lunes, 4 de septiembre de 2017

LO BUENO, SI BREVE, DOS VECES BUENO


LO BUENO, SI BREVE, DOS VECES BUENO

Cuando Baltasar Gracián escribió el Oráculo manual y arte de prudencia, anticipó en varios siglos la literatura breve y sus contenidos. En el Taller Diezmo de Palabras hay algunos participantes que han destacado en el género. Presentamos el trabajo de dos de ellas. Ambas escriben, pintan y fotografían la vida y los sueños. De su obra seleccionada para antologías en México y España, compartimos las siguientes historias breves. Que son doblemente buenas. Vale.
Julio Edgar Méndez

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VIAJE A LA IGNORANCIA
Rosaura Tamayo
II Concurso de Cuento Breve Viajes

Desde niño mi mejor amigo fue la rebeldía. Mi madre sufría por no poder hacerme entender las reglas. Mi abuela decía que vivía enojado. No me gustaba que me abrazaran ni dieran muestras de cariño. Cuando cumplí quince años entré a una escuela preparatoria para salirme de ella. Después entre a otra y salí mal con la directora y alumnos. En otra me despidieron con honores. Mi madre en vano trataba de reparar mi problema. Un día me dijo:
—La puerta no tiene cerrojos ni te tengo amarrado. Puedes irte cuando quieras a hacer una vida libre fuera de la casa.
Tomé una maleta con cosas personales, un par de libros y el pensamiento de ser un dios. Comencé un viaje por el hambre y la desesperación. Comprendí que vivir en una casa cuesta esfuerzo y mucho dinero. El querer comer tres veces al día no te lo da un árbol. El mundo está lleno de personas que quieren explotar tu juventud y falta de preparación. En esas noches frías dormido sobre una cobija, deseaba tanto un abrazo de mi madre o un regaño de la abuela.
He regresado a casa, a mi madre se le ilumino el rostro al verme. Le he pedido que si me puedo quedar un tiempo más y ella, con una sonrisa me ha dicho que sí. Mi abuela murió sin poderme despedir de ella. Ya no grito a mi progenitora y menos aún digo que no estoy conforme con lo que tengo. Ya he terminado la preparatoria y estoy por entrar a la profesional. Mi viaje me enseñó que hay que agradecer lo que se tiene y no renegar por lo que se carece.

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CHISMES VACÍOS
Rosaura Tamayo
II Concurso de Micronarrativa Vivir y Contar

Soledad mira que el vecino de enfrente se va a trabajar y su mujer en pocos minutos sale con sombrero y lentes. Después, escucha la conversación de su travieso vecino que se pone de acuerdo para una cita con una mujer que no es la suya. Le encanta enterarse de chismes de su calle y colonia.
La olvidada mujer vive divorciada, sin hijos. La rodea la ignorancia, el trauma de su infancia. Tiene que vivir y contar de los demás, puesto que no hay nada interesante en su propia vida.



TESORO QUE BRILLA
Rosaura Tamayo
I Concurso de Cuento Breve Héroes Cotidianos

Siempre he sido un fanático de los súper héroes. De muy pequeño guardaba las estampas y llenaba todo los álbumes. Nunca dejaba de comprar mis historietas a fin de mes y una en especial que se publicaba cada quince días. Ahorraba toda la semana y hacia pequeños trabajos para juntar ese dinero.
Ya estoy en la universidad, guardo tan celosamente mis colecciones. Todas ellas han subido de precio por la antigüedad y más por el estado en que las he conservado. No falta ningún número o estampa. Hace tiempo me deshice de los trajes de personajes que usaba de niño, que ahora sólo guardo en fotografías. Los doné a un asilo e hice feliz a muchos niños.
Un día mi pequeña hermana enfermó y necesitaba una operación costosa en sus ojos. Pronto en internet encontré a quién comprara mi almacenado tesoro. Vendí todas mis colecciones que atesoré con años de esfuerzo y dedicación. Lo que recaudé lo utilicé para la operación de mi hermosa niña.
De repente me convertí en un súper héroe de verdad. No vuelo, no soy conocido, no soy inmortal y quizá poco me van a recordar. La pequeña me ha agradecido lo que llama “un sacrificio”. Lo inolvidable de todo es que sus ojos brillan de una forma mágica. Ahora soy un súper héroe que la llena de amor en cada instante y los pequeños del asilo, cuando los visito, me llaman “El súper señor de los regalos”.

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GRANDEZA
Rosaura Tamayo
Vamos al Circo Mini Ficción Hispanoamericana

Fiódor, el elefante africano más viejo del circo Hermanos Karamazov, con 60 años y toda una vida en el circo, no necesita que lo amarren o lo lleven a su carpa donde duerme, él lo hace solo sin problemas. Fiódor guarda en su mente las generaciones que han pasado por esa carpa. Los bisabuelos iniciadores, los abuelos que le dieron el impulso y crecimiento al circo y a las presentaciones. Ahora, los hijos, más preparados y desarrollándose en el arte de entretener bajo ese cielo cubierto con estrellas de lona. Ha vivido tantos años en cautiverio por el trato humano y  amable de sus entrenadores. Ya no puede hacer las proezas de los jóvenes elefantes, pero permite con toda serenidad que los pequeños traviesos lo monten para una alegre fotografía donde curiosamente levanta en alto sus grandes orejas y trompa. Ya no le queda mucho de vida, su cuerpo está viejo y desgastado pero su memoria guarda las risas de los payasos, los aplausos del público, el sonido de la gente cuando comienza a llenar la carpa. Sobre todo a aquellos que se arriman a contarle sus penas y decepciones. Duerme con una sonrisa, sueña con los escenarios que guarda en imágenes en esa enorme cabeza adornada con sus largas orejas y un cerebro que acumuló como película las grandes historias de un rodante circo con generosos dueños.

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REENCUENTRO
Rosaura Tamayo
II Certamen de Microrrelatos de Amor

Se encontraron Gloria y Sergio veinte años después de que habían estudiado la secundaria juntos. Ambos se contaron que ninguno se había casado. En eso le dijo Sergio:  — Te apuesto Gloria, ¿a que no te casas conmigo? Ella le contestó:
—Te apuesto Sergio, que sí me caso.
¿Quién adivinaría que el amor traspasó la distancia y el tiempo? O fue el no querer perder la apuesta, o que sería su último tren, o simplemente hubo flechazo. Pero se casaron y han durado muchos años juntos.

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POSITIVO Y NEGATIVO
Rosaura Tamayo
I Concurso de Microrrelatos Magia y Espadas

Florinda la yerbera, toma un vaso de agua. Se le escucha un murmullo de oraciones y una total concentración en ese trasparente líquido. La enferma recostada en la cama con un intenso dolor, apenas es iluminada con la tenue luz de las veladoras. Florinda le arrima el vaso con el líquido y se lo da a beber. La enferma lo toma y se recuesta nuevamente. Y entra a un profundo sueño. Poco a poco se le va cambiando ese color verdoso, primero a amarillo y después a un tenue rosado, las facciones del rostro se le suavizan y su respiración se vuelve más constante. Sus músculos se van relajando y la temperatura del cuerpo comienza a normalizarse. Después de ello la paciente abre los ojos y emite una sonrisa, se sienta con facilidad. Nada le duele, su cuerpo enfermo se está regenerando. Florinda la ayuda a levantarse y sólo le dice que su positivo y negativo están en armonía.



BAILE SIN SONIDO
Rosaura Tamayo
II Concurso Literario Micronarrativa La Mujer Mueve al Mundo

Marcela salta, brinca, y baila, la mejor de su clase de danza. Pronto van a ser audiciones para escoger a las mejores. Tiene un accidente, pierde el sentido del oído. El día de la selección, llega con un vestido que asemeja harapos. Comienza a bailar de una forma que atrapa. Los jueces notan que no va con la música. Antes que le digan algo, ella les dice:
—Tuve un accidente, perdí el oído, no escucho más que silencio, pero aún tengo sentido de la danza y la belleza, y eso mueve mi mundo.

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EL APRENDIZ
Rosaura Tamayo
II Concurso de Microrrelatos Queridos Fantasmas

A Emilio le gusta cocinar, igual que a mí. Él tiene poco tiempo en la cocina, sin embargo, yo tengo mucho tiempo aprendiendo de la infinidad de gente que llega a preparar cosas nuevas y platillos de tradicionales. Ahora Emilio es mi discípulo. A él le voy a enseñar todos mis secretos culinarios. A veces no me entiende y otras no me hace caso, quizás por la rutina o el mucho trabajo que siempre tiene. Pero él es la primera persona con la que me puedo comunicar del Más Allá sin que se asuste.



EL RELOJ DE CUERDA
Soco Uribe
Concurso de la Librería El Péndulo

Tras la muerte del abuelo, quedé devastado. Al día siguiente, tomé su reloj de cuerda, mi brújula, un plano del País Vasco, mi cartera, la foto de mis padres con el abuelo, un par de mudas de ropa y salí de casa.
La buena relación que mantuve con él había prevalecido hasta su desaparición física de este mundo.  Sus últimas peticiones y consejos, los plasmó con anterioridad en una carta que decía:
Querido Felipe, mi amado nieto: quiero que cuando me vaya, durante cuarenta días,  dirijas tu vida siguiendo el rumbo que marque la manecilla grande de mi reloj y la traslapes sobre la carátula de tu brújula.
Cada vez que despiertes, estés donde estés y sea la hora que sea, seguirás el rumbo marcado por esa manecilla. Recuerda, ubica siempre el Norte primero y después haz la maniobra que te he pedido.  Siempre estaré contigo. ¡Nunca lo olvides!
Te quiere infinitamente, tu abuelo.
El “txirimiri”, con su fina y apenas perceptible lluvia, no se detuvo desde su muerte hacía tres días; no obstante, me encaminé para cumplir su encomienda.
Me costó un gran esfuerzo seguir sus indicaciones.  En ocasiones, sobre todo en los días en los que comía lo mínimo y sólo bebía la suficiente agua para seguir mi camino, temía claudicar en tan enredosa tarea. Además, por momentos, sentía que todo era en vano. Por mucho esmero que pusiera en marcar los rumbos exactos de mis recorridos, éstos parecían erráticos. Creí que burlonamente, el reloj y la brújula me ubicaban en el mismo lugar que, hacía un par de semanas, había pisado.
No obstante, después de los cuarenta días marcados por mi abuelo en su carta, coincidentemente, llegué a la cima de una montaña.  Desde ahí, pude contemplar la extrema belleza de un atardecer cubierto por un velo de neblina, sobre el Atlántico. Quedé absorto dentro de ese maravilloso escenario. Comprendí que la luz del sol que se extinguía entre la bruma era el alma de mi abuelo.
Tranquilo, regresé a casa. Comprendí que mi viejo sabía que me sería muy dolorosa su partida y montó todo este teatro para evitarme un sufrimiento mayor. Recordé, entonces, una ocasión en la que me dijo:
–“La cuerda del dolor cede, cuando dejas de darle cuerda… como a mi reloj”



*Textos publicados en El Sol del Bajío, Celaya, Gto.



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