LOS DOMINIOS DEL PRÍNCIPE PARADOJA
(Dioses griegos y aforismos en El retrato de Dorian
Gray de Óscar Wilde)
Ensayo. Segunda
Parte
Benjamín Pacheco
Otros
investigadores, en contraste, han analizado la dualidad hombre-mujer con la que
Wilde aparentemente fue educado. Tal es el caso de Havelock Ellis, quien en su
ensayo “A note on Oscar Wild”, destaca dicha parte femenina y su impacto en su
sensibilidad artística. Para ella, el autor de La importancia de llamarse Ernesto era “un artista femenino en el
cuerpo de un hombre” 17 y,
aparentemente, su madre tuvo mucho que ver en ello:
Su madre había anhelado por una niña
antes del nacimiento de Wilde. La respuesta a su plegaria fue esta extraña
mezcla de genio sin dirigir, equivocada femineidad, fascinación y tragedia. Él
era tanto mujer como hombre, un exquisito más que un genio, un Bello Brummel de
la decadencia. 18
Ellis considera que el potencial de
Wilde era mayor de la que estimaban sus contemporáneos, pues debajo de su
“vanidad, egoísmo, su trivialidad y falta de perspectiva espiritual, era un
apasionado amante de la belleza, el artista en delicados tonos y monótonos” 19. Desde esta perspectiva, la ensayista apunta
que el escritor irlandés tenía una personalidad triple (sic.) pues “había en él
un hombre valiente que enfrentó su destino y se rehusó a calumniar a sus
acusadores. También estaba la irresponsable y encantadora mujer que podía
escribirle a sus amigos, a pocos días de haber dejado la prisión, para decirles
donde comprar las mejores botas”. 20
Otros autores han destacado más la
aportación como dramaturgo de Wilde, que no pasó desapercibida y se le
considera dentro de lo mejor de su tiempo y como un posible vínculo con lo que
habría de representarse en el siglo XX. En base a los datos históricos citados,
queda claro que era un ambiente propicio para la creación, mismo que Wilde no
desaprovechó. Esto lo refiere Vicente Forés López, de la Universidad de Valencia,
quien destaca el desarrollo literario y teatral en el siglo XIX, donde el
escritor irlandés tuvo muy buena recepción entre otras personalidades que
marcaron la época:
El Siglo XIX estuvo eclipsado por la
literatura victoriana. Hasta éste momento se daba el Romanticismo donde en el
que se representaban acciones y pasiones ficticias. Pero el periodo victoriano
está muy marcado por Ibsen (sus obras al principio no fueron bien recibidas) y
por las adaptaciones de la obra Cuento de Navidad de Charles Dickens. En
teatro, hasta las últimas décadas del siglo no hay un verdadero resurgimiento y
viene dado por un autor muy importante, Óscar Wilde. 21
Forés López señala que a diferencia
del periodo anterior, los dramaturgos optaron por usar “una técnica más próxima
a la vida real” 22, donde se
instaura el drama en tres actos con “incidentes posibles y melodramáticos
rodeadas de un final comprensivo y feliz” 23, además de
otras innovaciones como el hecho de que los actores adquieren un control sobre
los ensayos y se pasa la responsabilidad de la realización dramática a los
directores. 24 Wilde, en su faceta de
dramaturgo, aparece en el último decenio del siglo citado. Conforme al
investigador español, el dramaturgo “da un original cambio al estilo con el que
se cierra el siglo anterior” 25 y sirve de
conexión con el Siglo XX:
Influido por J. Ruskin y W. Pater,
(Wilde) idealizó la belleza y se convirtió en el apóstol del esteticismo. Todos
los grandes hombres de su tiempo reconocieron el formidable atractivo de su
personalidad, su ingenio y la agilidad de palabra. Wilde sobresale en el drama
en los que en encontramos facilidad de expresión, fluidez del diálogo y
derroche de ingenio verbal. Escribe sobre tres vertientes dramáticas: drama
bíblico de ambiente poético, comedia de salón de tendencia sentimental y
comedia de salón de carácter paradójico y chispeante. 26
Así, Wilde fue reconocido como “un
gran dramaturgo que con su cambio de estilo terminó un siglo y entró en otro,
dando paso también a otra nueva literatura”. 27
También se ha acentuado la
influencia que tuvo el escritor de escuelas filosóficas griegas como la de
Epicuro (342-270 a.C.). El investigador William Terpening considera que dicho
pensador clásico influyó en aquellos que se consideraban “Estetas y Decadentes,
particularmente Walter Pater y su ocasional discípulo Óscar Wilde”.28 Las creencias que tenía Epicuro sobre el
arte, el alma y la educación, refiere Terpening, han sobrevivido en algunas
cartas y colección de máximas, mismas que fueron adaptadas en el Siglo XIX por
parte de Pater en obras como Marius the Epicurean y Appreciations, así como El
retrato de Dorian Gray. El punto central gira alrededor del placer y el gusto:
Epicuro encontró que el placer era
el más grande bien, al tiempo que rechazaba el dolor por ser un mal. Esto,
contrario a la apropiación contemporánea del término “epicureano” que refiere a
una persona dada a la indulgencia en los placeres hedonistas. Epicuro aboga por
lo que los victorianos podrían pensar de un refinamiento del “gusto”. El
pensaba que [alguien] no escoge incondicionalmente una larga cantidad de comida
sino el más placentero alimento, pues no busca saborear durante la mayor
cantidad de tiempo sino por lo más placentero” […] el gran pecado de Dorian
Gray no es rendirse a las cosas más bellas, por el contrario, estos objetos
mantienen el placer. El bien supremo, pero dependiente, de estos objetos es mantener
el interés por la vida. 29
Se reitera que el análisis acerca de
la obra y vida de Wilde es vasto, por lo que sirva lo anterior como un breve
estado de la cuestión, pues aunque resulta tentador –debido al amplio y
riguroso trabajo que han realizado algunos investigadores –referirlo con
detalle rebasaría el objetivo del presente trabajo.
La creación de una obra y su trama correspondiente
De
manera general, El retrato de Dorian Gray es una novela que consta de un
prefacio y veinte capítulos. La forma en que está escrita es por medio de un
narrador omnisciente libre, es decir, además de referir los pensamientos y
acciones de todos los personajes, de vez en cuando deja sentir su propia
opinión, situación que en ocasiones puede crear la sensación de no saber de
quien provienen los juicios emitidos. En el capítulo XI resulta especialmente
notoria está condición, pues el narrador comienza contando los primeros años de
aventura de Gray, pero después pasa a reflexiones que se enuncian en plural
como “Hay pocos entre nosotros que no se hayan despertado algunas veces antes
del alba…”, 30 además de tomar digresiones de
carácter histórico o largos listados de telas y joyas. En sí, se puede
establecer que la historia está focalizada –utilizando la terminología del
teórico francés Gérard Genette citada por Luz Aurora Pimentel 31 –básicamente en tres personajes: Lord Henry
Wotton, el pintor Basilio Hallward y el bello Dorian Gray, quienes sostendrán
una relación durante dieciocho años aproximadamente desde la creación del
retrato hasta la muerte de Hallward, a manos de Gray, y éste último al intentar
acabar con el cuadro que absorbe todos sus excesos mundanos. En el transcurso,
el lector aprecia otros personajes secundarios cuya función será reflejar el
excéntrico mundo aristocrático o la sórdida y obscura atmósfera de los bajos
fondos y muelles de la ciudad de Londres. La investigadora Montserrat Alfau, en
un prólogo de la novela citada por parte de la editorial Porrúa, refiere parte
de la recepción crítica que tuvo la historia, así como la inspiración de Wilde
para la misma:
Su aparición atrajo una avalancha de
crítica adversa, y la prensa británica condenó casi unánimemente esta novela.
Hesketh Pearson nos dice en su Life of Oscar Wilde: “En el año de 1884, Wilde
solía visitar el estudio de un pintor amigo, Basil Ward, que contaba entre sus
modelos a un joven de belleza excepcional… Cuando el cuadro quedó concluido, y
el muchacho se había marchado, Wilde exclamó: ‘¡Qué lástima que una criatura de
hermosura tan extraordinaria llegue a envejecer!’. El artista asintió,
añadiendo: ‘Sería maravilloso si él permaneciese exactamente como está ahora, y
fuese el retrato el que envejeciera y se marchitase’.” Más tarde Wilde
testimonió su gratitud al pintor por haberle inspirado, haciéndole aparecer en
su novela, bajo el nombre de Basilio Hallward.
El prólogo también es de
importancia, pues resulta “una especie de vademécum para introducir al lector,
con sus paradójicos apotegmas sobre estética, moral, crítica literaria y
artística, a la discusión sobre esos tópicos confrontados a través de toda la novela”.
33 Siguiendo el
análisis de Alfau, se pueden resumir que la historia comienza con la
coincidencia entre los personajes citados, en un estado en el que Gray tiene
“la conciencia aún pura” con una “juventud y belleza (que) no habían sido
todavía aún disociadas de su alma por el mal”, al tiempo que es alentado por
“las teorías desconcertantes y devastadoras de Lord Henry Wotton”. Al tiempo,
Basilio Hallward adora sinceramente a Gray y revela: “su personalidad me ha
sugerido una manera de arte y un modo de estilo enteramente nuevos”, 34 pues el joven sirve de modelo para el pintor
y lo inspira como ningún otro lo había logrado. Así se formará una especie de
triángulo de amistad con ideologías opuestas en las que Gray cederá finalmente
por imitar el estilo de vida de Wotton, quien busca conocerlo todo:
(Lord Henry Wotton) ¡Ah! Dése cuenta
de su juventud mientras la tiene. No derroche el oro de sus días escuchando a
los tediosos que intentan detener el desesperado fracaso, y defienda su vida
del ignorante, del adocenado, del vulgar […] ¡Viva, viva la maravillosa vida
que tiene en sí! No pierda nada de ella. Busque siempre nuevas sensaciones. Que
no le asuste nada… Un nuevo hedonismo: esto es lo que quiere nuestro siglo […]
Todos nos convertimos en horrorosos polichinelas alucinados por el recuerdo de
las pasiones que nos atemorizaron y de las exquisitas tentaciones a las que no
tuvimos el valor de ceder. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en
el mundo sino la juventud! 35
En esta etapa, el joven se dará
cuenta que el cuadro es capaz de absorber y reflejar sus excesos, mientras él
se mantiene sin cambio físico alguno. Esto se debe al deseo que manifestó el
día en que conoció el resultado final de la pintura de Hallward; además, ese
mismo día, también escuchó la perorata de Lord Henry Wotton sobre la juventud.
Dorian, aturdido por el discurso del despreocupado aristócrata y aterrado ante
el envejecimiento, pide que el cuadro sea el que cambie y él mantenga su
belleza:
¡Qué triste! Me volveré viejo, horrible,
espantoso. Pero ese retrato permanecerá siempre joven. No será más viejo que en
este día de junio… ¡Si ocurriera el contrario, si fuera yo siempre joven, y si
este retrato envejeciese! ¡Por eso, por eso lo daría todo! ¡Sí, no hay nada en
el mundo que no diera yo! ¡Por ello daría hasta mi alma! 36
A este párrafo, y en el sentido
general de la obra, es la razón en la que algunos estudiosos han visto el mito
fáustico, es decir, el intercambio –o venta –del alma por un favor al diablo.
Esto generalmente es algo fuera del alcance del solicitante. Lo anterior en
referencia a la obra Fausto, de
Goethe, drama en dos partes (1808-1832), en donde un personaje del mismo nombre
vende su alma al demonio Mefistófeles a cambio de los placeres terrenales.
Aunque no se expresa directamente un intercambio similar en el texto, se
interpreta que esa es la intención. Esto se remarca cuando Hallward decide
destruir el cuadro con una espátula al ver el estado en que pone a su joven
modelo, pero este decide conservar la pieza. Así, al salvar el retrato,
identificarse con el mismo y permitir que exista, se puede decir que realiza el
intercambio que le traerá dramáticos resultados:
Con un sollozo ahogado, el joven
saltó del diván y, precipitándose hacia Hallward, le quitó el cuchillo de la
mano y lo arrojó al fondo del estudio.
-¡No,
Basilio, no! –exclamó –. ¡Sería un crimen!
-Me
encanta verle apreciar, por fin, mi obra, Dorian –dijo el pintor fríamente,
dominando su sorpresa –Nunca hubiera esperado eso de usted.
-¿Apreciarla?
La adoro, Basilio. Siento que es algo de mí mismo. 37
Aunque claro, otros analistas como
Bárbara T. Gates, profesora de Inglés de la Universidad de Delaware, rechazan
esta interpretación. Para ella, en su ensayo “Oscar Wilde´s Picture of Dorian Gray”, la historia está más ligada
a la fantasía porque “no es una historia fáustica de un héroe dando su vida por
el conocimiento, sino un cuento de hadas oscuro en el que un niño malcriado
obtiene su deseo –juventud eterna y sensualidad –y se vuelve un suicida porque
no puede manejar las implicaciones”. 38
Continuando con la historia, una vez
que el lienzo está en poder de Dorian, será motivo de distintas reflexiones: el
joven percibe que el semblante de la pintura ahora tiene “un toque de crueldad
en la boca” 39 tras el rompimiento y posterior
muerte de la actriz Sibila Vane. Esta parte será importante porque reforzará su
actitud hacia el retrato y el hecho de que envejecerá en lugar de él:
Sintió que había llegado realmente
el momento de hacer su elección. ¿O su elección estaba ya hecha? Sí; la vida
había decidido por él –la vida y la infinita curiosidad que él sentía por ella
–. Eterna juventud, la pasión infinita, placeres sutiles y secretos, alegrías
ardientes y pecados más ardientes aún…, iba a poseer todas estas cosas. El
retrato asumiría el peso de su vergüenza: esto era todo.
(CONTINUARÁ)
17 Havelock
Ellis, “A note on Oscar Wilde”, The Lotus Magazine, Vol. 9, No. 4 (Jan., 1918),
pp. 191, http://www.jstor.org/stable/20543995 [Consultado el 27 de mayo] (La traducción es mía).
18 Ibíd.
19 Ibíd.
20 Ibíd.
21 Vicente Forés López, “Época Victoriana:
Robertson hasta Wilde”, http://mural.uv.es/mamovi3/wilde [Consultado el 27 de
mayo de 2012].
22 Ibíd.
23 Ibíd.
24 Ibíd.
25 Ibíd.
26 Ibíd.
27 Ibíd.
28 William Terpening, “British and European
Aesthetes, Decadents and Symbolists”, The Victorian Web,
http://www.victorianweb.org/decadence/epicurus.html#sense
[Consultado el 28 de mayo de 2012] (La traducción es mía).
29 William Terpening, Op. Cit., [Consultado
el 28 de mayo de 2012] (La traducción es mía).
30 Óscar Wilde, El retrato de Dorian Gray,
Salvat Editores, España, 1970, p. 124.
31 Gérard Genette citado por Luz Aurora
Pimentel en El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa, Siglo XXI
Editores, México, 2010, p. 98.
32 Montserrat Alfau, Traducción, prólogo y
notas de Óscar Wilde, Porrúa, México, 1979, p. XI.
33 Montserrat Alfau, Op.
Cit., p.XIV.
34 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 20.
35 Óscar
Wilde, Op. Cit., p. 31.
36 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 34.
37 Óscar Wilde, Op.
Cit., p. 35.
38 Bárbara T. Gates, “Oscar Wilde´s Picture of Dorian Gray”, The Victorian
Web, http://www.victorianweb.org/books/suicide/06g.html [Consultado el 28 de
mayo] (La traducción es mía).
39 Óscar Wilde, Op. Cit., p. 90.
40 Óscar
Wilde, Op. Cit., p. 103.
*Texto publicado en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
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