DOMINÓ DE FIGURAS FANTÁSTICAS
A
través del programa de capacitación continua para los bibliotecarios del Estado
de Guanajuato, he tenido varias el honor de compartir técnicas de escritura
creativa. A su vez, los bibliotecarios, con esa enorme generosidad que durante
años los ha caracterizado, imparten los talleres infantiles de escritura. Estos
talleres han formado a niños escritores en nuestro estado. Algunos de estos
pequeños ya destacan a nivel nacional. La Red de bibliotecas del Estado,
coordinada por el Lic. Alejandro Contreras ha sido muy eficiente en la creación
de los planes de capacitación. En esta ocasión nos apoyó Sebastián Gómez, en la
ciudad de León, y todos nos beneficiamos de las ideas y técnicas que pudimos compartir.
Éste es el resultado del ejercicio de dominó de figuras fantásticas, que
permite la escritura colectiva y está dedicado a los niños y a quienes siguen
creyendo en los cuentos fantásticos. Que se diviertan.
Julio
Edgar Méndez
LAS
AVENTURAS DE UNA FAMILIA REAL
Sagrario
González, Sandra Martínez, Anahí Becerra
Biblioteca
Efrén Hernández
Una
pareja de reyes tuvo una hermosa princesa a quien le gustaba andar a caballo en
todo alrededor del castillo y, una mañana, al cantar el gallo, salió a pasear
al bosque. Encontró una niña que vivía en una choza pequeña quien aún creía en
hadas y en caballeros. A la abuela de la princesa le encantaban las rosas que
vendía un niño pobre quien anhelaba tener un reno. Él creía que un mago podría
convertirle un ratón en uno de ellos. Por eso se dedicaba a protegerlos. Era
vecino de la pequeña soñadora.
La princesa llevó a conocer su
castillo a la humilde niña y le ofreció una deliciosa manzana, con el miedo de
que los reyes -sus padres- no aceptaran su amistad.
Querían un príncipe azul que llevara
a la princesa a vivir junto al arcoíris. Un valiente príncipe que la salvara de
dragones montado en un hermoso corcel. Un día, finalmente, llegó el príncipe.
Venía acompañado de su ardilla y se detuvo cerca del pozo donde un borrego
tomaba agua. Cerca del borrego se encontró una bola mágica donde apareció la
imagen de un lobo, que le advirtió que había fuerzas oscuras que atentaban
contra la vida de la princesa. Las dos nuevas amigas llegarían a ser las niñas que
unirían a todos los habitantes de esa región, porque hasta entonces existía
mucha división entre ricos y pobres. El príncipe emprendió su viaje y preparó
comida alrededor de una fogata. Junto con su perro y un pequeño sapo, que tenía
la habilidad de orientarse, llegaron hasta la choza de la niña soñadora. En
cuanto él le reveló el motivo de su visita, juntos fueron al castillo y,
ayudados por el niño vendedor de flores, a quien la abuela de la princesa
estimaba tanto, pudo el príncipe conocer a la princesa. Se sintieron todos tan
a gusto al darse cuenta de que en realidad tenían muchas cosas en común, que
desde ese día se hicieron todos grandes amigos y con el tiempo, esa amistad se
contagió a todos los habitantes del reino y los ricos compartieron parte de su
riqueza con los pobres y así llegaron a ser un reino muy feliz.
LA
PRINCESA EGOÍSTA
Itzel
Moreno, Biblioteca Carlos Fuentes
Iván
Longoria, Biblioteca Periodistas Mexicanos
José
Luis García, Biblioteca Carlos Monsiváis
Quiquiriquiquí,
sonó el despertador en el castillo. El rey y la reina despertaron. Lo primero
que hicieron fue comentar la importancia de hablar con su hija acerca de sus
obligaciones. La reina, al llegar a la habitación de la princesa, la despertó.
Ésta, insultando a todos, incluyendo al gallo, exclamó:
—¡No puede ser! ¡Otra vez a
levantarme temprano! –dijo, mientras ignoraba a su madre.
Después de un rato, la princesa
cabalgó rumbo al bosque. Encantada de su paseo por conocer diferentes destinos,
se dirigió a una zona donde habitan osos, cocodrilos y un astuto zorro que
siempre engañaba a todos diciéndoles mentiras.
—¿A dónde vas, princesa? –preguntó
el zorro mientras caminaba de un lado a otro, como acechando a su presa.
Sin voltearlo a ver, la princesa
siguió su camino. El zorro volvió a insistir:
—Ya, princesita, ¿a dónde vas? Esta
vez quiero ser tu amigo y compensar los daños que hice con mis bromas.
Pero la princesa siguió su camino.
No le gustaba hablar con animales. Llegó a un valle donde encontró una casa
abandonada en la cual decidió descansar un rato. De repente escuchó un zumbido,
como el de un mosquito; sin embargo, le dio curiosidad. Buscó y buscó y encontró
una pequeña hada que le dijo:
—Te concederé tres deseos.
—¡Me encantaría! –contestó la
princesa –. El primero será dejar mudo al zorro y así no vuelva a engañar a
nadie. El segundo, ser la mejor en todo. Y el tercero, que mis padres, los
reyes, me den todo lo que yo quiera.
El hada, un poco sorprendida por los
deseos, movió su varita para conceder lo que le había pedido la princesa. No
sin antes comentarle que eso, en un futuro, le traería demasiados problemas. La
princesa regresó a su castillo. A la mañana siguiente, al despertar, pensó que
todo había sido un sueño. Fue con sus padres y les dijo:
—Quiero un dragón.
Los reyes, sorprendidos por el
deseo, le comentaron que era bajo su responsabilidad. La princesa siguió pidiendo cosas como: un
borrego, caballos, un castillo para ella sola y un viejo búho. Con el paso del
tiempo, el viejo y sabio búho vio a la princesa más sangrona, por lo que le
comentó:
—No seas mala, ya eres muy
solitaria. No vas a ver a tus amigos al bosque. Y nadie respeta a tus papás
porque todo te lo conceden. Estás llevando a la quiebra al pueblo con todos tus
caprichos.
Ella estaba de acuerdo y un tanto
aburrida. ¿Por qué nadie le hablaba? Realmente porque la odiaban, y sus padres
sólo decían sí a todo. Se fue llorando al bosque para que alguien por fin le
diera un consejo, como el zorro. Lloró y lloró, corrió y corrió hasta que se
encontró con una puerquita parlanchina, quien con voz segura exclamó:
—¡Yo sé cómo revertirlo! Hay un mago
y un adivino que hacen competencias y el ganador se lleva tres deseos.
—¡Llévame, por fis, pequeña
puerquita! –dijo la princesa.
—Ok, sígueme.
Para esto el zorro entró a la
competencia y el mago explicó la dinámica:
—El primero que hable, pierde.
La princesa trató de no hablar, pero
fue imposible. Ya que el zorro no tenía voz porque ella se la quitó.
—¡Ganó el zorro! –gritó el mago.
El zorro, al ser el ganador, pidió
sus tres deseos escribiendo en una tabla:
—Primero, cambiar el cuerpo de la
princesa al de un horripilante sapo. Segundo, tener muchos amigos. Y tercero,
que ya no conceda a nadie más deseos.
Y así fue como la princesa, ahora convertida
en un sapo con una pequeña corona en la cabeza, empezó a apreciar la comunicación
con sus papás. Entendió que a veces las competencias son crueles y que no se va
a ganar siempre. Aprendió a valorar lo que tenía y, ¡oh, sorpresa!, el zorro le
devolvió su condición humana y desde entonces son grandes amigos.
LA
OVEJITA Y EL POZO
Carolina
Jacinto Alferes, Biblioteca Ignacio García Téllez
En
medio de las montañas se encontraba un pozo a donde todas las mañanas llegaba
una ovejita para tomar un poco de agua; pero por más que lo intentaba nunca lo
lograba. Ahí, parado en un árbol, se encontraba también un búho, que observaba
a la ovejita largo tiempo ya que se le hacía tan hermosa como un corcel.
—¡Lástima que no relincha! -pensaba
el búho-.
Pasaba un zorro cerca del camino del
pozo, cuando se dio cuenta de que la ovejita no podía alcanzar el agua para
beberla. Entonces el zorro le gritó:
—¡Dile al búho que te de la varita mágica que
tiene, así ayudó al oso, aunque el cocodrilo no tuvo tanta suerte porque se
cayó al pozo, del susto que le dio el gallo cuando comenzó a cantar desde el
castillo; pero tal vez a ti si te pueda ayudar!
Al oír también el canto del gallo,
los reyes del castillo se despertaron muy contentos con el quiquiriquí de éste.
Mientras tanto, en otra habitación del reino, se encontraba un Mago llamado
Merlín, que estaba como loco buscando su varita mágica, ¡la había perdido!, ¡pero
él estaba seguro de que la había dejado ahí!
—¿Qué
habrá pasado con la varita mágica? ¡Qué tal que alguien se la robó!
Pues sí, el mago Merlín tenía razón;
un ratoncito ruñó la puerta de la habitación y por el agujero que hizo, entró y
se llevó la varita mágica del mago hasta las Montañas Arcoíris. En medio de
éstas montañas se encontró a un niño, que vivía en una choza cerca de ahí; el
cual se encontraba comiendo unas manzanas que se había robado del castillo. Pero
lo que no sabía el niño, es que las manzanas tenían una pócima mágica que el
mago les había puesto para probar un hechizo que estaba creando.
Cuando el niño se terminó todas las
manzanas, ¡¡¡pákatelas!!! Que se convierte en conejo. Un perro que se andaba
paseando entre los árboles, lo olfateó; y cuando lo vio, ¡que le ladra y lo
empieza a perseguir! El conejo, de tan asustado que estaba, brincó a una fogata
sin darse cuenta, pero antes de que el fuego lo tocara, que se convierte en una
niña; (esto por efecto de la pócima de las manzanas que se había comido). La
niña se dio cuenta de que se encontraba en medio del bosque y, de pronto, que
escucha relinchar a un caballo. Al verlo y sin dudar, que se monta en él y al
hacerlo se convierte en una hermosa princesa. Ya montada en el caballo recordó
que su abuelita vivía muy cerca de ahí, y se detuvo a cortar algunas rosas para
regalárselas.
Al llegar a la cabaña de su
abuelita, se sorprendió al ver que la ancianita se transformaba en una simpática
hada; la abuelita, de la sorpresa de ver que su nieta se había dado cuenta que
ella era un hada, ¡que le dispara con su varita mágica! (que no era la del
mago) y la conviertió en ardilla.
La niña, ahora ardilla, salió espantada
por lo sucedido y se topó con un cazador que, al verla, la comenzó a perseguir
por el bosque. Ya casi a punto de atraparla, el cazador se topó con una araña
gigante. Tanto fue su miedo, que corrió apresuradamente perdiendo su arco y
adentrándose a lo más oscuro y profundo del bosque. La ardilla logró escapar,
pero el cazador no tuvo tanta suerte, ya que, dentro de ese horrible lugar, se encontró
con un enorme dragón. “¡Y ahora, ¿qué hago?, sin mi arco no podré defenderme”. Al
buscar algo para pelear contra el dragón, se dio cuenta de que a su lado se
encontraba una armadura con un esqueleto dentro; le quitó los huesos y se
cubrió con la armadura de fierro y así, con la espada, pudo derribar al temido
dragón.
Ya sin miedo y victorioso, se
dirigió nuevamente a las montañas. A lo lejos, vio un pozo y se alegró porque
tenía tanta sed, que quería saciarla sin dudarlo. Ya casi llegaba, cuando Salió
un leñador de entre los árboles y lo detuvo. Los árboles del bosque comenzaron
a sacudirse y, de pronto, de uno de ellos cayó una lámpara maravillosa, de la
cual, por el golpazo que se dio, salió un genio. Al oír tanto alboroto, se
asomó una bruja gruñona que se encontraba dentro de una cueva, junto con un
duendecillo y un trovador que deleitaba con su maravillosa música mientras en
la leña se cocinaba un delicioso lechón. El aroma de tan exquisita cena, atrajo
a un arlequín montado en un corcel. Guiados por un sapo se perdieron casualmente
por esos rumbos.
La bruja, al ver que tenían tanta
hambre y sed, les obsequió una flauta mágica. Al tocarla, los convirtió en
mariposas y así los mandó a volar, para ya no compartirles de su delicioso
lechón.
Mientras tanto, en el castillo, el mago
Merlín se encontraba observando en su bola mágica todo lo que estaba sucediendo
en el bosque. También, observó como una ovejita batallaba por tomar un poco de
agua. El mago, para ayudarla, le envió a un caballero con una niña y su gato,
para que le pudieran sacar una cubeta con agua y darle de beber. La ovejita
tenía tanta sed, que se bebió toda el agua fresca de la cubeta rapidísimo, pero
ella quería más agua, así que decidieron subirle otra cubeta con agua, pero
ésta segunda cubeta no sólo tenía agua, sino que traía también al cocodrilo,
que se había caído al pozo junto con la varita mágica del mago Merlín.
La ovejita y el cocodrilo,
agradecidos con el caballero y la niña, dijeron:
—¿Qué podemos hacer para
agradecerles el habernos ayudado?
—¡Vengan a vivir con nosotros!, -contestó
la niña.
La ovejita y el cocodrilo aceptaron,
pero lo que no sabían era que, el cocodrilo, de tanto tiempo que duró en el
fondo del pozo, salió con muchísima hambre y en cuanto dijo que sí ¡ummm!, que
se los come a todos, y hasta la varita mágica le sirvió para limpiarse los
dientes.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
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