Francois Chartier, Home sweet home
VOCES DEL DIEZMO DE PALABRAS
Durante
los años que nuestro maestro, el escritor Herminio Martínez, nos dirigió en el
taller literario, fueron muchas las publicaciones donde se dieron a conocer las
voces del diezmo. Ediciones como las de Tierra Adentro, Universidad de
Guanajuato, Periódico de poesía (UNAM), Punto de partida (UNAM), Castálida
(Universidad del Estado de México), Expresso (diario Correo, Guanajuato),
suplemento “Diezmo de Palabras” (El Sol del Bajío), Diario A.M., El Universo
del búho (René Avilés Fabila), Letras libres, Vértigo, Casa del tiempo y
algunas más. Entre los autores que alguna
vez formaron parte del diezmo o siguen con nosotros cada miércoles, tenemos muestras
de excelente poesía. En palabras de Herminio: “Sus metáforas son originales,
cargadas con la angustia o el vigor con que se le habla a la vida, cuando le
preguntamos por los demás o nosotros mismos, pidiéndole la salud, un empleo,
amor, serenidad y hasta un camino para salir de tanta oscuridad que nos agobia”.
Vale.
Julio
Edgar Méndez
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TENGO
LA VOZ CAUTIVA
Esquilo
Campos
Tengo
la voz cautiva
en
este silencio que no termina nunca.
Peleo
por decir algo
que
toque los sonidos de la noche.
Quiero
escapar para buscar los pasos
que
me llevaron a comer frutas maduras.
Quiero
sentir dolor,
que
otra vez me obligó a decir tu nombre.
Sentir
tus ojos buscando la aventura,
mirar
tu cuerpo frágil,
restando
vientos y tempestades al pecado.
Otra
vez tú, mi amiga,
apareces,
exiges la palabra.
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PREPARÁNDOSE
PARA DORMIR
Arturo
de la Torre
Aseguradas
con la protección del ocaso
soberbias
sábanas de negrura
cobijan
los poteros
y a
lo lejos un pestañear luminoso
reclama
haciéndose presente
para
que la noche
no
se lleve el evento sola.
Pinabetes
erectos
cual
si fueran centinelas
escudriñas
y se ríen de la riña
vigilando
a lo lejos y cerca sus dominios.
Asirnos
al oro.
Ah,
aviva
el azoro.
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PUERTAS
Y VENTANAS
Gustavo
Espinoza
Mujer,
no cierres puertas ni ventanas,
déjalas
abiertas
para
que entre
todo
el dolor del mundo.
Y
para que contemple nuestros cuerpos
que
se marchitan al grito de los días.
Déjalas
abiertas para mirar el orbe
y
los sueños que no fueron soñados.
Déjalas
así hasta que el sol caliente
el
piso humedecido por el llanto.
Déjame
ver las horas que se van
sin
lograr encerrarlas
donde
están los recuerdos.
Permite
que el invierno
pinte
nuestros cabellos
de
antiguos meses y ancestrales noches.
Dejemos
nuestras culpas
y al
despertar mirémonos
como
los adolescentes
que
se encuentran
en
la lectura que es el paraíso.
Deja
que entre la tierra;
el
olor de tu esencia y la esperanza.
Ciñe
a tu cuerpo el atavío.
Perfúmate
el cabello
y
que tus alacranes
me
piquen los olvidos.
Unta
tu carne con mis dudas.
Ofrécele
tus labios a mi aliento,
pacifica
tus alas,
deja
el buró, el alcohol, las plumas,
para
que el viento cierre los resquicios
y yo
tiña de negro la cruz de nuestras vidas.
SE
MURIÓ DIOS HOY DE GRIPA
Alejandro
Olvera
Antes
de morir de gripa
Dios
ya estaba muy enfermo,
lo
dijo ayer un poeta.
Miró
el mundo y le hizo daño.
Vino
y se ensució del orbe.
Se
contagió de ceguera
y se
indigestó de rezos.
Se
murió Dios hoy de gripa.
Y
además de su incoherencia
tenía
un tumor en las nubes
donde
crecimos los ciegos.
Visitó
al alacurista
que
encontró en sus alas tierra
y
llagas de llanto hinchadas.
Con
la sombra envejecida
se
murió Dios junto al diablo
que
era su brazo derecho
y su
perfil ceniciento
con
una costra de culpas.
Cavan
el cielo los ángeles
y
echan puñados de estrellas.
Su
cruz de plata es la luna.
Si
se murió de anorexia
o se
murió de diabetes,
nadie
lo sabe en el suelo,
sólo
las moscas le rezan.
Murió
de gripa y de olvido.
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LLUEVE
DESPACIO
Martín
Campa Martínez
Llueve
despacio y sin luna.
Llueve
en todos los lugares
por
donde sí pasa Dios:
en
la sombra del mezquite
borracho
de tantas alas,
en
la espalda gris del mundo,
en
la espada azul del viento,
en
la escama de la nada,
hasta
en la raíz de olvido.
Llueve
poco a poco, sol.
Llueve
como la primera
vez
que te tuve desnuda,
nerviosa
como una estrella,
danzando
como la noche
solamente
para mí.
Lluvia
de gotas ansiosas,
alocadas,
amputadas.
Agua
con sabor a urbe
desvelada
y sin gendarmes.
Agua
con uñas de aceite,
con
ojos de espejo sordo,
con
hijos de hambre cansada,
con
hojas sin rumbo fijo.
Agua
con sabor a luz
desgajada,
descompuesta.
Agua
triste, mía, tan sola,
sin
sexo donde morir.
Llueve
despacio, con ritmo,
con
la brevedad de un ángel,
con
la pasión de un instante,
con
la humedad de una lengua.
Cristales
de canto extraño.
Crisálidas
de hilo raro.
Llueve,
sí, hoy llueve mucho
y se
mojan mis palabras
y se
anega mi esqueleto
y se
lavan ya mis lágrimas.
Llueve
como la primera
vez
que me mostraste el cielo
que
se llama igual que tú.
Llueve
pero ya no estás
aquí
ni besas mi anhelo.
Llueve
despacio y se quema
mi
corazón, mi amor arde.
Llueve,
lluevo, me ahogo en ti.
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DESESPERANZA
Jatziri
Hernández
Porque
el tiempo avanza triste, enfermo.
Porque
la musa ya no canta
y el
cuerpo se secó.
Porque
abruma la vida,
Y
entorpecen las miradas.
Porque
me voy, me huyo, me callo,
Pues
fastidia tanto el verbo estar.
Me
he olvidado de ser.
Ya
no sé corre, no se vive,
mucho
menos se piensa.
Enmarañada
en tiempo y espacio,
me
dejo recoger por el vacío.
No,
ya no busco, sólo encuentro.
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LO
FRIO DEL FRIO
Rosaura
Tamayo
En
lo helado del viento
lo
frío del frío llega al alma,
mueve
los pensamientos,
nieve
que derrite la intención,
árboles
se vuelven trasparentes
hilos
de agua en brazos detenida
de
grandes y pequeñas ramas,
la
voz son halos de respiro
perdiéndose
por instantes,
volando
con cálida imaginación,
la
piel, como papiro, no sonríe,
sólo
guarda lo mejor de si
para
calentarse en brazos
de
las palabras y el amor.
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ESCRIBO
Diana
Alejandra Aboytes
¿Me
preguntas la razón?
Creo
que ni yo misma
sé
lo que me inspira…
Debe
ser que en mi torrente
las
palabras efervescen
y me
hacen desvariar.
Los
papeles blancos
cosquillean
mis sentidos,
los
tientan… los seducen.
Y la
tinta de mi alma
se
desvanece excitada
por
el vaivén de mi mano.
Y en
el éxtasis
del
mundo de las letras,
muero
y renazco en cada error,
en
cada frase, en cada verso…
En
cada poema que fecundo
cuando
escribo.
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INFINITO
Berenice
Patiño Roa
Imperfección
caótica,
laberíntica
soledad convertida en rastrojos,
enemigos
eternos arrastrando pasiones.
Restricción
de senderos,
nada
escapa al fuego del hombre
nada
escapa a la sed de ausencia
ni a
la voz del olvido.
Presencia
voraz, debilidad ajena,
extrañamiento
del orden
en
realidades ásperas, rudas, violentas.
Cuentos
interminables, imperfectos,
caminos
que se bifurcan,
minotauros
suicidas,
fuego
en el Olimpo, guerra de dioses
que
arrastran al vacío.
Nada
escapa al juego de los idiotas
ni a
la voz marcando el final.
Espejismo
abarrotado de ilusiones,
esquirlas
en las mejillas de la luna.
Silencio
en las plazas de aire nauseabundo.
Fantasmas
que despiertan recuerdos
a
través de los espejos.
Nada
escapa al viento en los labios
ni
al otoño en la piel.
Cuando
el aliento se esfuma
no
hay prórroga a la verdad
ni
al silencio.
SUCEDIÓ
EN TU PELO
Salvador
Pérez Melesio
Sucedió
en tu pelo la primera caricia
y en
ese aguacero rebelde
se
lavaron mis manos una vigilia
más
cercana al deseo, a la noche
en
donde sobra el temor al pecado;
era
el momento de tomar o dejar
de
cobrarle al destino todos sus yerros
te
dije Artemisa: con un yerro más.
Las
sombras del cuerpo rompieron su ayuno,
no
hubo remordimiento ni espejos
sólo
esta urgencia escondida
cambiaba
de nombre, cambiaba de piel
murmullo
de un reptil en tránsito
por
la calle luminosa de esos muslos
donde
mana el veneno amargo de tu sexo
tinta
esparcida en los poemas
y la
mancha perenne en mi boca.
Te
empeñaste en enseñarme a bailar
—mientras
mi vida penetraba en tu cuerpo—
la
partitura del viento siroco
sobre
la astilla de nuestro sino
y, a
golpes de jimador, coseché
estrellas
azules de aguardiente y aguamiel
en
los misterios de la tierra ajena.
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ALMA
José
Luz Rentería
Un
día cualquiera de mi efímera existencia
me
buscaba a mi mismo por las calles oscuras
de
esta mi ciudad psicológica.
En
lo profundo de mi ser
escuché
el respirar acompasado de las campanas.
Por
instinto, miré el reloj.
Sus
manecillas marcaban las siete de la mañana.
Entonces
algunas gotas escapándose de su prisión,
se
precipitaron al abismo
en
forma de una ligera llovizna
que
caía desde el cielo de mi corazón.
Siendo
detenidas en su desenfrenada carrera
por
la faz del mundo…
Alma
de luz que seduces a mi oscuridad
y la
haces danzar al ritmo de tu voz.
Rosa
que guarda el tesoro de la vida eterna
entre
la lozanía de sus pétalos.
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