos horas el tiempo y se introduce para saber quién es el o los ladrones porque la voz en el teléfono dijo “nunca nos atraparan”.

            De manera vertiginosa y lanzando chispas multicolores Teletransporter retrocede en el tiempo y puede estar atento al lado del cuadro de La Mona Lisa. A las 2:00 de la mañana puede vislumbrar tres sombras en la penumbra que se deslizan sigilosamente dentro del museo y hábilmente desactivan las alarmas y logran tomar la pintura.

            Teletransporter logra subir a la parte trasera de la camioneta que los esperaba detrás del museo.

            Los malhechores, al sentirse seguros, se despojan de los pasamontañas y Teletransporter  puede ver sus rostros, se da cuenta de  que se trata de  La Banda de la Estrella: integrada por Portia Pollux, Luis Betelgeux, Saffron Sirius y Basilio Vega; quienes tienen su guarida a las afueras de Paris.

            Al llegar a su guarida festejaron y bebieron champaña.

            En cuanto se quedaron dormidos, Teletransporter aprovecha para tomar el cuadro y ponerlo a salvo, toma un teléfono y llama a su compañero para que envíe a la policía al lugar, pero tropezó y ¡zaz! se cae la botella cercana, y despierta a los malechores, y se dan cuenta de que el cuadro se mueve solo y hasta se les quita la borrachera.

            Se quedaron pasmados mientras Teletransporter les lanzaba objetos y logró mantenerlos ocuparlos hasta que llegó la policía y pudieron recuperar el cuadro…

            Los malhechores fueron aprendidos y de repente, escucharon una voz:

            —¿Quién dijo que era un incompetente?

            Solo escucharon una risa que no supieron de dónde provenía

            Ja, ja, ja.

 

 

EL PECADO DE ARANZA

Josefina de la Cruz Saldaña

 

—No, no, no, Aranza, de ninguna manera, cuando se comete un error se afrontan las consecuencias con valor, es imperdonable que por cubrir una falta se quiera cometer un crimen peor. Ninguna culpa tiene esa inocente criatura de que el malvado que lo engendró, sea un irresponsable y tú, Aranza, por querer ocultar tu pecado quieras matarlo. Aquí estoy yo, como que me llamo Ernesto, y no  permitiré semejante infamia. Yo reconoceré a tu hijo, aunque nunca me hayas querido, serás mi esposa y tu hijo nacerá.

            El recuerdo de Aranza se vuelve a los días en que estaba enamorada de Antonio, su gran amor.

            —Antonio, mis padres nunca van a permitir nuestra relación, ya que tú eres el capataz de la hacienda de mis padres y yo una mujer de alta sociedad, educada siempre en internados de ciudad.

            —Aranza, nuestro amor romperá todas las barreras. A mí no me importan las clases sociales, a mí me importa nuestro amor, que se hace más grande al contemplar tu pureza y belleza que se vuelven algo mágico en mi vida.

            —Sí, Antonio, pero mis padres están muy arraigados a las costumbres y tradiciones y no permitirán nuestro amor.

            Aranza y Antonio siguieron los impulsos de su corazón y viéndose a escondidas; su amor cada día creció más y más. Cuando Antonio besaba a Aranza, ella se asustaba.

            —No, Antonio, porque mi madre dice que eso es pecado, sólo cuando estemos casados nos podremos besar.

            Antonio sonreía:

            —Qué inocente eres, Aranza.

            Sus encuentros ya eran muy seguidos y llegó lo inevitable, se entregaron totalmente al deseo de sus cuerpos y al amor que los fue uniendo.

            Una tarde de primavera llegaron a su escondite de amor y no se dieron cuenta de que uno de los trabajadores del padre de Aranza los había seguido y se quedó espiándolos. Fue y le contó a su patrón lo que había visto.

            Llegó Aranza muy tranquila a su casa y ya la esperaban sus padres muy enojados. Le reprocharon su comportamiento, ella lloró y suplicó. No tiene nada de malo el amor que hay entre ella y Antonio. Su padre, enojado, le dice que la va a mandar de regreso al internado de donde nunca debió haber salido.

            Al día siguiente la mandaron de regreso al internado y no pudo despedirse de Antonio. Pasó el tiempo, una mañana estando en clases, se desmayó y la llevaron a la enfermería. Al revisarla, el médico se dio cuenta de que estaba embarazada y se lo dice, dando a su vez aviso a las autoridades del internado.

            Llamaron inmediatamente a sus padres y la que se presentó fue su madre.

            —Aranza, ya me confirmó el médico que estás embarazada  y son indicaciones de tu padre que tenemos que acabar con tu pecado; puesto que se le informó a ese hombre malvado que te embarazó y sus palabras fueron que no quiere volver a verte.

            Aranza se resistió a creer lo que su madre dijo y no volvió a saber nada de Antonio.

            En el internado donde se encuentra Aranza, las madres cada domingo la llevaban a misa y, saliendo de ahí, se sentaban a tomar una nieve. Ahí conoció a Ernesto y, como es hijo de muy buena familia, las madres no se oponen a esa amistad. Pasado el tiempo Ernesto se enamoró de Aranza, pero ella todo el tiempo le dice que nunca podrá amarlo pues su corazón le pertenece a Antonio.

            Aranza veía cada amanecer con la esperanza de saber noticias de Antonio, pero jamás volvió a saber de él.

            —Ernesto, estoy pensando que mis padres no me van a dejar tener a mi hijo, sé que lo harán.

            »He visto que por este pueblo pasan muchos batallones ¿por qué luchan, Ernesto?

            —Luchan por la revolución, Aranza, por sus ideales y por el amor a sus tierras.

            —Mmm ¿y sí me escapo del internado y me voy a la revolución?

            —No lo soportarías, Aranza.

            —Nada será peor que soportar que mis padres no me dejen tener a mi hijo, porque lo consideran mi pecado.

            —No, no, no, ya te dije que me voy a casar contigo.

            Cada noche, antes de dormir, Aranza piensa cómo escapar del internado para unirse a la revolución. Para luchar por su ideal de tener a su hijo.

            —Ernesto, si dices que me quieres, ayúdame a escapar.

            —Lo voy a pensar.

            Lo convenció y empezaron a planear la huida.

            Y una noche:

            —Cállate, nos van a escuchar.

            —No veo el camino que nos conduce al campamento.

            —Vamos a descansar, no puedo más, me duele mucho el vientre, no puede ser, creo que el niño ya nacerá.

            —¡Aguanta!

            —¡No!, me duele mucho y me está saliendo un líquido raro.

            —Recuéstate, voy a sacar las mantas que traemos.

            De pronto, a lo lejos, se ven unas luces y se van acercando a ellos y, cuando menos acuerdan, estaban rodeados de soldados y les preguntaron qué estaban haciendo escondidos.

            Se escucha la voz de otro soldado.

            —Seguro son unos traidores, mi coronel Mejía.

            —No… ya no puedo más. mi hijo está por nacer. Ernesto, no me dejes,  tengo miedo.

            Llegó un soldado con una mujer casi a rastras.

            —Mi General, escuché que va a nacer un chamaco y traje a la comadrona del batallón.

            —¡Retírense! -grita el general mejía-, dejen solas a las mujeres para que nazca el chamaco.

            —A ver, tú, ¿cómo dices que te llamas?

            —Ernesto.

            —¿Qué andan haciendo por aquí?  Por las ropas finas que trae tu mujer se ve que son de gente de dinero.

            —No es mi mujer.

            Y le platicó su historia al Coronel.

            —Y por eso nos encontraron escondidos en los matorrales, yo me perdí  y no encontraba el camino para ir al encuentro de ustedes y unirnos a su causa, si es que nos aceptaban.

            —Está bueno, sí es así, únanse a nuestra causa pero no es fácil andar en la revolución y eso de que no es tu mujer ya veremos.

            Nació el hijo de Aranza, al cual lo llamaron Clemente. Fue creciendo entre soldados, batallas, armas, pero feliz ya que jugaba que de grande sería como el coronel Mejía.

            —Aranza, no hemos vuelto a saber de tus padres y de Antonio, tu hijo ya creció y le he dado mi nombre. Pero ¿tú y yo cuando nos casamos, o es que no me quieres?

            —Sí, Ernesto, te quiero mucho, pero casarnos…

 

 

EL FANTASMA DE MAMÁ

Marlén Jiménez

 

Les voy a contar algo… ¡Creo que mi mamá es un fantasma!

Siempre se mueven las cosas y las puertas se abren solas, ya se lo conté a mi mamá pero solo le da risa  y me dice que no pasa nada.

Una noche estaba en mi ventana mirando la luna, cuando vi que a una señora la querían asaltar y miré a mi mamá salir corriendo a ayudar a la señora  y de repente ya no la vi. Solo miré que el señor corrió con mucho miedo y la señora se sorprendió de que saliera corriendo. Levantó su bastón y le gritó:

            —Así me gusta, ¡que me tengas miedo, jajá!

            Se lo platique a mi mamá, le dije que yo la miré correr a ayudar a la señora y después ya no la vi. Que a dónde se fue. Solo sonrió y siguió con sus labores.

            ¡Qué  mamá  tan rara tengo!

            A veces estoy en mi cuarto y miro como se mueven las cosas y no hay nadie y luego mamá me dice que es porque no he recogido mi cuarto. Pero, ¿cómo supo si no se ha metido a mi cuarto?

            Les conté a mis amigos sobre las cosas que pasan en mi casa y lo rara que es mi mamá y decidimos investigar.

            Así que le pidieron permiso a sus mamás para quedarse a dormir en mi casa. Mi mamá nos preparó unas ricas palomitas para que viéramos una película, decidimos ver Matilda. Estábamos tan emocionados con la película que ni nos acordamos  de vigilar nada. Cuando de repente se escuchó un  gran ruido  afuera de mi casa.

            Todos mis amigos salimos corriendo a ver qué pasaba, no vi de donde salió mi mamá pero ya estaba ahí. Se estaba quemando la casa de mi vecina, y toda la gente salió ayudar, pero no podían salir los vecinos de la casa incendiada porque, ¡se les atoró la puerta!

            Mi mamá, sin pensarlo, se acercó corriendo y atravesó la pared y regresó con un pequeño en brazos. Todos los vecinos se quedaron sorprendidos y  empezaron aplaudir, ahí descubrí  quién era el fantasma de la casa. ¡Era mi mamaaá!

            Todos estábamos muy contentos y emocionados y mis amigos me gritaban:

            —¡Yo quiero una mamá como la tuyaaa!

            Solo corrí abrazar a mi mamá y decirle que era mi heroína.

 

 

ÓNIX EN LA SELVA

Luis Francisco Acevedo

 

Una madrugada fría, en la selva africana, se miró por los cielos una gran bola de fuego allá por el año de 1970. Los animales y los nativos admiraban un hecho insólito en su tierra; cuando el gran asteroide tocó tierra los animales asombrados corrieron a ver tal evento, cuando una gorila se acercó y miró que era algo muy extraño de metal (una nave extraterrestre), por un lado estaba un niño de aproximadamente cinco años. La gorila lo observó, se acercó y se lo llevó con ella.

            El niño se acostumbró a vivir entre su familia de gorilas y al ambiente entre los animales, donde vivió muchas aventuras, pero con el paso de los años comenzó a ver que era muy diferente a ellos. Porque ellos corrían y brincaban pero él podía volar por encima de los árboles y se comparaba con las aves. Era tan fuerte como diez elefantes juntos y se alimentaba de frutas y pequeños escarabajos.

            Comenzó a madurar y a los dieciséis años su vida estaba centrada con los gorilas. Rescataba continuamente a sus amigos, apagaba incendios con su gran inteligencia,  pues no experimentaba algo novedoso hasta que un día, en la sombría selva, se comenzó alterar el orden.  Entre los animales caminaba una persona extraña (un investigador), cuando el joven lo vio se reflejó con su gran similitud física.

            Pasaron los días y el joven alienígeno observaba a escondidas al investigador, que se llamaba Carlos, hasta que cometió un error y con gran ruido cayó de un árbol. Así Carlos descubrió al hombre mono, como él lo bautizó. Sorprendido, lo saludó:

            —Hola, ¿cómo estás?, ¿cómo te llamas?

            El joven solo lo miraba y por dentro sentía una emoción de querer conocerlo.

            El investigador y el joven se comunicaban a base de señas. Ya con más confianza le nombro Ónix. Corrían y jugaban por la selva y pronto se dio cuenta de sus grandes habilidades. Ónix no corría, volaba y tenía una fuerza sorprendente; pasaron varios meses, su amistad creció, el lo enseño a hablar y a controlar sus poderes.

            Pasó el tiempo y platicaban mucho sobre la vida de la civilización humana, todo lo bueno y malo que ellos hacían, los problemas que provocaban en el medio ambiente, por lo que Ónix comento:

            —No sé cómo explicarte, siento algo por dentro muy malo.

            Carlos dice:

            —Cálmate, eso se llama coraje, odio o ira y eso es muy malo.

            Ónix pensaba lo que los humanos hacían con los animales y al planeta.

            —No sé cómo me comportaría si lastimaran a mi familia o a mis amigos.

            Carlos le comentó:

            —Nunca dejes que ellos te vean y mucho menos los lastimes porque te pueden hacer algo.

            Llegó el día en que Carlos se tenía que marchar de la selva.

            —Ónix, me tengo que ir, no es un adiós pero pronto volveré.

            El alíen, ahora de veintiún años lo observó, no comprendía sus palabras,  por lo que el investigador le dijo:

            —Me tengo que ir con mi familia, a mi hogar, pero pronto estaré contigo para seguir divirtiéndonos.

            Carlos se marchó y la selva no volvió a ser la misma. El hombre mono comenzó a  volar por toda la selva africana, un día llegaron muchas humanos en camiones, armas de fuego jaulas dispuestos a cazar a varios animales.

            Ónix escucho el rugir de los camiones y el alboroto de las aves que alertaron a toda la comunidad. Voló de árbol en árbol hasta verlos y se escondió para ver sus actos, asombrado por tal evento, de pronto se escucho un grito. Los visitantes decían ¡gorilas, corten las manos, queremos más! No sabía qué pensar.

            Se distrajo observando todo aquello que para él era nuevo cuando se escucharon varias explosiones, ‘pum’ ‘pum’, mataron a dos gorilas. Los cazadores, sonriendo, les cortaban las manos. Por primera vez Ónix experimentaba el odio y no se contuvo, se lanzó sobre los vehículos, los levantó y los lanzó sobre los humanos. A otros los atacó y todos quedaron conmocionados y desmayados. Algunos gritaban:

            —¿Están bien, qué pasó, qué nos atacó? -dijo un cazador- vi una sombra y salió volando ya no recuerdo más.

            Ónix,  a lo lejos, observaba y pensaba ‘esto es la guerra’.

            Los habitantes de la región comentaban la existencia de una persona o animal que volaba y atacaba a todo ser humano en la selva, el joven cada día era más famoso en los medios informativos por múltiples ataques a cazadores. En las noticias lo nombraban como héroe, otros como villano, mataba por matar y desaparecía. Los ambientalistas decían: ‘por fin un defensor del mundo animal’.

            Cada día Ónix estaba lleno de más coraje hacia los visitantes que llegaban a la selva. Tomó la decisión de comenzar a volar por todo el continente africano para tratar de hacer algo con todos los cazadores, pero comenzó a cometer múltiples delitos: matar personas, hacer destrozos en las ciudades, así como robos en tiendas para poderse alimentar, además de liberar animales que estaban en cautiverio. La noticia se estaba haciendo mundial porque ya había videos y fotografías de él y de sus habilidades, por lo que la noticia llego hasta oídos de su gran amigo, Carlos.

            Carlos hizo maletas y salió corriendo en búsqueda de su amigo. Pronto llegó a la selva africana pero no lo encontró, así que decidió esperarlo. Pasaron varios días hasta que por fin Ónix llegó a ver a su mamá gorila. Carlos le comentó:

            —Amigo, los humanos te localizaron, saben quién eres y representas un peligro. Te van a matar o te van a capturar para investigarte por tus habilidades.

            Ónix contestó:

            —Pero no hago nada malo, solo defiendo a mis amigos, no soy ningún peligro para la raza humana.

            El investigador dijo:

            —Para ellos eres un vil delincuente, asesino y un ladrón, te van a buscar y te van cazar.

             El joven contestó molesto:

            —Yo seguiré haciendo todo lo posible con tal de que no lastimen a mi familia.

            —Te van a matar y extinguir a tu familia o vas a servir de conejillo de indias de un laboratorio de investigaciones. Piensa tus actos por ti y tu familia. Va ser muy doloroso pero lo mejor será que te vayas.

            —¿Pero a dónde voy? Ya sé, te voy a mostrar algo que nadie ha visto, solo mi mamá y yo sabemos.

            Lo llevó a través de la selva a un lugar muy escondido. Dentro de una cueva estaba una nave que solo él controlaba. A lo lejos se escuchó mucho alboroto en la selva. Llegaban cientos de militares fuertemente armados en la búsqueda de aquel desconocido.

            Carlos comentó:

            —De prisa, sube a tu nave y vete mi buen amigo -Carlos sintió cabizbajo a Ónix-, te veo pronto.

            —Volveré a verte para proteger a mi familia. Ónix estiró su mano y salió volando en su nave.

            El investigador observó cómo la nave partía sin rumbo fijo y los militares quedaron asombrados al ver un vehículo volador y sin entender qué estaba pasando.

Carlos solo dijo:  —Algún día te volveré a ver, mi amigo.

 

 

CHACO, EL EXTRATERRESTRE

Martha Sandoval

 

En la ciudad de Chirandeo, Michoacán, las personas adultas, niños y jóvenes que vivían ahí no les gustaban las mascotas pero las tenían en sus casas. Juanito no le daba de comer a su pez y estaba todo flaco, comiendo de lo sucio de la pecera. Ana tenía como mascota un perrito que se la pasaba en la azotea pues a ella y a sus papás no le gustaba que estuviera en la casa. La señora Tecla tenía muchos pajaritos: gorriones, canarios y cenzontles pero todos vivían tristes, pues en ocasiones los visitaban unas cotorritas y las veían que volaban y se perdían en el cielo, ya no cantaban como antes de que estuvieran en las jaulas. El señor Toño tenía cinco gatos pero los tenía en una jaula para que no se fueran y a veces no les daba de comer.

            De pronto, a lo lejos en el firmamento, apareció una estrella con mucha luz que, al acercarse a la tierra dejó de ser estrella y se convirtió en una nave espacial. De ella bajó un extraterrestre llamado Chaco, que provenía de un planeta llamado Kepler y le llamó la atención lo que los humanos hacían y pensaban de los animales.

            —¿Cómo es posible que los humanos, que dicen tener sentimientos, hagan y tengan así a sus mascotas? Visitare a cada una.

            Pasó horas completas escuchándolos, pues en el planeta del que provenía Chaco hablaba el lenguaje de los animales.

            —¿Cómo? Nooo puede ser. ¿Así te tratan?

            —Sí, me patean mucho.

            —¿No te dan de comer?

            —Me dejan todo el día y a veces varios días sin comida.

            —¿Te dejan en la azotea todo el día y con este frio y cuando hace calor también?

            —Sí, siempre he vivido así.

            —¿No te cambian el agua de tu pecera?

            —Nunca.

            —¿No te quitan las pulgas?

            —No, tengo muchas.

            —¿No las dejan libres para volar por el campo?

            —No, siempre en la jaula

            Estaba sorprendido de todo lo que los humanos hacían y  recordó que él podía ayudarlos. Comenzó a  reunir a todas las personas de la ciudad y les envió ondas mentales, para cambiar todo lo que había en sus mentes sobre las mascotas, su manera de cuidarlos y desde ese día solo se escuchaban cosas buenas.

            —A mi pez, Cucú, le cambiaré su agua todos los días, así como me dijo el señor del acuario.

            —Pobrecito Max, mi papá lo bajará de la azotea y me dio permiso de tenerlo en casa. Ahora está en la veterinaria, lo están bañando y cortando el pelo, también le compró un collar con su nombre y estoy muy contenta porque voy a jugar con él.

            —Ya no puedo con tantos pajaritos, los dejaré libres para que puedan volar por el campo y sentir el viento.

            —Quiero mucho a mis gatitos, Michu, Pocho, Tacho, Chuchita y Chonita,  los dejaré libres, ya no estarán en la jaula y así visiten a la vecina, tal vez le tiren la basura y encuentren amigos o tal vez una novia juguetona.

            Así fue como Chaco cambió a las personas, sus ideas y su forma de pensar sobre las mascotas y todas ellas le dieron las gracias.

            —Creo que ya no tengo nada qué hacer en esta ciudad, visitaré una por una de todos los países y cambiaré la forma de pensar de todos. Algún día regresaré a mi planeta, donde las mascotas son los humanos.

 

 

EL VIAJE A LA LUNA

Claudia López

 

Juan y  Max querían conocer  el  espacio, especialmente  la luna, pero no sabían cómo hacerle  para viajar al espacio. Un día apareció en el jardín de su casa un cohete espacial. No sabían qué era. Empezaron a mirarlo, vieron su forma, era muy  grande. 

            —Vamos a subirnos, dijo Juan.

            De repente, el cohete encendió y se elevó y los llevó a toda velocidad a viajar por el espacio. Vieron  las estrellas que eran muy brillantes y de color azul,  muy luminosas y la luna de cerca era como como una esfera brillante. Se quedaron asombrados porque la luna tenía un conejo. Era muy grande.

            Cuando miraron las estrellas y la luna no podían creerlo.

            —Mira, mira -dijo Juan-,  un destello muy grande, ¿qué es eso?

            —Woaaoo! -dijo Max-, es un conejo muy grande.

            Temerosos porque el conejo se les acercaba, tenían miedo. Miraron fíjamente al conejo de la luna.  

            —¿Qué hacen aquí, amigos? -el conejo les preguntó-.

            Juan y Max contestaron:

            —Nosotros queríamos conocer la luna pero no sabíamos que tú vivieras  aquí.

            —Si, mi nombre es Tacho, yo tengo muchos años aquí en la luna, es mi hogar, este es un lugar maravilloso. Aquí no hay maldad y yo soy muy feliz,  puedo mirar todo lo que pasa en la Tierra. Entre más días pasan se está acabando, hay mucha contaminación, se están acabando los bosques, hay mucha basura tirada. Amiguitos,  no tengan miedo, yo no les haré daño.

            Juan y Max se acercaron junto al conejo.

            —No teman, no les haré daño, vengan.  Cuiden la tierra, recuerden que es su hogar porque cada día que pasa se está acabando su planeta de  tanto daño que le hacen.

            En su pensamiento, Juan dice: ‘yo tiro basura, qué daño tan grande estoy haciendo. Max también piensa: ‘yo  desperdicio el agua’

            Tacho les dijo:

            —Lleven un mensaje a los humanos: cuiden su hogar porque si no, se va a desaparecer la Tierra -Tacho se les acercó-, vengan amigos.

            Max y Juan se acercaron a Tacho y le dieron un fuerte abrazo.

            —Gracias, Tacho, por decirnos  qué daño le estamos haciendo a nuestro hogar,  es hora de regresar a la tierra y llevaremos tu mensaje. Haremos conciencia de no contaminar.

            Juan y Max se subieron al cohete pero, antes de despegar, le dijeron a Tacho que siempre, por la noche, lo saludarán antes de dormir. Se asomarán por la ventana para mirarlo y ver la luna.

            —Siempre te recordaremos, amigo Tacho.

 

 

GIGANTES AFUERA DE LA DESPENSA

Elizabeth Juárez Díaz

 

Orejas pequeñas, vestido de rosa y guantes grises, porque así le va mejor, ojos del tamaño de una sandía y tiene un gran corazón. El más ágil e inteligente de la pandilla mouse. Así es el gran Ratoni, quien vivía en una despensa de una casa de gigantes, con sus tres amigos: Resorte, Chicloso  y Guapo. Quienes a pesar ser también valientes a su modo, vivían atemorizados.

            Pues fuese de día o de noche, ellos preferían no salir porque los gigantes colocaban resortillos con pequeños trozos de queso, que si ellos comían quedaban atorados ahí, con  sus pequeñas patas apuntando al infinito y una nueva vida hacia el cielo.

            —A ver, muchachos, estamos listos para una nueva Ratoaventura levanten sus manos, quiero ver ese ánimo.

            —Lo hemos pensado mucho y esto no es vida.

            —Es verdad.

            —¿Qué pasará cuando tú seas atrapado como nuestro Tataramouseabuelo y no regreses más? ¿Quién nos traerá comida?

            —¡Moriremos de hambre!

            —Mira, lo hemos platicado y tenemos la solución.

            —Vaya, mi olfato alfa me dice que esto huele muy mal, pero los escucharé. ¿Que proponen hacer?

            —Nosotros hemos pensado que si colocamos un cascabel en las agujetas de los zapatos de los gigantes, podremos saber cuándo estén cerca y huir.

            —Y solo así nos sentiremos seguros y podremos salir contigo.

            —Y entonces tendremos mucho más comida.

 

            —Tilín -toca su nariz- mi súper nariz me dice que es una gran idea. Pero... ¿Quién va a colocar el cascabel en los zapatos?

            —Tú.

            —Sí, tú.

            —Tienes que ser tú.

            —Debo informarles que no podré ser yo quien lo haga. Pues la otra noche la punta de  mi cola ha quedado atrapada en uno de los resortillos. No había querido contarles para no preocuparlos. Uno de ustedes debe ir a realizar esta súper misión, en lo que yo me recupero.

            —Pero, pero, ¿estás loco?, -temblaban-.

            —Yo, con mi gran panza, no puedo correr, tendría que hacer mucho ejercicio primero y eso llevaría tiempo.

            —Vaya, yo estoy pelón y por lo tanto las ideas no me fluyen.

            —No podemos esperar, el tiempo es queso. Debemos actuar esta misma noche y como jefe de la pandilla propongo que vayan los tres juntos.

            —Recontrachanfle, creo que algo siento en mis pantaloncillos.

            —Todo sea por nunca dejar de comer queso.

            —Y por no ser atrapados y poder salir libremente.

 

            ESE MISMO DIA EN LA NOCHE…

            —Muy bien, mis muchachos, formados en fila. Aquí están los cascabeles, es hora de que se vayan.

            —Ay, diosito, que me caiga mejor en un colchoncito.

            —¿Qué dices?, no es hora de dormir, concéntrate.

            —Vamos chicos, esta noche triunfaremos.

 

            EN LA HABITACIÓN DE LOS GIGANTES (Los humanos)…

            —Zzz  zzz zzz zzz

            —Oye, Chicloso, ¿cómo decía esa canción que cantaba el otro día el gigante? ¿Los peces beben río qué?

            —Cállate, Guapo, no es momento de canciones, los vas a despertar.

            —Pero ¿qué ven mis ojos?, hemos sido timados, amigos.

            —¡Órale!, estoy soñando.

            —Nos han tratado como ratones de guardería.

            —Yo diría que en pañales y con chupón.

            —Alguien nos debe una explicación.

            —¿Cómo fuimos tan tontos?

            —Vamos, den media vuelta, que regresamos a casa, esto tiene que arreglarse.

 

MIENTRAS TANTO, EN LA DESPENSA…

            —Deliciosos trocitos de queso con mantequilla, lo mejor.

BARRIGA LLENA Y CORAZÓN DE RATÓN CONTENTO.

            —Dormiré un poco. Esto de volverme invisible es mucho más relajante que las clases de Yoga que toman los gigantes.

            —Pero, ¿qué dices? ¿Puedes hacerte invisible?

            —¿Y por qué nos has enviado con los gigantes?

            —Ellos ya tenían los cascabeles puestos, responde, ¿no que muy pistolas?

            —Relájense amigos, qué digo amigos, ¡hermanos!, los quiero, por eso los mandé.

 

            —¿Qué dices, quieres vernos muertos?

            —Yo me hice pis en mis pantaloncillos y son los únicos que tengo.

            —Nos debes una buena explicación.

            —¿Cómo creen ustedes que siempre tenemos queso cada día? Así es, yo tengo este gran Don, pero su idea de los cascabeles era muy buena, tanto que ya la había puesto en práctica yo. Sin embargo, quería que ustedes se dieran cuenta de la gran valentía que poseen y véanlo, ¡funcionó! Si un día llego a faltar ustedes no necesitan mis ideas, pues son las mismas. Quiten esos colores de furia de sus caras y mejor tomemos una siesta todos juntos, que mañana inician nuestras Ratoaventuras como grupo.

 

 

YOLLOTZIN

Teresa Peña González

 

 

            En esos momentos en lo que no encuentras la respuesta a tus dudas; o cuando no sabes qué decisión es la mejor para tomar…  

            Siempre podrás ir a buscar a Yollotzin.  Él es un súper héroe que con solo verte (y leerte la mente), sabe perfectamente qué o cuál es la mejor decisión que puedas tomar en esos momentos. 

            Su vida transcurre tranquilamente ayudando a la gente, como el caso de doña Petra, a la que siempre ayuda Yollotzin bajándole su gatito del árbol, o viendo qué es lo que necesita, ya que es una persona de edad avanzada y ya no puede hacer muchas cosas, entre ellas atender las travesuras de su mascota.

            —¡Yollotzin!  Otra vez Michis se subió al árbol. ¿Lo puedes bajar por favor?

            —Claro, doña Petra, no se preocupe, lo hago con mucho gusto.

            Doña Petra se siente un poco avergonzada con Yollotzin, ya que esto es todos los días, a veces una o dos veces cuando Michis se sale al jardín. Y en agradecimiento a su buena voluntad le regala alguna fruta.

            —Mira, Yollotzin, en agradecimiento por tu gran ayuda te doy esta manzana para que te la comas ahora que vas a tu casa.

            —Muchas gracias, doña Petra, pero no tiene porqué regalarme cosas, yo lo hago con mucho gusto.

            —Yo sé que así es, Yollotzin, pero sé que tienes otras cosas que hacer, y a otras personas que ayudar; sin embargo estas aquí ayudándome con Michis.

            Yollotzin toma la manzana y se va a su casa, y en el camino le llega a su mente el pensamiento de Sandra, su amiga de toda la vida. Ella es bastante olvidadiza; por lo que Yollotzin siempre está al pendiente de ella.

            —No me acuerdo si les apagué o no a los frijoles que puse en la estufa.  Y ya no alcanzo a llegar a la casa para ver si es cierto. Aunque ya estoy cerca se me van a quemar otra vez.

            Yollotzin corre de inmediato a casa de su amiga, Sandra, a apagar los frijoles antes de que aquello se pueda convertir en una buena quemazón. Y evitar que otra vez no se le vuelvan a quemar, ya que la mayoría de las veces se le queman y su esposo la regaña a cada rato. Él sabe que puede evitar esta situación, por eso corre lo más rápido que puede para llegar a tiempo a la casa de Sandra.

            Llega justo en el momento en que los frijoles empezaban a salirse de la olla como si fueran palomitas, y apaga la estufa y abre las ventanas de la cocina para que no huela a frijoles medio quemados, en eso llega Sandra.

            —Yollotzin, otra vez me has salvado de una buena regañada de mi esposo.

            —No te preocupes, Sandra, ya me lo imaginada.  Por eso leí en tu mente que se te habían olvidado otra vez. Lo bueno es que fue justo a tiempo y no pasó a mayores. Solo queda el olor.

            —Muchas gracias, Yollotzin, ahora a abrir bien las ventanas para que se vaya el olor -dice Sandra mientras las abre y toma un aromatizante que tiene en la cocina, y lo rocia con toda prisa para que el olor se vaya lo más pronto posible, y no dejar rastros para cuando llegue su esposo-.

            —No te preocupes, Sandra, ahora me voy porque tengo a gente que seguir ayudando a tomar mejores decisiones, y me están esperando en mi casa -dice Yollotzin y se va rápidamente a su casa, sin siquiera despedirse bien de su amiga Sandra.

            Llegando a su casa observa que ya lo están esperando dos personas que traen una cara de preocupación y de angustia, Yollotzin los saluda y los invita a pasar a su casa.

            —Buenas tardes, espero no haberlos hecho esperar mucho, tuve un contratiempo. Pero ahorita platico con cada uno de Ustedes.

            —Muchas gracias, Yollotzin, no teníamos mucho rato aquí esperándote.

            Yollotzin abre la puerta de su casa y los invita a pasar a la sala, en donde tiene unas sillas y ellos se sientan mientras esperan a que prenda unas velas y se acomode en su mesita en donde los recibe.

            Pasa a la mesita Aurora, una señora que tiene muchos problemas con su esposo. Se sienta frente a Yollotzin y solo le dice:

            —Yollotzin, ya no sé qué hacer con Pancracio, cada día…

            —No tienes nada que más decirme, Aurora, estoy viendo tu alma y tu mente. Sé que por más que lo has tratado bien y no se han peleado, Pancracio de verdad no puede más con la presión del trabajo y de la pandemia, no hay trabajo seguro ni dinero que alcance para mantenerse.

            —Pero, Yollotzin, él no quiere que yo lo ayude vendiendo aunque sea unas gelatinas afuera de la casa. Así tendríamos un poco de dinero y no andar tan presionados con los pagos.

            —Si, Aurora, pero aunque te duela, es una lección que Pancracio tiene que aprender.

            —¿Cuál?  -dice Aurora, sorprendida-.

            —Sé que en estos momentos estás con ese enojo, pero Pancracio tiene que aprender a dejarse ayudar, y más por ti que eres su esposa. Va a tener que llorar al verse más lleno de deudas y de presiones, y entonces te va a pedir perdón por no haber aceptado tu ayuda.  Tú deja que el tiempo actúe como tiene que ser, y ya verás que pronto salen de esta situación.

            —Pero, Yollotzin -dice Aurora, sin entender nada- ¿eso significa que nada puedo hacer por él?

            —Nada, sé que te duele pero es una lección de vida que él solito tiene que aprender.

            —Muchas gracias, Yollotzin,  esperaré a que esto pase.

            —Si, no te preocupes demasiado, solo Dios sabe porqué le está mandando esta lección a tu marido, Pancracio.

            Se levanta Aurora de la silla, y retira de la mesita en donde está Yollotzin. No sin antes darle las gracias, y salir sin entender todavía bien sus palabras.

            En algunas ocasiones, los consejos que les da aparentemente no son los que uno quisiera oír; sin embargo aún en esos momentos “malos” tenemos todos algo nuevo que aprender para el bien de nuestra vida, y de los demás con los que vivimos.

            Cuando Aurora se va, a Yollotzin le aparece una pluma de ángel en su mesa, él las guarda en un costalito que tiene en su cuarto; ya que es una forma del cielo de decirle que está usando bien su súper poder. Y que las plumas son mágicas aunque todavía no sabe bien cómo usarlas. Por eso trae algunas en el bolso que siempre carga.

 

            Enseguida se siente frente a él Juan, que quiere saber qué carrera debe de escoger; ya que no sabe qué hacer. Le han dando tanta información que está muy confundido.

            —Yollotzin, tú que lees la mente y el corazón de las personas, necesito de tu ayuda. Pues tengo que tomar una gran decisión en mi vida.

            —Sí, lo sé muy bien, Juan. Pero ¿qué es lo que realmente quieres tú hacer con tu vida? ¿Estudiar lo que quieren tus papás, o lo que a ti realmente te gusta, tu pasión de vida?

            —Mmm,  es que eso es lo que no sé Yollotzin  -dice Juan mientras se rasca la cabeza-.

            —No digas más, déjame leer tu mente y tu corazón, amigo mío.

            Yollotzin cierra sus ojos, ladea su cabeza y con una mano toca el corazón de Juan, respira profundamente y le da un pequeño zape en la frente mientras le dice:

            —¡Ay, Juan! La respuesta la tienes en tu corazón, solo que quieres complacer a tus papás. Tu mente te está tendiendo una trampa.

            —¡Ja ja ja!  Es que quiero claridad y saber si eso es lo mejor para mí, y a la vez mis papás no se sientan defraudados por no haber estudiado lo que ellos quieren.  Y poderles decir que Tú me ayudaste a tomar esta decisión.

            Sueltan a la par unas sonoras carcajadas los dos, parecían niños chiquitos, hasta las lágrimas les salían de tanto reír.  Así siguieron un buen rato hasta que les dolió la panza de tanto esfuerzo. Ya cuando se les acabo la risa, Juan se seca las lágrimas con el antebrazo y le dá las gracias a Yollotzin por su “gran consejo” y se va a su casa muy contento, satisfecho y plenamente convencido de que va a estudiar la carrera que él quiere de verdad; lo que va a ser su profesión y su pasión de por vida

            Yollotzin se queda en su casa muy satisfecho de haber ayudado a estas dos personas en tomar sus mejores decisiones. Su vida es así, ayudando a la gente, así transcurren los días en la vida de nuestro amigo, hasta que un día se topa con un niño que está llorando.

            —¿Qué te pasa, Reynaldo?

            —Yollotzin, estoy muy asustado.  Me acabo de encontrar con Cirilo.

            —¿Cirilo? ¿Quién es él, Reynaldo?   -Pregunta un tanto extrañado Yollotzin-.

            —¡Buuuaaa!, ¡buuaaa!  Cirilo es una mala persona, me dijo que si no le doy dinero, mi papá y mi perrito, Firulais se van a morir pronto.

            —Pero ¿por qué te dijo eso el tal Cirilo?, no lo entiendo, Reynaldo.

            —Es que yo estaba pensando en que los dos están malitos y ya viejitos, y no quiero que esto suceda. Cuando de pronto se me apareció Cirilo; y me dijo que si le daba todo mi dinero, él hacía que ellos no se murieran.

            —¿Y tú qué hiciste, Reynaldo?

            —Pues le di todo mi dinero y mis ahorros, Yollotzin,  ya no tengo nada de dinero.

            —No te preocupes, Reynaldo, yo me hago cargo de Cirilo. Para que no siga quitándole el dinero a la gente buena como tú.

            Yollotzin pone cara de enojo, ya que sabe que eso no es lo correcto, y menos quitarle el dinero a un indefenso niño. Frunce el ceño y le pregunta a Reynaldo:

            —¿Y cómo es Cirilo? Para irlo a buscar en este momento.

            Reynaldo le dice cómo es Cirilo y en donde localizarlo, ya que tiene su banca preferida dentro de un parque, en donde se sienta a ver a la gente y cuenta el dinero que les ha quitado. Yollotzin lo escucha con mucha atención para retener en su mente todo lo que le dice su nuevo amigo.  Y le dice:

            —No te preocupes, nada de eso malo va a pasar, de Cirilo yo me encargo. Pero por favor no le vuelvas a dar ya más dinero ya que solo te va a seguir chantajeando.

            Yollotzin se va a buscar a Cirilo al parque, y lo encuentra en la banca sentado muy tranquilamente contando el dinero. Se le acerca y cuando lo tiene cerca le lee la mente, sin embargo él le dice:

            —Tú no me vas a hacer bueno, yo también puedo leer las mentes de los demás. Y soy muy feliz atormentando y sacándoles el dinero. ¡Ja ja ja!  Soy malo y así seguiré siendo, ya que no sé hacer otra cosa más que chantajear a la gente con sus malos pensamientos y sus futuras desgracias.  No te voy a hacer caso, Yollotzin.

            Yollotzin se va muy triste del parque, ya que no pudo convencer ni hablar con Cirilo para que cambie, y de que use su súper poder para ayudar a los demás. Y va pensando en que, si Cirilo tiene el mismo poder que él, tiene que protegerse ya que le va a tratar de leer la mente.

            Y tal vez Cirilo le quiera hacer daño más adelante, para que no lo vuelva a tratar de convencer; sabe perfectamente que tiene que protegerse. En la noche se la pasa pensando en cómo hacerle, en eso un ángel se le aparece y le dice con dulce voz:

            —Yollotzin, hazte un casco con las plumas que te hemos dado, con ellas no te va a leer la mente el malo de Cirilo.

            Yollotzin se pasa toda la noche haciendo el casco con las plumas que le han dado los ángeles, cociendo y acomodando cada una de ellas, para que le quede un súper casco y no tenga ningún espacio ni huequito por donde pudiera entrar el pensamiento de Cirilo.

            Al día siguiente hace un plan para atrapar a Cirilo y poderlo mandar a algún en donde ya no vuelva a hacer más daño; ya que sus malas acciones solo traen problemas y preocupaciones a la gente. Su plan es atacarlo de sorpresa y con la ayuda de una cuerda…

            Lo va a buscar al parque en donde lo encuentra, otra vez, chantajeando a una persona para que le dé dinero; Yollotzin solo observa, ya que, si interfiere, Cirilo se va a ir y no lo puede atrapar. Mientras prepara su cuerda enrollándola muy bien para poderlo lazar; espera a que Cirilo esté despistado contando el dinero que acaba de quitarle a la señora. En eso:

            ¡Pum!   ¡Zass!  ¡Ouch!

            Yollotzin le avienta el lazo a Cirilo, pero él voltea con cara de susto.

            —¡Oye, qué te pasa!,  -en su reacción de sorpresa le da unos manotazos para evitar que lo amarre.

            —¡Sorpresaaa! Ahora si me las vas a pagar, Cirilo.

            —Eso es lo que tú crees, Yollotzin, yo soy más fuerte que tú.

            Y los dos empiezan a pelear hasta que Yollotzin lo laza de los pies, y ¡Zas!  Cirilo azota cual res en piales.  Se queda totalmente noqueado, sin aire, totalmente sofocado; esa oportunidad la aprovecha Yollotzin para enrollarlo con toda la cuerda y dejarlo sin oportunidad de zafarse ni de ir a ningún otro lado.

            Mientras termina de lazarlo le dice:

            —Ya no te permitiré que sigas chantajeando a la gente leyéndole la mente; eres muy malo. Tu poder es para ayudar, no para sacarles dinero. No quisiste hacer caso.  Por eso ahora vas a pagar todas tus malas acciones. Te vas a ir a un lugar donde ya no puedas hacer daño a nadie más.

            Cuando termina de hablar se abre un portal en el espacio, de donde salen unos ángeles que esperan a que Yollotzin les entregue a Cirilo; que aún no entiende qué es lo que está pasando en esos momentos. Los ángeles son los que se van a encargar de que Cirilo ya no ande por ahí haciendo más chantajes a la gente. Ellos lo van a tener muy bien vigilado en la otra dimensión.

            Los ángeles se llevan a Cirilo a un lugar en donde lo está esperando una jaula con barrotes luminosos, le abren la puerta y lo meten. Ya Cirilo está despierto y muy enojado porque Yollotzin le ganó y ahora está en una dimensión con ángeles y donde hay mucha luz; eso a él le molesta ya que significa que perdió.

            ¡Zas!

            Cirilo da un fuerte puñetazo entre los barrotes para golpear al ángel que lo metió en esa jaula y tratar de escapar de esa dimensión, él solo quiere regresar a la tierra y seguir haciendo el mal y chantajear a la gente para que le den dinero.  Sin embargo, el ángel esquiva oportunamente tal puñetazo, y en respuesta a su agresión le manda un rayo que lo deja otra vez inconsciente.

            Al despertar, Cirilo ya no está en la jaula iluminada; ahora se encuentra en un calabozo obscuro, frio y tenebroso. Empieza a gritar:

            —Sáquenme de aquí, yo no hice nada malo. Solo me defendí de Yollotzin -dice mientras llora-.

            En eso se aparece un ángel y le dice:

            —Cirilo, tu alma es muy negra y tú eres muy malo, ya vimos que nunca vas a cambiar. Y como me quisiste golpear, ahora estás en este calabozo.    Aquí te vas a quedar por toda la eternidad.

            —¡Nooo!  ¡snif!   ¡snif!

            —Así es, de aquí ya no vas a salir, ni a ver la luz del día.

            —Pe pero yo quiero regresar a la tierra.

            —Para qué?  Para seguir chantajeando a la gente, Cirilo?

            El ángel le dice a Cirilo que su vida en la tierra ya se acabó y ahora tiene que pagar todo el mal que hizo.

            Cirilo se queda llorando arrepentido de haber vivido así, de haber mal usado su súper poder de leer la mente y, acordándose de que Yollotzin lo trató de convencer de ser bueno; y él simplemente no le hizo caso, ahora tiene que pagar un precio muy alto por sus malas acciones.

 

UNA HEROÍNA DIFERENTE

Luisa Valeria Rodríguez

 

En la ciudad de Turulu habitaba una ancianita que en sus tiempos había sido una súper heroína.

            —Cómo me gustaría volver a mis tiempos –dice la viejita, sentada en la sala,  imaginándose en acción.

            La ancianita quiere ver la tele pero se le había olvidado en la cocina el control remoto. Estira la mano hasta llegar a la cocina, toma el control y cuando trata de regresar su brazo se cae por la flacidez, tirado en el suelo tuvo que arrastrar el brazo para poder tomar el control.

            A las doce, como cada día, llegaban sus nietos que ella cuidaba de lunes a viernes. Sus nietos le hacían muchas travesuras, solo ellos sabían la identidad de ella y sabían que todavía existía la Chica Estirable.

            Un martes, estaban jugando un juego de mesa los cuatro, cuando de repente sale en la televisión un anuncio: ‘Escapó de la cárcel el súper villano de los años 70´s, en el siglo pasado, el Doctor Cabezón”, quien era el archienemigo de la abuelita.

            Los nietos le empezaron a decir que tenía que detenerlo pero ella no quería, decía que ya estaba demasiado vieja para eso, que se encargaran los súper héroes nuevos de agarrarlo cuando salió otro anuncio en la televisión:

            ‘El doctor cabezón a tomado de rehenes a todos los súper’.

            En la tele sale una imagen de los súper adentro de una celda.

            Cuando sus nietos voltearon para volver a insistir que tenía que ir a rescatarlos, ella ya no estaba, había ido a su cuarto por su súper traje.

            Cuando regresó, sus nietos estaban asombrados por cómo lucia su abuelita.

            —Abuelita, nosotros vamos contigo, te podemos ayudar, -la abuelita les dijo que no iba a poner en riesgo su vida.

            Para pronto, la abuelita salió de su casa e iba brincando de casa en casa hasta llegar con el Doctor.

            Cuando llegó al lugar, el Doctor Cabezón empezó a dispararle con su láser, pero la abuelita, como era muy flexible, se empezó a mover de un lado para otro. Cuando dejó de disparar, a la abuelita le costó trabajo que sus brazos y piernas regresaran a su lugar.

            El Doctor Cabezón se empezó a reír y su cabezota se empezaba a poner roja y a zumbar. Se agarraba la cabeza porque por poquito se iba de lado. En lo que trataba de no caerse, la abuelita se levantó y lanzó su brazo con el puño cerrado para darle su primer golpazo. Le golpeó la cabezota y logró derrumbarlo. La abuelita trató de sacar a los súper de la jaula pero sus débiles brazos no pudieron por el artritis. El Doctor Cabezón se levantó con su bastón y le dio un golpe con él, pero no le hizo nada. Volteó la abuelita y, en lo que se peleaban, los demás súper lograron salir de la jaula y se unieron a la viejita. Entonces ya eran once contra el Doctor Cabezón. Empezaron a golpearlo y el villano, con cada golpe, se iba haciendo hacia atrás y terminó por quedar encerrado en su propia trampa.

            Todos los súper empezaron a agradecer a la abuelita por ir a rescatarlos. La alzaron y empezaron a gritar:

—¡Abuelita elástica!

            Desde ese momento supo la abuelita que la edad no importa y que podía seguir haciendo lo que más le gustaba: salvar al mundo.

 

 

EL PODER DE LA MENTE

Teresita Güendiola Guzmán Sánchez

 

En Uriangato, en la colonia 24 de Junio, vivía Carmen. Era hermosa, con unos ojos azules. Nació con el don de poder leer la mente. Su familia era de bajos recursos. Sus padres la apoyaban porque no le gustaba y no aceptaba sus condiciones de vida.

            Cuando salió de la preparatoria decidió estudiar para contador público en la Ciudad de México. Ahí conoció a Marisol, una chica muy inteligente, muy popular y venia de buena cuna. Se hicieron las mejores amigas, pero Carmen veía el estilo de vida de Marisol y todo lo que tenía lo quería para ella, hasta su novio, que era un piloto aviador, de nombre Edgar; muy guapo, simpático y de muy buenos sentimientos.

            Al lado de la universidad donde ellas estudiaban, estaba la escuela de futbol del club América. Iban seguido a ver los partidos, fue donde conocieron a Edwin Jiménez, quien estudiaba ahí. Era un joven con mucho talento, su sueño era debutar en el equipo. Carmen sabía que Edwin estaba enamorado de Marisol, cosa que le causaba mucha envidia. El joven la invitó a salir a tomar un helado al centro comercial pero ella se negó por le comentó que tenía novio, de quien estaba enamorada y lo amaba mucho.

            Carmen sabía de antemano los sentimientos de Edgar y Edwin Jiménez hacia Marisol. Sabía que los dos eran el mejor prospecto de cualquier chica por su talento y su inteligencia, pero a Carmen lo que más le interesaba era su dinero. No le gustaba que su amiga lo tuviera todo. Así que de ahí comenzó todo.

            Empezó a meterse en la relación de su amiga, hablándole mal de su novio hasta que logro quedárselo parta ella. También con Edwin hizo lo mismo: intrigas y chismes. Marisol ni cuenta se daba de que su amiga había traicionado su amistad, pero no contaba que desde el planeta Júpiter, Marchi un extraterrestre, siempre la observaba. Idolatraba a Marisol, así que decidió venir al planeta Tierra para ayudarla.

            Marchi era muy inteligente, inventó una inyección para quitarle a Carmen el poder de leer la mente. Marchi le contó todo a Marisol aunque ella no lo creía y sufrió mucho.

            Invitó a Carmen a su casa para que Marchi le pusiera la inyección, como pudo lo logró y Carmen ya no tenía ese poder para que no hiciera más daño, ni a Marisol ni a nadie más. Marchi se puso muy contento de su logro.

            —Ya cumplí mi misión, me marcho a mi planeta -se despidió de Marisol, quien de agradecimiento le dio un beso en la mejilla-.

            Después de tiempo, Marisol se dio la oportunidad de una relación con Edwin Jiménez y se hicieron novios.

            Carmen se quedó sola y sin amigos, Marisol jamás volvió a saber de ella y fue feliz. Cuando terminó su carrera se casó con Edwin Jiménez ya que el también destaco en las grandes ligas y vivieron muy felices por siempre.

 

 

PERDIDOS EN EL OLVIDO

Iván Longoria

 

Las pisadas aún eran perceptibles en el centro de la mancha como una infinita agonía. Aquella masa deforme, sin apariencia humana o animal, era la principal atracción para dos condenados a muerte. Uno de ellos se dirigió al único asiento disponible.

            —Todavía no lo entiendes, ¿verdad? –dijo Periodista 2 mientras prendía un cigarro – en México, hasta los tabloides manchan de sangre a sus lectores.

            Periodista 1 no contestó; se quedó mirando fijamente a la cosa. En el primer piso, la plática y las risas aumentaban de intensidad. Mientras tanto, en el sótano, el único foco encendido no dejaba de parpadear.

            —Van a bajar. Estoy seguro de que no tardan –habló estoicamente Periodista 2, al mismo tiempo que echaba un vistazo al estrecho lugar-.

            —Por lo menos deberíamos buscar una salida –dijo Periodista 1, dando un par de pasos –, además, ni siquiera sabemos qué es eso de ahí.

            —¿Para qué? La puerta está bloqueada. Y no tenemos ningún aparato para comunicarnos con el exterior –dijo Periodista 2, aventando la colilla de su cigarro-.

            En el nivel principal la música subió de volumen. Como una señal de indiferencia ante sus invitados. Los dos se quedaron mirando el techo. La luz se fue por unos segundos y un ruido extraño y metálico se hizo presente. La mediana fosforescencia amarilla regresó a la habitación. Los dos periodistas, entre una sensación que iba del pánico a la desesperación, no pudieron platicar ni moverse. Como si un rayo los hubiera atravesado. Al final, con una evidente voz trémula, Periodista 1 balbuceó:

            —¿Capturaron a alguien más?

            —No lo sé.

            —¡Bueno! Hay que averiguar.

            —¿Cómo?, –gritó periodista 2-.

            El volumen de la sala general empezó a descender. Periodista 1 fue hacia la pared más cercana. Se sentó, se paró, se volvió a sentar y nuevamente se levantó. Caminó un poco y tímidamente pronunció:

            —Tal vez si…

            Repentinamente, la luz se apagó y el ruido cesó por completo. Como si nunca hubiera estado nadie. Como si su único habitante fuera el silencio. Cuando la iluminación volvió, los dos periodistas estaban paralizados. Nadie abrió la puerta. Nadie fue a visitarlos. En medio del lugar, las pisadas habían quedado cubiertas por una enorme mancha negra. Alguien se había movido y, sin embargo, el problema no es que la masa se mueva. Cada uno tenía recuerdos de objetos y seres gelatinosos. Lo terrible es cuando dice tu nombre.

 

 



















 

 

 

 

 

 

 

 

 

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