domingo, 28 de diciembre de 2014

GRACIAS

El Sol del Bajío, domingo 28 de diciembre 2014, Celaya, Gto.


GRACIAS
Para quienes formamos parte del Taller Literario Diezmo de Palabras, en la Casa de la Cultura de Celaya, este año 2014 fue de muchos cambios. Tuvimos la tristeza de ver partir a nuestro querido maestro, Herminio Martínez, quien nos acompañó en todas las reuniones que le fueron posibles. Lo hicimos reír mucho, eso le gustaba. Y le gustaba, sobre todo, que siguiéramos adelante. Lo hemos hecho. Gracias por el apoyo de todos los compañeros que cada miércoles asisten al taller con sus textos y sus opiniones. Gracias al Sistema Municipal de Arte y Cultura por el espacio. Gracias a El Sol del Bajío, su director, sus editores y los excelentes diseñadores. Gracias a usted, apreciable lector. ¡Feliz año nuevo!


EL HADA DE LOS LIBROS
Paola Juárez

Era una tarde gris, las nubes se posaban sobre la ciudad, oscureciéndolo todo.
Elena se aburría jugando dentro de su casa, no podía salir, una lluvia de invierno estaba próxima y no quería lamentarse después, al pescar algún resfriado. Solitaria y temerosa decidió tomar un libro, aunque los cuentos eran los mismos de siempre: Princesas, dragones, tesoros ocultos en islas misteriosas y uno que otro diccionario donde aprendía nuevas palabras. La biblioteca en casa era muy vasta y en vez de buscar en el apartado infantil, creado especialmente para ella, eligió buscar en una sección distinta, donde nunca le habían permitido meter la nariz, era el apartado para los libros de magia que coleccionaba su papá. Mientras su madre se ocupaba atendiendo llamadas de la editorial para la cual trabajaba, Elena, sigilosa, cuidando de que no la observara, pasó las manos sobre los lomos de los libros que yacían cubiertos de polvo, pues durante mucho tiempo, nadie los había vuelto a abrir. Había uno en especial que llamaba mucho su atención desde que era muy pequeña, era de color café con letras doradas. Su papá lo guardaba en el cajón de su escritorio, con llave; una llave dorada. En varias ocasiones preguntó la razón por la cual tenía prohibido tocar esos libros, sobre todo ese que, por ser tan misterioso, llamaba más su atención. La respuesta de su padre siempre era la misma:
-Cuando tengas edad suficiente y estés preparada para guardar un secreto, lo sabré y elegiré el mejor momento para que conozcas el contenido de este libro. Fue una herencia de tu abuela para mí. Ha pasado desde tiempos inmemoriales de generación en generación. Ahora eres muy pequeña para cargar con un secreto tan grande y maravilloso. Algún día, querida Elena, algún día tú también serás conocedora y portadora de este gran misterio y lo comprenderás -le sonreía mientras Elena hacía pucheros y su curiosidad aumentaba.
Lamentablemente su padre falleció y nadie, ni siquiera su madre, habían podido quitarle esa duda plantada en su mente y, cada vez que entraba a la biblioteca, el libro con letras doradas parecía llamarla entre susurros. Llegó el final del otoño y en esos días se encargó de ayudarle a mamá a colocar el árbol de Navidad, las esferas reflejaban la alegría de sus ojos, las tardes olían a ponche, a café y a chocolate que mamá preparaba para disfrutar con unas deliciosas galletas de nuez o panqué de mantequilla. Elena disfrutaba mucho ayudándole, pues eran momentos que compartían juntas en compañía de libros, villancicos y muchos arrumacos. En víspera de Noche Buena la casa lucía como inventada en un cuento; llena de luces, árboles, estrellas, renos y muchos adornos navideños, Elena se tumbó en la cama y pensando en cuáles serían este año sus regalos, se quedó dormida. Soñó que su padre le leía un cuento, como lo hacía todas las noches, la arropaba, le daba un beso y acariciaba su mejilla, fue un sueño tan real que al despertar, no fue tristeza sino certeza la que tuvo de que su padre, donde quiera que estuviese, se mantenía cerca, a su lado pero en silencio. Durante el día estuvo muy contenta, ella y mamá hicieron las compras, ultimaron detalles para la cena y, llegado el momento, la casa se llenó con los aromas de los ricos platillos que entre las dos prepararon. Por la noche Elena no podía dormir, estaba muy inquieta dando vueltas en la cama, encendía y apagaba las luces de su cómoda y escuchaba a los vecinos que continuaban celebrando. Los niños lanzaban cohetes en las calles, los adultos bailaban y cantaban, así pasó varias horas en vela, sin poder pegar el ojo, tenía la extraña sensación de que algo mágico estaba por ocurrir en su vida. A la mañana siguiente, bajó a la sala en busca de sus regalos, dos paquetes estaban destinados para ella; abrió el más grande que contenía algunos libros y juguetes que había deseado durante todo el año pero algo más llamó su atención: era un sobre blanco que tenía escrito, con la inconfundible letra de su padre, la siguiente frase: “Para mi querida Elena”. Extrañada y confundida, no pudo esperar un sólo segundo para abrirlo, rasgó el sobre y dentro encontró una carta que comenzó a leer sin pestañear. “Querida Elena: Si lees esta carta, quizá es porque ya no me encuentre contigo físicamente y eso significará que no me alcanzó el tiempo que debía esperar para contarte el secreto que por años te oculté. Aún recuerdo la primera vez que abriste el libro, todavía no sabías leer pero te gustaba ver los dibujos que dentro de él habitan, se iluminaba tu rostro al ver al personaje de la historia del libro, me gustaba ver tus ojos que eran los más hermosos luceros con los que me deleité día y noche, desde que llegaste al mundo, mi mundo, pequeña Elena mía. Quiero que sepas que jamás fue mi intención hacerte sentir mal ni mucho menos provocarte un enojo cuando llegó el momento de negarte que lo tocaras, siempre te dije que llegaría el momento ideal para revelarte un misterio; un secreto que, al igual que tú, tuve que ser paciente para llegar a conocerlo, así como mi madre, mi abuela, mi bisabuela y no sé cuántas personas más, tuvieron que esperar a su turno. Hoy te ha llegado el momento de conocerlo pero antes quiero que sepas que fuiste la mayor alegría de mi vida, que siempre deseé lo mejor para ti, hubiese querido estar contigo por más tiempo pero la vida es así y es ella misma y los libros quienes te ayudarán a ser la persona que algún día llegarás a ser. Recuerda que un secreto se debe guardar fielmente, así como guardas los recuerdos de los bellos momentos que vivimos juntos, en el cajón de la memoria y en los rincones de tu corazón. Ahora tienes diez años, ya eres una niña mayor y el secreto que ahora será tuyo, lo encontrarás dentro del mismo libro, él te revelará aquello que tanta curiosidad despertó en ti y tanto anhelaste saber y que te servirá siempre para el resto de tu vida. Cuida a tu madre, dile que la amo aún en el momento en que esto escribo. Por siempre a tu lado, tu papá”.
Elena no podía parar de llorar, las lágrimas caían humedeciendo la carta que su madre cariñosamente le quitó de las manos para poder abrazarla, ella sabía de la existencia de la carta, había sido un encargo que su esposo le había confiado desde el primer cumpleaños de Elena, por si, llegado el momento, él ya no estuviera presente. Juntas abrieron la caja pequeña, era el libro añorado, Elena acarició la pasta y leyó el título: “El hada de los libros”. Por un instante titubeó, dudaba entre abrirlo o no, había pasado tantos años esperando ese momento, que ahora, por la emoción tan grande, parecían sólo horas. Se sintió como en un sueño y no cabía en su asombro. Reía, lloraba, pensaba, ¡por fin!, es mío, podré abrirlo, descubrir lo que contiene y sabré el gran misterio que encierra pero... también tenía miedo, pues sabía que un secreto implica mucho más que guardar silencio. Decidió ir a la biblioteca, sentarse en la silla que ocupaba su padre frente al escritorio y a la cuenta de tres lo abrió...
“EL HADA DE LOS LIBROS. Hace muchos años, en un lejano país, existió un pequeño pueblo a orillas de un frondoso bosque al que llamaban ‘El bosque de papel’ pues sus habitantes, aparte de sus cosechas, se sostenían de la tala de árboles, los cuales vendían en la ciudad para convertirlos en hojas blancas. La gente de los alrededores comentaba que el bosque estaba encantado, pues los habitantes del pueblo eran muy amables y respetuosos, se dirigían entre ellos de manera educada, reinando, ante todo, la armonía en aquel lugar. Había cuentos y leyendas de seres mágicos: duendes, hadas, elfos y hasta brujas de magia blanca y más de alguno juraba haberlos visto. El pueblo prosperaba, pedían permiso y agradecían a la naturaleza antes y después de servirse de ella y así como cortaban árboles también crecían, creyéndose ayudados por la magia de estos seres. Libria era una niña huérfana a la que todos querían y apoyaban, nadie sabía absolutamente nada de ella, salvo lo poco que se había atrevido a contar. Había llegado una noche de otoño, cubierta de harapos, hambrienta y con la voz extraviada. Al correr de los días empezó a sentir confianza y, observando a los taladores y a las mujeres sembrando, en corto tiempo aprendió el oficio del lugar y aunque pequeña, buscó la manera de ganarse y arar su propia vida. Era servicial e inteligente, una niña despierta para su corta edad. Sabía leer y escribir y pronto se convirtió en maestra para los niños, les leía y contaba historias que inventaba, jugaba con ellos y pronto se ganó el cariño de los habitantes. Gracias a su trabajo y a la ayuda de todos, logró hacerse de una pequeña choza en un claro del bosque, vivía apacible y sonriente rodeada por la naturaleza, aprendió a cocinar y de vez en cuando invitaba a los pequeños a sus humildes festines. Pasaron los años y Libria se convirtió en una hermosa jovencita. En ese tiempo y con esfuerzo se hizo dueña de una notable biblioteca, pues su pasión era leer y escribir, aprender de los libros cada día para continuar compartiendo y enseñando a los niños más pequeños del pueblo. Todos seguían sin saber nada de ella, era muy reservada con su pasado y respetaban su silencio, les bastaba con saber que al igual que ellos, era una agradable y amable persona. Los chicos de su edad la asediaban, trataban de conquistar su noble corazón pero a ella le bastaban sus libros, la soledad de la noche y la sonrisa de los niños para ser feliz. Muchos años más pasaron y más niños fueron naciendo, ella siguió leyendo y enseñando, contando cuentos bajo un anciano árbol hasta que un día enfermó, nadie supo la razón ni la enfermedad que fatalmente cayó sobre ella y la silenció aunque no para siempre. Muchos dicen que murió siendo joven para no envejecer y ser inmortal, que el pueblo fue otro gracias a ella, que todo niño al que alguna vez le leyó, creció hechizado por la magia de los libros, que formó hombres y mujeres de bien gracias a sus enseñanzas y sabias palabras, a sus consejos, a sus sonrisas, atenciones y juegos. Otros cuentan que nació de una lluvia poética del cielo o de un rayo de luna, otros cuentan que era la tinta misma que ocultaba y escribía su misteriosa historia pero todos coincidieron en afirmar que era una hada, una hada mágica; el hada de los libros, los cuentos y las palabras; pues, al morir, se convirtió en un polvo dorado que se esfumó volando en un batir de alas por el viento y, en su tumba, llorando y sonriendo, grabaron: “Aquí yace, más no descansa, el hada de los libros, la niña eterna de las palabras mágicas, su lema fue siempre: Por favor, con permiso, perdón y gracias”.
Esta historia tiene su parte de fantasía pero guarda una gran verdad, el hada de los libros realmente existió y sigue habitando en cada voz, en cada palabra de todo aquel que por las noches, a sus hijos cuenta o lee un hermoso libro o una linda historia y si tú has leído o te han leído ésta, sé consciente que, desde hoy, ya formas parte de ella. El hada de los libros renace entre las palabras, entre la poesía que escriben tus ojos al leer y no dudes, jamás, de que también sonríe al ver surtir el efecto de su hechizo, en ti”.
Elena terminó de leer y al final, en la última página, encontró otra carta, también firmada por su padre, en ella le explicaba que todo lo que había leído era una historia real, que su familia descendía de aquel pueblo mágico y que conforme pasaron los años, en el lugar donde estuvo ubicada la choza del hada, se encontró un viejo y arrugado papel que decía: “Hace mucho, mucho tiempo, nací de una palabra, dotada de hermosas alas que brillan a la luz de la luna o de los rayos del sol. Nací vestida de letras, cargando una varita mágica. Estoy presente en cada cuento, en cada voz que por las noches sale de unos labios, a través de ellos vierto la magia y el poder que habita en las palabras. Soy protectora y hada de los libros, los cuido como el valioso tesoro que son, en ellos vivo, en ellos duermo, río y suspiro. Vivo en secreto, revelado de familia en familia, de generación a generación, pero muchos niños que me han conocido, me olvidan pronto, cuando descuidan al niño que llevan todos en su corazón. Al descuidarlo, al abandonarlo, olvidan los juegos y la alegría que les causaba tocar a la puerta de la alegría y la ilusión. Si vivo oculta, cubierta de misterio, es por una sola razón, no toda la gente logra comprenderme, intentan desaparecerme diciendo que soy un invento de la imaginación. Vivo entre papeles, añejos o nuevos, cada libro es como un cambio de estación, unos huelen a invierno, otros a primavera, a otoño o a verano de sol.
El gran secreto y la sabiduría que encierro, la descubres tú, no la digo yo”. Al finalizar, Elena sonrió, le sonrió a la vida, a los libros que la rodeaban, a los momentos vividos al lado de su padre, a los que ahora compartía con su mamá, a la enseñanza de las bellas palabras que revelaba el hada y al valor de la paciencia. También le sonrió a su vida, porque sin duda era la historia más valiosa e importante que estaba viviendo y leyendo a la vez.


HAIKUS DECEMBRINOS
Camelia Rosío Moreno

Nochebuena
pétalos rojos
buenas nuevas proclamas
gélido ciclo.

Piñata
dale de palos
engalanan su panza
siete pecados.

Nacimiento
dulces cánticos
anuncian su llegada
bajo una estrella.

Ponche
Té ígneo
lío de frutas
don que produce delirios.

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A JUAN JOSÉ TABLADA
por David Rivera

La piñata
de estrella,
Estrella la estrella.

El tejocote
baila
en el hirviente ponche.

La mandarina
encierra
un agridulce regalo navideño.

Con la cola entre las patas,
en la pastorela,
un diablo va al infierno.

En un zapato cabe
toda la felicidad infantil
en el día de reyes.


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