Y EL AGUA SE EXCITA
-Narradores de Michoacán-
Cuando
está bien escrita la narrativa (pasada o actual) siempre nos sorprende, y es
motivo para amar, aún más, a la literatura. A los escritores mismos. También a
sus desvaríos y diversas manías.
Es
tan grato poder sumergirse en esos mundos pletóricos de color. Es una gran
aventura salir de una historia para zambullirse a otra.
En
esta ocasión vienen a deleitarnos el entendimiento cuatro escritores del estado
de Michoacán. Cuatro esforzados guerreros purépechas con anhelos de tatuarnos
sus letras en nuestras pupilas.
Mario
Emilio Andrade Álvarez, Rafi Muñoz, Arturo Bocanegra y Marco Antonio Regalado
Reyes, vienen a contarnos cómo también en otras tierras se madura la
inspiración cual fruto maravilloso.
Disfrutemos,
pues, este manjar digno de quienes asistimos (cada domingo) al banquete de la
tinta y la metáfora.
Martín
Campa Martínez
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SEÑORITO
Mario
Emilio Andrade Álvarez
FIN
DE SEMANA I
Estoy
en espera de que sean las tres para dejar la oficina; pero llaman por teléfono.
Contesto:
—Juzgado
Tercero Civil.
—Buenas
tardes.
—Buenas
tardes.
—Señorita
¿se encontrará Juan López?
—No,
se acaba de ir.
—Bueno,
gracias, le marcaré a su cel, y oiga, perdóneme, ¿usted es hombre, verdad?, es
que tiene una voz exquisita, hermosa, pero bueno, gracias, adiós.
Sonrío
brevemente y con un tono varonil, digo: ¡Soy hombre, sí señor! En eso dan las
tres y me voy a las Rosas. Escuché a Vivaldi, leí un buen libro y degusté de mi
brandy. Qué buen fin de semana tuve.
FIN
DE SEMANA II
Nuevamente
es viernes pero por el trabajo son las 3:30 y todavía sigo aquí; ni modo, ya
casi termino. Escucho que suena el teléfono, levanto el auricular y digo:
—Juzgado
Tercero Civil.
—Hola
señorita, ¿me puede comunicar con Sofía?
—Ah,
sí, permítame.
¿Otra
vez señorita? recuerdo el comentario de la vez pasada; voz exquisita, o sea
femenina ¿será? mientras solo sea eso no habrá problema, aunque… ¡aquella
tarde!… con… No, no, ya llama a Sofía y regresa a tu escritorio a terminar lo
que te falta. Acabé, vámonos a las Rosas.
Llegué,
menos mal que no está ocupada mi mesa porque, cuando oscurece, me gusta mirar
cómo la luz baña la cantera de la Nueva Valladolid; bueno, ve a tu lugar, no te
lo vayan a ganar esos “güeyitos y güeyitas” amantes de Justin Bieber, y
vampiros fresas de Meyer; pero antes saluda a toda una eminencia de la
república de las letras.
—Hola,
Sir Cervantes, me quito la boina ante usted, toda una deidad, que sí existe.
Ahora bien, sé que no soy digno de dirigirle la palabra pero como un humilde
lector, ferviente seguidor de sus líneas buscando ser un gran escritor como
usted, oso preguntarle:
”¿Verdad
que soy hombre? o ¿me veo afeminado y con voz... exquisita?
”No
contesta y le agradezco porque, si se levantará de su silla y no me desmayara
en el acto, aguardaría que me recriminara por no comprender del todo su magna
obra, aunque pensándolo bien yo lo intento, otros no y deberían temer su ira;
hay habitantes de la Nueva España que osan desconocerle, si no fuera por esa
placa que señala su identidad, claro, si es que no se la roban de nuevo. Bueno,
ya hablé demasiado, me retiro. No irrumpo más la plática que pueda tener con su
compañero sacerdote que está sentado en la silla de enfrente; permiso.
Ya
en mi lugar, pido mi brandy pero solo; sigo intrigado por lo de señorita. En
fin, la tarde es joven. A volar por el mundo de la literatura.
Ya
ha pasado tiempo y luego de varios capítulos y brandys sin coca ni nada, mi
mente no deja de cavilar sobre esas llamadas; ve al baño y revísate. Ves,
abajo, mi gran amigo fuerte y vigoroso acompañado con sus escuderos de épicas
batallas, en esos lugares a orillas de la ciudad entre Macondo y la Mancha. Bueno,
ya viste que tienes dos bolas y un palo como todo macho; falta revisar lo de
arriba; todo en orden, dos pezones masculinos normales no están hinchados;
regresa a tu mesa.
Chin,
ya van como 20 minutos desde que me revisé y sigo dudando de mi hombría, ha de
ser por tanto brandy; por eso le doy demasiada importancia a lo que dijeron
esas… déjeme le digo que tiene una voz exquisita, esas…esas… sí ¡pendejas
viejas que no saben distinguir! cuya mayor tragedia ha de ser salir a la calle
sin maquillarse; su padre nuestro ha de ser: Sombra, aquí, y sombra allá,
maquíllate, maquíllate, un espejo de cristal y mírate y mírate.
Por
eso no ponen atención a mi voz, por estarse arreglando el pelo y pintarse los
labios mientras atienden el teléfono; son devotas de Sandro de América, y si
sus labios no son de “rubí de rojo carmesí”, no tendrán un príncipe azul que
les diga: “Rosa, Rosa, dame de tu boca, esa furia loca, que mi amor provoca,
que me causa llanto, por quererte tanto solo a… ti”. ¡Ay, qué romántico era
Sandro! y guapo, pero ¿qué estoy diciendo? calla… deja… de… mejor ¡ponte a
leer!, ¡cabrón este!
Interesante,
la República de Platón, Sócrates refiere la premisa de la gimnasia y la música,
como dos circunstancias que debe desarrollar en equilibrio todo hombre, de no
ser así, es malo, no es lo justo en la naturaleza masculina, por ende un hombre
que se esmere por la música y descuide la gimnasia, terminará siendo muy
espiritual, femenino, marica en estos tiempos; por eso será qué… ¿Pudiera
llegar a ser yo un marica de voz exquisita?
En
mi tiempo libre interpreto el Ave María de Schuberth, en karaokes. Por otro
lado sueño bailar el cascanueces de Tchaikovsky, y me gusta escuchar más a
Vivaldi, ¿será entonces bueno dejar de escucharlo?, ¿estaré amariconándome por
eso?, ¿qué hago?
No
renunciare a él, concluyo, porque si por el presto roso dejó de ser macho,
Vivaldi es Vivaldi; perdóname cura rojo por pensamientos herejes, pediré otra
copa a tu salud, pero acompañada de coca y agua mineral.
¡Maldita
sea! este divagar de mi mente no me deja en paz, deja leer y mira a los hombres
que estén cerca de tu mesa; sí, son guapos, unos con apariencia de escritores,
barbas, bigotes, anteojos, gorros fuera de época, tomando café, leyendo un
libro, igual hay músicos con tatuajes artísticos, rastras y playeras de
Metálica; no me atraen, ¡ah! -respiro aliviado-.
Ya
mejor enfócate en la mujer que está pasando, ¡uy, viene un remolino!, su falda
se ha levantado: ¿pero por qué lo mío no? Está bien dormido el canijo, en fin,
ya dejé de ser sádico contigo mismo, esa vista femenina fue ¡muy placentera! Te
calentaste al ver ese culito, cabrón; ¡eres hombre, macho! no dudes más, y pide
un café para que se te baje el brandy ¡cabrón este! y ponte a leer.
Interesante,
Dickens refiere que todo joven y soltero es señorito, por lo tanto, cuando
llamen al trabajo y piensen que soy mujer les diré, no soy señorita, más sí
señorito, pero no homosexual, ideas machistas erradas, y si alguien piensa que
por escuchar música clásica, leer Romeo y Julieta de Shakespeare, me dicen
marica, están equivocados, pero en eso Miguel viene a mi mesa y le guiño un
ojo.
LA
CHICA SOLITARIA
Rafi
Muñoz
Ella
caminaba por el bosque solitario, llevaba un amplio vestido negro, su rostro
reflejaba su inmensa soledad. El campo era dorado y las hierbas secas
abundaban. Ensimismada, caminaba por todos los terrenos; no temía a ninguna
fiera salvaje. Agotada por el calor, sus piernas delgadas se posaron debajo de
la sombra de un árbol. Sus pensamientos volaron hacia él; aquel caballero de
ojos grandes y mirada profunda como el mar.
Disfrutaba
un poco de la temible soledad, ese sentimiento que ahora la acompañaba. De
repente, el viento frío acarició sus hombros blanquecinos y sombríos. Sus
lágrimas rodaron y se inundó de un pensamiento avasallante ¡dejar de vivir! Su
belleza no bastaba... Ella se sentía inútil y débil ¿para qué continuar su
camino? Si a nadie le importaba hacia dónde se dirigía y ni a ella misma. Se
recostó en el pasto verde y solo disfrutaba la frescura que la envolvía en esa
tarde calurosa. Ella era muy hermosa, en su piel se reflejaban copos de nieve y
lo terso como la suavidad exquisita de las nubes. Su silueta era delgada y
evocaba las estatuas romanas, frágiles y bellas. Su cabellera abundante era
color oscuro que contrastaba con sus ojos que reflejaban la miel.
Dentro
de su mirada había misterio y esa tarde se inundaba de una cascada de
confusiones; sus cejas delineadas eran el marco perfecto para su semblante, y
su nariz tenía pequeños orificios y era pequeña. Su boca mediana y carnosa era
el mejor santuario para una dentadura blanca y bien formada. Pero, ¿cómo podría
una belleza, sentirse decaer? Ella era muy espiritual, tan entregada en lo que
hacía, dependía de una familia humilde de un pueblo de Grecia llamado Taranto.
Todos
sus hermanos se habían mudado a Egipto y sus padres habían muerto por vejez.
Ahora más que nunca se sentía sola, sin deseos de continuar. El sol se iba
recorriendo y la hermosa mujer pensaba lo difícil y el motivo carente que la
detendría para seguir viviendo. Se levantó y erguida se recargó en el tronco de
un árbol frondoso, sus ojos observaban el cielo mientras unas gotas las
enjuagaba y rodaban por sus mejillas: —¡No puedo seguir! -Exclamó la mujer
irritada consigo misma, corrió por todo el camino y así pudo sentir la
liberación del sentimiento de frustración que la albergaba.
Se
detuvo un momento y se encontró con unas flores rojas y otras blancas, cortó un
ramillete y caminó detenidamente hacia el árbol que había sido su refugio.
Cuando ella se disponía a acomodar las flores dijo: —El blanco para mí no
existe, la vida misma carece de este color, mi corazón negro no ha sentido esa
pureza, solo me ha perseguido el dolor. Cuando terminó de decir sus palabras
melancólicas, tiró las flores con gran fuerza, estas cayeron lejos de donde
ella se encontraba. Tomó las flores rojas con gran delicadeza y exclamó: —Me
quedo con las rojas, que desde hoy expresarán la furia que llevo dentro.
Después cerró un poco los ojos, miró una sombra pasar por detrás de un árbol,
asustada pensó en aquel hombre de quien se había enamorado y se imaginó que era
él. Al despertar a la realidad, descubrió que era ella misma reflejada por el
inmenso sol.
DESNUDA
COMO UN ÁRBOL
Arturo
Bocanegra
Cuando
empiezas a moverte firmemente por el mundo y con las ramas extendidas, soltando
las hojas viejas mientras caminas recorriendo el bosque, la gente se asusta, le
da miedo, se opone, quiere quemarte o talarte, por eso hay que tener raíces
bien firmes para que un día ellos puedan ver que sólo intentas ser un árbol que
recibe luz, agua. Que decidió exponerse a todas las inclemencias pero que
también decidió crecer, estar firme y abrirse de brazos con todo su
esplendor... Sólo a ti te he querido desnuda como a un árbol, natural con las
ramas abiertas, dejando caer las hojas viejas que no sirven. Solo en la noche
he dicho un te amo esperando que algún ave vuele, se pare de frente en la
orilla de mi ventana y me traiga algún recuerdo tuyo, alguna rama en la que
hayas estado...
Cuando
pisas un charco se te ven tus bragas y el agua se excita…
EL
BAÚL VERDE
Marco
Antonio Regalado
Aquí
estamos, listos para hacer lo que el doctor nos dijo: una cápsula de Kriadex, otra
de Tagretol y la Ranitidina, claro, después de cada alimento. En pocas
palabras, llevo conmigo todo un cóctel farmacéutico contra la ausencia y junto
con él debo llevar a cabo "el ritual de la pérdida". Con esto, el
tratamiento estará casi a la mitad.
Todo
comenzó por aceptar ir al psicólogo. Después de la segunda sesión me convenció
de mi culpabilidad en el hecho de que ella se fuera. Siempre tenemos algo de
culpa cuando nos abandonan: “Todos somos culpables, a veces, por querer
demasiado, otras por no querer y las demás por siempre estar en términos
medios” –me dijo.
Lo
cierto es que cada día se aleja más. Su recuerdo se va haciendo pequeño en mi
memoria, pero no quiero decir que la olvide o deje de recordarla. Más bien
quiero decir que ahora la recuerdo menos veces durante el día. Creo que la
cotidianidad, la prisa de la vida, el trabajo y el contacto con otras personas,
con otras mujeres, me distraen de recordarla tanto.
Los
momentos más difíciles son los que ocurren por las noches. Sobre todo cuando me
dan esos ataques de insomnio y no puedo dormir; luego llega la madrugada y con
ella su imagen. De repente creo que el teléfono va a sonar. El anhelo llega
entonces y creo que podré escuchar su voz. A veces siento que de pronto tocarán
a la puerta y será ella, con su mirada llorosa y su voz casi quebrándose para
pedirme perdón por haberme abandonado.
Las
peores de las veces son cuando después de beber unos tragos consigo quedarme
dormido, luego, entre el sueño, la busco en la cama y termino por despertarme
en la soledad de la madrugada. Entonces ya no puedo conciliar el sueño, me la
paso dando vueltas en la cama, pensando, imaginando cómo serían los días si no
se hubiese marchado.
Hay
ocasiones en que siento su presencia muy cerca de mí. Es por las cosas que
olvidó al marcharse y de las que aún no me he deshecho: su cepillo de dientes,
sus pantalones de mezclilla, sus blusas, sus sweaters, su taza favorita para el
café, sus cubiertos y todo aquello que ella tocó, en los que de cierta forma
dejó su esencia. De pronto estos objetos, estas cosas, la traen de nuevo a mi
memoria.
Lo
mismo me sucede cuando estoy en el espejo del tocador, donde más de una vez he
sentido que de pronto va a salir con todo y su reflejo. También debo decir que
hubo una época en que creía que me había vuelto loco, sobre todo cuando sentía
que me miraba desde la fotografía donde luce bellísima y está sobre la cajonera
del cuarto.
Hoy
la recordé porque es nuestro aniversario e inevitablemente vino a mi memoria.
De alguna manera sigue entre mi corazón y mi deseo, esas arrugas o esos
pliegues que el tiempo va haciendo entre la realidad y la imaginación.
Estoy
convencido de que su abandono fue una consecuencia lógica de mi conducta, estoy
aceptando su abandono; éste, a su vez, se convertirá en una perdida y está en
un duelo que terminará, como dijo el doctor, con recoger todas las cosas que me
la recuerdan, quemarlas, tirarlas, regalarlas o alzarlas lejos de la mirada de
mi memoria.
Pero
yo prefiero guardarlas en el baúl verde, ahí, donde oculto su cadáver.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto. 4 de septiembre 2016.
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