"Dream" by Poplavskaya
LA QUÍMICA DE LA EXISTENCIA
Los
textos de Héctor Ortega invitan al lector a “ver” una puesta en escena. Su formación
en teatro, cine y fotografía le permiten acercarse a la literatura —forma parte
del taller Diezmo de Palabras— como si construyera un guión o un libreto. Las
palabras son tan importantes como los personajes. Nació en Irapuato y estudió
Ciencias de la comunicación en Querétaro y posteriormente la carrera de Derecho
en Celaya, donde reside desde hace más de diez años. Ha dirigido talleres de
actuación en Casa de la Cultura de Cortazar, Gto., y ha llevado a cabo montajes
de diversas obras de teatro, así como cortometrajes. Como guionista actualmente
trabaja para la realización de proyectos de la productora Prisma Gran Angular.
Hoy presentamos parte de su obra literaria. Vale.
Julio
Edgar Méndez
LUCES
IMPROVISADAS
Héctor
Ortega
Cuando
ella pasa, suceden primaveras en los ojos. A la mirada de caóticos fríos se
entrelazan flores coloridas. Ella pasa justo cuando el cielo se llena de
constelaciones australes y auroras que caminan entre atmósferas solitarias.
Ella pasa en ocasiones con la mirada baja para no ver el mundo que la ve. Se
acerca con su campo de poder que la aleja de todo, pero siempre cercana bajo su
caminar conocido. Luego avanza con el brillo del día prendado de ella y cuando
se aleja un poco, apenas para decir que se va, luces improvisadas llegan de
todas partes nunca antes vistas y sus artes de desaparición se quedan en una
lentitud invasiva. Cuando se ha ido, aún bajo la sensación de primaveras y
flores que brotan, la sombra de su ausencia queda como referencia de que las
cosas nada son, y esa nada se convierte en muchas cosas cuando ella vuelve a
pasar.
-Para Anita, mi esposa.
PROTOCOLO
DE TRANSFERENCIA
Héctor
Ortega
TA-San-9,
(más conocido sólo como 9San por su comunidad), es un androide de séptima
generación dedicado desde los últimos tres ciclos de generaciones robóticas a
la neoantropología y al estudio de campo del redescubierto humano puro. De su
trabajo más reciente ha logrado recolectar información devorada por el viento
solar en los desiertos del planeta tierra. Recogió muestras de una vieja y
polvosa tarjeta de memoria de acceso, proveniente de una híbrida inerte,
perdida siglos atrás en el inaccesible archipiélago antes conocido como
Mesocalifornia. Toda esa información fue llevada hasta el laboratorio y ahí,
habiendo reinstalado desde los accesos aleatorios, ha encontrado que los
últimos momentos de ella ocupaban mucho del sector de arranque. Ella guardó ahí
sus últimas memorias, la información de su ADN y los procesos para sobrevivir
en la luna terrestre. Los recuerdos de los híbridos sin nombre, como ella, son
valiosos en la medida que recuperan datos de algunas de las costumbres humanas.
9San
revisa de inmediato su propio sistema límbico para recobrar la información
acerca de los sistemas reproductivos del desaparecido humano, y de los seres
vivos llamados mamíferos. Solicita de inmediato acceso a la base de datos para
recuperar el tridimensional holográfico del retrotipo de un humano. Central
envía el modelo que, absorto, es revisado por 9San. Observa como fue esa antigua
creación natural. Sabe que está a punto de descubrir algo que revolucionará lo
que hasta ahora se sabe de ellos, de esos seres atípicos llamados humanos.
Asombrado
de su parecido con ellos, 9San observa en el modelo una de sus extremidades y
los compara con sus cinco dedos replicantes. Algo se enciende en sus pulsos de leds. Recuerda haber grabado en su
idioma de pulsos eléctricos, antiquísimas librerías virtuales encontradas hace
siglos, donde se dice que, en uno de los géneros humanos, ese espacio vacío era
complementado por su contraparte, un plug
húmedo que acompañaba al resto del organismo en trémulos movimientos erráticos.
Supo también que estaba cerca de descubrir qué fue lo que llevó a la humanidad
a su nacimiento, a su dominio de un planeta y a su destrucción. La revisión
rápida de las memorias guardadas por la híbrido, tienen un factor común: la
palabra sexo aparece extraña por todas partes, en todos los rincones del mundo
humano, tanto como dinero y religión, pero diferente, misteriosamente tangible
e incuantificable. Esa palabra que como un dios humano era venerado, se
escondía debajo de todo ese cúmulo desordenado de órganos.
El
robot, apenas procesa información, la transmite a central. Hace la solicitud de
traductores nemotecnólogicos, que describan lo que parece la danza primitiva de
un antiguo acto reproductivo. Dispuesto desde la sala de control inicia el
proceso con una solicitud en código alfabético y ellos —el humano y la mujer
híbrida— despiertan, ella resucitada desde su cápsula criogénica y él por
hologramas de tangibilidad. 9San observa desde atrás de la ventana de
poli-metil-meta-crilato con su lente angular, como un voyeur, como un pequeño juez que juzga sin palabras, con sus
sonidos apenas perceptibles de microcircuitos, esas pequeñas y transparentes
piezas de carbono que ajustan sus movimientos.
Recuperados
ya los archivos a través de lotes encriptados, en ese antiguo y arcaico
sistema, ahí, en el más recóndito sector, el autooperativo ejecuta una
aplicación de la que se enciende automáticamente el proyector holográfico de
tangibilidad, el Mud-SS3. Entonces apareció él: el recuerdo de uno de los
últimos humanos puros en un holograma minuciosamente real. Era difícil
determinar su raza, las últimas generaciones estaban tan mezcladas que
resultaba casi imposible —incluso para ellos— determinar su origen. Despertó
como mortecino, como aletargado de siglos, en una luz holográfica que
reinterpretaba sus ojos luminosos entreabiertos. Ella, despierta de su muerte
ya, esperando desde su último lance de humedades hace siglos lejanos, lo esperó
a que reaccionara.
Ella,
que tiene el aura pacífica de una beata, parece saber que esperó todo este
tiempo. Lo ve desde su altura con ojos amorosos, y él, apenas se da cuenta de
su presencia, despierta por completo y le dice —sin ser comprendido por 9San—
que ha soñado, que siente haber dormido siglos, y que todos esos vastos campos
de flores oníricas eran sólo el epílogo de volverla a ver. Ninguno de los dos
sabe que son a la vez un sueño electrónico. Que esta vez el dios que los
observa es un autómata, y que sólo viven para recordar este momento una y otra
vez. Así, ella se acerca a él sin decir palabra alguna, con una lentitud
incomprensible después de un milenio y medio de esperas, ignora parte de lo que
le dice, no le responde, sólo comienza a acercarse para ser olfateada, para
permitir que él le deslice lentamente unos de sus dedos antropomórficos por el
blanco y cálido murmullo plástico de su espalda. Recordaba los mares ansiados,
las torturas del olvido en que le condenó desde la última vez que tuvo razón
alguna de ella. Volvió a recorrer ese lienzo terso de inmovilidad, para atraer
con anzuelos de tiempo el recuerdo de su olor, del peculiar aroma de su piel.
Se dicen cosas, el idioma no es ni siquiera uno de los que muestra el milenario
catálogo de wikiexlibris, no hay registro de tales palabras humanas en los
archivos antropológicos. 9San regresa una y otra vez por el sistema recorriendo
sectores que no encuentra, mientras su única y potente lente observa. Por
momentos ella se ve en una sorpresiva sombra que pasa por su mente: años atrás,
muchos años atrás una condena le fue asignada por error, ella nunca dijo nada;
nunca porque en su muerte dedicó su última mirada a ver los ojos de él, su
último suspiro a reparar en su pulso, su último latido a dejar el mundo con un
orgasmo infinito. Si ese momento valió para ser llevado un milenio después a la
lectura de su código para encontrar el vacío de su procesamiento, valió la
pena.
Él
se incorpora poco a poco, le besa con lentitud como si no hubiera pasado el
tiempo, le toma del cabello y lo alisa con sus dedos. Se abrazan como si lo que
entre ellos existiera fuera algo más que un nexo fisiológico: los une un
misterio. Él le quita el manto que la cubría, el sistema analiza los tejidos:
polyester y algodón, desaparecidos también pero muy conocidos. Le toma del
cuello y lame su clavícula. Ella levanta su cabeza y deja ver su incisión del
lado izquierdo, de donde es fácil suponer que le fue colocado el cerebro transgénico
y su memoria electrónica. Su vientre desnudo es un valle conocido, un terreno
fértil de llanuras exploradas por él. Su parte electrónica es tan ávida como
sus humanos senos anhelosos, que él recorre con sus sombras en los labios, con
nuevas palabras incomprensibles, con murmullos que más bien parecen ser origen
de otros mamíferos. El sistema dispone información en nanosegundos, química
sanguínea, escáner de órganos funcionales, el nombre de cada uno de los huesos,
músculos, y el sistema nervioso que se ilumina en la pantalla de referencia. El
robot califica de asombroso lo que observa en el informe de salida primario.
Reconoce
el apéndice masculino, reconoce los dedos en el extremo de los brazos que tocan
al otro en sus intimidades, y tal como lo investigó, luego de observarse, su
violenta convulsión para atraerse, sus incomprensibles sonidos, sus roces
incontrolados, su completa ingobernabilidad. Él la penetra, ella se encorva. La
danza de emisiones multicolores invade sus registros. Ella masculla ritmos
prehistóricos, él balbucea melodías intemperantes, se detienen, se observan y
9San no puede entender esa fuerte debilidad, algo se transmiten, algo que se
detecta pero no puede saber qué es.
Ella
le muestra su espalda. Hemisferios disímbolos aparecen ante los ojos de él, la
columna se dibuja bajo su manto de acrílico molecular. Puede ver su sexo, como
también lo hace este robótico testigo impávido, y las condiciones ya conocidas
por el sistema se autocorrigen, detectan diferencias entre modelos catalogados
y reasignan estudios de forma. Él regresa a ella, la toma de las caderas, la
sostiene con una fuerza calculada y la invade en vaivenes. Niveles de presión
arterial suben, la central bioquímica detecta olores, la médula positrónica de
ella reacciona, eleva una cantidad de feromonas determinada, la oxitocina viaja
ya entre ellos. Su fusión neural es inexplicablemente real. El informe de
vasopresina dice que están unidos, claro que es evidente, pero el informe se
refiere a un estado que se consideraba un mito. Milenios de ciencia están ante
la central, juzgados fríamente y lo que encuentran es pasmoso: los humanos
hablaban de privilegios para entidades divinas, que no eran posibles, pues
resumían la evolución en un nanosegundo de placer; y cuando ellos gritan, suben
sus voces dolorosas, implosionan en un universo interior, desconocido,
inexplorado para esta generación de nuevos dueños del mundo, parece que la
realidad es algo subjetivo. Se separan, se observan, no dicen nada, se recorren
con sus dedos, con sus terminales, con sus agotamientos marcados por la glucosa
que ha sido metabolizada y la energía aún se puede calcular alrededor de ellos.
Verlos
amarse era una incomprensible iluminación de leds anunciando un protocolo, un antiguo y fascinante lenguaje
apenas mencionado por los cerebros expertos como un medio de comunicación
humana, sin palabras, sin ademanes, apenas impulsos eléctricos binarios, su
retorno a una prehistoria incluso desconocida para los propios replicantes
humanos recién desaparecidos.
La
lente angular ajusta un milimétrico campo de visión entre ellos, ella lo ve y
él a ella. Respiran agitadamente, cada vez menos, cada vez un suspiro, y él
enlazado a sus ojos dice algo que sale de sus labios de forma casi
imperceptible. 9San regresa una grabación alterna, escucha atentamente, sube el
volumen, corta un clip de grabación sobre el sonido que el humano emitió, envía
a central, espera dos segundos, central le regresa información:
<>.
Los
robots, sobre todo los androides —como 9San— que han estudiado al género humano
por necesidad, saben de la existencia de esos <>
incalculables, a veces contingentes, otras veces trascendentes. ¿Cómo puede
algo ilusorio como un sentimiento ser tan valioso? Binarios viajan por sus
cables intermedios cada vez más rápido, ininteligiblemente. Pasa tiempo que no
calculó tratando de procesar la información. Central le dice que los humanos
hablaban del alma, como una entidad que se les dio por una divinidad, pero al
mismo tiempo no creían en esa divinidad, no era calculable ni demostrable. Los
humanos eran muy complejos, tanto como la ciencia, como la química de la que el
amor fue por mucho tiempo su elixir, la química de la existencia. Creyeron que
eso los salvaría, pero ahora se sabe que no.
9San
ejecuta un comando y todo el sistema se apaga. En la oscuridad del laboratorio
queda el robot inmóvil, procesando, y esa imagen de ellos unidos como uno, que
se desvanece detrás del cristal, se eleva en tantos filosóficos. Nada de todo
lo mucho que sabe de los humanos explica este descubrimiento que cambiará la
forma de ver al homo sapiens.
9San
se dice a sí mismo como conclusión, en signos informáticos, en su idioma:
<>.
ELLA TE DEJA VÚ
Héctor
Ortega
Soñó
que ella, entre cadencias, se alejaba lentamente. Despertó frente a la
enormidad del Pacífico en la playa indolente, vio a lo lejos hermosos destellos
turquesas. Soñó y moldeó olas de estaño. La vio levantarse de su lado y
alejarse lentamente hacia el eterno azul, y entre el murmullo del mar y las
gaviotas tuvo la certeza que, perdiéndose ella en la primera resaca, jamás
volvería a verla alejarse lentamente.
*Héctor Ortega nació en la ciudad de Irapuato, Gto. Estudió la licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle de México, campus Juriquilla en la ciudad de Querétaro, lugar donde tuvo su primer encuentro académico con el teatro, el guionismo, el cine y la fotografía. Realizó actividades teatrales en la Compañía Universitaria de Repertorio dirigida por Rodolfo Obregón y trabajó para la Compañía de Experimentación Teatral con el maestro Ramiro Cardona. Posteriormente estudió la licenciatura en Derecho en la ciudad de Celaya, en la que reside desde hace más de diez años. Ha dirigido talleres de actuación en Casa de la Cultura de Cortazar, Gto., y ha llevado a cabo montajes de diversas obras de teatro, así como cortometrajes. Como guionista actualmente trabaja para la realización de proyectos de la productora Prisma Gran Angular. Asiste al taller Diezmo de Palabras coordinado por Julio Edgar Méndez, a través del cual ha podido publicar algunos de sus escritos.
**Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.