jueves, 21 de octubre de 2021

BUSCADORES DE AVENTURAS LITERARIAS

 


BUSCADORES DE AVENTURAS LITERARIAS

En el taller Diezmo de Palabras nos honramos con la presencia de niñas y niños  escritores, quienes forman parte del futuro literario de nuestro grupo. Cada semana se reúnen puntualmente con su pluma llena de tinta fresca, una libreta de apuntes del alma y el corazón desbordado de emociones intensas, nuevas y divertidas. Las historias nacen en los sueños, se albergan en la mente, se escriben con intensidad y las comparten con otras niñas y niños –algunos casi adolescentes–, quienes opinan, disfrutan, corrigen y aprenden simultáneamente. “Uno para todos y todos para uno”, decían los Tres Mosqueteros (que en realidad eran cuatro y uno no era Mosquetero).

            Los pequeños escritores –que no escritores pequeños–, van a compartir también con nosotros, ustedes y ellos, las historias que nacerán durante las sesiones del Diezmo de Palabras infantil, con el deseo de que los lectores se diviertan y se animen o animen a sus hijas e hijos a unirse a este grupo de buscadores de aventuras literarias.

            Nuestro taller es gratuito todos los miércoles de 5:00 a 6:00 pm en Casa del Diezmo en Celaya.

Vale,

Julio Edgar Méndez




LA CATRINA

Maximiliano Hurtado

En los últimos días del mes de octubre, cuándo se dejan sentir las primeras heladas que calan hasta los huesos y la luna no se deja ver en el cielo de nuestra bella ciudad de Celaya, cuentan los habitantes que, en las noches más obscuras, se ve pasear por las calles con elegante vestido que roza delicadamente el suelo que la ve pasear, los faroles que alumbran tenuemente las calles son los mudos testigos de tan tétrico acontecimiento, esta bella y elegante dama llamada la Catrina. Recorre las calles  pausadamente visitando a los celayenses cuando llega su momento, ni antes, ni después. Esta bella dama no tiene predilección por nadie, es pareja con todos. Nadie ha logrado verla a la cara porque quien la ha visto no ha vivido para contarlo. Solo los mudos declarantes de la noche y las calles solitarias de la comarca cajetera son observadores de este acontecimiento.        También se dice  que han visto a está elegante y bella dama, vestida de luto, caminar por el Camino Real, mejor conocido como el puente de La laja. Camina silenciosamente. Lleva un ramo de aromático cempasúchil para visitar a algunos de los habitantes del lugar.

            Yo recomiendo a todas las personas que, cuando no sale la luna en el cielo de la ciudad, mejor se resguarden en sus casas, porque la bella Catrina puede visitarte para poner en tu pecho un fragante ramo de flores.





UN MISMO LAZO

Diego Corona

 

Érase una vez una ballena que antes tenía esposa, pero un día la mataron. No tuvieron hijos y el esposo no tenía vida social. Sufría una gran depresión cada día, al igual que tenía una rabia intensa cada vez que veía la playa, a lo lejos, la mayoría del tiempo sin humanos.

            Su rutina era la misma de siempre: despertar, ver la playa largas horas e irse a dormir.

            No se iba del lugar porque quería recordar la memoria de su amada… aunque sintiera algo en su mente y cuerpo cada vez que lo hacía.

            La ballena quería venganza sobre el humano, causante de su tragedia, pero él sabía que se moriría en la superficie. Eso le dejó claro que tendría que vivir con ello, aunque todo cambió en un momento. Un dragón mágico fue el causante.

            El dragón, sobrevolando la playa, estaba perdido. Había recibido una carta de su hermano pidiéndole que lo visitara porque había regresado de otro punto lejano de la Tierra, pero el problema era que la dirección de su hogar era diferente. El plazo de tiempo fue tan largo que se le había olvidado al dragón cual era el camino que antes tomaba.

            Visualizaba demasiados pájaros que lo veían desde las copas de los árboles del bosque que estaba muy cerca de la playa. Aunque tuviera la invisibilidad, lo podían ver. Era una cuestión de animales… o eso suponía el dragón.

            El dragón podía preguntarles cómo llegar hasta la dirección, ya que sabía que los pájaros iban de acá para allá por todo el mundo, pero le daba pena hacerlo, ya que él pensaba que lo irían a ver mal porque escuchan de los humanos historias y relatos de personas viendo dragones por cualquier parte del mundo.

            Después de pensarlo unos segundos, decidió, al final de cuentas, preguntarles, ya que en serio andaba perdido.      Se dirigió a un espacio libre para aterrizar en el bosque, y cayó sobre la tierra cerca de un lago pequeño.

            Las aves emergían en parvadas completas. Cuando dejaron de aparecer, el dragón habló:

            —Hola, aves. Tengo un problema con una cuestión de viaje. Si alguien me pudiera ayudar, se lo agradecería

            Las aves podían escuchar al dragón, pero, al parecer, lo estaban ignorando. El dragón pensaba que era porque tenían miedo de que él los devorara.

            El tiempo pasó, hasta la noche, donde el dragón ya se había dormido y ningún pájaro le había respondido.

            Todas las noches, un sonido de ballena se oía hasta la superficie. Para los humanos, era un canto, para los animales, un llanto; aunque no les importaba mucho así que se diga, a excepción de uno: un canario amarillo con franjas verdes y rojas.

            Se posaba cada noche en una cómoda rama de árbol cerca de la playa para poder sentir a la ballena. Quería ayudarlo, ya que sabía lo que se sentía perder a alguien, pero por ser diferente hábitat, era imposible. Pero cuando había llegado el dragón, que el canario lo veía acostadote, se le vino una idea a su pequeña cabeza, pero iría a ejecutarlo a la mañana siguiente.

            El dragón, en cuanto se levantó, vio al canario justo en su nariz. No se espantó ni nada, pero sí preguntó:

            —¿Qué se te ofrece?

            —… Controlas el agua, ¿verdad?

            —Hum… ¿Por qué dices eso?

            —Porque el lago que estaba cerca de ti ahora está debajo de ti

            El dragón, cuando volteó hacia abajo y el canario se le quitó de la nariz, vio que el ave tenía razón.

            —Está bien. Sí controlo el agua, pero ¿por qué preguntas?

            —Quisiera que me ayudaras con un problema

            El dragón lo analizó. No era común que alguien pidiera ayuda cuando también tú lo requieres, pero ¿qué era del dragón como para no ayudar a un ave que se oía como apenas un niño?

            —De acuerdo. ¿Y en qué te ayudo?

            —A mí… no. Realmente es a alguien más… una ballena. Cada noche llora por algo. Probablemente sea lo de su esposa, pero si lo pudieras ayudar… no sé… tal vez te podría ayudar con lo de tu viaje

            El dragón lo pensó por segunda vez, y… aceptó de todos modos.

            —Bien, pero no soy tan bueno hablando, nada más para avisarte

 

            El canario y el dragón se mantuvieron unas horas hablando sobre qué los llevo hasta ahí, sobre qué le paso a la ballena y otras cosas. A eso de las 5:30, se pusieron manos a la obra.

            El dragón se echó en el mar en busca de la ballena, y el canario se mantuvo ahí… aunque luego se dio cuenta de que un caballo, sentado en la arena de la playa y viendo al horizonte del mar, estaba no muy lejos de él. Veía que estaba en una postura triste, por lo que decidió avanzar hacia él.

            El dragón nadaba de aquí para allá, pero no vio a nadie en los primeros metros ni en los otros. Sospechaba que la ballena solo salía en la noche.

            El canario estaba sentado detrás de la vista del caballo y un poco. Su pelaje era marrón con negro y blanco, junto con un arnés que utilizaban los que montaban a caballo. También logró ver que, no muy lejos de ellos, había una fiesta humana. Era de las tranquilas, no de las bruscas, por lo que no había problema alguno.

            —¿No has sentido, alguna vez… como si no tuviera sentido tu vida cuando de todos modos… ya tienes la gloria máxima en este… mundo? —dijo el caballo repentinamente.

            El canario no respondió, ya que pensaba que se hablaba así mismo.

            —Sí, te estoy hablando a ti, pequeña ave —afirmó la pregunta mental del canario.

            —La verdad, no sé cómo responderte. Nunca he sentido la gloria máxima… tal vez la gloria podría ser que tuve una familia, pero ahora que los perdí… no lo sé…

            —Lamento lo de tu familia.

            —Y yo lamento lo de… bueno, no es que quiera sonar grosero, pero… lo que sea que te haya pasado.

            —¿Qué te trae por aquí, viajero? —dijo una voz detrás del dragón, el cual ya estaba a punto de regresar a la superficie.

            El dragón se volteó y vio una espantosa cara de una ballena que, en verdad, estaba en mal estado emocional. El dragón intentaba responder, pero no salía ni una palabra de su boca.

            —Descuida viajero, también aquí hay seres extraños… y asesinos

            —¡Lamento muchísimo lo de tu… esposa! —dijo rápidamente el dragón antes de que desapareciera en una penumbra. Tuvo miedo de que le hiciera algo por decir una cosa relacionada con lo de su esposa, pero solo se mantuvo ahí, esperando otras palabras.

            —Hum… Tal vez yo te pueda ayudar

            —… ¿Y qué te hace decir eso? —dijo la ballena no de un modo amenazador.

            —Diría que es porque… no lo sé… ¿por qué soy de agua? Aunque también soy de tierra, pero también de agua

            —¿Y en qué me ayuda eso? —dijo, volteando la mirada hacia el dragón.

            El dragón no sabía cómo responder ante eso. Pensaba las posibles respuestas a largo plazo en cuanto se lo dijera. ¿Más noticias de eventos sobrenaturales? ¿Un colapso en un factor humano? ¿Más leyendas? No lo sabía, pero debía de intentarlo y dejarlo a la deriva.

            —Porque yo… te puedo… sacar del agua… y aún con vida

            La ballena no respondió. Solo miraba al dragón con seriedad.

            —… ¿Naciste siendo acuático o terrestre? —dijo la ballena.

            Probablemente evadió lo que le dijo, pero de todos modos le respondió.

            —Ojalá pudiera decírtelo, pero ni yo mismo lo sé. Mis papás cambiaban la historia cada vez que les preguntaba

            —¿Y… supongo que ya están muertos?

            —Lamentablemente… sí. Fue por la edad

            —¿Entonces estás por estos lares buscando tu origen?

            —No, realmente. Ya ni me importa, en cierto modo

            —¿Entonces, por qué estás aquí?

            El dragón pensó un poco las palabras que diría.

            —Estoy aquí por una cuestión de mi hermano. Una visita, especialmente… pero estoy aquí para arreglarte la vida… quitarte de encima esa ira y esa tristeza.

            Tenía esperanza en que había cambiado de parecer a la ballena, ya que ésta lo veía fijamente.

            El caballo intervino:

            —¿Puedes controlar el agua?

            —Hum… ¿por qué lo dices?

            —Porque hay un remolino justo encima de ti… y ni siquiera estás aleteando

            El dragón se dio cuenta de que sí había un remolino arriba de él.

            —Bueno… sí puedo, pero ¿por qué lo dices?

            —Quisiera que me hicieras… un favor.

 

            El caballo le relató cómo había llegado hasta tal punto. Resultó que había sido separado de su familia a corta edad. Gracias a una familia de granja, pudo vivir muy bien durante un par de años, pero cuando su dueño le puso una silla de montar, lo hizo cabalgar para competencias. Después de tiempo, se hicieron populares, pero ya estaba harto de estar corriendo y ganando.

            —Justamente hoy ganamos un torneo grande… así le dicen los humanos cuando es popular el torneo. Por eso, de este lado, hay una fiesta, en donde celebran nuestra victoria… bueno, su victoria… Yo ya estoy harto —dijo el caballo.

            El canario ya podía entenderlo, además de que ya entendía por qué estaba en tal postura, pero en cuanto iría a decirle unas palabras el canario, el dragón salió del mar repentinamente, justo delante de ellos.

            —Creo que logré convencer a la ballena, pero me está pidiendo algo que yo no haré —dijo con voz agitada y sacudiéndose.

            El dragón captó la presencia del caballo, pero no le tomó importancia.

            —¿Qué te pidió? —dijo el canario.

            —Me pidió… Me pidió que lo sacara del mar… y que lo dejara… caer sobre un pueblo humano

            La expresión del canario cambió, el caballo solo los miraba y el dragón seguía en estado agitado. ¿Qué hacer?

 

            El atardecer llegaba y el canario y el dragón seguían pensativos. El caballo solo observaba.

            —¿Y qué hiciste después de que te dijo eso? —dijo el canario.

            —Solo asentí y me alejé

            El canario seguía pensando, llegando poco a poco a una conclusión.

            —Deberíamos de hacer lo que él desea —dijo el canario.

            —Pero ¿no te suena… como muy… brusco? —dijo el dragón.

            —Pues… —no concluyó de decir el canario.

            —… Oigan —dijo el caballo— no sé si sea útil, pero yo conozco casi el mundo entero, y sé de lugares que parecen habitados por humanos… pueblos fantasmas, básicamente. Tal vez pueden dejarlo caer en un lugar de esos.

            El canario y el dragón estaban satisfechos con ello, pero después de pensarlo un poco más, vio el canario que había posibilidades no tan buenas.

            —¿Qué pasa si se da cuenta de que no está habitado el pueblo? ¿Qué pasa si él se niega? … ¿qué pasa… si lo que en realidad quiere es… dañar al humano?

            El canario y del dragón temblaron, pero el caballo no. En cierto modo, estaba de acuerdo con ello, pero no quería dañar al humano.

            —¿Y si de un pueblo, le dices que mejor lo llevamos a un monumento especial por el humano? —dijo el caballo después de que se le viniera una idea.

            El canario y el dragón estaban confundidos.

            Resultó que ellos dos no sabían qué era un monumento, por lo que, rápidamente, el caballo les explicó qué es y cómo funcionan.

            —Suena bien la idea —dijo el canario por el dragón y por él mismo— ¿eso significa que sabes cuál es el monumento más valioso para el humano y que sabes sus horarios?

            —… Para ser sincero, no. Pero del monumento le podemos decir cuál sea, y del horario, podrían ir a un monumento a checar sus horarios. Como son voladores, son más rápidos que yo

            El dragón y el canario estaban de acuerdo, pero los dos dijeron que no conocían ningún monumento humano.

            El caballo estaba sorprendido por el dato, pero respondió de todos modos:

            —De acuerdo. Dragón, tú ve a decirle a la ballena que mejor lo llevamos a un monumento. Y si te pregunta que cuando será, dile que lo hablarás con nosotros

            El dragón salió disparado hacia el agua en cuanto le dijo eso el caballo.

            —Canario, ¿crees poder ayudarme a liberarme de este arnés?

            El canario se subió a su espalda y con su pico intentaba liberarlo. Mientras lo liberaba, el ave le preguntó cómo es que había escapado de la fiesta. Le explicó el caballo que no escapó, que su dueño tenía confianza en él que hasta lo dejaba libre, sabiendo su dueño que regresaría a él. Pero que ese día, todo cambiará. El arnés cayó y el caballo, indicándole al canario que lo acompañara, salieron corriendo no muy lejos de donde iría a aparecer nuevamente la ballena.

 

            Después de unos minutos, el dragón emergió del agua y se acercó a los otros.

            —Por suerte, sí lo convencimos… ¿y cuándo? —le dijo dirigiéndose al caballo.

            —Aaah… Sí cierto. Mira, ve a decirle, otra vez y lo siento, que espere unas horas porque lo consultarás con nosotros

            El dragón salió disparado al agua. Emergió una vez más después de darle dos vueltas al mar.

            —Ya. Que no hay problema… que nos tomáramos el tiempo, porque quiere que su momento… sea especia. Entonces, ¿cuál es el plan?

            Se pusieron de acuerdo cómo iría a ser el movimiento. Tal vez por mala o buena suerte, tuvieron que necesitar la ayuda de parvadas completas de pájaros. Después de un viaje por el mundo, resultó que ese mismo día, cerca de la playa, y en esos momentos, había un monumento humano que estaba clausurado temporalmente. El monumento era bonito, pero apagado porque no tenía iluminación. Su plan, después de unos minutos, tomó forma, y al final, empezaron.

            El dragón se echó al mar y buscó a la ballena. Por suerte, la encontró rápidamente. Estaba en un lugar cubierto por penumbra.

            —¿Ya estás listo? —dijo el dragón.

            —La verdad… no. Pero saber que ya estaré… otra vez, con mi vida… me hace decir que… ya estoy listo

            Y después de eso, su momento, definitivamente, ya comenzaba, pero aún existía un problema. El problema de que la opinión de la ballena cambiara.

            La ballena salió por una burbuja de agua que creó el dragón. Aves le ayudan a mantener el peso, el canario ayudó al dragón a guiarlo y el caballo se fue directo a la zona donde sería el momento.

            El viaje no duró mucho. El mismo día continuaba, pero ya era el atardecer.

Varios imprevistos salieron a la luz, como el hecho de que la ballena pidió caer sobre una ciudad habitada, justamente delante del monumento, y el hecho de que aparecieron tres helicópteros. Por suerte, eran de noticias, pero de todos modos dieron complicaciones.

            Lograron salir de toda esa tensión. El dragón le dio a la ballena unas palabras y el canario y el caballo se mantuvieron lejos para el momento.

            El dragón salió de la burbuja, y como buen final para un amigo, hizo explotar la burbuja, dejando caer a la ballena sobre la ciudad y ésta, antes de impactarse contra cualquier estructura o el suelo de la ciudad, dijo unas últimas palabras al aire:

            —Se los agradezco.

 

            El dragón, el canario y el caballo aparecieron caminando hacia la playa detrás de los árboles del bosque. Detrás de ellos, en la ciudad, salía un gran humo que seguía levantándose. Se sentaron frente al horizonte, donde estaba el sol detrás de unas nubes, pero que aún daba rayos de luz.

            —Entonces… supongo que llegó el adiós para nosotros —dijo el dragón.

            —¿Ya te vas? —le dijo el canario.

            —Pues… pues sí. Tengo aún un largo camino que recorrer… o eso supongo.

            —Ah, sí, cierto. Entonces, ¿te llevo hacia el lugar?

            —Hum… Mejor voy solo. Solamente si pudieras decirme dónde es exactamente

            El canario y el caballo ayudaron al dragón a decirle la dirección que tendría que tomar para llegar a su destino.

            —Vaya… Sí que conocen demasiado el mundo. Pero ahora llegó… o al menos para mí, o también para ustedes… un adiós. Temporal o permanente… eso dependerá

            —De hecho… tal vez a mí no me vuelvas a ver. Yo iré a buscar a mi familia. No volveré a estar con los humanos —dijo el caballo.

            —Entonces, te deseo suerte encontrándolos. ¿Y tú, canario? ¿Te quedarás? Tal vez te pueda encontrar por aquí.

            El canario lo pensó por un momento.

            —Hum… ¿No te gustaría quedarte conmigo? —le dijo el dragón, ya que había recordado que él no tenía familia.

            —Tal vez… sí me gustaría, pero… no es que esté rechazándolo, pero estar entre… especies más grandes que yo… pues… No sé

            —Está bien, no importa… pero también está caballo. ¿No sé si tú puedas…?

            —Yo te iba a decir eso, justamente. Me gustaría tener un amigo… tal vez un hermano —le dijo el caballo al canario.

            El canario tenía en mente quedarse con él, además de que no tuvo que pedirlo, no tenía otra cosa en la mente.

            —La verdad… sí me gustaría —dijo el canario.

            —Bien —dijo el caballo—. Y ahora sí… es un adiós. Probablemente sea temporal, pero si no te llegamos a ver de nuevo, dragón, al menos yo te digo que… si tú no estuvieras en esta misión, yo no hubiera quedado en libertad

            —Y yo… no hubiera podido volver a sentir… el calor de una familia —le dijo el canario al dragón.

            —Y yo hubiera estado perdido sin la ayuda de ustedes —respondió el dragón.

            El dragón empezó a volar hacia el horizonte. Y el caballo, con el canario sobrevolando, corrieron directo al bosque.

            Al final, los tres, antes de que la lejanía se hiciera más grande, gritaron fuerte y claro hacia cada uno de ellos:

            —¡Gracias!



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