domingo, 17 de abril de 2016

NIÑOS CUENTA CUENTOS 2016

NIÑOS CUENTA CUENTOS 2016
-Celaya, segunda parte-

El taller literario Diezmo de Palabras reconoce el talento de los pequeños cuenta cuentos, quienes han tenido un papel destacado en todos los concursos de la región. Esta es la segunda parte, que los disfruten.

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EL MURCIÉLAGO ASUSTADO
Joshua Alexander González Laiseca
Escuela: Melchor Ocampo

Érase una vez un murciélago que siempre decía: “¡Soy el más malvado! ¡Soy el más malvado!”
Un día se le olvidó cerrar la puerta, no hizo caso y se fue toda la noche a buscar presas diciendo: “¡Soy el más malvado! ¡Soy el más malvado!”.
Después vino la lombriz, la lombriz se metió dentro de la cueva y después de cinco horas regresó el murciélago, vio su casa y dijo: “Mmm ¿quién está ahí,  dentro de mi cueva?”  La lombriz dijo: “¡Madre mía me va a comer, veré si lo consigo asustar!”, entonces agarró aire y dijo: “¡soy el animal más fuerte de la selva!, quien pisa al rinoceronte, al elefante y hace caca de vaca a todos los animales de la selva”.
Al murciélago, muy asustado, se le ocurrió una idea: llamar a su mejor amiga la ssss  serpiente, entonces la serpiente se metió dentro de la cueva y dijo: “ssss ¿Quién anda ahí, dentro de la cueva de mi amigo el murciélago?, si no sales en este momento te sacare de las orejas”, y entonces la lombriz dijo: “¡madre mía veré, si la consigo asustar!” agarró aire y dijo:  “¡Soy el animal más fuerte de la selva quien pisa al rinoceronte, al elefante y quien hace pedacitos a todos los animales de la selva. Entonces la serpiente asustada mejor se fue a su casa”.
Después al murciélago se le ocurrió otra  idea, llamar a una amiguita, a la señora gallina. La señora gallina se metió cacaraqueando dentro de la cueva y dijo: “cocoroco, cocoroco, cocoroco. ¿Qui, quién anda ahí, de dentro de la cueva de mi amigo el murciélago? Cocoroco, cocoroco” y la lombriz dijo: “¡Madre mía, me va a comer, veré si la consigo asustar!” agarró aire y dijo: “¡Soy el animal más fuerte de la selva, quien pisa al rinoceronte, al elefante y quien hace caca de vaca a todos los animales de la selva”.
Entonces la gallina, muy astuta, dijo: “¿Sa sabes que las gallinas comemos lo lombrices?” Entonces la lombriz ya no pudo fingir y mejor decidió salirse de la cueva. La gallina le fue a contar al murciélago y a la serpiente que quien los había asustado ere una simple lombriz y así supimos que era el animal más fuerte de todos.



EL PASATIEMPO DE RAQUEL
María José Pescador Martínez.
Esc. Prim. Rural INDEPENDENCIA

Había una vez una mujer llamada Raquel, ella era una madre soltera quien vivía muy feliz en su casa con sus tres hijos. El más grande llamado Alejandro, el mediano llamado Natividad y el pequeño  Mauro. Ella les daba mucho amor  y alegría  y estaba con ellos todo el tiempo que le era posible. Pero al igual  que muchas mujeres tenía un pasatiempo y era que le gustaban mucho los libros y a lo largo de su vida había recopilado una gran colección, que ella quería mucho.
Un día cualquiera cuando estaba haciendo sus quehaceres uno de sus hijos, el más pequeño de los tres, fue a donde se encontraban los libros de su mamá y como todo niño curioso tomó el libro que más le llamó la atención, sin saber que ese era el favorito de su mamá; lo abrió, lo hojeó, lo leyó un poco y ese poco bastó para darse cuenta de que ese libro trataba de aviones y sin pensarlo dos veces el pequeño empezó a arrancar las hojas y comenzó a hacer muchos avioncitos de papel, ya que él imaginaba que podía volar en uno de ellos.
Raquel, quien acostumbraba sentarse en su sillón todos los días por la tarde y leer uno de sus tantos libros, de repente sintió el deseo de leer su libro favorito y entonces lo buscó donde acostumbraba dejarlo, pero no lo encontró. Se le hizo raro, lo buscó en su recámara, debajo de su cama, dentro del ropero y hasta en el baño, pensando que por error ahí lo habría olvidado y en su búsqueda encontró pequeños aviones de papel que al seguirles el rastro la llevaron hacia la recámara de su hijo…
¡Y cuál fue su sorpresa al ver su cuarto repleto de avioncitos de papel regados por todas partes! Raquel se puso furiosa, hervía de coraje y de inmediato llamó a todos sus hijos y les preguntó:
—¿Quién rompió mi libro?
Y después de un largo silencio el más pequeño a punto de llorar le dijo:
—Fui yo mamá.
Raquel, sin preguntar más le dijo:
—¡Te irás a dormir sin cenar tus galletas de chocolate que tanto te gustan!
Al día siguiente que regresaba de dejar a sus  hijos en la escuela encontró en la mesa un pedazo de papel; se trataba de una carta escrita con letra de su hijo pequeño en la que decía:
—Mamá, no fue mi  intención haber roto tu libro, te pido perdón y te prometo que de ahora en adelante pediré permiso para tomar algo que no me pertenezca. Te quiero mucho, mami.
Su mamá, con  una sonrisa en el rostro, salió de su casa en busca de su hijo y cuando lo encontró lo abrazó  y le dijo:
—Gracias, hijo, por entender que lo que hiciste no estuvo bien, que cada persona tiene algo que le gusta; como a ti te gusta tu triciclo a mí me gusta leer mis libros porque hacen volar mi imaginación y debes de aprender a respetar las cosas que no son tuyas.
Y para festejar, Raquel llevó a sus hijos a pasear al parque y mientras tomaban una limonada  les dijo:
—Hijos, de ahora en adelante juntos leeremos los libros que tanto me gustan.
Y desde entonces cada tarde se les puede ver a Raquel y a sus hijos en la cochera de la casa, sentados, leyendo e imaginando todas las aventuras que están escritas en cada uno de sus libros.  



EL DÍA DE MAX
Rubén Antonio Rodríguez Corona

Érase una vez una familia integrada por cuatro personas: el papá, la mamá y el pequeño hijo, y como en toda familia hay una pequeña mascota en esta familia había una mascota llamada Max. Una mañana Max empezó a ladrar con mucha desesperación, cuando el padre de Miguel estaba descansando antes de ir a trabajar, se despertó con un gran coraje y furia desesperada el papá de Miguel y gritó: —¡Max! ¿Qué haré con ese perro? -Se pregunto a sí mismo. Cuando de repente le vino una gran idea a su cabeza, gritó: —¡Miguel! -Miguel estaba descansando en su alcoba, cuando oyó el grito de su padre se despertó de un gran brinco y salió de su alcoba  y se  dirigió a la recámara de sus padres.  
 Miguel le preguntó a su papá —¿Qué te pasa, papá, porque me gritas así?, ¿te he hecho algo para que me grites?
—No es eso, hijo, lo que sucede es que todas las mañanas cuando estoy descansando tu perro empieza a ladrar muy fuerte,  ¡hijo sácalo a pasear¡
Miguel contestó —de acuerdo, papá, yo lo sacaré a pasear,  tú descansa un poco y relájate.
 Miguel se dirigió rápidamente a su alcoba, se cambio y tomó la correa de Max, salió de su casa y le dijo a Max:  —¡Muchacho, te voy a sacar a pasear! Le puso la correa a Max y empezaron a caminar por toda la montaña hasta que llegaron a la ciudad,  cuando de repente  por un pequeño callejón obscuro, vacío y lleno de basura,  oyeron el maullido de un gato, —miau.  Max quería soltarse pero Miguel no lo dejaba, estaba tan preocupado de que si lo soltaba nunca más tendría una mascota, tan pensativo estaba cuando de repente por otro pequeño callejón escucharon el mismo maullido —miau.
Max quería soltarse y tenía tanta fuerza que Miguel soltó la correa y salió corriendo como una gran flecha veloz. Miguel mientras tanto estaba lamentando lo que había hecho.  —¿Qué hice,  por qué solté a mi perro?, soy un mal dueño. Cuando de repente por ese pequeño callejón escuchó el ladrido de Max, —guau… Miguel preguntó —¿Max, eres tú? Miguel  siguió el ladrido de su perro hasta una divertidísima montaña, llena de muchos juegos, lamentablemente Miguel estaba triste y desconsolado, vio una pequeña banca y se  acercó, lamentando lo que había hecho, pero detrás de esa banca había un arbusto y detrás de ese arbusto estaba Max escondido. Viendo la tristeza de Miguel salió por un lado moviendo su cola, se acercó y se acercó.  Miguel gritó… —¡Max, qué alegría!,  por fin  te he encontrado, no sabes lo preocupado que he estado. ¡No te volveré a perder¡
Así que  Miguel tan contento volvió a sentarse en la banca, pero esta vez acariciando a Max como un suave oso de felpa. Después de lo sucedido empezaron a jugar muchos y divertidísimos juegos: las escondidas, la traes, con los columpios y con las resbaladillas también.
Cuando Miguel vio que habían pasado cinco horas desde que salieron de su casa, volvió a tomar la correa y se la puso a Max, comenzaron a caminar por toda la ciudad hasta llegar a la enorme montaña por donde vive, donde su madre ya los estaba esperando, Miguel le contó a su mamá todo lo que le había sucedido, la mamá de Miguel le dijo: —¡qué bien que te divertiste, hijo!,  tu padre ya no está  tan gruñón como siempre, ahora mismo está reparando todo lo que destruyó Max. Miguel contestó: —¡Qué bien pude divertirme con mi mascota! Y además mi padre ya no está enojado como siempre. ¡Este fue un gran día!



JOSHUA Y LAS PIEDRAS EN EL RÍO
Abraham Saúl Ramírez Nava
Esc. Josefa Ortiz de Domínguez

Había una vez en el centro de África un niño moreno y cabello chino,  que se llamaba Joshua. A Joshua le encantaba correr y jugar a la pelota.
Un día Joshua salió a buscar paja para su choza, pero en el camino pisó una piedra —¡AAAAAAAAAAA!  -gritó Joshua. Al escuchar esto todos los animales fueron a ver qué le pasaba a Joshua, pero el elefante, con sus orejas grandes, su trompa larga y como era muy pesado, pisó a la rana y la rana como era muy viscosa ¡salió volando hacia una nube!, la nube se espantó y gritó: —¡AAAAA! una rana verde, viscosa. La pobre nube se espantó tanto que hizo llover, tanta lluvia hizo que las hormigas tuvieran que salir de su hormiguero porque se inundaba, pero la gallina las vio y le preguntó a su pollito: —Clo clo clo ¿qué te parece si nos comemos a esas hormiguitas?
Una hormiga, al escuchar esto, picó al pollito y la gallina muy enojada volteó y preguntó: —Clo clo clo ¿quién pico a mi pollito?
La hormiga con valentía le contestó: —¿Quién ha querido comernos?
La gallina le respondió: —Clo clo clo pero yo no tengo la culpa de que ustedes sean tan deliciosas.
La hormiga le respondió: —Tiene razón señora gallina, la culpa la tiene esa nube que hizo llover.
La nube sorprendida les dijo: —¿Yo?, ¡no!, yo no tengo la culpa, la culpa la tiene esa rana fea y viscosa que salto sobre mí, y como yo me espanté mucho, hice llover.
La rana les dijo: —Yo no tengo la culpa, el elefante me pisó, él es el que tiene la culpa.
El elefante dijo: —Yo sólo vine a ver que le pasaba a Joshua, como todos los demás.
Joshua dijo: —Es que yo iba por paja para mi choza y pisé esa piedra, la culpa es de la piedra.
La piedra vio a todos enojados y les dijo: —Yo no tengo la culpa, Joshua me pisó,  él es el que tiene la culpa, pero si quieren pueden lanzarme al río.
Desde entonces, cuando Joshua ve una piedra, la toma y la lanza al río.


EL CIEMPIÉS BAILARÍN
Ramsés Salazar Nieves
Escuela: José Vasconcelos

Había una vez un ciempiés llamado Jimmy y su gran afición era bailar  tap.
Cuando él quería agarraba su sombrero, su bastón y sus zapatos, aunque se tardaba un  ratooote en amarar sus agujetas ya que eran 50 pares, pero cuando terminaba,  bailaba y bailaba sin cesar pues el tenia las patitas ágiles como las plumas. Le encantaba subirse encima del hormiguero y empezar a taconear. Era muy molesto oír tantos pies retumbando en el techo del hormiguero. Las hormigas se asustaban y salían a ver qué pasaba y el ciempiés seguía cantando: —¡Ya está aquí el mejor, el más grande bailador! Entonces las hormigas llamaron a la hormiga jefe. —¡Otra vez, Jimmy! -decía la hormiga jefe-, ¡no podemos trabajar ni dormir! ¿No puedes ir a bailar a otro lugar? La hormiga jefe ordenó a sus tropas que llevaran a Jimmy a otro lugar. —¡Ya me voy! -dijo Jimmy.
Entonces Jimmy empacó y se fue caminando y caminando hasta que encontró un buen lugar para bailar y desempacó su sombrero, su bastón y sus zapatos y se puso a bailar.  Pero Jimmy cometió el mismo error, sólo que esta vez el problema era más grande pues debajo de él  estaba la casa del Sr. Topo y se puso a taconear cantando su canción: —Ya está aquí el mejor, el más grande bailador.
El señor topo, enfadado, salió y le dijo: —¡Jimmy, estoy ciego pero no sordo! ¿No puedes ir a otro sitio a bailar?
Entonces, Jimmy, muy triste porque en todas partes molestaba, agarró sus maletas y se marcho de ahí. Empezó a caminar y caminar hasta que estaba tan cansado que no tuvo más opción que descansar bajo un árbol y se quedó dormido, y al siguiente día una sorpresa lo esperaba. Estaba en un campo lleno de flores. —¡Éste será mi nuevo hogar! -dijo el ciempiés. Se entusiasmó tanto que no se dio cuenta de que un gran cuervo estaba encima del árbol. Jimmy  se puso a taconear con tanta emoción que llamó la atención del cuervo.  El cuervo inclinó el cuello y vio a Jimmy taconeando. ¡Pobre Jimmy! El cuervo se lanzo sobre él con gran rapidez y se lo tragó. El ciempiés gritaba: —¡Socorro, socorro!
Un cazador que andaba por ahí observo el cuervo volando y a él no le gustaban los cuervos, creía que eran de mala suerte. Hizo un disparo al aire para asustarlo. El cuervo soltó al ciempiés que al caer se dio tremendo mazapanazo.

Esto le sirvió de lección. Aprendió a ser más responsable y a fijarse donde se ponía a bailar. Buscó un lugar seguro y allí danzaba y bailaba. No molestaba a nadie ni lo molestaban a él. Así fue como el ciempiés empezó a ser respetado por todos.


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