UN DÍA EN LA VIDA DE CUALQUIERA
-Dos narradoras reincidentes-
Si a
usted, estimado lector, estas historias de un día en la vida de cualquiera le
parecen conocidas, es porque ya le pasaron alguna vez o sabe de alguien a quien
ya le acontecieron. Y como así pasa cuando sucede, presentamos a dos narradoras
del Diezmo de Palabras que han puesto en alto el nombre de Celaya tanto en
México como en el extranjero. Todo parecido con la realidad es mera
coincidencia. Aunque en este caso, es la reincidencia de algo llamado vida.
Vale.
JEM
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EL
COCHE
Vero
Salazar G.
El
tío Rafa llegó ese domingo temprano a su casa, venía de lavar su coche ya que
en la tarde pensaba salir con sus amigos a jugar billar. La tía Cata quería ir
al cine pero él prefería jugar con los amigos al billar, eso era más emocionante
y no se lo podía perder. Era mejor un pleito con la tía Cata que las burlas de
los amigos si se daban cuenta de que los plantó por llevar a su esposa al cine.
Además, después de estar toda la semana en casa y sin salir, bien se merecía un
rato de esparcimiento con los amigos.
Pero
los otros planes de la tía iban a arruinar los del tío, por supuesto se
enojaría pero se lo merecía por tratarla mal. Así que cuando el tío Rafa se
sentó en su sillón a ver el futbol con su cerveza en la mano, la tía Cata fue
veloz a darse un baño; ya toda arreglada y perfumada dejó una nota en la cama y
despacito se acercó a donde tío estaba roncando, (se durmió mientras veía el
futbol). Con cuidado le quitó las llaves
del coche y con ellas en las manos salió a toda prisa ahogando un grito
de alegría. Se subió al coche emprendiendo la huida con rumbo a ¡la libertad!
Cata reía cuando pasó por su amiga Vero, a quien invitó a irse de parranda y
así las dos, con un helado de fresa y chocolate, pasearon por la ciudad a toda
velocidad.
El
tío Rafa despertó de su siesta, vio el reloj y raudo se levantó del sillón. Ya
era tarde para irse con sus amigos y como estaba listo empezó a buscar las
llaves de su coche y como no las vio, le gritó a la tía: ‘¡Cata, Cata! ¿Dónde
diablos te metes, que no vienes?’ Y como nadie contestó, furioso empezó a
buscar por toda la casa.
Por
las calles de la ciudad, Cata, con su amiga Vero, van a toda velocidad y por
comer chocolates, la tía Cata se pasó un semáforo en rojo. Para su mala suerte
la vio un oficial de tránsito, marcándole el alto inmediatamente. Le pidieron
su licencia de conducir. Por supuesto que la tía Cata no tenía licencia ya que
ella no maneja pues el tío Rafa nunca le presta el coche, así que con una
sonrisa en los labios dice:
—Mire,
oficial.
—Sus
papeles, señora.
—¿No
se puede arreglar de otra manera? -preguntó la tía Cata.
—Señora,
sus papeles –contestó con voz firme el oficial.
Con
una voz más fuerte la tía Cata le dijo:
—Usted
no sabe quién soy, no sabe, ¿eh?, ¿no lo sabe?
—No
señora, no sé quién es Usted, pero si me lo dice...
—Soy
la tía Cata y no traigo papeles, contestó en el mismo tono de voz.
—Pues
si no trae papeles me voy a llevar el carro al corralón, así que se bajan o me
las llevo junto con el carro.
Ni
tardas ni perezosas, la tía Cata y su amiga Vero, se bajaron del coche y
abordaron un taxi para regresar a sus casas. Al llegar Salió a encontrarla un
enfurecido tío Rafa.
—Cata
¿dónde diablos andas? ¿Y mi coche? ¿Qué hiciste con él?, dame las llaves rápido
que me esperan mis amigos.
—Si
quieres tu coche vas a tener que pagar la multa porque está en el corralón. Así
que por hoy olvida a tus amigos. ¡Ah!, para que veas que soy buena gente, te
dejaré ver el futbol sin molestarte.
Y
contoneándose se dirigió a la cocina por dulces y alzando la mano le hizo la
seña del adiós. El tío Rafa se quedó parado a media habitación hirviendo de
coraje.
LAS
CALORÍAS
Vero
Salazar G.
Un
día en la vida de la tía Cata y el tío Rafa es un día común. Cata y su eterna
lucha con los kilos de más. Su marido, el tío Rafa, siempre le dice a la tía
que a él no le preocupa llevarla a la playa ya que el salvavidas lo trae
integrado. Por supuesto que Cata llora y lo maldice y termina abriendo el
refrigerador para comerse el helado de chocolate que compró el día anterior,
mientras que Rafa, sin acongojarse, se sienta en su sillón favorito -cerveza en
mano- a ver el fútbol en la tele.
Después de terminarse el helado y no habiendo más, tía Cata, con el
ánimo ya mejorado notablemente, se acercó al tío Rafa y le dijo:
—Rafa,
¿por qué me dices que estoy gorda? estoy de acuerdo que tengo algunos kilos
demás pero no es para tanto, lo que pasa que tú ya no me quieres.
El
tío, cansado de la misma cantaleta, contestó:
—Ya,
Cata, no seas melodramática. No puedo esperar que tengas el mismo cuerpo que
cuando nos casamos, tanto tú como yo, no somos los delgados jovenzuelos de
antes.
Cata
se sentó en el sillón de enfrente y sin dejar de gimotear respondió:
—Pero
Rafael, sí debemos de reconocer que los dos hemos cambiado, pero yo subí el
doble de kilos que tú y eso no lo comprendes, además te vi mirando a la Lupe,
la de la tienda, que está delgada como varita de nardo.
—Mira
Cata, si la vi, es que me recuerda a ti, pero solo eso, ella tiene su novio. Y
ya deja todo por la paz que quiero terminar de ver el fútbol y así no puedo.
Gimoteando,
la tía Cata solo pudo decir:
–Sí,
ya lo sabía, solo te interesa esa tele, el fútbol y la cerveza. ¡Y a mí que me
parta un rayo!
El
tío Rafa siguió en lo suyo, fingiendo no haberla escuchado. La tía Cata se va
por unos chocolates y así transcurre su día. Una comiendo golosinas y
llenándose de calorías y el otro sentado en su sillón acostumbrado, cerveza en
mano y viendo su deporte favorito.
LA
LLAVE
Verónica
Salazar García
Otro
día en la vida de la tía Cata y el tío Rafa.
Esta vez la crisis de la tía se encuentra en la cocina, específicamente
en el fregadero de los platos. El tío, como siempre, sentado en su cómodo
sillón, cerveza en mano ve la televisión, cuando como ráfaga se hace presente
la tía Cata. Pegando gritos ensordecedores vocifera:
—¡Rafa!
¡Rafa! Tengo una fuga en la llave del agua del fregadero ¿Puedes hacerme el
favor de llamar al plomero?
—¿Cómo?
pero si estaba bien ¿Qué hiciste ahora Cata? -dice con voz impaciente.
—¿Cómo
que hice ? Pues nada, pero debes de saber que todo por servir se acaba.
En
un susurro y mirándola de reojo, Rafa dice:
—Sí,
ya me di cuenta.
—¿Qué
dijiste? grita la tía.
—Nada,
nada, Cata. Dime ¿Qué pasa?
La
tía eleva las manos al cielo y exagerando sus gestos, como era su costumbre, le
dice:
—Es
la llave del fregadero que tiene una fuga de agua. Con lo cara que es y se está
desperdiciando.
—No
te preocupes mujer, que yo lo arreglo
—Pero,
¿seguro que sabes hacerlo?
—Dime,
mujer, algo que no sepa hacer.
—¡Uy!,
mejor no digo -murmuró Catita.
El
tío Rafa, se levanta de su lugar preferido, se dirige a la cocina con grandes y
seguros pasos, no sin antes buscar de paso sus herramientas; al llegar y
revisar el desperfecto, con una sonrisa segura voltea, ve a su mujer y le dice:
—¿Ves,
Cata?, esto es pan comido.
—Pues
date prisa que quiero terminar pronto de lavar los platos para ver mi
telenovela.
—¡Uf!,
creo que está muy duro, no puedo darle vueltas, necesito darle más fuerte.
—¿Si
lo puedes hacer?
—Que
ya te dije que sí, solo le daré con más fuerza.
Y al
dar otra vuelta con la llave de su herramienta, ésta truena y con gran presión
empieza a salir el agua, desparramándose y mojando todo, haciendo un gran charco
en el piso.
—¿Qué
has hecho, Rafael?, -da un fuerte grito la tía.
—¿Qué
no ves? Se rompió la llave.
—¿Y
ahora qué harás ?
—Yo,
ver el fútbol y tú, pues llamar al plomero. Lo siento, te vas a perder tu
telenovela.
Diciendo
esto pega la vuelta y regresa a la sala. La tía se queda mirando el reguero de
agua. Está sola y enojada, ya no verá su telenovela.
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MATRIMONIO
FELIZ
Rosaura
Tamayo Ochoa
Manuel
y Lorenza ya con cuarenta años de casados. Se preparaban para dormir. Manuel se
acuesta primero y después Lorenza y él le dice.
—Te
he dicho que cuando te acuestes a dormir no te dejes los zapatos puestos.
—Manuel,
no te hagas el inocente, antes de acostarme me los quité.
—Lorenza,
entonces póntelos. Ya me has dejado todas las patas arañadas con tus uñas.
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DELITO
EN LA ROPA
Rosaura
Tamayo Ochoa
“Arriba
las manos” quedan todos detenidos. Los he descubierto en sus fechorías. Han
entrado a robar en esta tienda, no tarda en llegar la patrulla con refuerzos.
Tienen derecho a guardar silencio. Tienen derecho a un abogado, si no lo
tuvieran se les otorgará uno de oficio. Tienen derecho a una llamada
telefónica. Ya ladrones los he atrapado con el delito en las manos. Esto será
suficiente para que los dejen en la cárcel por mucho tiempo !Las manos sobre la
cabeza ¡ ¡separen los pies¡ y cualquier movimiento en falso, disparo.
-Hay
Filomeno, no sería más fácil sólo me dijeras que me quitara la ropa y que
quieres hacer el amor?, además con esa pijama de borregos que traes puesto, ni
das miedo como policía, cuando menos deberías comprarte una placa y una pistola
de juguete.
SOY
HERMOSO
Rosaura
Tamayo Ochoa
Odio
que la gente no admire mis bigotes, es odioso y fastidioso que no quieran hacer
lo que quiero y me gusta. Odio el agua y el jabón. No sé de reglas ni de normas
de sociedad. Me gusta salir por las noches y dormir en el día. Escojo con quien
quiero estar. Me gustan las almohadas de plumas y con olanes. No tengo horarios
para mis comidas ni para mis siestas. Las noches son para mi fabulosas, llenas
de fiestas y alegría. Puedo tener una o varias parejas. Odio que me encierren y
que me abrume la gente. Lo que si me encanta es que me digan que soy un gato
hermoso y ronronear.
*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.