UN DÍA VINO A MÍ MELANCOLÍA
“Un día vino a mí Melancolía
y dijo: «Quiero estar contigo un poco»...”
Dante Alighieri
LA
OLVIDADA
Soco
Uribe
Esta
mañana, al despertar, por la ventana pude ver que las gotas de rocío se
deslizaban sobre los pétalos de las rosas como las lágrimas sobre el rostro de
los enamorados después de una despedida.
Entonces,
me pregunté: ¿Qué ha pasado, por qué me siento tan triste, sola, acabada y sin
ganas de continuar luchando en este mundo?
Yo,
que siempre había sido tan eficiente, tan alegre y tan llena de vitalidad;
ahora, me encontraba sin fuerzas, desgarbada, con los cabellos maltratados y el
cuerpo marcado por el trabajo arduo que había desempeñado durante toda mi
vida.
Volví
a preguntarme el porqué ya no me movía, por qué permanecía en el mismo sitio y
pasaba desapercibida ante los ojos de los demás. ¿Por qué mi cuerpo, que alguna vez había sido
fibroso y firme, ahora era flácido y encorvado y daba la sensación de una clara
y prematura vejez?
Entonces,
comencé a recordar lo importante que había sido para mí mantener la casa y el
patio limpios, al pasto del jardín sin hojas secas, los techos sin
telarañas, los tapetes sin polvo y sin
pelusas que los hacían verse deteriorados y a los pisos limpios y
brillantes.
También
recuerdo cuando, en algunas ocasiones, les había hecho caballito a los niños y
los transportaba a mundos imaginarios, donde yo podía volar como un Pegaso, por
encima de países lejanos, para después encontrarnos con los príncipes y
princesas de los cuentos más famosos y cabalgar con ellos hasta el infinito;
deseando finalmente que, al igual que Pegaso, con un golpe de casco, pudiésemos
hacer brotar de nuevo, agua del Helicón para seguir inspirando con ella a los
poetas.
Recuerdo,
como si hubiese sido ayer, haber servido de pareja para que aprendieran a
bailar los niños de la casa cuando ya eran adolescentes, ya que les daba pena
pedirles a los adultos que los enseñaran porque, seguramente, descubrirían cuál
de los jóvenes estaría interesado en algún muchacho o en alguna jovencita,
según el caso.
Sin
embargo, en estos momentos, hasta recordar me cuesta trabajo. Tristemente, veía
mi sombra reflejada en la pared y no me reconocía, no podía aceptar que ésa
fuese yo.
Por
la tarde, cuando el calor comenzó a menguar, escuché que alguien, desde el jardín, dijo que necesitaba un poco
de leña para encender el asador y fue
entonces, cuando una voz contestó desde adentro de la casa: “Toma la
vieja escoba que tenemos en la lavandería, esa te puede servir”
Y
así fue. Nuevamente, volví a servirles;
pero, en esta ocasión, por última vez.
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