LA INCREÍBLE CATARSIS DE LA PALABRA
Por: Martín Campa Martínez
En
pocas ocasiones tengo el honor de escribir una reseña sobre una poeta de altos
vuelos. Sencilla y entregada a su labor creativa, sonríe, nerviosa, como lo
hacen las mujeres que escriben bajo el influjo de esa hierba llamada imaginación.
Hasta ahora sólo sé que es originaria de Angangueo, allá en Michoacán. Y que
nació un 26 de febrero, cuando las mariposas monarca iluminan los campos de cultivo
de esa región purépecha.
Ella misma se define: “Siempre me ha
gustado leer y declamar poemas, desde que era una niña. Mi maestra me dijo que
escribiera todo lo que sentía en mi corazón, y como me encanta la poesía, pues
comencé armando metáforas y relatos, porque también escribo narrativa. Cuando
llegué aquí, a la ciudad de Celaya, fue un cambio muy drástico para mí, pues
aquí los vientos son más fuertes y fecundos que en otros lados, hasta me
provocan mucho insomnio y es cuando aprovecho para escribir. Soy madre, esposa,
hija y buena amiga. He participado en diversas antologías nacionales y en el
extranjero. Participo, como locutora, en Radio Online. Pero mi mejor
experiencia es la de pertenecer al taller literario Diezmo de Palabras. Ahí he
ido mejorando mi escritura y mi creatividad.”
He leído poesía y narrativa de
Verónica Salazar García y, con satisfacción, recomiendo a los lectores que lean
sus escritos. Se nota que es una mujer radiante, emprendedora y multifacética.
Domina la poesía y la prosa, pues aprende con tenacidad en las clases que se
imparten en el taller al que asiste. Su poesía tiene estética, fondo y forma, y
es tan del alma, que nos hace sentir distintas emociones desde la primera
línea. Su narrativa, en ocasiones cruda y realista, atrapa a los lectores,
incluso a aquellos a quienes no les gusta leer mucho. Sus escritos están llenos
de recuerdos, amor y desamor, almas dolidas, tiempos idos, nostalgias,
melancolías, insomnio y miedos. Su calidad literaria ha comenzado a sobresalir
en esta época en donde existen muchos debates acerca de la literatura escrita
por mujeres. Pero hablar de literatura femenina (aunque es un término que no me
agrada) es embriagarse con los anhelos y sueños que las escritoras logran
transmitir a los lectores. Y eso que los hombres somos los menos indicados para
decidir qué es y qué no lo femenino en la literatura.
En “Dulce beso” aborda el tema del
terror con gran maestría. Nos hace partícipes de ese sueño que no es sino la
realidad misma del protagonista de la historia. Es intenso y sí provoca miedo.
“Flores en la calle” nos habla de
ese desconsuelo que deja la ausencia del ser amado. Tiñe los recuerdos con las
lágrimas de esa alma adolorida.
“Noche sin tiempo” es una añoranza
de aquellos buenos tiempos donde el amor era un castillo lleno de hermosos
atardeceres. Sin embargo todo tiene un final: “Muere el sol en la tarde / así
quiero se pierda mi memoria”.
El poema de “Mil agujas” es uno de
mis favoritos. La autora se explaya, se transforma en el mismo dolor que
aporrea al mundo. Se inconforma con esa intolerancia que atosiga a los más
desprotegidos.
“Los niños de la guerra” es, a mí
parecer, un poema muy bien logrado. Conforme uno lo lee, se siente cómo el
poeta va creciendo, va arrancándose el dolor, va sumergiéndonos en esa
pesadilla que es el odio entre las naciones. El poeta se transforma en todas
las madres de todos los soldados caídos en combate. Nos tatúa en la espalda las
lágrimas y la desesperanza que dejan las guerras. Es enorme ese poema.
Así es la escritura de Verónica: un
barco que nos va llevando a distintos puertos en busca de la eterna raíz de la
buena literatura.
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DULCE
BESO
Verónica
Salazar García
Tiene
una pesadilla. Siente unas largas uñas rasgando su espalda por la que escurre
un líquido escarlata. Quema la piel y le causa dolor. Un fétido olor se
desprende de un cuerpo con carnes putrefactas. Inunda el ambiente. Unos labios
descarnados y faltos de dientes, le rozan su boca en un beso agrio, lo
aprietan, provocan nauseas, se siente en la nada, abre los ojos…No es un sueño.
FLORES
EN LA CALLE
Verónica
Salazar García
Tiñen
de lila las flores del recuerdo,
Un
ramo de nardos no alivia ese mal
Llamado
de amores
Pero
alegra el alma adolorida.
La
locura invade mi razón,
Me
deslizo por la calle que nos vio pasar.
Tu
silueta se diluye en las sombras como mi ilusión.
Voy
por más flores,
Las
otras murieron
En
la noche de un desconcierto.
La
paciencia me invade,
Perseverante
te espero.
Tengo
miedo, no quiero estar sola,
El
recuerdo vive en mí.
Tú,
te perdiste en la calle del olvido.
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NOCHE
SIN TIEMPO
Verónica
Salazar García
La
nostalgia muere lenta
En
mis atardeceres.
Las
memorias se quedan
Se
pierden en el tiempo.
¿Los
recuerdos son?,
Caminos
recorridos donde las piedras y zanjas
Curtieron
mis pies.
Los
resbalones en el andar son experiencias.
El
otoño me cubre de color ocre los sentimientos,
Se
marchitan, dejan al olvido las ilusiones,
Los
sentimientos amargos no se cargan,
Se
quedaron en una primavera y verano lejanos.
Muere
el sol en la tarde
Así
quiero se pierda mi memoria.
Las
lágrimas lavan recuerdos en penumbra
El
alba me llevará a un nuevo día.
MIL
AGUJAS
Verónica
Salazar García
¿Por
qué se ve como si fuera de noche
Si
está amaneciendo?
El
ruido ensordecedor taladra los oídos
Parece
un mazo golpeando la mente.
El
polvo oscureció, el cielo se mete por la nariz
Nubla
la razón.
Todo
es caos y dolor en un día que prometía ser hermoso
El
sol asomó en el horizonte sonriendo,
Abrazo
el día para vivirlo plenamente.
Un
estruendo lluvia de escombros rompió el ensueño,
Ahora
sólo suplicio.
Gritos
Ausencia
¿Quién
corre, quién grita?
Siento
mil agujas introduciéndose en mi cuerpo,
¡duele!
Como
duele la intolerancia.
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LOS
NIÑOS DE LA GUERRA
Verónica
Salazar García
Una
lágrima que rueda silenciosa
Sale
de los ojos que ver no quieren,
Los
niños de la guerra, inocentes víctimas
Del
odio entre hermanos.
Dolor
que lacera el alma,
Los
niños no serán hombres,
Los
niños no serán sueños,
Los
niños se llenaron de dolor
Y
clausuraron las entrañas
Dejándolas
invalidas.
Y
sólo se deja para evocarlos
Esa
lágrima impávida que rueda
Lentamente
recordando la guerra,
Donde
se perdieron las ilusiones
De
las madres.
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ES
DEMASIADO EL TIEMPO
Vero
Salazar G.
Vivo
sin lograr calmar el dolor
de
mi corazón.
Remiendo
el tiempo infinito.
El
sentimiento se hace interminable
me
abraza despacio en esta soledad.
Las
lágrimas ruedan silenciosas, lentas,
se
hace un nudo en mi garganta,
el
dolor se eterniza en un lapso sin límite.
¿Por
qué te diluiste
en
esa mañana sin retorno?
No
lo sé.
Me
siento como un cristal roto
zurcido
por el recuerdo,
solo
existo para verte en la eternidad.
COMO
SI FUERA CABALLO DESBOCADO
Vero
Salazar G.
Corro
sin rumbo fijo, mi pelo enmarañado perdió su encanto, las gotas de sudor
escurren
pegajosas por mi cara y espalda, me da escalofríos, mis ojos miran
desorbitados
a todos lados, el corazón palpita muy fuerte, parece caballo
desbocado,
el terror está tatuado en mi rostro… Siento unas garras perforando
mi
cuerpo, duele, me elevo por los aires, me esfumo en la siniestra noche.
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SOBRE
LOS RECUERDOS
Vero
Salazar G.
Quedaré
helada en esa tumba
muriendo
a cada instante.
Nadie
llegará a llorar sobre ella.
Las
campanas tocarán
una
canción que rompa el silencio
y se
perciba en la piel.
No
sientan mi ausencia
ni
sufran en los otoños desiertos
donde
el recuerdo no se borra con agua.
Cuelguen
las sonrisas en el viento
para
que las pueda ver.
Así
sabré quién me amó…
y a
quién le fui indiferente.
Sobre
los recuerdos claven una cruz
y
mis cenizas tírenlas al viento.
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SIN
MANCHA
Vero
Salazar G.
Resbala
el lápiz
por
mis dedos,
me
faltan fuerzas
cierro
los ojos, intento inspirarme
se perdieron las
ideas.
Una
niebla cubre mi pensamiento.
La
hoja desnuda grita
no
ensucies la blancura de mi cuerpo,
ni
tatúes tu poesía amarga
con
pensamientos insípidos.
No
plasmes el dolor que arrastras
escribiendo
con letras descoloridas,
en
mis páginas transparentes.
*Textos
publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
**Imágenes:
Hieronymus
Bosch, Infierno-Fragmento
Edward
Hopper, La autómata
A soft afternoon, Scott
Mattlin
Sin título, Duy Huynh
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