domingo, 10 de julio de 2016

AIRES LÚDICOS


AIRES LÚDICOS

“-Perdone usted -le dije-, ¿no podría contarme brevemente lo que ha ocurrido en la pantalla?
-Sí. Daniel Brown, a quien ve usted allí, ha hecho un pacto con el diablo”.
Juan José Arreola, Un pacto con el diablo.
     




LOS AIRES
Herminio Martínez (+)

A Enedina, la primera palabra se le clavó como una flecha en el costado izquierdo.
—¡Excelente! -le dijo el sacerdote, saltando como una vieja cabra, convencido de que sus necesidades no fueran a resolverse nunca.
 Había ido a ver el señor cura para que le escuchara una canción, y él ya la esperaba, porque desde que terminó la misa de las diez ella le preguntó que si, después de comer, podía ir a hacerle una consulta.
—No de pecados -le dijo-, sino de las tonadas que compongo. Nada más termino mi quehacer.
Al viejo lágrimas de cuervo le impresionó la voz... La felicitó con una mano seca y aun le pidió que repitiera el canto. Ella lo hizo y aunque en otras circunstancias aquel antiguo director de coros, con olor a tabaco y humedad, habría dicho que la tesitura de Enedina no era sino una carcajada rebuznante, con palabras de pato le anticipó:
—¡Qué bello cantas, Enedina! ¡Excelente! ¡Me gustas!
Al otro lado de la calle un hombre barría hojas. Nerviosas damas lo veían y, arrugando la nariz, cambiaban de banqueta. Adentro, la retórica de la ternura de su párroco era otra música, con sonidos más ásperos, que, como ovejas, en la ventisca se juntaban.
Hombre sudado y maldecido por más de un parroquiano y otros con quienes desde el principio, en sus cabales o aquellas borracheras de órdago, jamás tuvieron nada que decirse.
La volvió a saludar, mirándola como quien contempla la llanura:
—¡Qué hermosa melodía! ¿Ya tienes algún título?
—Los aires… –respondió ella.
—¿Los aires? –se sorprendió él- ¿Por qué los aires?
—Porque la compuse ayer, cuando soplaba el viento... Sentí que Dios Nuestro Señor me la inspiraba para protegerme de todos los malditos. Usted sabe cómo andan por ahí esos lobos y una es mujer sola, viuda, huérfana, sin nadie… La música me cuida.
“¿Y a eso le llamas música? –pensó el malsano-. Tu voz supera ¡en mucho! a los gruñidos de los cerdos. Pero lo que sea de cada quién: eres muy bella y eso merece un trago… Los aires han perdido la cabeza”.
—¡Vaya, pues, con los aires! –insistió.
—¿Quiere que se la cante nuevamente?
—Por favor; me haces estremecer e imaginar que subo al cielo. Realmente ando en las nubes. Sólo dame un instante, voy por un tequilita. Se va a necesitar. ¿O prefieres rompope? También tengo cervezas.
—Yo no bebo. Nada más agua y algún jugo.
—De todos modos se va a necesitar. Ahora vuelvo.
Enedina, inocente, repitió la tonada hasta convertirse en aire y ascender al cielo, dejando al hombre con el deseo de poseerla una vez que, cansada, le aceptara beber y descansar un poco en el salón de al lado, donde los fines de semana tres o cuatro mujeres daban el catecismos, mientras él las miraba y, desnudas, se las metía en la mente, esperando la noche, cuando lo visitaran para rendirle cuentas. Pero con Enedina le falló, porque, con la fatiga y tanta magia, ella se fue desintegrando poco a poco, como si un extraño poder la disolviera con la música de aquellos Aires tristes, que al pervertido tanto ilusionaran.

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*El Taller literario Diezmo de Palabras sesiona de manera gratuita todos los miércoles de 6 de la tarde a 9 de la noche con el auspicio de la Casa de la Cultura de Celaya. Dirigido durante más de 20 años por el fallecido maestro y escritor Herminio Martínez, se ha consolidado como uno de los mejores talleres del país. Actualmente lo coordina Julio Edgar Méndez y ha sido inscrito en la Enciclopedia de la Literatura Mexicana. Tiene más de 40 participantes que asisten de manera regular y casi 450 entusiastas en redes sociales.
**Texto publicado El Sol del Bajío, domingo 10 de julio de 2016

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