AIRES LÚDICOS
“-Perdone usted -le dije-, ¿no podría contarme
brevemente lo que ha ocurrido en la pantalla?
-Sí. Daniel Brown, a quien ve usted allí, ha hecho un
pacto con el diablo”.
Juan
José Arreola, Un pacto con el diablo.
LOS
AIRES
Herminio
Martínez (+)
A
Enedina, la primera palabra se le clavó como una flecha en el costado
izquierdo.
—¡Excelente!
-le dijo el sacerdote, saltando como una vieja cabra, convencido de que sus
necesidades no fueran a resolverse nunca.
Había ido a ver el señor cura para que le
escuchara una canción, y él ya la esperaba, porque desde que terminó la misa de
las diez ella le preguntó que si, después de comer, podía ir a hacerle una
consulta.
—No
de pecados -le dijo-, sino de las tonadas que compongo. Nada más termino mi
quehacer.
Al
viejo lágrimas de cuervo le impresionó la voz... La felicitó con una mano seca
y aun le pidió que repitiera el canto. Ella lo hizo y aunque en otras
circunstancias aquel antiguo director de coros, con olor a tabaco y humedad,
habría dicho que la tesitura de Enedina no era sino una carcajada rebuznante,
con palabras de pato le anticipó:
—¡Qué
bello cantas, Enedina! ¡Excelente! ¡Me gustas!
Al
otro lado de la calle un hombre barría hojas. Nerviosas damas lo veían y,
arrugando la nariz, cambiaban de banqueta. Adentro, la retórica de la ternura
de su párroco era otra música, con sonidos más ásperos, que, como ovejas, en la
ventisca se juntaban.
Hombre
sudado y maldecido por más de un parroquiano y otros con quienes desde el
principio, en sus cabales o aquellas borracheras de órdago, jamás tuvieron nada
que decirse.
La
volvió a saludar, mirándola como quien contempla la llanura:
—¡Qué
hermosa melodía! ¿Ya tienes algún título?
—Los
aires… –respondió ella.
—¿Los
aires? –se sorprendió él- ¿Por qué los aires?
—Porque
la compuse ayer, cuando soplaba el viento... Sentí que Dios Nuestro Señor me la
inspiraba para protegerme de todos los malditos. Usted sabe cómo andan por ahí
esos lobos y una es mujer sola, viuda, huérfana, sin nadie… La música me cuida.
“¿Y
a eso le llamas música? –pensó el malsano-. Tu voz supera ¡en mucho! a los
gruñidos de los cerdos. Pero lo que sea de cada quién: eres muy bella y eso
merece un trago… Los aires han perdido la cabeza”.
—¡Vaya,
pues, con los aires! –insistió.
—¿Quiere
que se la cante nuevamente?
—Por
favor; me haces estremecer e imaginar que subo al cielo. Realmente ando en las
nubes. Sólo dame un instante, voy por un tequilita. Se va a necesitar. ¿O
prefieres rompope? También tengo cervezas.
—Yo
no bebo. Nada más agua y algún jugo.
—De
todos modos se va a necesitar. Ahora vuelvo.
Enedina,
inocente, repitió la tonada hasta convertirse en aire y ascender al cielo,
dejando al hombre con el deseo de poseerla una vez que, cansada, le aceptara
beber y descansar un poco en el salón de al lado, donde los fines de semana
tres o cuatro mujeres daban el catecismos, mientras él las miraba y, desnudas,
se las metía en la mente, esperando la noche, cuando lo visitaran para rendirle
cuentas. Pero con Enedina le falló, porque, con la fatiga y tanta magia, ella
se fue desintegrando poco a poco, como si un extraño poder la disolviera con la
música de aquellos Aires tristes, que al pervertido tanto ilusionaran.
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*El
Taller literario Diezmo de Palabras sesiona de manera gratuita todos los miércoles
de 6 de la tarde a 9 de la noche con el auspicio de la Casa de la Cultura de
Celaya. Dirigido durante más de 20 años por el fallecido maestro y escritor
Herminio Martínez, se ha consolidado como uno de los mejores talleres del país.
Actualmente lo coordina Julio Edgar Méndez y ha sido inscrito en la
Enciclopedia de la Literatura Mexicana. Tiene más de 40 participantes que
asisten de manera regular y casi 450 entusiastas en redes sociales.
**Texto publicado El Sol del Bajío, domingo 10 de julio de 2016
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