DIARIO MALDITO DE NUÑO DE GUZMÁN:
¡UNA EXTRAORDINARIA CREACIÓN LINGÜÍSTICA!
-Herminio Martínez, 13 de marzo 1949 – 17 de agosto
2014-
Por
Seymour Menton
University
of California, Irvine.
En
el sentido más amplio de los términos, toda novela es histórica, puesto que, en
mayor o menor grado capta el ambiente social de sus personajes, hasta de los
más introspectivos. La observación de León Francois Hoffmann de que “la
historia es una obsesión de los novelistas haitianos”, bien podría aplicarse a
los novelistas de toda América Latina, sólo que la definición de Hoffmann es
demasiado amplia y su porcentaje demasiado bajo: “Si se define la novela como
una novela en que los sucesos específicos sacados de la historia determinan o
influyen en el desarrollo del argumento y le proporcionan gran parte del
trasfondo, entonces más o menos un 20 por ciento de las novelas haitianas
podrían considerarse históricas” Aunque Georg Lukács escribió el texto teórico
más famoso de todos los que se han escrito sobre la novela histórica , se opone
a la clasificación de las novelas en subgéneros, señalando las semejanzas entre
las novelas realistas y las históricas tanto de Dickens como de Tolstoi. No
obstante, para analizar la reciente proliferación de la novela histórica
latinoamericana, hay que reservar la categoría de novela histórica para
aquellas novelas cuya acción se ubica total o predominantemente en el pasado,
es decir, un pasado no experimentado directamente por el autor. La definición
de Avrom Fleishman en The English
Historical Novel (La novela histórica
inglesa, 1971) es aún más arbitraria en el sentido de excluir todas las
novelas cuya acción no esté ubicada en un pasado separado del autor por dos
generaciones. En cambio, David Cowart propone una definición excesivamente
amplia: “ficción en que el pasado figura con cierta importancia” y basa su
estudio en cuatro categorías distintas, incluso ficciones del futuro con tal de
que éste se represente como consecuencia del pasado y del presente, como, por
ejemplo, 1984 de George Orwell. Las
novelas históricas detectivescas como Volavérunt
(1980) de Antonio Larreta y Castigo
divino (1988) de Sergio Ramírez, con un número relativamente reducido de
personajes, distan mucho de las novelas panorámicas, muralísticas y
enciclopédicas como Terra nostra, La tejedora de coronas y Noticias del
imperio. Además de Cristóbal Colón en
El arpa y la sombra, los protagonistas de las novelas autobiográficas
apócrifas abarcan toda una gama desde Morada
interior (1972) de Angelina Muñiz, hasta el conquistador feroz en Diario maldito de Nuño de Guzmán.
POSIBLES
CAUSAS DEL AUGE DE LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA
Ya
que se ha registrado y definido el fenómeno de la nueva novela histórica, el próximo
paso lógico es teorizar sobre por qué comenzó a florecer a fines de la década
de los setenta. Los historiadores de la literatura solemos teorizar o especular
sobre la emergencia o el predominio de ciertos movimientos, ciertos estilos o
géneros en cierto periodo cronológico o en ciertos países. En cuanto a la nueva
novela histórica, salta a la vista que la novela histórica en general ha
cobrado mayor importancia a partir de 1979 que durante el período criollista de
1915-1945. En efecto, aunque no cabe duda de que la primera Nueva Novela
Histórica, El reino de este mundo,
data de 1949, el número de novelas históricas en general publicadas, en los
últimos 13 años (1979-1992), excede el número de novelas históricas publicadas
en los 29 años anteriores (1949-1978) (193 a 158). Además, a excepción de las
tres novelas de Carpentier: El reino de
este mundo, El siglo de las luces y Concierto barroco, no hay más que nueve
obras publicadas en todo el periodo 1949-1978, las cuales caben dentro de la
categoría de la nueva novela histórica, y siete de esas nueve se publicaron
entre 1974 y 1978. De tal manera que si escogiéramos el año 1974 como el inicio
del auge de la nueva novela histórica, las únicas excepciones, además de las de
Carpentier, serían El mundo alucinante (1969)
de Reynaldo Arenas y Morada interior (1972)
de Angelina Muñiz.
A mi
juicio, el factor más importante en estimular la creación y la publicación de
tantas novelas históricas en los tres últimos lustros, ha sido la aproximación
del quinto centenario del descubrimiento de América. No es por casualidad que
el protagonista de la nueva novela histórica paradigmática de 1979, El arpa y la sombra, sea Cristóbal
Colón, y que el protagonista de uno de los cuatro hilos novelescos de El mar
de lentejas, también publicada en 1979, sea un soldado del segundo viaje de
Colón. En realidad, la primera aparición de Colón en la novela post 1949, por
breve que fuera, ocurrió en El otoño del
patriarca (1975) de García Márquez. El mismo año en Terra nostra de Carlos Fuentes se presenta el descubrimiento del
Nuevo Mundo realizado no por Colón sino por los marineros arquetípicos, el
viejo y el joven. Con doce años de anticipación, en 1980, “en el umbral del
quinto centenario”, según Jorge Ruffinelli, el escritor uruguayo Alejandro
Paternain publicó Crónica del
descubrimiento, que narra el descubrimiento apócrifo de Europa en 1492 por
un grupo de indios. Un Cristóbal Colón bastante ficcionalizado protagoniza Los perros del paraíso (1983) de Abel
Posee. Otra indicación del predominio de la nueva novela histórica desde 1979
es que entre los autores que la cultivan figuran algunos de los nombres más
respetados de cuatro generaciones literarias que provienen de casi todos los
países latinoamericanos: la primera, el cubano Alejo Carpentier (1904-1980); la
segunda, el mexicano Carlos Fuentes (1929 ), el peruano Mario Vargas Llosa
(1936 --) y el brasileño Silviano Santiago (1936); la tercera, el nicaragüense
Sergio Ramírez (1942), el cubano Reynaldo Arenas (1943-1990), el puertorriqueño
Edgardo Rodríguez Juliá (1946), el mexicano Herminio Martínez (1949 ) y el
guatemalteco Arturo Arias (1950), y la cuarta, el argentino Martín Caparrós
(1950).
La
importancia del quinto centenario para los escritores latinoamericanos se
subraya aún más con la novela futurista de Carlos Fuentes, Cristóbal Nonato (1987), basada en la anticipación del nacimiento
del futuro protagonista el 12 de octubre de 1992. Por fin, entre las últimas
nuevas novelas históricas se encuentran Las
puertas del mundo (una autobiografía hipócrita del Almirante) de Herminio
Martínez y Vigilia del Almirante de
Augusto Roa Bastos.
EL
DIARIO MALDITO...
Durante
la década de los ochenta, mientras algunos críticos cantaban las exequias de la
novela del boom, ésta resucitó con ganas en la forma de la nueva novela
histórica. Para citar sólo algunos de los textos sobresalientes, que yo sepa,
nadie ha negado la alta calidad de La
guerra del fin del mundo (1981) de Mario Vargas Llosa, Los perros del paraíso (1983) de Abel Posse y Noticias del imperio (1987) de Fernando del Paso. Apenas iniciada
la década del noventa, la nueva novela histórica sigue desplegando su vigor con
la publicación de dos novelas mexicanas: La
campaña del incansable Carlos Fuentes y Diario
maldito de Nuño de Guzmán del relativamente joven guanajuatense Herminio
Martínez (1949). Finalista del Premio Literario Novedades y Diana, Diario maldito de Nuño de Guzmán, más
que nada, es una ¡extraordinaria creación lingüística!
“Azul como las ingles de una reina. Como la imaginación
de los contadores de cuentos de Mérida, que yo bien conocí. Como la vena del
entrecejo de Zumárraga. Azul como la risa de los locos. Azul como la nalga de
una monja. Azul como la mugre de un arriero. Azul como la caca de un Pontífice.
Ahhh. Nos llenó con su ombligo y con el talco que le volaba de los pechos, los
cuales, si hubieran sido palomas, habrían ido a pararse a las torres de San
Francisco, dejándonos allí alelados por su grandor e incansable belleza. ¡Ay,
Michoacán! Ahora más que nunca pienso en la ínsula de mi nombre. En las
malaquitas y en los mármoles; los bronces y los floridos copetes de Guzmania.
Pienso en los balcones de oro, ostentando la luminiscencia del poder; la firma
del esplendor. Guzmania, Flos Florum... Non adastra mollis e terra via”.
A
diferencia de las tres grandes novelas susodichas ésta no luce el dialogismo
bajtiniano. Más bien se trata del diario unívoco del conquistador despiadado
desde su salida de la desembocadura del río Guadalquivir en 1525 hasta su
encierro en un calabozo de la capital española en espera prolongada de su
juicio en 1544.
“No hay un recuerdo que se parezca a otro. Todos
llevan algo que los distingue. En uno es lo desatinado y en otro la entereza.
Así lo advierto yo en esta umbrácula, oyendo una suerte de vihuela que alguien
rasga a lo lejos, en mi sombra, en mi umbra, umbrae, umbris, umbrarum, mi
cubil, mi prisión, ayer, hoy, tal vez mañana. Digo que comparto mi cárcel con
fantasmas: Colón, por ejemplo, de repente me sale con que una de sus carabelas chocó
contra la base de un arco iris, en Haití; Fernando de Aragón suele venir a
jugar cañas conmigo y el conde Lucanor me trae a su consejero Petronio para que
me dé consejos acerca de cómo alejar de mí a Juana la Loca cuando en los sueños
se me enfrenta en carnes vivas, ordenándome que le rasque el pubis y que le
mame las fláccidas tetas y que le bese los labios desabridos y que me asome a
ver si no se han despertado las niñas de sus ojos; y yo que no te rasco, y ella
que sí me rascas o te denuncio ante el Gran Inquisidor, quien, para tu
conocimiento, ahora es un terrible perro con el rabo en llamas, sin quedarme
otra alternativa que hacer lo que ella me pide”.
Tan
fuerte es la manera de expresarse de este energúmeno endiablado que hasta se
opaca el carácter de sus luchas contra los indios, su supresión de movimientos
de rebeldía y sus denuncias violentas de Hernán Cortés y fray Juan de
Zumárraga. Cruel, ambicioso, codicioso, lujurioso, culto y deslenguado, Nuño
trata de establecer en el occidente de México (Michoacán, Guanajuato y Jalisco)
el reino de Guzmania:
“¡Qué inmenso va a ser el vasallaje de Guzmania! No
habrá otro reino igual en todo el vasto mundo. Su fama será mayor a la de
Constantinopla, Atenas y Roma juntas, ¡sí, señor, ya lo dije! Y tan sólo resta
que demos con el sitio adecuado e indicado por el dedo de la imaginación para
fundarla. ¡He aquí, pues, la razón prima del rencor que en México me profesan!
La envidia no duerme, dice Diego Martínez; no huelga, no descansa, ¡si lo sabré
yo! No está en paz con nada ni con nadie; mueve, rige, maquina, traza, urde,
concita. Ellos alegan que me prenderán para que responda por la muerte de
Calzoncin, ¡hipócritas!, cuando Zumárraga
o cualquiera de ellos hubieran quemado a su propia madre por dos
maravedíes. ¡No los conociera! Así que no me salgan con la cantaleta de que fui
cruel con el indiaje, ¡el más cruel de todos cuantos hemos sido sobre la
tierra!, ¡ya!, ¡que le bajen tantito! ¿no? ¡Ni que de veras fuera eso una
realidad!”
No
se cansa de mandar errar, torturar, ahorcar, mutilar y descuartizar a los
indios hombres, mujeres y niños, ni de fornicar con indias y españolas. Por
repugnante que sea este personaje histórico, lo que más llama la atención del
lector es cómo se mantiene el interés a través de los cuarenta y tantos
capítulos no numerados, cada uno con la misma extensión. Entre los rasgos
lingüísticos, el más novedoso es la invención de vocablos, normalmente a base
de raíces reconocibles: “comilonas y beberronas”; “bienvenirnos o malvenirnos
en parlas nunca oídas”; “cuenteadores”; “casa de cariñosillas”.
“No. Yo no pienso como el cochino almirante ése
-cochino porque siempre andaba oliendo a vómito y demás mierdajes propios de
las comilonas y beberronas a que era tan afecto-. Yo sé qué aguas piso como
guía y comodoro de mis buques.
[...] bienvenirnos o malvenirnos en el discurso de
parlas nunca oídas por nadie del mundo real. Ahora mismo nosotros vamos en
derechura de las islas que él tanto menciona en sus anotaciones, dándole rienda
suelta a la imaginación y al desenfreno de palabras que ya han encontrado un
digno discípulo en el marqués del Valle, pues éste ha hecho una extraordinaria
labor verbal ante la mirada de Don Carlos y el oído siempre abierto de la
Iglesia, buscando labrarse el prestigio de héroe que no tiene ni merece en sus
escenografías de abalorio.
[... ]cuenteadores que surgieron a raíz del
descubrimiento; y creo que ni yo mismo me salvé de aportar mi granito de
fábula, pues compuse una narración
acerca de Florene, la mariposa gigante de los cielos de Ultreya. Afortunadamente
no trascendió; y lástima del dinero que un gentilhombre de Madrid, enamorado de
boberías, gastó en su publicación. Bueno, gratis hasta las puñaladas; allá él y
sus mil doblones invertidos en la edición.
[...]cariñosillas, a las que Carlos I es tan proclive;
y vaya que si estaré yo, aquí y ahora, para ponerme a detallar anatomías de
hembras licenciosas; sólo diré que a Su Majestad le gustaban, cómo lo recuerdo,
mozas y de tetas hospitalarias, es decir, grandes para mamar a gusto, y con
caderas afelpadas para caer como a colchón de plumas”.
EL
RITMO
El
ritmo nunca decae, reforzado por las constantes exclamaciones retóricas que van
alternando con las enumeraciones, la anáfora, la aliteración, las palabras
escatológicas, los dichos populares, las alusiones cultas a la mitología
clásica y a las novelas de caballería y alguno que otro anacronismo como
“mamando gallo”, “Palinuro” y un verso de Las mañanitas.
“Roja era la alfombra y rojos los terciopelos del gran
salón Don Fernando, el de los tapetes y arabescos moriscos, donde recibí el
nombramiento de manos de Su Majestad Don Carlos I de España, a quien ese día
encontré más resplandeciente que nunca, con la capa encarnada de las grandes
ocasiones”.
LA
CULPA NO ES DEL AUTOR
Los
críticos de marras que denuncian a los novelistas del boom por su narcisismo,
encontrarán en este texto otro blanco para sus saetas. Sin embargo, ¡qué mejor
manera de captar la esencia de este conquistador megalómano! Si el virtuosismo
lingüístico del texto acaba por deslumbrar y cegar al lector a tal grado que no
percibe lo reprensible que fue el genocidio realizado por Nuño de Guzmán, la
culpa no es del autor sino del lector.
Estaban
deleitándose.
Como si fueran
monos levantaban el oro.
Como que se
sentaban en ademán de gusto.
Como que se les
renovaba y se les iluminaba el corazón.
Como que es
cierto que eso anhelaban con gran sed.
Como que se les
ensanchaba el cuerpo por eso.
Como que tenían
hambre furiosa de eso.
Como unos
puercos hambrientos ansiaban el oro.
Códice Florentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario