domingo, 25 de noviembre de 2012

"EN EL TIEMPO DE LAS MARIPOSAS"

DIEZMO DE PALABRAS

EN EL TIEMPO DE LAS MARIPOSAS

“Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿Castrar al potro Dios?
Pero Dios rompe el freno y continúa engendrando
magníficas criaturas,
seres salvajes cuyos alaridos
rompen esta campana de cristal.”
Rosario Castellanos, Dos Meditaciones

         El animal más feroz del mundo, es el hombre. Irracional, presa de sus más bajos instintos, se vuelve pesadilla. Abusa de la mujer, no por ser más débil, sino porque le queda más a la mano; la violenta todos los días y de muchas maneras: Notorias algunas, veladas en otras ocasiones, poco a poco le infunde una dependencia malsana. Un círculo de horror que se va incrementando hasta llegar, por desgracia, a la muerte.
 El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999, se celebra anualmente cada 25 de noviembre, en memoria de las hermanas Mirabal.  En República Dominicana se registró el asesinato de las tres hermanas, un 25 de noviembre de 1960, por órdenes del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, alias “el Chivo”, quien es el personaje de la novela “La fiesta del chivo” de Mario Vargas Llosa; un personaje indeseable, como todavía existen en todo nuestro continente y a quien deseamos el Diablo lo conserve metido desde el segundo hasta el noveno infierno de Dante, en espera de otros que, sin ser dictadores, un “hombrecito” diría Rosario Castellanos, andan por ahí ya de salida dejando detrás un infierno de tristeza, violencia y dolor.
En 1981 se celebró en Bogotá, Colombia, el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, donde se decidió marcar el 25 de noviembre como el Día Internacional de No Violencia contra las Mujeres, recordando el asesinato de las hermanas Mirabal. En 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la que se definió la "violencia contra la mujer" como: “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada.”

El libro de la dominicana Julia Álvarez: “En el tiempo de las mariposas”, narra la vida de las tres hermanas Mirabal: Patria, Minerva (la Mariposa) y María Teresa, durante la dictadura de Rafael Trujillo, cuando asumen un compromiso político para tratar de derrocar el régimen trujillista por lo que son acosadas, perseguidas, violadas y encarceladas, su familia sufre las represalias del Servicio de Inteligencia Militar, y ellas son finalmente asesinadas. Cualquier parecido con lo que leemos todos los días en los diarios, no es coincidencia, es la horrible situación que muchas mujeres (y hombres) viven en nuestro país y en otros lugares.

Pero el cambio es posible; la cultura, la educación, el arte, el deporte, la música, el teatro, la danza, todo el quehacer artístico, si se inculca desde la infancia, hará la diferencia en el futuro. No veamos hombres y mujeres, sino seres humanos, habitantes de la tierra. Apreciemos nuestras diferencias, aprendamos de ellas; el tiempo apremia, no hay que esperar resoluciones de las Naciones Unidas para hacer lo correcto. El tiempo de las mariposas es ahora.
Julio Edgar Méndez

Imagen tomada de:

REGRESO A CASA
Paola Klug

Camino sobre las calles vacías esta madrugada,
buscando el camino de regreso a casa;
No sé qué paso, no lo recuerdo bien.
Me subieron al carro, me ataron las manos, me cubrieron la boca.
Mis labios saben a tierra, mis piernas están temblando…

Camino sobre las calles vacías esta madrugada,
como tantas otras, esquivando los autos y sus medias luces,
con mi ropa desgarrada y sucia, con mi cabello enmarañado.
En el poste veo algo familiar. ¡Es mi foto! ¡Me están buscando!
¿Desaparecí hace tres semanas? No, es un error, ¡aquí estoy!

Recuerdo cómo regresar, corro, me agito, cinco cuadras, dos cuadras, media cuadra.
Allí esta mi casa, ¿un moño negro?, ¿qué pasa? Camino despacio, lentamente, para evitar por un instante más el golpe de realidad.  Allí está mi madre, mi hermano, mis amigos, rodeando un féretro. Adentro estoy yo. Camino hacia atrás, me vuelve a invadir el miedo, la tierra, todo sabe a tierra. Escucho a las vecinas hablando afuera.
–¿Dónde la encontraron?
– En una fosa, junto a otros veinte. Pobre muchacha, era tan joven…    Desesperación. ¿Cómo ocurrió? ¿Nadie me ve? ¡¡No!!
Iba caminando al salir del trabajo, había un retén, militares, federales. El auto, los gritos, mi ropa, sus voces, su aliento, los golpes.
¡Estás con ellos! ¡Confiesa!
Mis ojos se cerraron, mis labios se cerraron. Un sonido aterrador sobre mi cabeza. La tierra, por eso todo sabe a tierra…
Yo solo quería regresar a casa. Silencio, oscuridad, silencio.
Sesenta y cinco mil muertos.

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LOS QUE ESTAMOS AQUÍ
Macaria España

Quinientos años después,
los que estamos aquí,
fijos como panales,
zumbamos alrededor de los que odiamos.
Somos viento en el vacío,
rudos, raídos por dentro.
Cercenados aprendemos a tocarnos,
a querer nuestros muñones.

Los que estamos aquí
rojos de ira,
azules de sangre apretujada
que no dejamos ir, para seguir
mordiéndonos los pies,
comiéndonos el camino.

Ellos, tú y yo somos aquí
un pedazo de malahierba
la paja en el ojo ajeno
la lengua de las serpientes
los años perdidos
los amores que se marchan.

Somos los que estamos aquí
terriblemente infelices.
Miramos siempre el aparador
que nos muestra obsceno,
su exhibición de almas
caras, lujosas, exclusivas
que jamás podremos pagar.
Palpamos la raquítica billetera,
anhelando lo que ahí no se exhibe;
jamás compraremos una en rebaja.

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HABITAR DE LUCIÉRNAGAS LOS PÁRPADOS
Berenice Patiño

Cómo acostumbrarse al anonimato,
a los besos que expiran falsedades,
a las manos que duermen en el cuerpo.
Cómo alterar el orden impuesto por la locura
y volver al juego, a la realidad tan cotidiana,
a los fantasmas que cruzan por las calles,
heridos, confinados a las reglas,
incendiando nubes a causa del silencio,
amortiguan la caída de lo que fue
una esperanza.
En la habitación, el tacto se aviva,
los labios se hunden en la piel
mientras un rumor provoca tenue rocío.
El fuego que roza la espalda,
un cometa enciende los cuerpos,
cruza la mirada de los amantes
provoca el deleite,
el castigo desemboca en deseo,
y logra habitar de luciérnagas los párpados,
ineficaz estrategia para calmar
la boca humedecida con delirio.

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NACÍ DESNUDA, NACÍ MUJER
Paola Juárez

Nací desnuda.
Con el llanto en los ojos y
el grito
en la boca.
Mi refugio fue un vientre fecundo
en el que nada supe
hasta que fui expulsada, parida, lanzada al mundo
de manera violenta y doliente.
La vida me recibió agresiva,
por ser mujer cargué el estigma en mi dignidad pisoteada,
denigrada, cargué en la espalda dolores antiguos,
arrastré cadenas y largas faldas.
No fui creada de una costilla,
nací del polvo, de la tierra,
de un hombre y una mujer que me soñaron
y me hicieron real.
Para enfrentarme al mundo elegí como armas la palabra,
la desnudez de mi cuerpo y mi conciencia,
en mi piel llevo cicatrices de un par de luchas
y en el alma, heridas que aún no cierran.
Nací desnuda, nací guerrera,
sin embargo
mi condición de mujer no aspira a la igualdad,
es mi esencia femenina la que pelea
y se abre paso entre los hombres
para marcar mi diferencia.
Soy complemento, no contraparte,
día a día se desborda por mi piel el erotismo,
mi sensualidad y los verbos de mi carne
gritarán siempre,
porque nací desnuda, nací Mujer,
nací poema, nací refugio,
en mi andar llevaré siempre el corazón expuesto
como un escudo,
como un fusil.

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COLLAGE
Rosa Delia Guerrero

Su mirada se clava autómata en las entrañas del animal. La sangre y las vísceras resplandecen en medio del entorno sobrio y oscuro. Las moscas vuelan golosas sobre el olor a muerte y mugre pegada. La rata va tomando rigidez ceremonial. Mientras, por instinto, el niño esconde sus ojos bajo sus manitas.
Segundos más tarde, en su diminuta boca se mezclan la carne cruda con la saliva. El hambre asesina todo, hasta el horror; entonces, el sabor se vuelve una soportable bendición y el fétido aroma es ya omisión.
A Tobías, con cinco años de edad, el miedo se le ha ido recorriendo por la piel.
Afuera de la alcantarilla amanece.

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