EN ESTA CARTA QUE VOY A ESCRIBIR
2ª Parte
“Mi
ángel, mi todo, mi yo mismo... por qué este profundo dolor...” Escribió Ludwig
van Beethoven a su “amada inmortal”, a quien no identifica en la carta y él
solo firmó con “L”. Tal vez eso era parte del maravilloso ritual de la
correspondencia epistolar, que se ha perdido casi por completo. Escribir con
lápiz, pluma o bolígrafo sobre un papel donde aparecían pequeñas manchas
llamadas letras y verlas llenar hoja tras hoja formaban la magia de transmitir
nuestros pensamientos y emociones a un elemento que mutaba –como piedra
filosofal- de papel a oro. Oro que se enviaba por correo con la incertidumbre
de cuándo llegaría a su destino o incluso si alguna vez llegaría (ya conocemos
la calidad del servicio). Pasaban semanas o meses para conocer si nuestro anhelo
del corazón tenía correspondencia o la emoción era solamente una ruta en un
solo sentido. A veces no se firmaban las cartas, el destinatario debía saber o
intuir quién era el remitente. Era un eterno juego de adivinar sin adivinar.
Por eso hemos pedido a compañeros escritores que envíen cartas de amor a quien
corresponda. Es para ti, estimado lector, lectora, de parte de quien usted
imagine. Vale.
Julio
Edgar Méndez
ARCHIDUQUESA
Antes
de que se vaya, quería decirle: la quiero. Pero no lo tome en serio, cójalo
como quien le profiere indiferencia en el camino o le lanza un piropo en la
calle. Pretendía lo supiera sin que quede constancia de ello porque no espero
repuesta, ni siquiera consideración. Aunque nunca la voy a tener, ni como
patética esperanza, con solo pensarla, la quiero y le expongo mi desventura: Me
enamoré de usted como se enamora el agua de una gota de aceite a la cual
envuelve toda sin perturbarla, sin confundirse con ella, solo para en la
cercanía descifrarla, olerla, sentir su roce y al final, dejarla ir. Se me
metió hasta la cocina y lo sabe, lo que ignora es la vana voluntad que puedo
desgastar por olvidarla sin fortuna y para al final decidir mejor dejar su
recuerdo intacto.
Pero
nuevamente antes de alzar el vuelo debo repetirle cuanto la quiero y que la
necesito al igual que el arrebol al cielo para existir. Por eso solo le pido un
consuelo al partir: camine del lado del sol. No aspiro a que cuando se me seque
su recuerdo, sea porque se me oxidó la memoria de tanto llorarla. Y anhelo, si
es posible, al llegarle la indiferencia, un diluvio universal le inunde de
nuevo de mí la memoria. De tanta humedad le nacerán rosas a mi tristeza para
que si regresa, pueda regalarle un ramo de lágrimas. Si vuelve, juro que se
hermanarán conmigo todas las alegrías del mundo y hasta le pondrán mi nombre a
la locura.
Nunca
debe dudar también que con solo recordarme: la quiero. Por eso no me olvide.
Antes
de que me vaya quería reiterarle: la quiero.
Su
atento y seguro servidor.
Victor Hugo Pérez
Nieto
CARTA
A MI HERMANA:
¡Hola,
Manita! Te escribo en mi cumpleaños para decirte que me haces mucha falta.
Hubiera sido genial tenerte cerca para contarte mis cosas. ¿Te imaginas? A
diario podríamos platicar de los amigos, de las clases o del vecino que me
gusta.
A lo
mejor allá donde estás no te enteras de las broncas que hay en la casa. ¡Qué te
va a importar nuestra vida! Por el
trabajo de papá nos cambiamos muy seguido de ciudad. Cada vez debo
acostumbrarme a una nueva escuela, a otros compañeros y a dormir en un cuarto
diferente. Siempre extraño lo que dejé atrás. Mi mamá sigue de pleito con papá
porque él es muy coscolino. Ella dice que tiene que hacerle “marcaje personal”.
Significa que debe cuidarlo mucho. Lo aclaro pues seguro no entiendes sus
dichos. Ella se convirtió, para ti, en una desconocida.
¿Sabes
lo que dicen de los hermanos gemelos? Que tienen una conexión muy especial. Me
hubiera gustado comprobarlo, sentir lo mismo que tú, adivinar tus pensamientos
y tú los míos. Imagino que por nuestro
parecido físico nos confundirían. Claro que yo sería la más bonita. Las
personas nos harían bromas tontas como que yo soy Clara y tú eres Yema. Tal vez,
presentarías el examen de álgebra en mi lugar. ¡Qué
divertido sería engañar a los maestros!
¿No crees?
No
te ofendas pero, pienso que fuiste muy cobarde por abandonarnos. Tuviste miedo
de formar parte de esta familia, que aunque disfuncional, somos una familia. De
aquí nadie te corrió, te corriste sola. Hubiéramos sido cómplices y grandes
amigas. Yo tendría con quién pelear cuando estuviera de mal humor por la regla.
Y por las noches, nos reiríamos de
tonterías hasta que nos doliera la
panza. Luego, mamá gritaría: “¡Ya apaguen la luz y duérmanse!”. Te perdiste la
diversión por tu cobardía. Escuché que cada uno decidimos si nacemos o no. Tú
no quisiste hacerlo y me dejaste sola en el vientre de mamá. Tan campante te
marchaste, dejándome ser la única gemela sobreviviente.
Patricia
Ruiz Hernández
Celaya,
Gto., a 13 de febrero de 2017.
A mi
peor enemigo:
Estoy
sentada frente a la computadora y he tardado un mundo de tiempo en poder
atreverme a escribirte esta carta.
En
primer lugar, no sabía si decirte todo lo que he sentido durante estos años, en
los que las ofensas hacia mi persona han sido constantes.
No
sabía si debía guardarme alguna o decirlo todo.
Además,
quería conocer el motivo real para dirigirte esta carta. Me preguntaba, al mismo tiempo, si hacerla en
la computadora o escribirla de mi puño y letra para darle más fuerza y
veracidad. Pero, me he decidido y aquí estoy comenzando a decirte todo lo que
siento.
Mi
propósito más íntimo es que, con las revelaciones y reproches que te voy a
externar, pueda limpiar mi alma de todos estos malos sentimientos que albergo
en relación a ti. En realidad, te culpo de todo el mal que me has hecho, tal
vez inconscientemente, pero al final el daño se llevó a cabo.
Recuerdo
cuando era niña y me comparabas con mis hermanos. Para ti resultaban mejores
estudiantes, más guapos, menos rebeldes, más queridos y aceptados por los
abuelos y los tíos.
También,
viene a mi mente cuando me decías que la profesión que quería estudiar no me
daría para vivir. Pero, aún así, la amaba.
Te
acuerdas todas las veces que me recriminaste al querer hacer algo nuevo y no
podía hacerlo de óptima manera; me recalcabas lo inútil que era y que jamás
lograría la perfección.
No
olvidaré esa noche, en casa de mi tía Juanita, me pusiste un adjetivo que me da
pena repetirlo en esta carta, por tan sólo querer volar y ser libre como el
viento.
Por
fortuna, llegó el momento en que no me importaron tus juicios. Entonces inicié
el oficio de la escritura; aunque desconfiabas de mi destreza y mis errores los
remarcabas cada vez con más dureza.
Segura
estoy que no te convenía que, por primera vez, no te hiciera caso y tratara de
abandonarte, aunque fuera con la imaginación.
Sin
embargo, me quedé y te reté. Comencé a borrar todos esos conceptos
preconcebidos con los que me calificaste. Y, cuando te me acercabas al oído
para criticarme, me enfrenté a ti y en lugar de fastidiarme como antes, me
hacías más fuerte.
Ahora,
sin embargo, te doy las gracias porque debido a la continua descalificación que
vertiste sobre mí, soy la persona que soy.
Por
último, quiero decirte que te perdono y que nada me debes. Al contrario, te agradezco toda la vida que
has pasado a mi lado, aunque si este dolor lo hubiese canalizado por otro
conducto, hubiese sido mejor para ambos.
Me
despido de ti, mi peor enemigo.
Con
gratitud, Soco Uribe.
PD:
En este momento enviaré a mi correo electrónico esta carta para mañana, que es
día del amor y la amistad, abrirla y perdonarme por todo lo que me he hecho.
QUERIDO
HIJO:
Posiblemente
te estés preguntando porque hice lo que hice. Seguro dirás que fui una cobarde
y el dolor ahogará tu pecho, no te dije nada de mi partida, si te lo hubiese
dicho tú no lo hubieras permitido y eso
no era posible. Tenía que irme.
Te dejo esta carta de despedida, sé que no
aliviará tu sentir pero quiero decirte que te amo más que nadie, aunque tú no
lo entiendas en este momento. Desde que naciste me juré hacerte feliz y es lo
que estoy haciendo, te regalo vida para que realices tus sueños, no podré ir a
tu graduación pero estaré feliz de que cumplas una meta, no te llevaré al altar
cuando jures amor eterno a quien te dará
hijos. No celebraremos juntos tu cumpleaños, pero lo importante es que
los celebrarás y yo, desde donde esté, seré feliz por ti. No llores por mí, lo
que hice lo hice por ti y por el gran amor que te tengo, déjame decirte que
eres lo más bello y lo más importante que me pasó en la vida. Por eso te regalo
mi corazón que vivirá dentro de ti, ya
no vivirás esos ataques de ansiedad y taquicardia que tanto te debilitaban,
ahora estarás fuerte y seguirás viviendo para cumplir anhelos. Hasta pronto
amado hijo, en otra vida nos volveremos a encontrar, ahora ve y disfruta de
ésta y se feliz que tu felicidad es la mía, porque vivo en ti.
ATENTAMENTE
Tu
mamá.
Vero
Salazar
P.D.
No sufrí, todo fue meticulosamente planeado.
EL
TÍTULO DE ESTE POEMA
Podría
ser cualquier parte de tu cuerpo,
tus
ojos, tus labios.
Tu
cintura o tus piernas.
El
título de este poema podrías ser tú.
Tus
problemas o los míos.
Incluso
lo menguante de la luna.
Éste
poema es para ti,
tanto
como es mío.
La
curva de tu sonrisa,
el
bailar de tus caderas.
Algo
que al leer
sepas
que es tuyo.
Puede
ser el sonido de tu voz.
La
sensación de tus besos en mi rostro,
tus
manos sobre las mías.
Tu
cuerpo junto al mío.
Tu
caminar o tu sonrisa nerviosa.
El
peinado sin esfuerzo.
Podría
alargar este título,
tanto
como las cosas que veo en ti.
Tu
nombre, letra por letra.
La
talla de tu camisa,
la
marca de tu pantalón.
O el
café que tanto te gusta
Puedes
ser un desastre en mí.
Un
tornado o una tormenta.
Lo
extraño es
que
siempre tengo calma.
Este
huracán tiene nombre,
apellido
y número telefónico.
El
título de este poema eres tú.
Por:
Víctor Manuel García
VOLVER
A VERTE
es
tocarle las alas a un ángel
tomar
agua fresca desde los espejismos
nadar
entre tiburones abstemios.
Pero
tocarte, mirarme de nuevo en tus pupilas
es
igual a besar en la boca al dios de todos los ritos.
Mujer
manzana, mujer vino
crisol
en cascada de oro
llama
de nube
relámpago
sueño.
Una
ausencia de siglos
un
candil encendido por siempre
vereda,
río, océano donde derramo mi savia.
Mujer
árbol, mujer planta
mujer
sueño.
Para
Mayra, desde entonces y hasta siempre. JEM
*Textos publicados en El Sol del Bajío. Celaya, Gto.
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