ANÁSTASIS
“Fueron, pues, y encontraron abierto el sepulcro. Y en
esto ven allí un joven sentado en medio de la tumba, hermoso y cubierto de una
vestidura blanquísima, el cual les dijo:
«¿A qué habéis venido? ¿A quién buscáis? ¿Por ventura
a aquel que fue crucificado? Resucitó ya y se marchó. Y si no lo queréis creer,
asomaos y ved el lugar donde yacía. No está, pues ha resucitado y ha marchado
al lugar aquel de donde fue enviado».”
Evangelio de Pedro, XIII: 55,56.
Resucitar,
volver a la vida, levantar, anástasis, tiene un significado más profundo que su
intrigante etimología. Sólo puede levantarse lo que está yacente. La literatura
tiene muchas historias sobre muertos que vuelven a la vida. Leyendas circulan
en todas las culturas. El mapa del mundo se ha modificado por aquellos quienes
creen en la resurreción del personaje histórico más conocido que existe. Hay
miles de textos antiguos que dan cuenta de la anástasis de Jesús, casi todos
sobre la misma base: Fue crucificado, murió en la cruz, depositado en una
cueva/tumba y al tercer día la tumba se encontraba vacía. Sin cuerpo. Los
testigos que describieron el sepulcro coinciden en que Jesús ya no estaba
dentro, ni muerto, porque lo vieron vivo y hablaron con él de nuevo. Se puede
especular de muchas maneras sobre la manera, el modo, las circunstancias, la veracidad
de los textos y la fidelidad o textualidad del acontecimiento, pero el hecho
permanece sin lugar a dudas. El sepulcro está vacío. Por ello, los poetas del
mundo han escrito versos que hablan del antes y después; en algunos casos
también del inter. Se termina la semana santa, empieza lo que sigue. En el
Diezmo de palabras seleccionamos algunos poemas que levantan el espíritu de
quien los suscribe y esperemos que también de quien los hace suyos. Vale.
Julio
Edgar Méndez
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SEMANA
SANTA
Herminio
Martínez
1
El
martes, ya con llagas en las sienes,
mira
hacia el monte del remordimiento.
Se
acoda en los balcones de la sangre,
le
duelen las rodillas del viacrucis,
le
pesan las estatuas de mezquite,
le
huele aún a lunes el ambiente
y
hace como que duerme mientras oran
los
que presumen de vivir en gracia.
Le
dan vergüenza los arrepentidos
y
lástima las viudas que no tienen
un
amante en qué caerse muertas.
2
El
miércoles instalan los expendios
en
los portales y en los callejones.
Hay Jesucristos
con los hombros de hule,
Poncios
de porcelana y hasta Lázaros
azules
por andar tan desvelados.
Han
concurrido los que venden pan.
No
cabe un Judas más en cada puesto:
Están
los que preparan aguasnieves
y
los que sirven platos de comida;
aquéllos
que le dan vuelo a su gusto
entre
mujeres que se entregan fáciles
por
ciento veinte pesos en las tiendas.
3
Lo
arrastran por el cuello a un edificio;
se
lo llevan a golpes a otra casa;
una
nariz con ojos lo interroga,
le
grita Lucifer desde su palco.
Le
pega el traficante y el político.
La
señora de todos y el Pontífice.
Lo
arrojan a la cárcel, lo escarnecen.
Tiene
como treinta años, llama al padre;
se
mofan, lo desnudan, lo flagelan
los
agentes ya ebrios, sin motivo.
Alguien
suena unos clavos, otros pasan
cargando
una escalera hacia la cumbre
que,
se supone, es el dolor del mundo.
4
La
mañana rodó como una olla
de
agua caliente sobre los poblados.
Habían
dormido con la novedad
de
que al difunto Judas Iscariote
se
le enredó en el cuello la conciencia.
A
las once pasó por los tugurios.
A la
una se acabaron los barquillos,
a
las dos María quiso una naranja.
Dimas
y Gestas se desfallecieron;
las
piadosas mujeres se sentaron.
Y a
las tres, como dice la Escritura,
la
madre estaba muerta.
5
Nadie
se levantó antes de las once,
a
excepción de los niños que encontraban
coronas
de oropel y cetros rotos
entre
los remanentes del desastre:
cáscaras,
desperdicios, envolturas
de
todo lo que entonces consumimos.
Quien
lo recuerda dice que fue el sábado
más
sucio que jamás hubo en la historia.
El
día más animal de la liturgia.
El
de más vómito atrás de las esquinas,
que
hasta tuvieron que llevar mangueras
para
lavarle todos sus mercados.
6
Allí
estaban las Marthas, las Marías,
asomándose
al hoyo de la sábana;
al
espacio interior donde el retrato
del
muerto era lo único.
Lloraban
de rodillas frente al ángel
que
les decía que fueran a alcanzarlo…,
y yo
también corrí a ver si era cierto.
Le
pregunté por él a los turistas;
lo
busqué en los palacios y en la vida
de
todos los conventos donde se halla
la
gente -dicen- más cerca del cielo.
En
los bancos, las casas de retiro,
en
tantas catedrales y otros rumbos,
mezclado
con las almas más devotas.
Sin
embargo no estaba entre esos fieles:
no
lo pude tocar en tales templos,
en
dichas salas de tapices caros.
A la
hora de almorzar lo hallé en la plaza
jugando
dominó con los mendigos.
IGUAL
QUE PROMETEO
Herminio
Martínez
La
semana montuosa se derrumba
en
su nicho de rocas hacia el valle.
Me
busco el corazón y encuentro la época
de
la desolación y de las lágrimas.
Hundido
en la vigilia por si llegan
de
repente difíciles los días,
igual
que Prometeo estoy atado.
Estoy
con una rosa en el estómago,
pero
nadie me ve desde la música
donde
la noche baila con el mundo.
La
fiebre baja con sus vidrios frágiles
a
cortarme el costado desde adentro.
Me
busco la cabeza y hallo un hoyo;
calor,
y de inmediato un frío me muerde.
Es
la fatalidad que se encalló en la cuesta
y yo
le silbo para ahuyentar los palos
con
que me suele amar sobre los huesos.
Hiere
cuando el motivo de su saña
sujeta
como un aro al individuo
y a
nadie deja dientes su futuro.
La
semana montuosa se derrumba
y el
aire amotinado de la atmósfera
nos
ve mirar el verde como un paso
que
sube a las montañas del deseo.
Vamos
a imaginar un día de olfatos
afectivos
y mucho pan caliente,
y el
café con su azúcar innegable.
Vamos
a darle al pródigo este gusto
cuya
salud, sentada, lo ha esperado
suponiendo
gloriosas mantequillas
en
la miel de las tardes que no tuvo.
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IDOLATRÍA
Jatziri
Hernández
Te
tomo en brazos,
observo
esa sublime
e inmaculada silueta
en
la que, de noche,
resplandecen
los mundos.
Te
idolatro al llegar
a
los lúgubres deseos religiosos.
Suspiros,
palabras,
roces
de tez liza.
una
sustancia, a veces irreal,
me
colma de paciencia.
Con
una caricia vuelta milagro
y
una mirada ensordecedora,
se
arrodillan nuestros mundos
cansados
de velar un amor tan puro.
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RESPONSORIO
Martín
Campa
¿De
quién colgará el ahorcado?
Ningún
árbol quiere prestarle su sombra.
Árbol
que rasgas insomnios,
árbol
de la montaña,
óiganle...
Árbol
húmedo de la vida,
árbol
hermano del sueño,
escúchenlo...
Árbol de agua cárdena,
árbol
nido de la luna,
apiádense...
Árbol
lleno de cólera en parto de ceniza,
árbol
palabra, árbol húmedo,
compadézcanse...
Y
que el zopilote cante
mientras
en alguna de sus ramas
encuentra
Judas
donde
colgar su muerte.
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PASIÓN,
MUERTE Y RESURRECCIÓN
José
Luz Rentería
Dos
almas que comparten el mismo entusiasmo,
miradas
que se fusionan en una,
mundos
que dan origen a un universo.
Libro
en el cual se escribe la lengua de oro,
copa
en que se bebe el elixir de la vida eterna,
piedra
cuadrangular sobre la cual
se
edifica la iglesia del amor.
Sol
que muere y renace entre dos montañas,
luz
de plata que enaltece los sentidos,
manzana
que otorga la vida o la muerte.
El
cruce de dos vástagos eternos,
da
origen al símbolo de la pasión,
muerte
y resurrección,
del
más grande amor que ha existido
en
los mundos infinitos.
Avatar
de acuario,
cuyos
pies caminan sobre el mar,
estrella
que nace del agua y el fuego.
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TENGO
LA VOZ CAUTIVA
Esquilo
Campos
Tengo
la voz cautiva
en
este silencio que no termina nunca.
Peleo
por decir algo
que
toque los sonidos de la noche.
Quiero
escapar para buscar los pasos
que
me llevaron a comer frutas maduras.
Quiero
sentir dolor,
que
otra vez me obliga a decir tu nombre.
Sentir
tus ojos buscando la aventura,
mirar
tu cuerpo frágil,
restando
vientos y tempestades al pecado.
Otra
vez tú, mi amiga,
apareces,
exiges la palabra.
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PUERTAS
Y VENTANAS
Gustavo
Espinoza
Mujer,
no cierres puertas ni ventanas,
déjalas
abiertas
para
que entre
todo
el dolor del mundo.
Y
para que contemple nuestros cuerpos
que
se marchitan al grito de los días.
Déjalas
abiertas para mirar el orbe
y los
sueños que no fueron soñados.
Déjalas
así hasta que el sol caliente
el
piso humedecido por el llanto.
Déjame
ver las horas que se van
sin
lograr encerrarlas
donde
están los recuerdos.
Permite
que el invierno
pinte
nuestros cabellos
de
antiguos meses y ancestrales noches.
Dejemos
nuestras culpas
y al
despertar mirémonos
como
los adolescentes
que
se encuentran
en
la lectura que es el paraíso.
Deja
que entre la tierra;
el
olor de tu esencia y la esperanza.
Ciñe
a tu cuerpo el atavío.
Perfúmate
el cabello
y
que tus alacranes
me
piquen los olvidos.
Unta
tu carne con mis dudas.
Ofrécele
tus labios a mi aliento,
pacifica
tus alas,
deja
el buró, el alcohol, las plumas,
para
que el viento cierre los resquicios
y yo
tiña de negro la cruz de nuestras vidas.
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METAMORFOSIS
Berenice
Patiño Roa
-A
Julieta, fantasma de mis días-
Rojos
días de invierno aplastando
sueños
con los pies helados.
No
hay viento en las entrañas
y
perecen los recuerdos.
El
crecimiento imperceptible
conduce
al cementerio, mi cuerpo.
Muecas
de sangre, tedio en las palabras,
decisiones
miopes que conducen al olvido
imposible,
el espíritu ha quedado marcado.
Camino
hacia tu fin y dormiré para alejarte.
Eres
breve futuro, lágrimas en el vientre,
mutilación
del espacio,
el
cordón ha sido cortado.
Derrame
de luz,
no
hay destrucción, se vuelve al origen,
el
caos no existe en mi camino.
Fuiste
perfección,
pequeña
sonrisa en tiempos de guerra,
silueta
fragmentada por las máquinas,
por
unas manos asesinas a las que otorgué poder.
Presencia
vacía, voces sin sentido.
Canta
locura, canta.
Oculta
en el abandono me consuelas,
me
besas, escarcha de lluvia inquieta,
Acaríciame
con tus conspiradores labios.
Absurdos
encuentros y líos innecesarios
islas
de miel, de angustia e interrogantes.
Ríndete
al absurdo devenir.
No
te amo cuando estás cerca,
pero
en la distancia me consumo sin piedad.
Fáciles
caminos, hechicero de lunas extintas
vigila
el ocaso, en mis ojos cae el temor
de
sentirte, de tocarte, de amarte.
Agonizas
por la cobardía de una extraña.
Sufres
y en tu dolor me reconozco,
porque
eres yo, eres él,
lejanos
seres que te dejaron caducar en el abismo,
seres
que te piensan y entierran en soledad.
El
temblor ha pasado.
Dos
personas desaparecen esta noche
entre
escombros y oscuridad,
murmullos
y llantos en la piel.
En
las entrañas no hay más viento
ha
expirado entre miradas.