NIÑOS CUENTA CUENTOS 2016
-Celaya, segunda parte-
El
taller literario Diezmo de Palabras reconoce el talento de los pequeños cuenta
cuentos, quienes han tenido un papel destacado en todos los concursos de la
región. Esta es la segunda parte, que los disfruten.
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EL
MURCIÉLAGO ASUSTADO
Joshua
Alexander González Laiseca
Escuela:
Melchor Ocampo
Érase
una vez un murciélago que siempre decía: “¡Soy el más malvado! ¡Soy el más
malvado!”
Un
día se le olvidó cerrar la puerta, no hizo caso y se fue toda la noche a buscar
presas diciendo: “¡Soy el más malvado! ¡Soy el más malvado!”.
Después
vino la lombriz, la lombriz se metió dentro de la cueva y después de cinco
horas regresó el murciélago, vio su casa y dijo: “Mmm ¿quién está ahí, dentro de mi cueva?” La lombriz dijo: “¡Madre mía me va a comer,
veré si lo consigo asustar!”, entonces agarró aire y dijo: “¡soy el animal más
fuerte de la selva!, quien pisa al rinoceronte, al elefante y hace caca de vaca
a todos los animales de la selva”.
Al
murciélago, muy asustado, se le ocurrió una idea: llamar a su mejor amiga la
ssss serpiente, entonces la serpiente se
metió dentro de la cueva y dijo: “ssss ¿Quién anda ahí, dentro de la cueva de mi
amigo el murciélago?, si no sales en este momento te sacare de las orejas”, y
entonces la lombriz dijo: “¡madre mía veré, si la consigo asustar!” agarró aire
y dijo: “¡Soy el animal más fuerte de la
selva quien pisa al rinoceronte, al elefante y quien hace pedacitos a todos los
animales de la selva. Entonces la serpiente asustada mejor se fue a su casa”.
Después
al murciélago se le ocurrió otra idea,
llamar a una amiguita, a la señora gallina. La señora gallina se metió
cacaraqueando dentro de la cueva y dijo: “cocoroco, cocoroco, cocoroco. ¿Qui,
quién anda ahí, de dentro de la cueva de mi amigo el murciélago? Cocoroco,
cocoroco” y la lombriz dijo: “¡Madre mía, me va a comer, veré si la consigo
asustar!” agarró aire y dijo: “¡Soy el animal más fuerte de la selva, quien
pisa al rinoceronte, al elefante y quien hace caca de vaca a todos los animales
de la selva”.
Entonces
la gallina, muy astuta, dijo: “¿Sa sabes que las gallinas comemos lo
lombrices?” Entonces la lombriz ya no pudo fingir y mejor decidió salirse de la
cueva. La gallina le fue a contar al murciélago y a la serpiente que quien los
había asustado ere una simple lombriz y así supimos que era el animal más
fuerte de todos.
EL
PASATIEMPO DE RAQUEL
María
José Pescador Martínez.
Esc.
Prim. Rural INDEPENDENCIA
Había
una vez una mujer llamada Raquel, ella era una madre soltera quien vivía muy
feliz en su casa con sus tres hijos. El más grande llamado Alejandro, el
mediano llamado Natividad y el pequeño
Mauro. Ella les daba mucho amor y
alegría y estaba con ellos todo el tiempo
que le era posible. Pero al igual que
muchas mujeres tenía un pasatiempo y era que le gustaban mucho los libros y a
lo largo de su vida había recopilado una gran colección, que ella quería mucho.
Un
día cualquiera cuando estaba haciendo sus quehaceres uno de sus hijos, el más
pequeño de los tres, fue a donde se encontraban los libros de su mamá y como
todo niño curioso tomó el libro que más le llamó la atención, sin saber que ese
era el favorito de su mamá; lo abrió, lo hojeó, lo leyó un poco y ese poco
bastó para darse cuenta de que ese libro trataba de aviones y sin pensarlo dos
veces el pequeño empezó a arrancar las hojas y comenzó a hacer muchos
avioncitos de papel, ya que él imaginaba que podía volar en uno de ellos.
Raquel,
quien acostumbraba sentarse en su sillón todos los días por la tarde y leer uno
de sus tantos libros, de repente sintió el deseo de leer su libro favorito y
entonces lo buscó donde acostumbraba dejarlo, pero no lo encontró. Se le hizo raro,
lo buscó en su recámara, debajo de su cama, dentro del ropero y hasta en el
baño, pensando que por error ahí lo habría olvidado y en su búsqueda encontró
pequeños aviones de papel que al seguirles el rastro la llevaron hacia la recámara
de su hijo…
¡Y
cuál fue su sorpresa al ver su cuarto repleto de avioncitos de papel regados
por todas partes! Raquel se puso furiosa, hervía de coraje y de inmediato llamó
a todos sus hijos y les preguntó:
—¿Quién
rompió mi libro?
Y
después de un largo silencio el más pequeño a punto de llorar le dijo:
—Fui
yo mamá.
Raquel,
sin preguntar más le dijo:
—¡Te
irás a dormir sin cenar tus galletas de chocolate que tanto te gustan!
Al
día siguiente que regresaba de dejar a sus
hijos en la escuela encontró en la mesa un pedazo de papel; se trataba
de una carta escrita con letra de su hijo pequeño en la que decía:
—Mamá,
no fue mi intención haber roto tu libro,
te pido perdón y te prometo que de ahora en adelante pediré permiso para tomar
algo que no me pertenezca. Te quiero mucho, mami.
Su
mamá, con una sonrisa en el rostro,
salió de su casa en busca de su hijo y cuando lo encontró lo abrazó y le dijo:
—Gracias,
hijo, por entender que lo que hiciste no estuvo bien, que cada persona tiene
algo que le gusta; como a ti te gusta tu triciclo a mí me gusta leer mis libros
porque hacen volar mi imaginación y debes de aprender a respetar las cosas que
no son tuyas.
Y
para festejar, Raquel llevó a sus hijos a pasear al parque y mientras tomaban
una limonada les dijo:
—Hijos,
de ahora en adelante juntos leeremos los libros que tanto me gustan.
Y
desde entonces cada tarde se les puede ver a Raquel y a sus hijos en la cochera
de la casa, sentados, leyendo e imaginando todas las aventuras que están
escritas en cada uno de sus libros.
EL
DÍA DE MAX
Rubén
Antonio Rodríguez Corona
Érase
una vez una familia integrada por cuatro personas: el papá, la mamá y el
pequeño hijo, y como en toda familia hay una pequeña mascota en esta familia
había una mascota llamada Max. Una mañana Max empezó a ladrar con mucha
desesperación, cuando el padre de Miguel estaba descansando antes de ir a
trabajar, se despertó con un gran coraje y furia desesperada el papá de Miguel y
gritó: —¡Max! ¿Qué haré con ese perro? -Se pregunto a sí mismo. Cuando de
repente le vino una gran idea a su cabeza, gritó: —¡Miguel! -Miguel estaba
descansando en su alcoba, cuando oyó el grito de su padre se despertó de un
gran brinco y salió de su alcoba y
se dirigió a la recámara de sus padres.
Miguel le preguntó a su papá —¿Qué te pasa,
papá, porque me gritas así?, ¿te he hecho algo para que me grites?
—No
es eso, hijo, lo que sucede es que todas las mañanas cuando estoy descansando
tu perro empieza a ladrar muy fuerte,
¡hijo sácalo a pasear¡
Miguel
contestó —de acuerdo, papá, yo lo sacaré a pasear, tú descansa un poco y relájate.
Miguel se dirigió rápidamente a su alcoba, se
cambio y tomó la correa de Max, salió de su casa y le dijo a Max: —¡Muchacho, te voy a sacar a pasear! Le puso
la correa a Max y empezaron a caminar por toda la montaña hasta que llegaron a
la ciudad, cuando de repente por un pequeño callejón obscuro, vacío y
lleno de basura, oyeron el maullido de
un gato, —miau. Max quería soltarse pero
Miguel no lo dejaba, estaba tan preocupado de que si lo soltaba nunca más
tendría una mascota, tan pensativo estaba cuando de repente por otro pequeño
callejón escucharon el mismo maullido —miau.
Max
quería soltarse y tenía tanta fuerza que Miguel soltó la correa y salió corriendo
como una gran flecha veloz. Miguel mientras tanto estaba lamentando lo que
había hecho. —¿Qué hice, por qué solté a mi perro?, soy un mal dueño. Cuando
de repente por ese pequeño callejón escuchó el ladrido de Max, —guau… Miguel
preguntó —¿Max, eres tú? Miguel siguió
el ladrido de su perro hasta una divertidísima montaña, llena de muchos juegos,
lamentablemente Miguel estaba triste y desconsolado, vio una pequeña banca y
se acercó, lamentando lo que había
hecho, pero detrás de esa banca había un arbusto y detrás de ese arbusto estaba
Max escondido. Viendo la tristeza de Miguel salió por un lado moviendo su cola,
se acercó y se acercó. Miguel gritó… —¡Max,
qué alegría!, por fin te he encontrado, no sabes lo preocupado que
he estado. ¡No te volveré a perder¡
Así
que Miguel tan contento volvió a
sentarse en la banca, pero esta vez acariciando a Max como un suave oso de
felpa. Después de lo sucedido empezaron a jugar muchos y divertidísimos juegos:
las escondidas, la traes, con los columpios y con las resbaladillas también.
Cuando
Miguel vio que habían pasado cinco horas desde que salieron de su casa, volvió
a tomar la correa y se la puso a Max, comenzaron a caminar por toda la ciudad
hasta llegar a la enorme montaña por donde vive, donde su madre ya los estaba
esperando, Miguel le contó a su mamá todo lo que le había sucedido, la mamá de
Miguel le dijo: —¡qué bien que te divertiste, hijo!, tu padre ya no está tan gruñón como siempre, ahora mismo está
reparando todo lo que destruyó Max. Miguel contestó: —¡Qué bien pude divertirme
con mi mascota! Y además mi padre ya no está enojado como siempre. ¡Este fue un
gran día!
JOSHUA
Y LAS PIEDRAS EN EL RÍO
Abraham
Saúl Ramírez Nava
Esc.
Josefa Ortiz de Domínguez
Había
una vez en el centro de África un niño moreno y cabello chino, que se llamaba Joshua. A Joshua le encantaba
correr y jugar a la pelota.
Un
día Joshua salió a buscar paja para su choza, pero en el camino pisó una piedra
—¡AAAAAAAAAAA! -gritó Joshua. Al
escuchar esto todos los animales fueron a ver qué le pasaba a Joshua, pero el
elefante, con sus orejas grandes, su trompa larga y como era muy pesado, pisó a
la rana y la rana como era muy viscosa ¡salió volando hacia una nube!, la nube
se espantó y gritó: —¡AAAAA! una rana verde, viscosa. La pobre nube se espantó
tanto que hizo llover, tanta lluvia hizo que las hormigas tuvieran que salir de
su hormiguero porque se inundaba, pero la gallina las vio y le preguntó a su
pollito: —Clo clo clo ¿qué te parece si nos comemos a esas hormiguitas?
Una
hormiga, al escuchar esto, picó al pollito y la gallina muy enojada volteó y
preguntó: —Clo clo clo ¿quién pico a mi pollito?
La
hormiga con valentía le contestó: —¿Quién ha querido comernos?
La
gallina le respondió: —Clo clo clo pero yo no tengo la culpa de que ustedes
sean tan deliciosas.
La
hormiga le respondió: —Tiene razón señora gallina, la culpa la tiene esa nube
que hizo llover.
La
nube sorprendida les dijo: —¿Yo?, ¡no!, yo no tengo la culpa, la culpa la tiene
esa rana fea y viscosa que salto sobre mí, y como yo me espanté mucho, hice
llover.
La
rana les dijo: —Yo no tengo la culpa, el elefante me pisó, él es el que tiene
la culpa.
El
elefante dijo: —Yo sólo vine a ver que le pasaba a Joshua, como todos los
demás.
Joshua
dijo: —Es que yo iba por paja para mi choza y pisé esa piedra, la culpa es de
la piedra.
La
piedra vio a todos enojados y les dijo: —Yo no tengo la culpa, Joshua me pisó, él es el que tiene la culpa, pero si quieren
pueden lanzarme al río.
Desde
entonces, cuando Joshua ve una piedra, la toma y la lanza al río.
EL
CIEMPIÉS BAILARÍN
Ramsés
Salazar Nieves
Escuela:
José Vasconcelos
Había
una vez un ciempiés llamado Jimmy y su gran afición era bailar tap.
Cuando
él quería agarraba su sombrero, su bastón y sus zapatos, aunque se tardaba
un ratooote en amarar sus agujetas ya
que eran 50 pares, pero cuando terminaba,
bailaba y bailaba sin cesar pues el tenia las patitas ágiles como las
plumas. Le encantaba subirse encima del hormiguero y empezar a taconear. Era
muy molesto oír tantos pies retumbando en el techo del hormiguero. Las hormigas
se asustaban y salían a ver qué pasaba y el ciempiés seguía cantando: —¡Ya está
aquí el mejor, el más grande bailador! Entonces las hormigas llamaron a la
hormiga jefe. —¡Otra vez, Jimmy! -decía la hormiga jefe-, ¡no podemos trabajar
ni dormir! ¿No puedes ir a bailar a otro lugar? La hormiga jefe ordenó a sus
tropas que llevaran a Jimmy a otro lugar. —¡Ya me voy! -dijo Jimmy.
Entonces
Jimmy empacó y se fue caminando y caminando hasta que encontró un buen lugar
para bailar y desempacó su sombrero, su bastón y sus zapatos y se puso a
bailar. Pero Jimmy cometió el mismo
error, sólo que esta vez el problema era más grande pues debajo de él estaba la casa del Sr. Topo y se puso a
taconear cantando su canción: —Ya está aquí el mejor, el más grande bailador.
El
señor topo, enfadado, salió y le dijo: —¡Jimmy, estoy ciego pero no sordo! ¿No
puedes ir a otro sitio a bailar?
Entonces,
Jimmy, muy triste porque en todas partes molestaba, agarró sus maletas y se
marcho de ahí. Empezó a caminar y caminar hasta que estaba tan cansado que no
tuvo más opción que descansar bajo un árbol y se quedó dormido, y al siguiente
día una sorpresa lo esperaba. Estaba en un campo lleno de flores. —¡Éste será
mi nuevo hogar! -dijo el ciempiés. Se entusiasmó tanto que no se dio cuenta de que
un gran cuervo estaba encima del árbol. Jimmy
se puso a taconear con tanta emoción que llamó la atención del
cuervo. El cuervo inclinó el cuello y
vio a Jimmy taconeando. ¡Pobre Jimmy! El cuervo se lanzo sobre él con gran
rapidez y se lo tragó. El ciempiés gritaba: —¡Socorro, socorro!
Un
cazador que andaba por ahí observo el cuervo volando y a él no le gustaban los
cuervos, creía que eran de mala suerte. Hizo un disparo al aire para asustarlo.
El cuervo soltó al ciempiés que al caer se dio tremendo mazapanazo.
Esto
le sirvió de lección. Aprendió a ser más responsable y a fijarse donde se ponía
a bailar. Buscó un lugar seguro y allí danzaba y bailaba. No molestaba a nadie
ni lo molestaban a él. Así fue como el ciempiés empezó a ser respetado por
todos.
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