domingo, 1 de noviembre de 2015

DIEZMO DE CALAVERITAS

DIEZMO DE CALAVERITAS

AL MAESTRO

La muerte se ha llevado a un gran escritor.
—Lo quiero para escribir mis memorias
-dijo, con un hondo susurro aterrador-.
Subió por él a la cima de su amado Culiacán.
Intermitente, con harta paciencia,
se alió con un gran dragón;
pero el Quijote de Machigua, con mucha dedicación,
fue esquivando las tarascadas voraces de tales fieras.
Era tanta su entereza y su pasión por las letras,
que la misma calaca quedó embelesada al leer sus poemas:
—Ni hablar, éste es el cronista que necesito:
Lírico, lúdico, maestro de la metáfora,
peón de la palabra, gramático profesional;
inspirador de nuevas generaciones,
guía de aprendices de brujos,
un profesor a carta cabal.
La muerte se llevó a Herminio Martínez,
lo necesitaba a su lado, quería escucharle decir:
“Yo sé mucho de hierbas...”
De amores y grandes pasiones,
de relatos antiguos allende el mar.
Fueron sus últimas palabras, frente a esa muerte puntual:
“Amé, sufrí, gocé, sentí el divino
soplo de la ilusión y la locura;
tuve una antorcha, me la apagó el destino
y me senté a llorar mi desventura
a la sombra de un árbol del camino”.
JEM

CALAVERITAS
Patricia Ruiz Hernández

-A LALO VÁZQUEZ-
En una noche de insomnio,
Lalo halló a la Calaca,
gritó ante el infortunio:
“¡Ay, nanita! ¡Vete, Flaca!”

En eso de la artisteada
se creía todo un as,
contra carrera truncada
habría de ser tenaz.

En un plan de rebeldía
se le puso rezongón,
con ella tuvo osadía
de darse un buen agarrón.

Así vivió la hora última,
vistió traje de finado
y llevó con él su música
a tocar al otro lado.

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-A JULIO EDGAR MÉNDEZ-
Bibliotecas son santuarios
donde Julio moriría,
malabares literarios
eran su pan  cada día.

La Muerte se apersonó
bella y Vestida de tul,
su abrazo lo aprisionó
dejándole piel azul.

El mortal era la presa,
sin lugar para el perdón,
ella se puso amorosa
y un gran beso fue el Pilón.

Reposa en morada eterna,
entre herméticas paredes,
la Parca dijo burlona:
“Eres mío, Sal si puedes”.

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-A DIANA ABOYTES-
Diana sazonaba versos
para derretir glaciales,
inmersa en los embelesos
de los placeres sensuales.

La Parca dijo imperiosa,
con porte de mandamás:
“La adoración a Afrodita
a mi reino llevarás”.

Impregnó mortal veneno
a la tinta que respira,
incitando eterno sueño
en la admirada poetisa. 

Tatuó la infame Calaca
en el bello cuerpo inerte,
teñida Letra escarlata 
que significaba muerte.

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-A ROSAURA TAMAYO-
En el cosmos de Rosaura
el color podía latir,
imágenes sin mesura
de la nada hacía surgir.

En un lienzo apareció
la macabra Calavera,
por más brochazos que dio,
salía por dondequiera.

Estampadas en mural
quedaron en comunión,  
se exhibió cuadro mortal
en póstuma exposición.

El cajón atiborrado
por el camposanto avanza,
sus enseres ha cargado
a la última mudanza.

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-A CARLOS AGUIRRE-
Por mansiones embrujadas
Carlos debía pernoctar,
narraciones y leyendas
se permitía atesorar.

Como biógrafo de espectros
y entes extraterrenales,
vivió encuentros siniestros
con presencias fantasmales.

El tren que va al purgatorio
la Parca lo mandó abordar,
por husmear su territorio
y a los muertos hostigar.

Le dieron la bienvenida
las ánimas al mortal,
incluyendo la afamada
y vil, marrana infernal.

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-A SOL POPPER-
A Sol sorprendió la Parca
cuando nostalgia sufría,
añoraba su comarca
de alejada geografía.

Gustaron a la Tilica
versos sabor provincial,
la metió en una caja
por ese arte sin igual. 

Sol pensó en tiranía
que profesa la Catrina,
mas intento vano sería
reñirle a la soberana.

A la difunta dio tour
por admirables lugares,
como la tierra del sur,
con sus cumbres y sus valles.

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-A JESSICA ESCOBEDO-
En lecturas de terror,
la Muerte halló a Jessica,
provocando más pavor
que la trama novelesca.

Ella defendió su vida
contra designios tan viles,
quiso anular la partida
por sus sueños juveniles.

Anhelaba fama y gloria,
escribir era su oficio,
ir a cámara mortuoria, 
¡sería un gran desperdicio!

Le concedió la fea Huesuda,
premio de consolación,
en panteón fue recibida
con una gran ovación.

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-A JAVIER MENDOZA-
Javier trazaba la prosa
con soltura y maestría,
ignoraba que la fosa
pronto lo recibiría.

Con su cara de villana,
la Muerte llegó dispuesta,
le reveló que la guadaña
es la última respuesta.

Montón de inéditos cuentos 
llevó cargando al panteón, 
si un cazador de talentos  
acaso haga colección.   

Yace en ataúd postrado,
agrada a la Parca su aspecto, 
con esqueleto descarnado
tiene el cuerpo perfecto.

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-A EDUARDO ZURIA-
Buscaba Eduardo el saber
de las cosas terrenales,
pretendía esclarecer
sus dudas existenciales.

Dijo al ver a la Pelona:
“A ti, te sobra experiencia,
sé conmigo compasiva
e ilumina mi consciencia”.

“Me debato entre el deber,
lo sabroso del placer,
y la obsesión por tener,
entonces, ¿qué debo hacer?,
y, ¿qué será: ser o no ser?”

La Parca dijo al profano:
“Lo que mortales buscan
está en el otro lado,
¡ven!, los viajes ilustran”.

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-A RAFAEL PALACIOS-
Rafael pensó en su vida
como en un largometraje,
sin esperar que la Huesuda
daba por concluido el viaje.

Brillaba en las bellas artes
con sus múltiples destrezas,
por designios mortales,
la Parca fue aguafiestas.

Se puso fin al rodaje
y el mortal se resistió,
apegado al personaje,
más la tierra lo arropó.

Emigró a otro escenario,
para seguir en el arte,
detrás de acto funerario, 
la Parca exclamó: ¡corte!

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-A MIGUEL SÁNCHEZ-
El escritor se afanaba
en el arte literario,
aunque ya se preparaba
magno fiestón funerario.

Al tropezar con la Huesuda,
intentó cualquier recurso
que le alargara la vida
para un último concurso.

En biblioteca empolvada
vaga espectro de Miguel.
La sala está embrujada,
dicen que enchina la piel.

Hoy, le sobrevive su obra:
El libro de los terrores.
Traza desde la penumbra
guías para los escritores.

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-A J. LUZ RENTERÍA-
Luz ideó gran proyecto,
acorde a vocación poética:
dar a luz lo más selecto
de manufactura mística.

Se presentó la Catrina
para editar sus memorias,
por la titánica faena,
murió con crueles historias. 

Ulterior al rigor mortis
conoció lo celestial, 
encontraba al fin su oasis
en la tierra fantasmal. 

Para servir a la Muerte
tenía tiempo infinito
y como editor creciente 
se volvió un erudito.

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-A VERÓNICA SALAZAR-
Entre leyes y escritura
Vero pasaba los días,
extraviaba la cordura
con sus amadas poesías.

Activista del teclado,
censuraba el desgobierno,
por crónicas de lo absurdo,
no vistas ni en el averno.

La Catrina vio en pantalla
el fiasco del más acá,
le ordenó cruzar muralla
donde utopía hallará.

Someterse a su tutela,
a fuerza debió aceptar.
La Muerte cree bagatela
la vida que vino a tomar.

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-A MARGARITA MEDINA-
A la Calaca complace 
a una mujer encontrar,
con quien pueda desbordarse
y en largas tertulias charlar.  

Encontró que Margarita
ama vida saludable,
aun con brócoli y lechuga,
la muerte fue inevitable.

Ella esperaba clemencia,
quedar fuera de su alcance,
quería ejercer docencia
y saborear el romance.

La Muerte le prometió
un galán fuerte y formal,
Margarita solicitó:
“¡Qué no esté tan otoñal!”

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-A ARTURO GRIMALDO-
Entre lo humano y divino
Arturo se debatía,
dominaba lo mundano
que naturalmente fluía.

Para la pedagogía
era un pez en el agua,
vivía entre algarabía
y asignatura tan ardua.

También brillaba en el púlpito
por amor a la oratoria.
La Calavera entre el público
saboreaba su victoria.

Por la espantosa figura
de golpe quedó afónico,
a los pies de la Calaca
padeció estado agónico.


 *A PATRICIA RUIZ
-Por: Arturo Grimaldo-

Esta mujer tan noble
¡tiene qué venir conmigo!
aunque deje una vacante en CRODE
éste será su destino.

Dicen que es buena  en todo
pero más pa´ escribir y trabajar.
Antes que su tumba se llene de lodo
su alma y su cuerpo debo atrapar.

Tu hora ha llegado
afamada “Paty Athenas”.
tu marido se ha cansado
de tus versos y críticas ajenas.

Ya ni llorar es bueno,
tampoco supliques perdón,
que si me quitas el sueño

te convertiré en un “ciclón”.

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