DEL CUENTO AL CÓMIC
El Taller de
creación de historietas con los bibliotecarios de la Red de Bibliotecas del Estado de Guanajuato, ha sido una experiencia muy interesante. La
historieta es un medio adecuado para iniciar a los jóvenes y niños en la
lectura. A través de los talleres virtuales que hemos tenido a lo largo de este
laaargo 2020, año del Coronavirus, hemos visto a niñas y niños y lectores
adolescentes, mostrar cada vez mayor interés no solo en la lectura de
historietas, sino en la creación de las mismas. De ahí el proyecto de apoyar a
los bibliotecarios en capacitarse para que puedan crear talleres locales, con
los usuarios más jóvenes de las bibliotecas de cada municipio, y de este modo
utilizar un medio más ameno para acercarlos a la lectura. Eventualmente, estos
lectores y creadores de historietas, llegarán a ser lectores asiduos de textos
más complejos. Ese es el objetivo.
Esta
es una muestra del trabajo que desarrollan los asistentes a los talleres de
cómic e historieta. Son los textos base de donde se crean las historietas
ilustradas que, con mucho ánimo, tomando en cuenta que muy pocos son artistas,
han sido elaboradas a lo largo de este año 2020. Mi agradecimiento a la
Dirección de bibliotecas de Guanajuato por invitarme a participar en este gran
esfuerzo por crear más y mejores lectores en nuestro estado. Y una enorme
felicitación a las y los bibliotecarios que con tanto interés y esfuerzo
lograron superar el reto de dibujar, ilustrar, escribir y compartir grandes
historias en apenas unas cuantas páginas de historieta. Gracias por todo y lo
que le sigue.
Julio Edgar Méndez
EL GRAN ROBO
Ma. Isabel Ramírez Morales
Teobromino Marín es un hombre de 30 años, de cuerpo
atlético, rubio y piel blanca como la nieve, trabaja como guardia de seguridad
del Museo de Louvre, pero él tiene un secreto: puede teletransportarse a través
del tiempo y tiene un traje que lo vuelve invisible.
Al
terminar su segundo rondín, Teobromino le comentó a Basset:
—Oye,
Basset juguemos un ajedrez para pasar la noche.
—Ummm,
sí, deja preparo un café bien cargado.
Suena
el teléfono: Ring, ring
—¿Hola?
–respondió Teobromino.
Se
escucha una voz disfrazada:
—Señor
Marín, es usted un incompetente, hoy casi en sus narices hemos robado la Mona
Lisa, y nunca nos atraparan, jajaja.
—Aaahhh,
¿quién habla?
Teobromino
rápidamente informa a su compañero sobre lo sucedido y le pide revisen las
cámaras de seguridad.
Se
percatan de que han sido saboteadas y no pueden darse cuenta de quién ha robado
la gran pintura.
—Espera,
-dijo Teobromino- aún no llames a la policía.
Teobromino
corre al sótano y a través de un pasadizo secreto, a imitación de un mexicano
de apellido Guzmán, llega a su cuartel general en donde toma su traje especial
y se transforma en Teletransporter. Ahí también tiene su máquina del tiempo.
Para
resolver este misterio y recuperar La Mona Lisa, programa su máquina para
retroceder dos horas el tiempo y se introduce para saber quién es el o los
ladrones porque la voz en el teléfono dijo “nunca nos atraparan”.
De
manera vertiginosa y lanzando chispas multicolores Teletransporter retrocede en
el tiempo y puede estar atento al lado del cuadro de La Mona Lisa. A las 2:00
de la mañana puede vislumbrar tres sombras en la penumbra que se deslizan
sigilosamente dentro del museo y hábilmente desactivan las alarmas y logran
tomar la pintura.
Teletransporter
logra subir a la parte trasera de la camioneta que los esperaba detrás del
museo.
Los
malhechores, al sentirse seguros, se despojan de los pasamontañas y
Teletransporter puede ver sus rostros,
se da cuenta de que se trata de La Banda
de la Estrella: integrada por Portia Pollux, Luis Betelgeux, Saffron Sirius
y Basilio Vega; quienes tienen su guarida a las afueras de Paris.
Al
llegar a su guarida festejaron y bebieron champaña.
En
cuanto se quedaron dormidos, Teletransporter aprovecha para tomar el cuadro y
ponerlo a salvo, toma un teléfono y llama a su compañero para que envíe a la
policía al lugar, pero tropezó y ¡zaz! se cae la botella cercana, y despierta a
los malechores, y se dan cuenta de que el cuadro se mueve solo y hasta se les
quita la borrachera.
Se
quedaron pasmados mientras Teletransporter les lanzaba objetos y logró
mantenerlos ocuparlos hasta que llegó la policía y pudieron recuperar el
cuadro…
Los
malhechores fueron aprendidos y de repente, escucharon una voz:
—¿Quién
dijo que era un incompetente?
Solo
escucharon una risa que no supieron de dónde provenía
Ja,
ja, ja.
EL PECADO DE
ARANZA
Josefina de la Cruz Saldaña
—No, no, no, Aranza, de ninguna manera, cuando se
comete un error se afrontan las consecuencias con valor, es imperdonable que
por cubrir una falta se quiera cometer un crimen peor. Ninguna culpa tiene esa
inocente criatura de que el malvado que lo engendró, sea un irresponsable y tú,
Aranza, por querer ocultar tu pecado quieras matarlo. Aquí estoy yo, como que
me llamo Ernesto, y no permitiré
semejante infamia. Yo reconoceré a tu hijo, aunque nunca me hayas querido,
serás mi esposa y tu hijo nacerá.
El
recuerdo de Aranza se vuelve a los días en que estaba enamorada de Antonio, su
gran amor.
—Antonio,
mis padres nunca van a permitir nuestra relación, ya que tú eres el capataz de
la hacienda de mis padres y yo una mujer de alta sociedad, educada siempre en
internados de ciudad.
—Aranza,
nuestro amor romperá todas las barreras. A mí no me importan las clases
sociales, a mí me importa nuestro amor, que se hace más grande al contemplar tu
pureza y belleza que se vuelven algo mágico en mi vida.
—Sí,
Antonio, pero mis padres están muy arraigados a las costumbres y tradiciones y
no permitirán nuestro amor.
Aranza
y Antonio siguieron los impulsos de su corazón y viéndose a escondidas; su amor
cada día creció más y más. Cuando Antonio besaba a Aranza, ella se asustaba.
—No,
Antonio, porque mi madre dice que eso es pecado, sólo cuando estemos casados
nos podremos besar.
Antonio
sonreía:
—Qué
inocente eres, Aranza.
Sus
encuentros ya eran muy seguidos y llegó lo inevitable, se entregaron totalmente
al deseo de sus cuerpos y al amor que los fue uniendo.
Una
tarde de primavera llegaron a su escondite de amor y no se dieron cuenta de que
uno de los trabajadores del padre de Aranza los había seguido y se quedó
espiándolos. Fue y le contó a su patrón lo que había visto.
Llegó
Aranza muy tranquila a su casa y ya la esperaban sus padres muy enojados. Le
reprocharon su comportamiento, ella lloró y suplicó. No tiene nada de malo el
amor que hay entre ella y Antonio. Su padre, enojado, le dice que la va a
mandar de regreso al internado de donde nunca debió haber salido.
Al
día siguiente la mandaron de regreso al internado y no pudo despedirse de
Antonio. Pasó el tiempo, una mañana estando en clases, se desmayó y la llevaron
a la enfermería. Al revisarla, el médico se dio cuenta de que estaba embarazada
y se lo dice, dando a su vez aviso a las autoridades del internado.
Llamaron
inmediatamente a sus padres y la que se presentó fue su madre.
—Aranza,
ya me confirmó el médico que estás embarazada
y son indicaciones de tu padre que tenemos que acabar con tu pecado;
puesto que se le informó a ese hombre malvado que te embarazó y sus palabras
fueron que no quiere volver a verte.
Aranza
se resistió a creer lo que su madre dijo y no volvió a saber nada de Antonio.
En el
internado donde se encuentra Aranza, las madres cada domingo la llevaban a misa
y, saliendo de ahí, se sentaban a tomar una nieve. Ahí conoció a Ernesto y,
como es hijo de muy buena familia, las madres no se oponen a esa amistad. Pasado
el tiempo Ernesto se enamoró de Aranza, pero ella todo el tiempo le dice que
nunca podrá amarlo pues su corazón le pertenece a Antonio.
Aranza
veía cada amanecer con la esperanza de saber noticias de Antonio, pero jamás
volvió a saber de él.
—Ernesto,
estoy pensando que mis padres no me van a dejar tener a mi hijo, sé que lo
harán.
»He
visto que por este pueblo pasan muchos batallones ¿por qué luchan, Ernesto?
—Luchan
por la revolución, Aranza, por sus ideales y por el amor a sus tierras.
—Mmm ¿y
sí me escapo del internado y me voy a la revolución?
—No
lo soportarías, Aranza.
—Nada
será peor que soportar que mis padres no me dejen tener a mi hijo, porque lo
consideran mi pecado.
—No,
no, no, ya te dije que me voy a casar contigo.
Cada
noche, antes de dormir, Aranza piensa cómo escapar del internado para unirse a
la revolución. Para luchar por su ideal de tener a su hijo.
—Ernesto,
si dices que me quieres, ayúdame a escapar.
—Lo
voy a pensar.
Lo
convenció y empezaron a planear la huida.
Y una
noche:
—Cállate,
nos van a escuchar.
—No
veo el camino que nos conduce al campamento.
—Vamos
a descansar, no puedo más, me duele mucho el vientre, no puede ser, creo que el
niño ya nacerá.
—¡Aguanta!
—¡No!,
me duele mucho y me está saliendo un líquido raro.
—Recuéstate,
voy a sacar las mantas que traemos.
De
pronto, a lo lejos, se ven unas luces y se van acercando a ellos y, cuando
menos acuerdan, estaban rodeados de soldados y les preguntaron qué estaban
haciendo escondidos.
Se
escucha la voz de otro soldado.
—Seguro
son unos traidores, mi coronel Mejía.
—No…
ya no puedo más. mi hijo está por nacer. Ernesto, no me dejes, tengo miedo.
Llegó
un soldado con una mujer casi a rastras.
—Mi General,
escuché que va a nacer un chamaco y traje a la comadrona del batallón.
—¡Retírense!
-grita el general mejía-, dejen solas a las mujeres para que nazca el chamaco.
—A
ver, tú, ¿cómo dices que te llamas?
—Ernesto.
—¿Qué
andan haciendo por aquí? Por las ropas
finas que trae tu mujer se ve que son de gente de dinero.
—No
es mi mujer.
Y le
platicó su historia al Coronel.
—Y
por eso nos encontraron escondidos en los matorrales, yo me perdí y no encontraba el camino para ir al
encuentro de ustedes y unirnos a su causa, si es que nos aceptaban.
—Está
bueno, sí es así, únanse a nuestra causa pero no es fácil andar en la
revolución y eso de que no es tu mujer ya veremos.
Nació
el hijo de Aranza, al cual lo llamaron Clemente. Fue creciendo entre soldados,
batallas, armas, pero feliz ya que jugaba que de grande sería como el coronel Mejía.
—Aranza,
no hemos vuelto a saber de tus padres y de Antonio, tu hijo ya creció y le he
dado mi nombre. Pero ¿tú y yo cuando nos casamos, o es que no me quieres?
—Sí,
Ernesto, te quiero mucho, pero casarnos…
EL FANTASMA DE
MAMÁ
Marlén Jiménez
Les voy a contar algo… ¡Creo que mi mamá es un
fantasma!
Siempre se mueven las cosas y las puertas se abren
solas, ya se lo conté a mi mamá pero solo le da risa y me dice que no pasa nada.
Una noche estaba en mi ventana mirando la luna, cuando
vi que a una señora la querían asaltar y miré a mi mamá salir corriendo a ayudar
a la señora y de repente ya no la vi.
Solo miré que el señor corrió con mucho miedo y la señora se sorprendió de que
saliera corriendo. Levantó su bastón y le gritó:
—Así
me gusta, ¡que me tengas miedo, jajá!
Se lo
platique a mi mamá, le dije que yo la miré correr a ayudar a la señora y
después ya no la vi. Que a dónde se fue. Solo sonrió y siguió con sus labores.
¡Qué mamá
tan rara tengo!
A
veces estoy en mi cuarto y miro como se mueven las cosas y no hay nadie y luego
mamá me dice que es porque no he recogido mi cuarto. Pero, ¿cómo supo si no se ha
metido a mi cuarto?
Les
conté a mis amigos sobre las cosas que pasan en mi casa y lo rara que es mi
mamá y decidimos investigar.
Así que
le pidieron permiso a sus mamás para quedarse a dormir en mi casa. Mi mamá nos
preparó unas ricas palomitas para que viéramos una película, decidimos ver
Matilda. Estábamos tan emocionados con la película que ni nos acordamos de vigilar nada. Cuando de repente se escuchó
un gran ruido afuera de mi casa.
Todos
mis amigos salimos corriendo a ver qué pasaba, no vi de donde salió mi mamá
pero ya estaba ahí. Se estaba quemando la casa de mi vecina, y toda la gente
salió ayudar, pero no podían salir los vecinos de la casa incendiada porque,
¡se les atoró la puerta!
Mi
mamá, sin pensarlo, se acercó corriendo y atravesó la pared y regresó con un
pequeño en brazos. Todos los vecinos se quedaron sorprendidos y empezaron aplaudir, ahí descubrí quién era el fantasma de la casa. ¡Era mi mamaaá!
Todos
estábamos muy contentos y emocionados y mis amigos me gritaban:
—¡Yo
quiero una mamá como la tuyaaa!
Solo
corrí abrazar a mi mamá y decirle que era mi heroína.
ÓNIX EN LA SELVA
Luis Francisco Acevedo
Una madrugada fría, en la selva africana, se miró por
los cielos una gran bola de fuego allá por el año de 1970. Los animales y los
nativos admiraban un hecho insólito en su tierra; cuando el gran asteroide tocó
tierra los animales asombrados corrieron a ver tal evento, cuando una gorila se
acercó y miró que era algo muy extraño de metal (una nave extraterrestre), por
un lado estaba un niño de aproximadamente cinco años. La gorila lo observó, se
acercó y se lo llevó con ella.
El niño
se acostumbró a vivir entre su familia de gorilas y al ambiente entre los
animales, donde vivió muchas aventuras, pero con el paso de los años comenzó a
ver que era muy diferente a ellos. Porque ellos corrían y brincaban pero él
podía volar por encima de los árboles y se comparaba con las aves. Era tan
fuerte como diez elefantes juntos y se alimentaba de frutas y pequeños
escarabajos.
Comenzó
a madurar y a los dieciséis años su vida estaba centrada con los gorilas. Rescataba
continuamente a sus amigos, apagaba incendios con su gran inteligencia, pues no experimentaba algo novedoso hasta que
un día, en la sombría selva, se comenzó alterar el orden. Entre los animales caminaba una persona
extraña (un investigador), cuando el joven lo vio se reflejó con su gran
similitud física.
Pasaron
los días y el joven alienígeno observaba a escondidas al investigador, que se
llamaba Carlos, hasta que cometió un error y con gran ruido cayó de un árbol. Así
Carlos descubrió al hombre mono, como él lo bautizó. Sorprendido, lo saludó:
—Hola,
¿cómo estás?, ¿cómo te llamas?
El
joven solo lo miraba y por dentro sentía una emoción de querer conocerlo.
El
investigador y el joven se comunicaban a base de señas. Ya con más confianza le
nombro Ónix. Corrían y jugaban por la selva y pronto se dio cuenta de sus
grandes habilidades. Ónix no corría, volaba y tenía una fuerza sorprendente; pasaron
varios meses, su amistad creció, el lo enseño a hablar y a controlar sus
poderes.
Pasó
el tiempo y platicaban mucho sobre la vida de la civilización humana, todo lo
bueno y malo que ellos hacían, los problemas que provocaban en el medio ambiente,
por lo que Ónix comento:
—No
sé cómo explicarte, siento algo por dentro muy malo.
Carlos
dice:
—Cálmate,
eso se llama coraje, odio o ira y eso es muy malo.
Ónix
pensaba lo que los humanos hacían con los animales y al planeta.
—No
sé cómo me comportaría si lastimaran a mi familia o a mis amigos.
Carlos le comentó:
—Nunca
dejes que ellos te vean y mucho menos los lastimes porque te pueden hacer algo.
Llegó
el día en que Carlos se tenía que marchar de la selva.
—Ónix,
me tengo que ir, no es un adiós pero pronto volveré.
El
alíen, ahora de veintiún años lo observó, no comprendía sus palabras, por lo que el investigador le dijo:
—Me
tengo que ir con mi familia, a mi hogar, pero pronto estaré contigo para seguir
divirtiéndonos.
Carlos
se marchó y la selva no volvió a ser la misma. El hombre mono comenzó a volar por toda la selva africana, un día
llegaron muchas humanos en camiones, armas de fuego jaulas dispuestos a cazar a
varios animales.
Ónix
escucho el rugir de los camiones y el alboroto de las aves que alertaron a toda
la comunidad. Voló de árbol en árbol hasta verlos y se escondió para ver sus
actos, asombrado por tal evento, de pronto se escucho un grito. Los visitantes
decían ¡gorilas, corten las manos, queremos más! No sabía qué pensar.
Se
distrajo observando todo aquello que para él era nuevo cuando se escucharon
varias explosiones, ‘pum’ ‘pum’, mataron a dos gorilas. Los cazadores,
sonriendo, les cortaban las manos. Por primera vez Ónix experimentaba el odio y
no se contuvo, se lanzó sobre los vehículos, los levantó y los lanzó sobre los
humanos. A otros los atacó y todos quedaron conmocionados y desmayados. Algunos
gritaban:
—¿Están
bien, qué pasó, qué nos atacó? -dijo un cazador- vi una sombra y salió volando
ya no recuerdo más.
Ónix, a lo lejos, observaba y pensaba ‘esto es la
guerra’.
Los
habitantes de la región comentaban la existencia de una persona o animal que
volaba y atacaba a todo ser humano en la selva, el joven cada día era más
famoso en los medios informativos por múltiples ataques a cazadores. En las noticias
lo nombraban como héroe, otros como villano, mataba por matar y desaparecía. Los
ambientalistas decían: ‘por fin un defensor del mundo animal’.
Cada
día Ónix estaba lleno de más coraje hacia los visitantes que llegaban a la
selva. Tomó la decisión de comenzar a volar por todo el continente africano
para tratar de hacer algo con todos los cazadores, pero comenzó a cometer
múltiples delitos: matar personas, hacer destrozos en las ciudades, así como
robos en tiendas para poderse alimentar, además de liberar animales que estaban
en cautiverio. La noticia se estaba haciendo mundial porque ya había videos y fotografías
de él y de sus habilidades, por lo que la noticia llego hasta oídos de su gran
amigo, Carlos.
Carlos
hizo maletas y salió corriendo en búsqueda de su amigo. Pronto llegó a la selva
africana pero no lo encontró, así que decidió esperarlo. Pasaron varios días
hasta que por fin Ónix llegó a ver a su mamá gorila. Carlos le comentó:
—Amigo,
los humanos te localizaron, saben quién eres y representas un peligro. Te van a
matar o te van a capturar para investigarte por tus habilidades.
Ónix
contestó:
—Pero
no hago nada malo, solo defiendo a mis amigos, no soy ningún peligro para la
raza humana.
El
investigador dijo:
—Para
ellos eres un vil delincuente, asesino y un ladrón, te van a buscar y te van
cazar.
El joven contestó molesto:
—Yo seguiré
haciendo todo lo posible con tal de que no lastimen a mi familia.
—Te
van a matar y extinguir a tu familia o vas a servir de conejillo de indias de
un laboratorio de investigaciones. Piensa tus actos por ti y tu familia. Va ser
muy doloroso pero lo mejor será que te vayas.
—¿Pero a dónde voy? Ya sé, te voy a
mostrar algo que nadie ha visto, solo mi mamá y yo sabemos.
Lo
llevó a través de la selva a un lugar muy escondido. Dentro de una cueva estaba
una nave que solo él controlaba. A lo lejos se escuchó mucho alboroto en la
selva. Llegaban cientos de militares fuertemente armados en la búsqueda de
aquel desconocido.
Carlos
comentó:
—De
prisa, sube a tu nave y vete mi buen amigo -Carlos sintió cabizbajo a Ónix-, te
veo pronto.
—Volveré
a verte para proteger a mi familia. Ónix estiró su mano y salió volando en su
nave.
El
investigador observó cómo la nave partía sin rumbo fijo y los militares quedaron
asombrados al ver un vehículo volador y sin entender qué estaba pasando.
Carlos solo dijo: —Algún día te volveré a ver, mi amigo.
CHACO, EL
EXTRATERRESTRE
Martha Sandoval
En la ciudad de Chirandeo, Michoacán, las personas
adultas, niños y jóvenes que vivían ahí no les gustaban las mascotas pero las
tenían en sus casas. Juanito no le daba de comer a su pez y estaba todo flaco,
comiendo de lo sucio de la pecera. Ana tenía como mascota un perrito que se la
pasaba en la azotea pues a ella y a sus papás no le gustaba que estuviera en la
casa. La señora Tecla tenía muchos pajaritos: gorriones, canarios y cenzontles
pero todos vivían tristes, pues en ocasiones los visitaban unas cotorritas y
las veían que volaban y se perdían en el cielo, ya no cantaban como antes de
que estuvieran en las jaulas. El señor Toño tenía cinco gatos pero los tenía en
una jaula para que no se fueran y a veces no les daba de comer.
De
pronto, a lo lejos en el firmamento, apareció una estrella con mucha luz que, al
acercarse a la tierra dejó de ser estrella y se convirtió en una nave espacial.
De ella bajó un extraterrestre llamado Chaco, que provenía de un planeta
llamado Kepler y le llamó la atención lo que los humanos hacían y pensaban de
los animales.
—¿Cómo
es posible que los humanos, que dicen tener sentimientos, hagan y tengan así a
sus mascotas? Visitare a cada una.
Pasó
horas completas escuchándolos, pues en el planeta del que provenía Chaco
hablaba el lenguaje de los animales.
—¿Cómo?
Nooo puede ser. ¿Así te tratan?
—Sí,
me patean mucho.
—¿No
te dan de comer?
—Me
dejan todo el día y a veces varios días sin comida.
—¿Te
dejan en la azotea todo el día y con este frio y cuando hace calor también?
—Sí, siempre
he vivido así.
—¿No
te cambian el agua de tu pecera?
—Nunca.
—¿No
te quitan las pulgas?
—No,
tengo muchas.
—¿No
las dejan libres para volar por el campo?
—No,
siempre en la jaula
Estaba
sorprendido de todo lo que los humanos hacían y
recordó que él podía ayudarlos. Comenzó a reunir a todas las personas de la ciudad y
les envió ondas mentales, para cambiar todo lo que había en sus mentes sobre
las mascotas, su manera de cuidarlos y desde ese día solo se escuchaban cosas
buenas.
—A mi
pez, Cucú, le cambiaré su agua todos los días, así como me dijo el señor del
acuario.
—Pobrecito
Max, mi papá lo bajará de la azotea y me dio permiso de tenerlo en casa. Ahora
está en la veterinaria, lo están bañando y cortando el pelo, también le compró
un collar con su nombre y estoy muy contenta porque voy a jugar con él.
—Ya
no puedo con tantos pajaritos, los dejaré libres para que puedan volar por el
campo y sentir el viento.
—Quiero
mucho a mis gatitos, Michu, Pocho, Tacho, Chuchita y Chonita, los dejaré libres, ya no estarán en la jaula
y así visiten a la vecina, tal vez le tiren la basura y encuentren amigos o tal
vez una novia juguetona.
Así
fue como Chaco cambió a las personas, sus ideas y su forma de pensar sobre las
mascotas y todas ellas le dieron las gracias.
—Creo
que ya no tengo nada qué hacer en esta ciudad, visitaré una por una de todos
los países y cambiaré la forma de pensar de todos. Algún día regresaré a mi
planeta, donde las mascotas son los humanos.
EL VIAJE A LA
LUNA
Claudia López
Juan y Max
querían conocer el espacio, especialmente la luna, pero no sabían cómo hacerle para viajar al espacio. Un día apareció en el
jardín de su casa un cohete espacial. No sabían qué era. Empezaron a mirarlo,
vieron su forma, era muy grande.
—Vamos
a subirnos, dijo Juan.
De
repente, el cohete encendió y se elevó y los llevó a toda velocidad a viajar
por el espacio. Vieron las estrellas que
eran muy brillantes y de color azul, muy
luminosas y la luna de cerca era como como una esfera brillante. Se quedaron
asombrados porque la luna tenía un conejo. Era muy grande.
Cuando
miraron las estrellas y la luna no podían creerlo.
—Mira, mira -dijo Juan-, un destello muy grande, ¿qué es eso?
—Woaaoo! -dijo Max-, es un conejo muy
grande.
Temerosos
porque el conejo se les acercaba, tenían miedo. Miraron fíjamente al conejo de
la luna.
—¿Qué
hacen aquí, amigos? -el conejo les preguntó-.
Juan
y Max contestaron:
—Nosotros
queríamos conocer la luna pero no sabíamos que tú vivieras aquí.
—Si,
mi nombre es Tacho, yo tengo muchos años aquí en la luna, es mi hogar, este es
un lugar maravilloso. Aquí no hay maldad y yo soy muy feliz, puedo mirar todo lo que pasa en la Tierra. Entre
más días pasan se está acabando, hay mucha contaminación, se están acabando los
bosques, hay mucha basura tirada. Amiguitos,
no tengan miedo, yo no les haré daño.
Juan
y Max se acercaron junto al conejo.
—No
teman, no les haré daño, vengan. Cuiden
la tierra, recuerden que es su hogar porque cada día que pasa se está acabando
su planeta de tanto daño que le hacen.
En su
pensamiento, Juan dice: ‘yo tiro basura, qué daño tan grande estoy haciendo. Max
también piensa: ‘yo desperdicio el agua’
Tacho
les dijo:
—Lleven un mensaje a los humanos: cuiden
su hogar porque si no, se va a desaparecer la Tierra -Tacho se les acercó-,
vengan amigos.
Max y
Juan se acercaron a Tacho y le dieron un fuerte abrazo.
—Gracias,
Tacho, por decirnos qué daño le estamos
haciendo a nuestro hogar, es hora de
regresar a la tierra y llevaremos tu mensaje. Haremos conciencia de no contaminar.
Juan
y Max se subieron al cohete pero, antes de despegar, le dijeron a Tacho que
siempre, por la noche, lo saludarán antes de dormir. Se asomarán por la ventana
para mirarlo y ver la luna.
—Siempre
te recordaremos, amigo Tacho.
GIGANTES AFUERA
DE LA DESPENSA
Elizabeth Juárez Díaz
Orejas pequeñas, vestido de rosa y guantes grises, porque
así le va mejor, ojos del tamaño de una sandía y tiene un gran corazón. El más
ágil e inteligente de la pandilla mouse. Así es el gran Ratoni, quien vivía en
una despensa de una casa de gigantes, con sus tres amigos: Resorte,
Chicloso y Guapo. Quienes a pesar ser
también valientes a su modo, vivían atemorizados.
Pues
fuese de día o de noche, ellos preferían no salir porque los gigantes colocaban
resortillos con pequeños trozos de queso, que si ellos comían quedaban atorados
ahí, con sus pequeñas patas apuntando al
infinito y una nueva vida hacia el cielo.
—A ver,
muchachos, estamos listos para una nueva Ratoaventura levanten sus manos,
quiero ver ese ánimo.
—Lo
hemos pensado mucho y esto no es vida.
—Es
verdad.
—¿Qué
pasará cuando tú seas atrapado como nuestro Tataramouseabuelo y no regreses
más? ¿Quién nos traerá comida?
—¡Moriremos
de hambre!
—Mira,
lo hemos platicado y tenemos la solución.
—Vaya,
mi olfato alfa me dice que esto huele muy mal, pero los escucharé. ¿Que
proponen hacer?
—Nosotros
hemos pensado que si colocamos un cascabel en las agujetas de los zapatos de
los gigantes, podremos saber cuándo estén cerca y huir.
—Y
solo así nos sentiremos seguros y podremos salir contigo.
—Y
entonces tendremos mucho más comida.
—Tilín
-toca su nariz- mi súper nariz me dice que es una gran idea. Pero... ¿Quién va
a colocar el cascabel en los zapatos?
—Tú.
—Sí,
tú.
—Tienes
que ser tú.
—Debo
informarles que no podré ser yo quien lo haga. Pues la otra noche la punta
de mi cola ha quedado atrapada en uno de
los resortillos. No había querido contarles para no preocuparlos. Uno de
ustedes debe ir a realizar esta súper misión, en lo que yo me recupero.
—Pero,
pero, ¿estás loco?, -temblaban-.
—Yo,
con mi gran panza, no puedo correr, tendría que hacer mucho ejercicio primero y
eso llevaría tiempo.
—Vaya,
yo estoy pelón y por lo tanto las ideas no me fluyen.
—No
podemos esperar, el tiempo es queso. Debemos actuar esta misma noche y como
jefe de la pandilla propongo que vayan los tres juntos.
—Recontrachanfle,
creo que algo siento en mis pantaloncillos.
—Todo
sea por nunca dejar de comer queso.
—Y
por no ser atrapados y poder salir libremente.
ESE
MISMO DIA EN LA NOCHE…
—Muy
bien, mis muchachos, formados en fila. Aquí están los cascabeles, es hora de
que se vayan.
—Ay,
diosito, que me caiga mejor en un colchoncito.
—¿Qué
dices?, no es hora de dormir, concéntrate.
—Vamos
chicos, esta noche triunfaremos.
EN LA
HABITACIÓN DE LOS GIGANTES (Los humanos)…
—Zzz zzz zzz zzz
—Oye,
Chicloso, ¿cómo decía esa canción que cantaba el otro día el gigante? ¿Los
peces beben río qué?
—Cállate,
Guapo, no es momento de canciones, los vas a despertar.
—Pero
¿qué ven mis ojos?, hemos sido timados, amigos.
—¡Órale!,
estoy soñando.
—Nos
han tratado como ratones de guardería.
—Yo
diría que en pañales y con chupón.
—Alguien
nos debe una explicación.
—¿Cómo
fuimos tan tontos?
—Vamos,
den media vuelta, que regresamos a casa, esto tiene que arreglarse.
MIENTRAS TANTO, EN LA DESPENSA…
—Deliciosos
trocitos de queso con mantequilla, lo mejor.
BARRIGA LLENA Y CORAZÓN DE RATÓN CONTENTO.
—Dormiré
un poco. Esto de volverme invisible es mucho más relajante que las clases de
Yoga que toman los gigantes.
—Pero,
¿qué dices? ¿Puedes hacerte invisible?
—¿Y por
qué nos has enviado con los gigantes?
—Ellos
ya tenían los cascabeles puestos, responde, ¿no que muy pistolas?
—Relájense
amigos, qué digo amigos, ¡hermanos!, los quiero, por eso los mandé.
—¿Qué
dices, quieres vernos muertos?
—Yo
me hice pis en mis pantaloncillos y son los únicos que tengo.
—Nos
debes una buena explicación.
—¿Cómo
creen ustedes que siempre tenemos queso cada día? Así es, yo tengo este gran
Don, pero su idea de los cascabeles era muy buena, tanto que ya la había puesto
en práctica yo. Sin embargo, quería que ustedes se dieran cuenta de la gran
valentía que poseen y véanlo, ¡funcionó! Si un día llego a faltar ustedes no
necesitan mis ideas, pues son las mismas. Quiten esos colores de furia de sus
caras y mejor tomemos una siesta todos juntos, que mañana inician nuestras
Ratoaventuras como grupo.
YOLLOTZIN
Teresa Peña González
En
esos momentos en lo que no encuentras la respuesta a tus dudas; o cuando no
sabes qué decisión es la mejor para tomar…
Siempre
podrás ir a buscar a Yollotzin. Él es un
súper héroe que con solo verte (y leerte la mente), sabe perfectamente qué o
cuál es la mejor decisión que puedas tomar en esos momentos.
Su
vida transcurre tranquilamente ayudando a la gente, como el caso de doña Petra,
a la que siempre ayuda Yollotzin bajándole su gatito del árbol, o viendo qué es
lo que necesita, ya que es una persona de edad avanzada y ya no puede hacer
muchas cosas, entre ellas atender las travesuras de su mascota.
—¡Yollotzin! Otra vez Michis se subió al árbol. ¿Lo puedes
bajar por favor?
—Claro,
doña Petra, no se preocupe, lo hago con mucho gusto.
Doña
Petra se siente un poco avergonzada con Yollotzin, ya que esto es todos los
días, a veces una o dos veces cuando Michis se sale al jardín. Y en
agradecimiento a su buena voluntad le regala alguna fruta.
—Mira,
Yollotzin, en agradecimiento por tu gran ayuda te doy esta manzana para que te
la comas ahora que vas a tu casa.
—Muchas
gracias, doña Petra, pero no tiene porqué regalarme cosas, yo lo hago con mucho
gusto.
—Yo
sé que así es, Yollotzin, pero sé que tienes otras cosas que hacer, y a otras
personas que ayudar; sin embargo estas aquí ayudándome con Michis.
Yollotzin
toma la manzana y se va a su casa, y en el camino le llega a su mente el
pensamiento de Sandra, su amiga de toda la vida. Ella es bastante olvidadiza;
por lo que Yollotzin siempre está al pendiente de ella.
—No
me acuerdo si les apagué o no a los frijoles que puse en la estufa. Y ya no alcanzo a llegar a la casa para ver
si es cierto. Aunque ya estoy cerca se me van a quemar otra vez.
Yollotzin
corre de inmediato a casa de su amiga, Sandra, a apagar los frijoles antes de
que aquello se pueda convertir en una buena quemazón. Y evitar que otra vez no
se le vuelvan a quemar, ya que la mayoría de las veces se le queman y su esposo
la regaña a cada rato. Él sabe que puede evitar esta situación, por eso corre
lo más rápido que puede para llegar a tiempo a la casa de Sandra.
Llega
justo en el momento en que los frijoles empezaban a salirse de la olla como si
fueran palomitas, y apaga la estufa y abre las ventanas de la cocina para que
no huela a frijoles medio quemados, en eso llega Sandra.
—Yollotzin,
otra vez me has salvado de una buena regañada de mi esposo.
—No
te preocupes, Sandra, ya me lo imaginada.
Por eso leí en tu mente que se te habían olvidado otra vez. Lo bueno es que
fue justo a tiempo y no pasó a mayores. Solo queda el olor.
—Muchas
gracias, Yollotzin, ahora a abrir bien las ventanas para que se vaya el olor -dice
Sandra mientras las abre y toma un aromatizante que tiene en la cocina, y lo
rocia con toda prisa para que el olor se vaya lo más pronto posible, y no dejar
rastros para cuando llegue su esposo-.
—No
te preocupes, Sandra, ahora me voy porque tengo a gente que seguir ayudando a
tomar mejores decisiones, y me están esperando en mi casa -dice Yollotzin y se
va rápidamente a su casa, sin siquiera despedirse bien de su amiga Sandra.
Llegando
a su casa observa que ya lo están esperando dos personas que traen una cara de
preocupación y de angustia, Yollotzin los saluda y los invita a pasar a su
casa.
—Buenas
tardes, espero no haberlos hecho esperar mucho, tuve un contratiempo. Pero
ahorita platico con cada uno de Ustedes.
—Muchas
gracias, Yollotzin, no teníamos mucho rato aquí esperándote.
Yollotzin
abre la puerta de su casa y los invita a pasar a la sala, en donde tiene unas
sillas y ellos se sientan mientras esperan a que prenda unas velas y se acomode
en su mesita en donde los recibe.
Pasa
a la mesita Aurora, una señora que tiene muchos problemas con su esposo. Se
sienta frente a Yollotzin y solo le dice:
—Yollotzin,
ya no sé qué hacer con Pancracio, cada día…
—No
tienes nada que más decirme, Aurora, estoy viendo tu alma y tu mente. Sé que
por más que lo has tratado bien y no se han peleado, Pancracio de verdad no
puede más con la presión del trabajo y de la pandemia, no hay trabajo seguro ni
dinero que alcance para mantenerse.
—Pero,
Yollotzin, él no quiere que yo lo ayude vendiendo aunque sea unas gelatinas afuera
de la casa. Así tendríamos un poco de dinero y no andar tan presionados con los
pagos.
—Si,
Aurora, pero aunque te duela, es una lección que Pancracio tiene que aprender.
—¿Cuál? -dice Aurora, sorprendida-.
—Sé
que en estos momentos estás con ese enojo, pero Pancracio tiene que aprender a
dejarse ayudar, y más por ti que eres su esposa. Va a tener que llorar al verse
más lleno de deudas y de presiones, y entonces te va a pedir perdón por no
haber aceptado tu ayuda. Tú deja que el
tiempo actúe como tiene que ser, y ya verás que pronto salen de esta situación.
—Pero,
Yollotzin -dice Aurora, sin entender nada- ¿eso significa que nada puedo hacer
por él?
—Nada,
sé que te duele pero es una lección de vida que él solito tiene que aprender.
—Muchas
gracias, Yollotzin, esperaré a que esto
pase.
—Si,
no te preocupes demasiado, solo Dios sabe porqué le está mandando esta lección
a tu marido, Pancracio.
Se
levanta Aurora de la silla, y retira de la mesita en donde está Yollotzin. No
sin antes darle las gracias, y salir sin entender todavía bien sus palabras.
En
algunas ocasiones, los consejos que les da aparentemente no son los que uno
quisiera oír; sin embargo aún en esos momentos “malos” tenemos todos algo nuevo
que aprender para el bien de nuestra vida, y de los demás con los que vivimos.
Cuando
Aurora se va, a Yollotzin le aparece una pluma de ángel en su mesa, él las
guarda en un costalito que tiene en su cuarto; ya que es una forma del cielo de
decirle que está usando bien su súper poder. Y que las plumas son mágicas
aunque todavía no sabe bien cómo usarlas. Por eso trae algunas en el bolso que
siempre carga.
Enseguida
se siente frente a él Juan, que quiere saber qué carrera debe de escoger; ya
que no sabe qué hacer. Le han dando tanta información que está muy confundido.
—Yollotzin,
tú que lees la mente y el corazón de las personas, necesito de tu ayuda. Pues
tengo que tomar una gran decisión en mi vida.
—Sí,
lo sé muy bien, Juan. Pero ¿qué es lo que realmente quieres tú hacer con tu
vida? ¿Estudiar lo que quieren tus papás, o lo que a ti realmente te gusta, tu
pasión de vida?
—Mmm, es que eso es lo que no sé Yollotzin -dice Juan mientras se rasca la cabeza-.
—No
digas más, déjame leer tu mente y tu corazón, amigo mío.
Yollotzin
cierra sus ojos, ladea su cabeza y con una mano toca el corazón de Juan,
respira profundamente y le da un pequeño zape en la frente mientras le dice:
—¡Ay,
Juan! La respuesta la tienes en tu corazón, solo que quieres complacer a tus papás.
Tu mente te está tendiendo una trampa.
—¡Ja
ja ja! Es que quiero claridad y saber si
eso es lo mejor para mí, y a la vez mis papás no se sientan defraudados por no
haber estudiado lo que ellos quieren. Y
poderles decir que Tú me ayudaste a tomar esta decisión.
Sueltan a la par unas sonoras carcajadas los dos, parecían niños chiquitos, hasta las lágrimas les salían de tanto reír. Así siguieron un buen rato hasta que les dolió la panza de tanto esfuerzo. Ya cuando se les acabo la risa, Juan se seca las lágrimas con el antebrazo y le dá las gracias a Yollotzin por su “gran consejo” y se va a su casa muy contento, satisfecho y plenamente convencido de que va a estudiar la carrera que él quiere de verdad; lo que va a ser su profesión y su pasión de por vida
Yollotzin
se queda en su casa muy satisfecho de haber ayudado a estas dos personas en
tomar sus mejores decisiones. Su vida es así, ayudando a la gente, así
transcurren los días en la vida de nuestro amigo, hasta que un día se topa con
un niño que está llorando.
—¿Qué
te pasa, Reynaldo?
—Yollotzin,
estoy muy asustado. Me acabo de
encontrar con Cirilo.
—¿Cirilo?
¿Quién es él, Reynaldo? -Pregunta un
tanto extrañado Yollotzin-.
—¡Buuuaaa!,
¡buuaaa! Cirilo es una mala persona, me
dijo que si no le doy dinero, mi papá y mi perrito, Firulais se van a morir
pronto.
—Pero
¿por qué te dijo eso el tal Cirilo?, no lo entiendo, Reynaldo.
—Es
que yo estaba pensando en que los dos están malitos y ya viejitos, y no quiero
que esto suceda. Cuando de pronto se me apareció Cirilo; y me dijo que si le
daba todo mi dinero, él hacía que ellos no se murieran.
—¿Y
tú qué hiciste, Reynaldo?
—Pues
le di todo mi dinero y mis ahorros, Yollotzin,
ya no tengo nada de dinero.
—No
te preocupes, Reynaldo, yo me hago cargo de Cirilo. Para que no siga quitándole
el dinero a la gente buena como tú.
Yollotzin
pone cara de enojo, ya que sabe que eso no es lo correcto, y menos quitarle el
dinero a un indefenso niño. Frunce el ceño y le pregunta a Reynaldo:
—¿Y
cómo es Cirilo? Para irlo a buscar en este momento.
Reynaldo le dice cómo es Cirilo y en donde localizarlo, ya que tiene su banca preferida dentro de un parque, en donde se sienta a ver a la gente y cuenta el dinero que les ha quitado. Yollotzin lo escucha con mucha atención para retener en su mente todo lo que le dice su nuevo amigo. Y le dice:
—No
te preocupes, nada de eso malo va a pasar, de Cirilo yo me encargo. Pero por
favor no le vuelvas a dar ya más dinero ya que solo te va a seguir
chantajeando.
Yollotzin
se va a buscar a Cirilo al parque, y lo encuentra en la banca sentado muy
tranquilamente contando el dinero. Se le acerca y cuando lo tiene cerca le lee
la mente, sin embargo él le dice:
—Tú
no me vas a hacer bueno, yo también puedo leer las mentes de los demás. Y soy
muy feliz atormentando y sacándoles el dinero. ¡Ja ja ja! Soy malo y así seguiré siendo, ya que no sé
hacer otra cosa más que chantajear a la gente con sus malos pensamientos y sus
futuras desgracias. No te voy a hacer
caso, Yollotzin.
Yollotzin
se va muy triste del parque, ya que no pudo convencer ni hablar con Cirilo para
que cambie, y de que use su súper poder para ayudar a los demás. Y va pensando
en que, si Cirilo tiene el mismo poder que él, tiene que protegerse ya que le
va a tratar de leer la mente.
Y tal
vez Cirilo le quiera hacer daño más adelante, para que no lo vuelva a tratar de
convencer; sabe perfectamente que tiene que protegerse. En la noche se la pasa
pensando en cómo hacerle, en eso un ángel se le aparece y le dice con dulce
voz:
—Yollotzin,
hazte un casco con las plumas que te hemos dado, con ellas no te va a leer la
mente el malo de Cirilo.
Yollotzin
se pasa toda la noche haciendo el casco con las plumas que le han dado los
ángeles, cociendo y acomodando cada una de ellas, para que le quede un súper
casco y no tenga ningún espacio ni huequito por donde pudiera entrar el
pensamiento de Cirilo.
Al
día siguiente hace un plan para atrapar a Cirilo y poderlo mandar a algún en
donde ya no vuelva a hacer más daño; ya que sus malas acciones solo traen
problemas y preocupaciones a la gente. Su plan es atacarlo de sorpresa y con la
ayuda de una cuerda…
Lo va
a buscar al parque en donde lo encuentra, otra vez, chantajeando a una persona
para que le dé dinero; Yollotzin solo observa, ya que, si interfiere, Cirilo se
va a ir y no lo puede atrapar. Mientras prepara su cuerda enrollándola muy bien
para poderlo lazar; espera a que Cirilo esté despistado contando el dinero que
acaba de quitarle a la señora. En eso:
¡Pum! ¡Zass!
¡Ouch!
Yollotzin
le avienta el lazo a Cirilo, pero él voltea con cara de susto.
—¡Oye,
qué te pasa!, -en su reacción de
sorpresa le da unos manotazos para evitar que lo amarre.
—¡Sorpresaaa!
Ahora si me las vas a pagar, Cirilo.
—Eso
es lo que tú crees, Yollotzin, yo soy más fuerte que tú.
Y los dos empiezan a pelear hasta que
Yollotzin lo laza de los pies, y ¡Zas!
Cirilo azota cual res en piales.
Se queda totalmente noqueado, sin aire, totalmente sofocado; esa
oportunidad la aprovecha Yollotzin para enrollarlo con toda la cuerda y dejarlo
sin oportunidad de zafarse ni de ir a ningún otro lado.
Mientras
termina de lazarlo le dice:
—Ya
no te permitiré que sigas chantajeando a la gente leyéndole la mente; eres muy
malo. Tu poder es para ayudar, no para sacarles dinero. No quisiste hacer
caso. Por eso ahora vas a pagar todas
tus malas acciones. Te vas a ir a un lugar donde ya no puedas hacer daño a
nadie más.
Cuando
termina de hablar se abre un portal en el espacio, de donde salen unos ángeles
que esperan a que Yollotzin les entregue a Cirilo; que aún no entiende qué es
lo que está pasando en esos momentos. Los ángeles son los que se van a encargar
de que Cirilo ya no ande por ahí haciendo más chantajes a la gente. Ellos lo
van a tener muy bien vigilado en la otra dimensión.
Los
ángeles se llevan a Cirilo a un lugar en donde lo está esperando una jaula con
barrotes luminosos, le abren la puerta y lo meten. Ya Cirilo está despierto y
muy enojado porque Yollotzin le ganó y ahora está en una dimensión con ángeles
y donde hay mucha luz; eso a él le molesta ya que significa que perdió.
¡Zas!
Cirilo
da un fuerte puñetazo entre los barrotes para golpear al ángel que lo metió en
esa jaula y tratar de escapar de esa dimensión, él solo quiere regresar a la
tierra y seguir haciendo el mal y chantajear a la gente para que le den
dinero. Sin embargo, el ángel esquiva
oportunamente tal puñetazo, y en respuesta a su agresión le manda un rayo que lo
deja otra vez inconsciente.
Al
despertar, Cirilo ya no está en la jaula iluminada; ahora se encuentra en un
calabozo obscuro, frio y tenebroso. Empieza a gritar:
—Sáquenme
de aquí, yo no hice nada malo. Solo me defendí de Yollotzin -dice mientras
llora-.
En
eso se aparece un ángel y le dice:
—Cirilo,
tu alma es muy negra y tú eres muy malo, ya vimos que nunca vas a cambiar. Y
como me quisiste golpear, ahora estás en este calabozo. Aquí te vas a quedar por toda la eternidad.
—¡Nooo! ¡snif!
¡snif!
—Así
es, de aquí ya no vas a salir, ni a ver la luz del día.
—Pe
pero yo quiero regresar a la tierra.
—Para
qué? Para seguir chantajeando a la gente,
Cirilo?
El
ángel le dice a Cirilo que su vida en la tierra ya se acabó y ahora tiene que
pagar todo el mal que hizo.
Cirilo
se queda llorando arrepentido de haber vivido así, de haber mal usado su súper
poder de leer la mente y, acordándose de que Yollotzin lo trató de convencer de
ser bueno; y él simplemente no le hizo caso, ahora tiene que pagar un precio
muy alto por sus malas acciones.
UNA HEROÍNA
DIFERENTE
Luisa Valeria Rodríguez
En la ciudad de Turulu habitaba una ancianita que en
sus tiempos había sido una súper heroína.
—Cómo
me gustaría volver a mis tiempos –dice la viejita, sentada en la sala, imaginándose en acción.
La
ancianita quiere ver la tele pero se le había olvidado en la cocina el control remoto.
Estira la mano hasta llegar a la cocina, toma el control y cuando trata de regresar
su brazo se cae por la flacidez, tirado en el suelo tuvo que arrastrar el brazo
para poder tomar el control.
A las
doce, como cada día, llegaban sus nietos que ella cuidaba de lunes a viernes. Sus
nietos le hacían muchas travesuras, solo ellos sabían la identidad de ella y sabían
que todavía existía la Chica Estirable.
Un
martes, estaban jugando un juego de mesa los cuatro, cuando de repente sale en
la televisión un anuncio: ‘Escapó de la cárcel el súper villano de los años
70´s, en el siglo pasado, el Doctor
Cabezón”, quien era el archienemigo de la abuelita.
Los
nietos le empezaron a decir que tenía que detenerlo pero ella no quería, decía
que ya estaba demasiado vieja para eso, que se encargaran los súper héroes nuevos
de agarrarlo cuando salió otro anuncio en la televisión:
‘El
doctor cabezón a tomado de rehenes a todos los súper’.
En la
tele sale una imagen de los súper adentro de una celda.
Cuando
sus nietos voltearon para volver a insistir que tenía que ir a rescatarlos, ella
ya no estaba, había ido a su cuarto por su súper traje.
Cuando
regresó, sus nietos estaban asombrados por cómo lucia su abuelita.
—Abuelita,
nosotros vamos contigo, te podemos ayudar, -la abuelita les dijo que no iba a
poner en riesgo su vida.
Para
pronto, la abuelita salió de su casa e iba brincando de casa en casa hasta
llegar con el Doctor.
Cuando
llegó al lugar, el Doctor Cabezón empezó
a dispararle con su láser, pero la abuelita, como era muy flexible, se empezó a
mover de un lado para otro. Cuando dejó de disparar, a la abuelita le costó
trabajo que sus brazos y piernas regresaran a su lugar.
El Doctor Cabezón se empezó a reír y su
cabezota se empezaba a poner roja y a zumbar. Se agarraba la cabeza porque por
poquito se iba de lado. En lo que trataba de no caerse, la abuelita se levantó
y lanzó su brazo con el puño cerrado para darle su primer golpazo. Le golpeó la
cabezota y logró derrumbarlo. La abuelita trató de sacar a los súper de la
jaula pero sus débiles brazos no pudieron por el artritis. El Doctor Cabezón se levantó con su bastón y
le dio un golpe con él, pero no le hizo nada. Volteó la abuelita y, en lo que
se peleaban, los demás súper lograron salir de la jaula y se unieron a la
viejita. Entonces ya eran once contra el Doctor
Cabezón. Empezaron a golpearlo y el villano, con cada golpe, se iba
haciendo hacia atrás y terminó por quedar encerrado en su propia trampa.
Todos
los súper empezaron a agradecer a la abuelita por ir a rescatarlos. La alzaron
y empezaron a gritar:
—¡Abuelita elástica!
Desde
ese momento supo la abuelita que la edad no importa y que podía seguir haciendo
lo que más le gustaba: salvar al mundo.
EL PODER DE LA
MENTE
Teresita Güendiola Guzmán Sánchez
En Uriangato, en la colonia 24 de Junio, vivía Carmen.
Era hermosa, con unos ojos azules. Nació con el don de poder leer la mente. Su
familia era de bajos recursos. Sus padres la apoyaban porque no le gustaba y no
aceptaba sus condiciones de vida.
Cuando
salió de la preparatoria decidió estudiar para contador público en la Ciudad de
México. Ahí conoció a Marisol, una chica muy inteligente, muy popular y venia
de buena cuna. Se hicieron las mejores amigas, pero Carmen veía el estilo de
vida de Marisol y todo lo que tenía lo quería para ella, hasta su novio, que
era un piloto aviador, de nombre Edgar; muy guapo, simpático y de muy buenos
sentimientos.
Al
lado de la universidad donde ellas estudiaban, estaba la escuela de futbol del
club América. Iban seguido a ver los partidos, fue donde conocieron a Edwin
Jiménez, quien estudiaba ahí. Era un joven con mucho talento, su sueño era
debutar en el equipo. Carmen sabía que Edwin estaba enamorado de Marisol, cosa
que le causaba mucha envidia. El joven la invitó a salir a tomar un helado al
centro comercial pero ella se negó por le comentó que tenía novio, de quien
estaba enamorada y lo amaba mucho.
Carmen
sabía de antemano los sentimientos de Edgar y Edwin Jiménez hacia Marisol. Sabía
que los dos eran el mejor prospecto de cualquier chica por su talento y su
inteligencia, pero a Carmen lo que más le interesaba era su dinero. No le
gustaba que su amiga lo tuviera todo. Así que de ahí comenzó todo.
Empezó
a meterse en la relación de su amiga, hablándole mal de su novio hasta que
logro quedárselo parta ella. También con Edwin hizo lo mismo: intrigas y chismes.
Marisol ni cuenta se daba de que su amiga había traicionado su amistad, pero no
contaba que desde el planeta Júpiter, Marchi un extraterrestre, siempre la
observaba. Idolatraba a Marisol, así que decidió venir al planeta Tierra para
ayudarla.
Marchi
era muy inteligente, inventó una inyección para quitarle a Carmen el poder de
leer la mente. Marchi le contó todo a Marisol aunque ella no lo creía y sufrió
mucho.
Invitó
a Carmen a su casa para que Marchi le pusiera la inyección, como pudo lo logró y
Carmen ya no tenía ese poder para que no hiciera más daño, ni a Marisol ni a
nadie más. Marchi se puso muy contento de su logro.
—Ya
cumplí mi misión, me marcho a mi planeta -se despidió de Marisol, quien de
agradecimiento le dio un beso en la mejilla-.
Después
de tiempo, Marisol se dio la oportunidad de una relación con Edwin Jiménez y se
hicieron novios.
Carmen
se quedó sola y sin amigos, Marisol jamás volvió a saber de ella y fue feliz. Cuando
terminó su carrera se casó con Edwin Jiménez ya que el también destaco en las
grandes ligas y vivieron muy felices por siempre.
PERDIDOS EN EL
OLVIDO
Iván Longoria
Las pisadas aún eran perceptibles en el centro de la
mancha como una infinita agonía. Aquella masa deforme, sin apariencia humana o
animal, era la principal atracción para dos condenados a muerte. Uno de ellos
se dirigió al único asiento disponible.
—Todavía
no lo entiendes, ¿verdad? –dijo Periodista 2 mientras prendía un cigarro – en
México, hasta los tabloides manchan de sangre a sus lectores.
Periodista
1 no contestó; se quedó mirando fijamente a la cosa. En el primer piso, la
plática y las risas aumentaban de intensidad. Mientras tanto, en el sótano, el
único foco encendido no dejaba de parpadear.
—Van
a bajar. Estoy seguro de que no tardan –habló estoicamente Periodista 2, al
mismo tiempo que echaba un vistazo al estrecho lugar-.
—Por
lo menos deberíamos buscar una salida –dijo Periodista 1, dando un par de pasos
–, además, ni siquiera sabemos qué es eso de ahí.
—¿Para
qué? La puerta está bloqueada. Y no tenemos ningún aparato para comunicarnos
con el exterior –dijo Periodista 2, aventando la colilla de su cigarro-.
En el
nivel principal la música subió de volumen. Como una señal de indiferencia ante
sus invitados. Los dos se quedaron mirando el techo. La luz se fue por unos
segundos y un ruido extraño y metálico se hizo presente. La mediana
fosforescencia amarilla regresó a la habitación. Los dos periodistas, entre una
sensación que iba del pánico a la desesperación, no pudieron platicar ni
moverse. Como si un rayo los hubiera atravesado. Al final, con una evidente voz
trémula, Periodista 1 balbuceó:
—¿Capturaron
a alguien más?
—No
lo sé.
—¡Bueno!
Hay que averiguar.
—¿Cómo?,
–gritó periodista 2-.
El
volumen de la sala general empezó a descender. Periodista 1 fue hacia la pared
más cercana. Se sentó, se paró, se volvió a sentar y nuevamente se levantó.
Caminó un poco y tímidamente pronunció:
—Tal
vez si…
Repentinamente,
la luz se apagó y el ruido cesó por completo. Como si nunca hubiera estado
nadie. Como si su único habitante fuera el silencio. Cuando la iluminación volvió, los dos periodistas estaban
paralizados. Nadie abrió la puerta. Nadie fue a visitarlos. En medio del lugar,
las pisadas habían quedado cubiertas por una enorme mancha negra. Alguien se
había movido y, sin embargo, el problema no es que la masa se mueva. Cada uno
tenía recuerdos de objetos y seres gelatinosos. Lo terrible es cuando dice tu
nombre.
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