domingo, 7 de agosto de 2016

VOCES DEL DIEZMO DE PALABRAS

Francois Chartier, Home sweet home

VOCES DEL DIEZMO DE PALABRAS

Durante los años que nuestro maestro, el escritor Herminio Martínez, nos dirigió en el taller literario, fueron muchas las publicaciones donde se dieron a conocer las voces del diezmo. Ediciones como las de Tierra Adentro, Universidad de Guanajuato, Periódico de poesía (UNAM), Punto de partida (UNAM), Castálida (Universidad del Estado de México), Expresso (diario Correo, Guanajuato), suplemento “Diezmo de Palabras” (El Sol del Bajío), Diario A.M., El Universo del búho (René Avilés Fabila), Letras libres, Vértigo, Casa del tiempo y algunas más.  Entre los autores que alguna vez formaron parte del diezmo o siguen con nosotros cada miércoles, tenemos muestras de excelente poesía. En palabras de Herminio: “Sus metáforas son originales, cargadas con la angustia o el vigor con que se le habla a la vida, cuando le preguntamos por los demás o nosotros mismos, pidiéndole la salud, un empleo, amor, serenidad y hasta un camino para salir de tanta oscuridad que nos agobia”. Vale.
Julio Edgar Méndez

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TENGO LA VOZ CAUTIVA
Esquilo Campos

Tengo la voz cautiva
en este silencio que no termina nunca.
Peleo por decir algo
que toque los sonidos de la noche.
Quiero escapar para buscar los pasos
que me llevaron a comer frutas maduras.
Quiero sentir dolor,
que otra vez me obligó a decir tu nombre.
Sentir tus ojos buscando la aventura,
mirar tu cuerpo frágil,
restando vientos y tempestades al pecado.
Otra vez tú, mi amiga,
apareces, exiges la palabra.

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PREPARÁNDOSE PARA DORMIR
Arturo de la Torre

Aseguradas con la protección del ocaso
soberbias sábanas de negrura
cobijan los poteros
y a lo lejos un pestañear luminoso
reclama haciéndose presente
para que la noche
no se lleve el evento sola.
Pinabetes erectos
cual si fueran centinelas
escudriñas y se ríen de la riña
vigilando a lo lejos y cerca sus dominios.
Asirnos al oro.
Ah,
aviva el azoro.

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PUERTAS Y VENTANAS
Gustavo Espinoza

Mujer, no cierres puertas ni ventanas,
déjalas abiertas
para que entre
todo el dolor del mundo.
Y para que contemple nuestros cuerpos
que se marchitan al grito de los días.
Déjalas abiertas para mirar el orbe
y los sueños que no fueron soñados.
Déjalas así hasta que el sol caliente
el piso humedecido por el llanto.
Déjame ver las horas que se van
sin lograr encerrarlas
donde están los recuerdos.
Permite que el invierno
pinte nuestros cabellos
de antiguos meses y ancestrales noches.
Dejemos nuestras culpas
y al despertar mirémonos
como los adolescentes
que se encuentran
en la lectura que es el paraíso.
Deja que entre la tierra;
el olor de tu esencia y la esperanza.
Ciñe a tu cuerpo el atavío.
Perfúmate el cabello
y que tus alacranes
me piquen los olvidos.
Unta tu carne con mis dudas.
Ofrécele tus labios a mi aliento,
pacifica tus alas,
deja el buró, el alcohol, las plumas,
para que el viento cierre los resquicios
y yo tiña de negro la cruz de nuestras vidas.



SE MURIÓ DIOS HOY DE GRIPA
Alejandro Olvera

Antes de morir de gripa
Dios ya estaba muy enfermo,
lo dijo ayer un poeta.

Miró el mundo y le hizo daño.
Vino y se ensució del orbe.
Se contagió de ceguera
y se indigestó de rezos.

Se murió Dios hoy de gripa.
Y además de su incoherencia
tenía un tumor en las nubes
donde crecimos los ciegos.

Visitó al alacurista
que encontró en sus alas tierra
y llagas de llanto hinchadas.

Con la sombra envejecida
se murió Dios junto al diablo
que era su brazo derecho
y su perfil ceniciento
con una costra de culpas.

Cavan el cielo los ángeles
y echan puñados de estrellas.
Su cruz de plata es la luna.

Si se murió de anorexia
o se murió de diabetes,
nadie lo sabe en el suelo,
sólo las moscas le rezan.

Murió de gripa y de olvido.

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LLUEVE DESPACIO
Martín Campa Martínez

Llueve despacio y sin luna.
Llueve en todos los lugares
por donde sí pasa Dios:
en la sombra del mezquite
borracho de tantas alas,
en la espalda gris del mundo,
en la espada azul del viento,
en la escama de la nada,
hasta en la raíz de olvido.
Llueve poco a poco, sol.
Llueve como la primera
vez que te tuve desnuda,
nerviosa como una estrella,
danzando como la noche
solamente para mí.
Lluvia de gotas ansiosas,
alocadas, amputadas.
Agua con sabor a urbe
desvelada y sin gendarmes.
Agua con uñas de aceite,
con ojos de espejo sordo,
con hijos de hambre cansada,
con hojas sin rumbo fijo.
Agua con sabor a luz
desgajada, descompuesta.
Agua triste, mía, tan sola,
sin sexo donde morir.
Llueve despacio, con ritmo,
con la brevedad de un ángel,
con la pasión de un instante,
con la humedad de una lengua.
Cristales de canto extraño.
Crisálidas de hilo raro.
Llueve, sí, hoy llueve mucho
y se mojan mis palabras
y se anega mi esqueleto
y se lavan ya mis lágrimas.
Llueve como la primera
vez que me mostraste el cielo
que se llama igual que tú.
Llueve pero ya no estás
aquí ni besas mi anhelo.
Llueve despacio y se quema
mi corazón, mi amor arde.
Llueve, lluevo, me ahogo en ti.

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DESESPERANZA
Jatziri Hernández

Porque el tiempo avanza triste, enfermo.
Porque la musa ya no canta
y el cuerpo se secó.           
Porque abruma la vida,
Y entorpecen las miradas.
Porque me voy, me huyo, me callo,
Pues fastidia tanto el verbo estar.
Me he olvidado de ser.
Ya no sé corre, no se vive,
mucho menos se piensa.
Enmarañada en tiempo y espacio,
me dejo recoger por el vacío.
No, ya no busco, sólo encuentro.

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LO FRIO DEL FRIO
Rosaura Tamayo

En lo helado del viento
lo frío del frío llega al alma,
mueve los pensamientos,
nieve que derrite la intención,
árboles se vuelven trasparentes
hilos de agua en brazos detenida
de grandes y pequeñas ramas,
la voz son halos de respiro
perdiéndose por instantes,
volando con cálida imaginación,
la piel, como papiro, no sonríe,
sólo guarda lo mejor de si
para calentarse en brazos
de las palabras y el amor.

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ESCRIBO
                    Diana Alejandra Aboytes                     

¿Me preguntas la razón?
Creo que ni yo misma
sé lo que me inspira…
Debe ser que en mi torrente
las palabras efervescen
y me hacen desvariar.
Los papeles blancos
cosquillean mis sentidos,
los tientan… los seducen.
Y la tinta de mi alma
se desvanece excitada
por el vaivén de mi mano.
Y en el éxtasis
del mundo de las letras,
muero y renazco en cada error,
en cada frase, en cada verso…
En cada poema que fecundo
cuando escribo.

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INFINITO
Berenice Patiño Roa

Imperfección caótica,
laberíntica soledad convertida en rastrojos,
enemigos eternos arrastrando pasiones.
Restricción de senderos,
nada escapa al fuego del hombre
nada escapa a la sed de ausencia
ni a la voz del olvido.
Presencia voraz, debilidad ajena,
extrañamiento del orden
en realidades ásperas, rudas, violentas.
Cuentos interminables, imperfectos,
caminos que se bifurcan,
minotauros suicidas,
fuego en el Olimpo, guerra de dioses
que arrastran al vacío.
Nada escapa al juego de los idiotas
ni a la voz marcando el final.
Espejismo abarrotado de ilusiones,
esquirlas en las mejillas de la luna.
Silencio en las plazas de aire nauseabundo.
Fantasmas que despiertan recuerdos
a través de los espejos.
Nada escapa al viento en los labios
ni al otoño en la piel.
Cuando el aliento se esfuma
no hay prórroga a la verdad
ni al silencio.



SUCEDIÓ EN TU PELO
Salvador Pérez Melesio

Sucedió en tu pelo la primera caricia
y en ese aguacero rebelde
se lavaron mis manos una vigilia
más cercana al deseo, a la noche
en donde sobra el temor al pecado;
era el momento de tomar o dejar
de cobrarle al destino todos sus yerros
te dije Artemisa: con un yerro más.
Las sombras del cuerpo rompieron su ayuno,
no hubo remordimiento ni espejos
sólo esta urgencia escondida
cambiaba de nombre, cambiaba de piel
murmullo de un reptil en tránsito
por la calle luminosa de esos muslos
donde mana el veneno amargo de tu sexo
tinta esparcida en los poemas
y la mancha perenne en mi boca.
Te empeñaste en enseñarme a bailar
—mientras mi vida penetraba en tu cuerpo—
la partitura del viento siroco
sobre la astilla de nuestro sino
y, a golpes de jimador, coseché
estrellas azules de aguardiente y aguamiel
en los misterios de la tierra ajena.

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ALMA
José Luz Rentería

Un día cualquiera de mi efímera existencia
me buscaba a mi mismo por las calles oscuras
de esta mi ciudad psicológica.
En lo profundo de mi ser
escuché el respirar acompasado de las campanas.
Por instinto, miré el reloj.
Sus manecillas marcaban las siete de la mañana.
Entonces algunas gotas escapándose de su prisión,
se precipitaron al abismo
en forma de una ligera llovizna
que caía desde el cielo de mi corazón.
Siendo detenidas en su desenfrenada carrera
por la faz del mundo…
Alma de luz que seduces a mi oscuridad
y la haces danzar al ritmo de tu voz.
Rosa que guarda el tesoro de la vida eterna
entre la lozanía de sus pétalos.


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