martes, 1 de noviembre de 2022

FUIMOS PUNTA DE FUEGO QUE UN DÍA SE HIZO CAMINO

FUIMOS PUNTA DE FUEGO
QUE UN DÍA SE HIZO CAMINO
Esquilo Campos

 

A manera de presentación


Ser voz sin mucha fiesta.
Como tú, palabra sencilla de pueblo.
No tener exceso de luz
ni perderse en caminos que quiebre la mentira.


 

PROLOGO AL POEMARIO DE ESQUILO CAMPOS

Agosto 2022

            Corría el año de 1973. Por los pasillos de la Escuela Preparatoria de Celaya de la Universidad de Guanajuato, todo era bullicio y algarabía, pues el año anterior una nueva generación había iniciado sus estudios medios superiores. Era una generación que inauguraba el ciclo de 3 años de bachillerato.

         Habíamos llegado a esa escuela que compartía espacio con la Licenciatura de Comercio y Administración de Empresas y la carrera de Secretaria Ejecutiva.

         En las aulas, en las canchas de basquetbol, la biblioteca y la cafetería transcurría la vida estudiantil, que de vez en vez se concentraba en el Auditorio de la escuela y en el Aula Magna, sitios emblemáticos de usos múltiples en donde se impartían lo mismo clases de teatro, presentaciones de grupos musicales o conferencias magistrales, que encendidos debates en las elecciones de dirigentes estudiantiles.

         Con vocaciones aun inciertas, orígenes diversos, y condiciones sociales y económicas precarias de la mayoría de sus alumnos, todo era incertidumbre y descubrimiento de nuevas experiencias. Cada hora, en el receso entre clase y clase, parvadas de jóvenes salíamos en tropel a convivir en las canchas deportivas que se encontraban en el patio central del complejo educativo a la espera del arribo del siguiente maestro.

         Allí, en ese micro mundo, surgieron los primeros noviazgos, las amistades, aventuras y acontecimientos que empezaron a moldear la personalidad de hombres y mujeres jóvenes en busca de su destino. Allí brotaron las vocaciones, en medio de parrandas humedecidas con la poca capacidad económica que teníamos, pues solo alcanzaba para cruzar la calle de Manuel Doblado y en una escapada consumir unas cuantas cervezas, por ciento de la marca Victoria, que en ese entonces era la bebida preferida de los albañiles que tomaban después de cobrar su salario semanal.

         Allí nos encontramos.

Él de estatura baja, complexión delgada, cabellos lacios y rebeldes, y una mirada que denotaba sorpresa ante lo que vivía y con una inmensa sed de conocimiento. Ya desde entonces, al hablar se le notaba el fuego por lo nuevo y la palabra, su nombre: Bernardino Quilo Melesio.

         Originario del sur de Celaya, El Sauz, pueblito vecino de Rincón de Tamayo, Arreguin de Abajo y la Cruz. De antepasados y padres campesinos, había crecido en las labores del campo en la falda del Cerro de la Gavia, cuidando animales y recogiendo mezquites, que hervidos era la golosina de los pobres en el campo de aquellos tiempos.

         Siempre con ropa desgastada por el uso y en la búsqueda permanente de libros aquí y allá para acceder a un mundo más allá del que conocía, formó parte de un pequeño grupo que empezamos a construir una amistad sólida y duradera: 49 años después, y  pese a que cada uno tomo rumbos diferentes en la vida, nos seguimos frecuentando, conviviendo, acompañándonos en las duras y en las maduras, lo que ha permitido consolidar una fraternidad de la que todos nos sentimos orgullosos.

         Bernardino muy pronto descubrió su amor por las letras. Participó en las clases de teatro que se daban en el Auditorio, y que dirigía el Mtro. Manuel Saldaña, escribió en el periódico estudiantil de la escuela y un día, sin más ni más, nos confesó que estaba escribiendo algunos poemas. Los firmaba con un seudónimo; ESQUILO CAMPOS, tal vez sin proponérselo, tomó como referencia al dramaturgo griego y lo complementó con sus recuerdos infantiles del campo que lo vio nacer.

         Muchas cosas ocurrieron en esos años. Por obra y gracia de las circunstancias, sin recursos económicos y enfrentando adversidades mayúsculas, terminó el bachillerato y su vocación afloró. Ingresó a la Escuela de Agricultura de la Universidad de Guanajuato que recién había iniciado actividades en Irapuato, porque había decidido perseguir un sueño, ser Ingeniero Agrónomo.

         Pero no abandonó su otra vocación, la poesía. Se dio tiempo durante su carrera y después, cuando se tituló, de asistir a talleres literarios para pulir su técnica, incrementar su vocabulario, conocer el arte de hilar palabras y expresar conceptos, pero sobre todo de abrir el corazón y el sentimiento para que sus más profundas raíces y vivencias pudieran irrumpir intensa y convincentemente.

         En cuanto tuvo oportunidad, se incorporó a diversos talleres de poetas. Inició con el padre José García Miranda y tiempo después ingresó al Circulo Literario Alfonso Sierra Madrigal en donde tuvo por compañeros, entre otros, a Félix Meza, Herminio Martínez, Eugenio Mancera, José Luis Soto y Cerritos Lucatero. Años después participó en el Taller Literario Diezmo de palabras.

         A lo largo de 49 años de amistad, aquel grupo de estudiantes hemos compartido las mieles y las hieles que la vida ha puesto en nuestro camino. Éxitos, aprendizaje, crecimiento personal, y también perdidas, fracasos, derrotas que han marcado nuestro trayecto de casi medio siglo.

         Bernardino Quilo decidió llevar una doble vida: la del Ingeniero Agrónomo Fitotecnista con la que cimentó su vocación profesional y construyó el futuro con su esposa y sus hijas, y la de Esquilo Campos, el seudónimo con el que dio rienda suelta a su talento, sensibilidad y capacidad creativa. Este libro que hoy está en tus manos sintetiza su obra y al leerlo, permite conocer a los dos personajes.

         El libro de poemas tiene tres tiempos, y en cada uno de ellos van cayendo las palabras como el maíz de las manos campesinas que frotan las mazorcas sobre la desgranadora hecha de olotes.

         El primero se llama “Al inicio del tiempo” y en él, Esquilo Campos va en la búsqueda de sus raíces. Los conceptos se van hilvanando, recordando los primeros años de vida en su pueblo, con el sol, la luna, la tierra y la vida campesina. Irrumpen las figuras del águila y la serpiente en el islote sobre el que se fundó Tenochtitlan, para recordar al más importante de los pueblos indígenas. De allí el autor levanta la mirada para tratar de entender la galaxia, el sistema solar, nuestro planeta y con hermosas frases se pregunta sobre el origen y la existencia humana. Somos polvo de estrellas, dice.

         El origen social de Bernardino Quilo rinde tributo a la tierra y a la justicia, a la libertad. Con la mirada puesta en las montañas y en las nubes el poeta agradece el canto del zenzontle y el canario y el amanecer de luz y esperanza.

         Hombre que valora lo que la vida le ha dado, no olvida en sus poemas a sus maestros y amigos; Herminio Martínez, el Lic. Guiza, el Prof. Jorge Peñaflor, nuestro amigo y formador Eduardo Ocampo y recuerda con nostalgia al bohemio del grupo, Alberto Flores. También a una de las parejas que se formaron en los pasillos de la Escuela Preparatoria y caminaron juntos por muchos años, Rosa María y Ricardo.

         Armando Manzanero nos había demostrado que en un cuerpo de baja estatura podía caber el talento, la sensibilidad y una inmensa capacidad de amar. Esquilo Campos lo vuelve a demostrar. El segundo tiempo del libro esta dedicado “Al amor”. En él las palabras van hilvanando frases hermosas que brotan de la inspiración del autor. Los poemas eróticos erizan la piel. Cuando escribe … “La noche y el sol de tu cuerpo”, vincula la frase con el agradecimiento a Pati, su compañera de vida, que construyó su hogar con el fuego de su alma y enlaza los atardeceres con el ocaso del sol, la admiración a la lluvia y a una mariposa monarca. La pasión y las caricias irrumpen en la piel de un cuerpo de fantasía. El erotismo es un faro rojo a la orilla de un mar embravecido, que recuerda la canción de Joaquín Sabina frente a una luz roja en una carretera cualquiera de España. “Estoy persiguiendo tu lugar húmedo” dice un poema y de pronto, con las notas de un son flamenco y unas curvas graciosas femeninas que bailan, irrumpen las palomas, que al igual que a José Alfredo, inspiran a Esquilo Campos para tomarlas de referencia en su cantar poético.

         El tercer tiempo tiene una intensidad sangrante y esta dedicado a “El dolor”.

         La ley de la vida dice que los hijos enterrarán a sus padres. Cuando ocurre lo contrario el dolor es inmenso, profundo, duradero. Cuando el autor le habla a Iván, su hijo, le dice: “No se que hacer con mi dolor, no se que camino tomar, perdí la voz, la ruta, recojo llantos para arrancar un sol y tenerlo siempre en casa”. El desgarro por la pérdida de su pequeño hijo se asemeja al grito de Jaime Sabines por su padre, al escribir su poema “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”. El encuentro poético con Iván expresa el lado más triste del ser humano y el vacío existencial acumulado de un padre huérfano de hijo que escribe “Estoy en el filo del llanto, en la hora siete de la tristeza de agosto. Corro desesperado hacia el vacío para encontrarme con la locura, varado en un llanto inútil”. Cuando la ley de la vida la quiebra en pedazos la muerte, todo se derrumba porque nunca habrá explicación frente a la perdida absurda, artera y desquiciante.

         Pero el autor encuentra un resquicio para el renacimiento de la vida. Inicia el abandono del dolor recurriendo a las fortalezas de su origen; el campo, la lluvia, las luciérnagas, la luz, el canto de los pájaros y sobre todo al amor, que es un canto a la vida. Va entendiendo al sufrimiento y entonces fortalece su espíritu para despedir a su madre, hermanas y esposos de ellas y reflexiona: “Acompañado de mi sombra, camino despacio, sin ruido, sin memoria y sin llanto”. Ha aprendido a convivir con la tristeza y con la muerte, y sereno, inicia las reflexiones del final de su vida. Entonces se permite escribir: “Al final del camino ya no queda luz, sentir pesado el tiempo, irse quedito sin llanto ni arrepentimiento”.

         Cuando el lector termine el último poema del libro de Esquilo Campos, caerá en la cuenta de que el autor ha tomado conciencia del final y ha empezado a escribir su epitafio con la paz que está por encima del tiempo.

 

Carlos Navarrete Ruiz

 

 

Diezmo de Palabras
 

Calaveritas de Rosalba

 

Calaveritas

Rosalba Salas Ramírez


La Parca muy astuta reía
porque ya su plan tenía
de llevarse a Raquel que se resistía
aunque su suerte ya sabía
por chismosa eso y más merecía.

La Calaca estaba frente a un espejo
admirando sus huesitos de reojo
pasó el diablo y dijo se ven exquisitos
se me antojan aunque estén porositos.

La Muerte en una fábrica quería trabajar
por estar muy flaca no la quisieron contratar
creyeron que estaba enferma y los podía contagiar
le dijeron mejor vete al panteón a descansar.

El maestro muy contento
compró pan de muerto,
a la Calaca se le antojó,
se lo comió y solo la bolsa le dejó.

Se escuchan fuertes rumores,
que la Flaca viene a llevarse a los gruñones
y también va a cargar con los miedosos
para ponerlos en el panteón a cavar fosos.

La Muerte se llevó a Bety mi vecina,
por no barrer el patio ni la cocina,
la dejó llevar sus tiliches
y se llevó también a sus parientes metiches.

A Diana se la llevó la Catrina
por trabajar en la oficina
le dijo: de leyes sabes mucho y eso a mí no me acongoja

mejor te llevo al panteón porque se me antoja.

A Vero se la llevó la Parca
con unos valiosos lentes de marca
Vero le dice: ni que fuera para tanto,
ahora los luzco en el camposanto.

La Huesuda llegó a una empresa
porque quiso darles una sorpresa,
la siguiente víctima en su lista
era la secretaria Doña Calixta.

Olivia, la bebé, dormía tranquila en su cuna
la Huesuda se acercó comiendo una tuna,
de pronto percibió un fétido aroma
que le hizo pegar una maroma
empezó a sentirse mal,
el olor provenía del pañal.

La Flaca tenía frío y un café se le antojó
entró a una cafetería y con piquete lo tomó
el mesero de inmediato la atendió
y la gente temerosa le corrió.


Rosalba Salas Ramírez
Octubre 2022

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