domingo, 27 de marzo de 2016

ANÁSTASIS


ANÁSTASIS

“Fueron, pues, y encontraron abierto el sepulcro. Y en esto ven allí un joven sentado en medio de la tumba, hermoso y cubierto de una vestidura blanquísima, el cual les dijo:
 «¿A qué habéis venido? ¿A quién buscáis? ¿Por ventura a aquel que fue crucificado? Resucitó ya y se marchó. Y si no lo queréis creer, asomaos y ved el lugar donde yacía. No está, pues ha resucitado y ha marchado al lugar aquel de donde fue enviado».”
Evangelio de Pedro, XIII: 55,56.

Resucitar, volver a la vida, levantar, anástasis, tiene un significado más profundo que su intrigante etimología. Sólo puede levantarse lo que está yacente. La literatura tiene muchas historias sobre muertos que vuelven a la vida. Leyendas circulan en todas las culturas. El mapa del mundo se ha modificado por aquellos quienes creen en la resurreción del personaje histórico más conocido que existe. Hay miles de textos antiguos que dan cuenta de la anástasis de Jesús, casi todos sobre la misma base: Fue crucificado, murió en la cruz, depositado en una cueva/tumba y al tercer día la tumba se encontraba vacía. Sin cuerpo. Los testigos que describieron el sepulcro coinciden en que Jesús ya no estaba dentro, ni muerto, porque lo vieron vivo y hablaron con él de nuevo. Se puede especular de muchas maneras sobre la manera, el modo, las circunstancias, la veracidad de los textos y la fidelidad o textualidad del acontecimiento, pero el hecho permanece sin lugar a dudas. El sepulcro está vacío. Por ello, los poetas del mundo han escrito versos que hablan del antes y después; en algunos casos también del inter. Se termina la semana santa, empieza lo que sigue. En el Diezmo de palabras seleccionamos algunos poemas que levantan el espíritu de quien los suscribe y esperemos que también de quien los hace suyos. Vale.
Julio Edgar Méndez

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SEMANA SANTA
Herminio Martínez
1
El martes, ya con llagas en las sienes,
mira hacia el monte del remordimiento.
Se acoda en los balcones de la sangre,
le duelen las rodillas del viacrucis,
le pesan las estatuas de mezquite,
le huele aún a lunes el ambiente
y hace como que duerme mientras oran
los que presumen de vivir en gracia.
Le dan vergüenza los arrepentidos
y lástima las viudas que no tienen
un amante en qué caerse muertas.
2
El miércoles instalan los expendios
en los portales y en los callejones.
Hay Jesucristos con los hombros de hule,
Poncios de porcelana y hasta Lázaros
azules por andar tan desvelados.
Han concurrido los que venden pan.
No cabe un Judas más en cada puesto:
Están los que preparan aguasnieves
y los que sirven platos de comida;
aquéllos que le dan vuelo a su gusto
entre mujeres que se entregan fáciles
por ciento veinte pesos en las tiendas.
3
Lo arrastran por el cuello a un edificio;
se lo llevan a golpes a otra casa;
una nariz con ojos lo interroga,
le grita Lucifer desde su palco.
Le pega el traficante y el político.
La señora de todos y el Pontífice.
Lo arrojan a la cárcel, lo escarnecen.
Tiene como treinta años, llama al padre;
se mofan, lo desnudan, lo flagelan
los agentes ya ebrios, sin motivo.
Alguien suena unos clavos, otros pasan
cargando una escalera hacia la cumbre
que, se supone, es el dolor del mundo.
4
La mañana rodó como una olla
de agua caliente sobre los poblados.
Habían dormido con la novedad
de que al difunto Judas Iscariote
se le enredó en el cuello la conciencia.
A las once pasó por los tugurios.
A la una se acabaron los barquillos,
a las dos María quiso una naranja.
Dimas y Gestas se desfallecieron;
las piadosas mujeres se sentaron.
Y a las tres, como dice la Escritura,
la madre estaba muerta.
5
Nadie se levantó antes de las once,
a excepción de los niños que encontraban
coronas de oropel y cetros rotos
entre los remanentes del desastre:
cáscaras, desperdicios, envolturas
de todo lo que entonces consumimos.
Quien lo recuerda dice que fue el sábado
más sucio que jamás hubo en la historia.
El día más animal de la liturgia.
El de más vómito atrás de las esquinas,
que hasta tuvieron que llevar mangueras
para lavarle todos sus mercados.
6
Allí estaban las Marthas, las Marías,
asomándose al hoyo de la sábana;
al espacio interior donde el retrato
del muerto era lo único.
Lloraban de rodillas frente al ángel
que les decía que fueran a alcanzarlo…,
y yo también corrí a ver si era cierto.
Le pregunté por él a los turistas;
lo busqué en los palacios y en la vida
de todos los conventos donde se halla
la gente -dicen- más cerca del cielo.
En los bancos, las casas de retiro,
en tantas catedrales y otros rumbos,
mezclado con las almas más devotas.
Sin embargo no estaba entre esos fieles:
no lo pude tocar en tales templos,
en dichas salas de tapices caros.
A la hora de almorzar lo hallé en la plaza
jugando dominó con los mendigos.


IGUAL QUE PROMETEO
Herminio Martínez

La semana montuosa se derrumba
en su nicho de rocas hacia el valle.
Me busco el corazón y encuentro la época
de la desolación y de las lágrimas.

Hundido en la vigilia por si llegan
de repente difíciles los días,
igual que Prometeo estoy atado.

Estoy con una rosa en el estómago,
pero nadie me ve desde la música
donde la noche baila con el mundo.

La fiebre baja con sus vidrios frágiles
a cortarme el costado desde adentro.
Me busco la cabeza y hallo un hoyo;
calor, y de inmediato un frío me muerde.

Es la fatalidad que se encalló en la cuesta
y yo le silbo para ahuyentar los palos
con que me suele amar sobre los huesos.

Hiere cuando el motivo de su saña
sujeta como un aro al individuo
y a nadie deja dientes su futuro.

La semana montuosa se derrumba
y el aire amotinado de la atmósfera
nos ve mirar el verde como un paso
que sube a las montañas del deseo.

Vamos a imaginar un día de olfatos
afectivos y mucho pan caliente,
y el café con su azúcar innegable.

Vamos a darle al pródigo este gusto
cuya salud, sentada, lo ha esperado
suponiendo gloriosas mantequillas
en la miel de las tardes que no tuvo.

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IDOLATRÍA
Jatziri Hernández


Te tomo en brazos,                                               
observo esa sublime
 e inmaculada silueta
en la que, de noche,
resplandecen los mundos.
Te idolatro al llegar    
a los lúgubres deseos religiosos.
Suspiros, palabras,
roces de tez liza.
una sustancia, a veces irreal,
me colma de paciencia.
Con una caricia vuelta milagro
y una mirada ensordecedora,
se arrodillan nuestros mundos
cansados de velar un amor tan puro.

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RESPONSORIO
Martín Campa

¿De quién colgará el ahorcado?
Ningún árbol quiere prestarle su sombra.
Árbol que rasgas insomnios,
árbol de la montaña,
óiganle...
Árbol húmedo de la vida,
árbol hermano del sueño,
escúchenlo...
Árbol  de agua cárdena,
árbol nido de la luna,
apiádense...
Árbol lleno de cólera en parto de ceniza,
árbol palabra, árbol húmedo,
compadézcanse...
Y que el zopilote cante
mientras en alguna de sus ramas
encuentra Judas
donde colgar su muerte.

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PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN
José Luz Rentería

Dos almas que comparten el mismo entusiasmo,
miradas que se fusionan en una,
mundos que dan origen a un universo.

Libro en el cual se escribe la lengua de oro,
copa en que se bebe el elixir de la vida eterna,
piedra cuadrangular sobre la cual
se edifica la iglesia del amor.

Sol que muere y renace entre dos montañas,
luz de plata que enaltece los sentidos,
manzana que otorga la vida o la muerte.

El cruce de dos vástagos eternos,
da origen al símbolo de la pasión,
muerte y resurrección,
del más grande amor que ha existido
en los mundos infinitos.

Avatar de acuario,
cuyos pies caminan sobre el mar,
estrella que nace del agua y el fuego.

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TENGO LA VOZ CAUTIVA
Esquilo Campos

Tengo la voz cautiva
en este silencio que no termina nunca.
Peleo por decir algo
que toque los sonidos de la noche.
Quiero escapar para buscar los pasos
que me llevaron a comer frutas maduras.
Quiero sentir dolor,
que otra vez me obliga a decir tu nombre.
Sentir tus ojos buscando la aventura,
mirar tu cuerpo frágil,
restando vientos y tempestades al pecado.
Otra vez tú, mi amiga,
apareces, exiges la palabra.

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PUERTAS Y VENTANAS
Gustavo Espinoza

Mujer, no cierres puertas ni ventanas,
déjalas abiertas
para que entre
todo el dolor del mundo.
Y para que contemple nuestros cuerpos
que se marchitan al grito de los días.
Déjalas abiertas para mirar el orbe
y los sueños que no fueron soñados.
Déjalas así hasta que el sol caliente
el piso humedecido por el llanto.
Déjame ver las horas que se van
sin lograr encerrarlas
donde están los recuerdos.
Permite que el invierno
pinte nuestros cabellos
de antiguos meses y ancestrales noches.
Dejemos nuestras culpas
y al despertar mirémonos
como los adolescentes
que se encuentran
en la lectura que es el paraíso.
Deja que entre la tierra;
el olor de tu esencia y la esperanza.
Ciñe a tu cuerpo el atavío.
Perfúmate el cabello
y que tus alacranes
me piquen los olvidos.
Unta tu carne con mis dudas.
Ofrécele tus labios a mi aliento,
pacifica tus alas,
deja el buró, el alcohol, las plumas,
para que el viento cierre los resquicios
y yo tiña de negro la cruz de nuestras vidas.

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METAMORFOSIS
Berenice Patiño Roa

-A Julieta, fantasma de mis días-

Rojos días de invierno aplastando
sueños con los pies helados.
No hay viento en las entrañas
y perecen los recuerdos.
El crecimiento imperceptible
conduce al cementerio, mi cuerpo.
Muecas de sangre, tedio en las palabras,
decisiones miopes que conducen al olvido
imposible, el espíritu ha quedado marcado.
Camino hacia tu fin y dormiré para alejarte.
Eres breve futuro, lágrimas en el vientre, 
mutilación del espacio,
el cordón ha sido cortado.
Derrame de luz,
no hay destrucción, se vuelve al origen,
el caos no existe en mi camino.
Fuiste perfección,
pequeña sonrisa en tiempos de guerra,
silueta fragmentada por las máquinas,
por unas manos asesinas a las que otorgué poder.
Presencia vacía, voces sin sentido.
Canta locura, canta.
Oculta en el abandono me consuelas,
me besas, escarcha de lluvia inquieta,
Acaríciame con tus conspiradores labios.
Absurdos encuentros y líos innecesarios
islas de miel, de angustia e interrogantes.
Ríndete al absurdo devenir.
No te amo cuando estás cerca,
pero en la distancia me consumo sin piedad.
Fáciles caminos, hechicero de lunas extintas
vigila el ocaso, en mis ojos cae el temor
de sentirte, de tocarte, de amarte.
Agonizas por la cobardía de una extraña.
Sufres y en tu dolor me reconozco,
porque eres yo, eres él,
lejanos seres que te dejaron caducar en el abismo,
seres que te piensan y entierran en soledad.
El temblor ha pasado.
Dos personas desaparecen esta noche
entre escombros y oscuridad,
murmullos y llantos en la piel.
En las entrañas no hay más viento
ha expirado entre miradas.

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