El Sol del Bajío, Celaya, Gto.
FUENVIVA...
Obra de Félix Meza García
La
obra de Félix Meza García tiene el color, el sabor y el olor del pueblo
mestizo; sus palabras pueden ser como la hierba que crece silvestre en el
monte, tanto como la danza de un maizal en la milpa o el traqueteo sonoro de
las ciudades.
En
sus letras se encuentran los Dioses antiguos, las vírgenes morenas y los
cabellos de las mujeres apiñonadas y rubias. Él le canta a la poesía de tal
forma que termina convirtiéndose en un poema.
Sus
ojos son ventanas que han visto diferentes tiempos: Las nubes cubriendo con
lentitud y cuidado el cerro frío, la plaza vacía y la escuela rural del lugar
en donde nació. La llama de la rebeldía ardiendo fuerte en el corazón de los
jóvenes estudiantes en aquél episodio triste de este país que vuelve a
repetirse; también ha visto el amor y el desamor, el ascenso y la caída pero él
permanece al igual que sus palabras que fluyen ahora con calma entre los campos,
los ahuehuetes y las calles empedradas.
Paola
Klug
**Las
imagenes que acompañan los textos son: "Más que flores, ella vende ilusiones" de Madalena Lobao Tello y "El vestido
azul" de Tamara Adams, quienes han autorizado su publicación para este
Diezmo de Palabras. Las fotografías son de Paola Klug.
FUENVIVA EN EL HORIZONTE
Porque
voy como
barco sin timón a la deriva del
tiempo a los caprichos del aire...
Es que
me siento encallado en las escolleras de esta
vida. Porque no tengo medida cuando me
entrego al horizonte, cuando mi vista hacia el monte se pierde como góndola sin
quilla.
ENTRE LOS APATZEOS, FUENVIVA PASA MÁS ALLÁ DE MIS
DESEOS
Es
que me he quedado casi azul de ignotos mares casi casi estático en el ponto
como un avestruz anfibio, como el que acepta sin remedio su ineluctable
destino.
Por
la tierra de las tunas por El Tunal
olvidado porque todo mi pasado me
reviene el espejismo de las dunas y el desierto... tu imagen de arena y brumas
se me aloja en el costado.
FUENVIVA EN EL CERRO DE LAS CODORNICES
No
he vuelto a subir el cerro ni a Las Mesas ni Agua Zarca,
no
he visitado Los Robles ni algo que te recuerde... entre malezas, pero algo muy
dentro de mi pasado me dice que el pastor y su ganado anunciándose en cencerro...
nos
vieron o nos oyeron como un susurro de viento moviéndose entre aquellas
naturalezas;
nuestras barcas al abordaje, como un
marino paisaje bajo las estrellas
diurnas...
Y
para recordar tu efigie de enigmática esfinge es que mi demencia “finge un
solitario… paraje por el trasmonte en que se tiñe una
vez más de añil nuestro horizonte”.
EL INFIERNO ESTÁ EN LA TIERRA; Y EL QUE VIVE EN
TI, ME ATERRA
Al
comienzo de una temporada más en espera de una recta final para la
vida,
siento un breve
-muy leve- sobrecogimiento por tu estado emocional que te disminuye
minuto a minuto, cobrándote un pasado de
excesos y desvelos; como si cada gota de alcohol ahora se desbordara convertida
en una bola de fuego que abriera paso entre tus vértebras, deformado cuantas
articulaciones se atraviesen
por
su camino de lumbre; así deforman también tu columna… introduciendo
sus agujas de ígnea puntería, en
tus músculos -ahora flácidos - como si de pronto todos los dolores del mundo se
dieran cita en tu depauperado cuerpo, casi al linde con la osteoporosis adosada
con fiebre reumática que lucha contra tu artritis, buscan determinar quién te llevará a la tumba. Mientras tanto la inefable diabetes se
apodera de tus tiempos intermedios; al fin y al cabo la pobreza
ya te ha arrojado a esta servidumbre irreversible
- inhumana - .
Por
ello siento que contigo se diluye mi alma,
siento que se desvanece una parte de mi vida, que mis manos resultan
ahora inútiles paliativos para activar
tus falanges; resultan torpes sanguijuelas que
se arrastran paralelas por tu torrente sanguíneo, presionando,
estimulando la hipersensibilidad de tus dolencias
ya no tan
epidérmicas,
ya no tan musculares
y
sin en cambio: óseas y medulares, totalmente hipocondríacas, como si al más leve toque de un aliento de
colibrí empeñoso, todo un caudal de ardores subcutáneos, se ensañaran en ti,
mujer de cristal
-fragilizado e inerme-
Como en antes “El Licenciado Vidriera” de Miguel
de Cervantes; y todo se rompiera
dentro
de ti, como si su polvo de vidrio te desgarrara más en tus jirones en un
derrumbe total –definitivo-.
FUENVIVA CALEIDOSCÓPICA
Sé
que estás ahí sobre el horizonte de mis inhibiciones; sé que como “La Puerta de Alcalá… viendo pasar el
tiempo…” inamovible y muda…, todo el
desierto te acumula, todo el mezquital frente a la sierra te arroja a la cara sus edades;
tú,
como todo lo que existe en la galaxia, empobreces, envejeces… y poco a poco
mueres; esto es, te transformas en otra universal materia, en otra esencia
inaudita para nuestra limitada dimensión de hombres.
Pero
sigues ahí, a pesar que mi flaqueante
memoria me traicione; a pesar, muy a
pesar de que mis estaciones ya no se correspondan con mis ciclos vitales.
Sé
que estás ahí, Fuenviva, como la
Fuensanta de Manuel José López Velarde;
¿Ya
ves como la memoria me traiciona y olvido a
Othón, y confundo a Ramón?;
pero
tú estás ahí con tu pelo de cascada
luminosa en la obscura noche de las
sirenas encantadas de mi lotería infantil,
con tus ojos de “azul aguamarina” casi cambiantes al “verde océano” cabe
las fulgurantes melenas del sol que reverbera en el arrinconado pueblo de mi
auto-exilio, sin más auxilio que una valquiria de botas altas y brillantes
capilares de luz; como los tiernos “Jilotes”
de la comuna
de
“San José el Nuevo” con labios húmedos de selva y trópico, con mi segunda
juventud desbordando de mis posibilidades, la misma que me impidió reencontrar
a “La Gacela fugitiva”, aquella que a su vez me hizo olvidar a la espinosa flor
que me sangró una vida, que me ayudó con mi inexperta adolescencia de amores
ilusorios y deslumbramientos al pie de los cerros; esa urticaria flor de perfumados pétalos me
heredó tres capullos de su rosal para no olvidarla nunca, nunca; contradicción
del olvidar lo que “No se olvida nunca”.
-Fuenviva
de mi folklore-.
Con
tus pies diminutivos, estás aquí, Fuenviva, mujer de piel blanca y venas
ocultas, o mujer del andar cadencioso y firme, con reminiscencias de genes
morunos y autóctonos nominativos de trovos veracruzanos, huapangueros o de
“Jotas aragonesas” y calendarios de
“Helguera”.
Estás
ahí, como una esfera de cristal que no deja de arder “Fuensanta” de aquel
y
Fuenviva sin comillas para mí…
Con
toda la carga de ser: ánfora para mis sueños más o menos turbadores;
piedra
filosofal para mis empeños de transmutar
el oro y la obsidiana, la plata lunar o
la niebla de la sierra amada; muy elevada gracia en mis recuerdos de infancia y
pubertad; ánima sola en el altar eterno de un “Infiernillo
póstumo”;
medallón
ecuatoriano encadenado a mi cuaderno setentero
sin haber respirado en Ma-Chu-Pichu;
fugaces luces en que luces con
todo tu esplendor de mujer ondina, mujer gacela, mujer adjetivo en el cambiante
mundo de mis oníricos sueños, a veces
perla, a veces piedra de toque para no
olvidar el sabor de tu saliva, en veces
eres la erupción del Vesubio en la Pompeya de mis libros de historia; en veces
la inocencia galopante o la vestal romana para mis horas de sosiego; pero
siempre Fuenviva para mi enconada persistencia en querer ser parte esencial de
tu alma, porque a lo mejor, Fuenviva, sólo eres lo inmaterial que me ayuda a vivir por sobre todas las calamidades de mi mundo
inestable,
y
aún así te amo, así te requiero madona de Goya, recostada en el diván de mi
holograma, o mujer guerrera con antorcha en mano llevando al pueblo a mejores
condiciones para existir en la geografía heredada por los dioses
olímpicos o mujer de la Biblia por asignaciones más acá
del mar Rojo, flotando en el Río de las
Mariposas, o más correctamente dicho: en
esta tierra de volcanes y lagunas encantadas…
Mujer
que has sabido entender que la magia del
mundo ha hechizado mi ser,
que
sigues siendo la fuente viva que
alimenta de segundo a segundo las coloraciones de mí, sigues poniendo esferas
en el fondo marino de mi acontecer humano, sigues siendo en mi mano el amor
eterno y mi razón de ser, sigues siendo
Fuenviva el ángel que en mis sueños me conduce a las cumbres
las
nevadas cumbres… sin congelar el horizonte donde gravitas
-bella-
Más
allá de la muerte, más allá de la
estrella, más allá de la sierra, los
montes y los valles, la vida terrestre, más allá del océano de mi origen y fin.
De
hecho de mi espalda nacieron los ríos que formaron el mar; de mi boca el
espíritu creador que resguarda el
consciente dorado y el subconsciente
anhelante, el que formó frente al Cerro de Culiacán un cerrito –mogote lindando con el inconsciente de mi propia condición de ángel o
arcángel, atrapado en el mundo, este mundo
material.
Mientras
los ríos corrían, las orquídeas del ayer morado hubieron curado las heridas del
amor, y puesto una barrera de conocimiento espiritual de un nuevo amor, a los hechizos pretéritos
de Circes del desamor. Mi antigua
desolación se tornó en ensoñación. El lenguaje de la luz, iridizó el viejo corcel alado y el
unicornio ilusorio.
Cayeron
en desprestigios las quimeras del pasado, mis musas cobraron vida desde
horóscopos sagrados; nada escapó a los
prodigios, ni el Quetzalcóatl emplumado, ni el Tláloc ni la Coatlicue, ni el
Mictlán ni Huehueteotl con su juego… todo se tornó lejano en el azul de su
fuego. En el azul lejano radica el conocimiento
de “Un Dios Inasible” que rige a nuestro inconsciente a nuestro huidizo
o esquivo subconsciente, al orgulloso consciente en veces inaudible y
-a los tres de
nuestra mente-.
En
lenguaje de luz blanca, los apuestos son guardianes que con níveo
resplandor
-por cuidar
nuestra existencia dualista–.