DIEZMO
DE PALABRAS
Fundador:
Herminio Martínez
Coordinador:
Julio Edgar Méndez
ANTOLOGÍAS
Y CELAYENSES
Recientemente
varios integrantes del taller literario
Diezmo de Palabras participaron en el V Concurso de Cuentos del Sótano, promovido
por la Editorial Endora y fueron elegidos para
publicación en una antología. Felicidades a todos y esperemos más logros
que pongan en alto el nombre de Celaya. Los compañeros y sus textos que serán
publicados son: Isla Tortuga Dragón, por Rosaura Tamayo. La niña de la caja
blanca, por Carlos Aguirre. Los puñetazos del delirio, por Martin Campa
Martínez. El As, por Lalo Vázquez. El primogénito, por Laura Medina Vega. Juegos
de sal, por Diana Alejandra Aboytes y La refranera, por Patricia Ruiz. Aquí reproducimos
dos de los textos.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
LA
REFRANERA
Por
Patricia Ruiz
En
un típico domingo, la abuela Sara se encuentra en su universo personal que es
la gran cocina, amueblada con enseres tradicionales y modernos. Coexisten en
ese espacio lo más nuevo en electrodomésticos junto con los accesorios que
usaron su madre y abuela: estufa, refrigerador, gabinetes, mesas de madera,
horno de microondas, licuadora, molcajete, metate y un pequeño fogón de leña
ubicado en el exterior de la cocina. Guarda como un tesoro la vajilla de
cerámica, regalo de aniversario. Tiene utensilios que le traen buenos recuerdos
de sus viajes: cucharas, fruteros, tazas y charolas son las numerosas
artesanías que adornan esta habitación,
sin faltar las ollas de barro,
aluminio y peltre para uso diario. La abuela Sara es una enciclopedia de
proverbios, es conocida por utilizar un
refrán para cada ocasión. Sus dichos
expresan con palabras sencillas la sabiduría popular. Muchos familiares y amigos le piden consejo
en diferentes asuntos, siempre es valorada su opinión y se le tiene por
dicharachera.
-“Quien
de refranes no sabe, entonces, ¿qué es lo que sabe?” -dice sin falsa modestia y
orgullosa de sí misma– “porque cien refranes, cien verdades”.
Hoy
tiene la visita de su numerosa familia integrada por hijos, nueras, yernos y
nietos. Pide ayuda para preparar la comida familiar, saca grandes cazuelas para
diferentes guisados, el menú del día será: sopa de arroz, carne con chile,
frijoles refritos, verduras, guacamole, tortillas de maíz, gelatina, mermelada
y agua de limón.
-¡Ándeles! Vamos a preparar la comida, todos deben
ayudar, porque “comer sin trabajar, no se debe tolerar”.
Da
instrucciones a su familia y dirige la preparación de alimentos con la maestría
de un director de orquesta. Asigna tareas de acuerdo a las habilidades de cada
uno. Proporciona de la alacena todos los víveres y vigila la cocción de
alimentos para darle el punto
exacto. Es un ir y venir de personas en
la cocina, mientras la abuela Sara supervisa todo, no pierde detalle. Es interrumpida por los niños que acuden a
ella a darle la queja que Juanito, su nieto,
le está jalando la cola al perro.
-Ana,
regaña a Juanito -le ordena a la mamá del niño- que deje de torturar al
perro, ya sabes lo que dicen “el que a
la bestia hace mal, es más bestia que el animal”.
Los
otros niños le avisan que Juanito encerró en una caja un bicho muy raro. La
abuela Sara, sin dejar sus ocupaciones, con “un ojo al gato y otro al
garabato”, regaña al niño.
–¡Juan!,
deja ese animal, te puede picar, ve tú a saber que alimaña sea, te repito lo
que dicen: “a bicho que no conozcas, no le pises la cola”.
Cuando
por fin la comida está lista, llama a los niños que juegan en el patio.
-¡A
comer! -grita a todo pulmón. Algunos chiquillos inmersos en sus juegos, no
atienden su llamado.
–Vamos
a comer nosotros -ordena a los adultos– no tendrán hambre, porque “a la cena y
a la cama, sólo una vez se llama”. Claro, ahorita no quieren comer, pero cuando
tengan mi edad, entonces nos vemos las
caras, lo bueno que ya no voy a estar para verlo, dicen y es muy cierto “a mocedad
viciosa, vejez penosa”. Cómo quieren que
sean buenos estudiantes sí se malpasan, luego andan todos tristes, que les
duele la cabeza, es bien sabido que con tripas vacías, no hay alegrías
-sermonea a su familia y ellos resignados, la escuchan. -Tiene razón suegra, el buen comer es la
base de la salud, bien dicen que “ajo, cebolla, y limón, y déjate de
inyección”, por eso nunca me enfermo
–dice Juan, su yerno.
Más
tarde vienen los niños y les manda a que se laven las manos, pues las
traen llenas de tierra y suciedad.
-Abuela,
yo no quiero esa carne, no me gusta -dice un chiquillo.
-A
poco creen que la comida la regalan, sí
no es gratis, tan cara que está y para que no se la quieran comer, yo no se la
voy a dar a los perros. Ándeles, coman,
es por su bien, como dicen “gástalo en la cocina y no en medicina”.
Los
niños comen rápidamente por el interés de regresar a sus juegos. La abuela los reprende por hacerlo de manera
apresurada.
–Bueno,
váyanse a jugar, ahora sí, “barriga llena, corazón contento”.
-Esos
niños no han hecho la tarea -dice Fabiola, una de sus hijas.
-No
la quieren hacer, sólo piensan en jugar,
seguro la hacen hasta la noche –dice Olivia, otra de sus hijas.
-Deben
hacerla temprano, cómo diría mi mamá a
“jugar y pasear, cuando no hay que trabajar” -dice Ana.
-¡Ay,
Ana!, mira quién lo dice, “el burro hablando de orejas”, a poco Juanito ya
hizo la tarea -contesta Fabiola.
-Sí,
así es ella, qué chistosita, como dice
siempre mi mamá, “el jorobado no ve su joroba, sino la ajena” -dice Olivia.
-Ya
no discutan, más tarde ponen a sus niños a hacer la tarea -interviene la abuela
Sara para terminar la inútil discusión.
La conversación de los adultos durante la comida y en la sobremesa
versa sobre diversos temas, a los que invariablemente la abuela Sara impregna
su sello personal.
-Mamá,
el sábado será la boda de Felipa la hija
de tu amiga María Flores ¿No piensas ir?
¿Ya tienes tu vestido? -pregunta
Fabiola.
-No
lo creo, no me invitaron, y es muy sabido que
“a boda ni bautizado, no vayas sin ser llamado”.
-Pero
si los conoces bien.
-Te
digo que no me invitaron, no me gusta ser tan gorrona.
-Van
a hacer una gran fiesta, tiraron la casa por la ventana, según dicen, los hijos que trabajan en el
norte les mandaron dólares para hacerla
en grande, ya llegó toda la parentela a
hospedarse en su casa a esperar el guateque -comenta Fabiola.
-
Qué casualidad que sólo cuando tienen fiesta van a su casa, nunca se visitan,
está muy claro “al nopal nada más lo visitan cuando tiene tunas” -dice la
abuela Sara.
-Pero
te deben favores, ¿no les ayudaste a cuidar a sus niños? -pregunta Fabiola.
-Entiende,
no me invitaron, y además eso que cuide a sus niños es otra cosa, no me gusta
andar cantando mi ayuda, bien dicen que “favor publicado, favor deshonrado”.
-Recuerdo
que ayudaste a cuidar a su nuera cuando
estuvo parturienta, le pusiste los
aretes a la recién nacida y le fajaste el ombligo -dice Fabiola.
-Qué
sorpresa que se case Felipa, después de tantos amigos que le conocemos, que entraban y salían de su casa -dice Olivia con picardía.
-Qué
bueno que se encontró un valiente, porque se dice que “a los treinta doncellez,
muy rara vez” -dice la abuela Sara.
-¿Con
quién va a vivir los recién casados? -pregunta Ana.
-Dicen
que con la suegra -contesta Olivia.
-Muy
mal, no me están preguntando, pero para
mí son puros problemas, es bien sabido
que “el casado casa quiere” -concluye la
abuela Sara.
-Ya
vimos los vestidos que van a usar las madrinas, color rosa chillón, qué mal
gusto tienen -comenta Olivia.
-Diría
mi mamá, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda” -dice Ana imitando a
su progenitora.
-Para
la boda mandaban todo el dinero al hijo mayor, pero el muy irresponsable se lo gastó, hasta que mejor se
lo dieron a guardar a la mamá –dice
Olivia.
-Pues
sólo a ellos se les ocurre confiar en él, es bien sabido que “a borracho o mujeriego, no des a guardar
dinero”, ni que no lo conocieran -expresa la abuela Sara.
En
ese momento tocan la puerta. Olivia se
asoma por la ventana y observa que es la
comadre Celia.
-
Mamá, es tu comadre Celia.
-Que
pase.
-Comadre,
buenas tardes –dice Celia.
-Pásele,
siéntese, ¿gusta comer? –pregunta la abuela Sara
-Gracias,
un taquito le acepto. Oiga comadre Sarita, vengo con una molestia, a que me
preste su escalera porque mi hijo Santiago está haciendo un cuarto, hace mucho
tiempo que no le hace a la albañilería, ahora por pura necesidad tiene que
hacerlo para vivir con su mujer.
-No
se preocupe, dicen que “lo bien aprendido, para siempre es sabido”. Ahí está la
escalera, se la encargo, porque también nosotros la ocupamos.
-No
tenga pendiente -dice Celia.
-¿Y
dónde está haciendo el cuarto? -pregunta la abuela Sara.
-Pues
en la casa de unos parientes de su esposa -contesta Celia.
-Que
tenga cuidado, porque dicen “el que siembra en tierra ajena, hasta la semilla
pierde”.
-Tiene
razón Sarita, pero qué más hace, no tiene donde meterse. ¿Ya está lista para la
boda de Felipa?
-No
me invitaron, dicen que es mi amiga, pero ya se vio “que amistad por interés,
no dura porque no lo es”.
-A
lo mejor se le olvidó. Gracias, estuvo muy
bueno el taquito -se retira Celia de escena.
-Tu
comadre Celia era más platicadora, ahora sólo estuvo media hora. Antes cuando
nos visitaba se quedaba anclada hasta la cena, ¿te acuerdas? -dice Olivia
-Pues
sí, ya aprendió, seguramente le hicieron
mala cara en alguna casa, porque bien dicen “hablar por los codos, aburrir a
todos” -dice la abuela Sara
Nadie
quiere terminar la charla, queda la penosa tarea de recoger y lavar los platos.
–Bueno,
vámonos, “al mal paso darle prisa” -dice
la abuela Sara.
Muy
a su pesar, cada uno se despide concluyendo la tertulia.
*** Patricia Ruiz H. Es originaria de Celaya, Gto., y
miembro del taller literario Diezmo de Palabras. Gusta de la literatura y de
diseñar ficciones en las que, como pequeñas ventanas, permitan al lector asomarse a mundos
imaginarios. Tiene en su haber cuentos y microrrelatos en diversos temas.
+++++++++++++++++++++++++++++++++
JUEGOS
DE SAL
Por
Diana Alejandra Aboytes Martínez
Desde
días atrás esas palabras le venían haciendo nudo las neuronas. Su amiga, Katya,
comentó que “eso” era lo de hoy.
-Nada
mejor para aderezar un rutinario matrimonio que un desliz. Eso es tan bueno
como tensar una cuerda musical para que dé su mejor nota.
A
Lolis le pareció descabellado, pero era innegable que le hacía cosquillas
imaginarlo; además su marido, siempre cansado y sin humor para el más mínimo
detalle, la hacían cavilar en ello. En un principio dejó de lado el comentario,
pero este mismo se le alojó en el entrecejo y comenzaba a simpatizar con la
idea. Varios años de matrimonio y esa densa calma marital, acentuaban la
curiosidad en conocer otra experiencia, nuevas caricias…
Pasaron
dos semanas, la mujer trató de congelar el deseo. Pero en breve buscó el con
quién; el cómo, sobre la marcha lo averiguaría. El cuándo lo pactó con el
“antojito” en cuestión: Motel Miraflores, habitación 72, viernes 27, 6:00 pm.
El trato fue discreción absoluta y el encuentro a llevarse a cabo en completa
oscuridad. Esto agregaría privacidad y misterio al momento.
Para
el calendario no hay fecha que se le escape, el 27 apareció marcado en rojo.
Hoy, como nunca, el tic tac del reloj le crispaba los nervios. Tomó café y se
preparó para la cita. Al cuarto para las seis lucía hermosa y discretamente
sexy. Abordó un taxi para llegar al lugar. El auto se detuvo en dicha
dirección. La portezuela se abrió y una bonita pierna femenina daba un paso
hacia afuera. Abrió temerosa el cuarto y se introdujo en la oscuridad. Sintió
la proximidad de unas manos, mismas que tomaron su cintura haciéndola presa de
un varonil cuerpo. Sus labios se unieron y ese beso desconectó tiempo y
ataduras. Lenguas como olas en crecidas, anunciaban lloviznas en plenilunio. La
desnudez los vistió. La mujer recorrió a besos el cuerpo del caballero y se
arrodilló ante ese templo pagano. La plegaria escribió con su boca, en letras
mojadas… lamiendo palabras.
Él
la tomó por los brazos, la recostó sobre sábanas y de entre los pliegues de su
playa, saboreó las sales profundas que estallaron a borbotones. La unión de sus
cuerpos fue la cúspide del encuentro. Ambos se vistieron a ciegas y volvieron a
su vida habitual.
Pasado
un mes se dejaron llevar nuevamente al encuentro. Habían descendido al
“infierno”, ya no era sencillo prescindir de sus llamas. La cita ahora
cambiaría de temática: Baile de las Rosas. Salón Bugambilias. El 29, 10:00pm.
Requisito: portar antifaz. La noche desplazó al día y el momento llegó. Se
decidió por el vestido más favorecedor, el rojo. Le dibujaba hermosamente el
contorno de sus pechos y la tela bajaba suavemente acentuando sus caderas.
Toque de glamour, zapatillas altas y
antifaz requerido, como un plus a la sensualidad que hoy salía con ella.
Llegó
al salón y a lo lejos miró al tipo del antifaz. Sólo ellos dos usaban el
anonimato. Comenzó el baile y las luces
se tornaron tenues. Bailaron algunas piezas, la cercanía y cadencia se
prestaron al preámbulo de lo que venía.
Se
fueron apartando de entre las parejas de la pista hasta llegar al baño de
damas. Después de cerciorarse que el sitio estuviera vacío, él se coló y
cerraron por dentro. El riesgo de ser descubiertos incluyó intensidad a la
euforia que ya venían sintiendo. La tomó por la cadera mientras su boca
mordisqueaba delicadamente la curveada espalda femenina. Ella se retorcía
extasiada en sensaciones y se sujetó al lavamanos. Ponerse vestido había sido
una buena elección. El panorámico espejo daba detalle… danza bailada sin
recato. Era gozoso el espectáculo. Tocaron a la puerta, esto no interrumpió el
momento, todo había concluido. Salieron presurosos, las chicas en la entrada
supusieron la travesura, pero el antifaz era útil una vez más, nadie atinó a identificarlos.
Se
despidieron con un beso, no sabían si era la conclusión o el origen de nuevas
locuras.
Ella
llegó a casa aún con el sabor de aventura en los labios. Se metió entre las
cobijas y pronto dormía. Al amanecer, marido y mujer, más unidos que nunca, celebraban
alimentar las brasas con “juegos”, donde la piel sabe a pecado y sal. Mientras
tanto, dos antifaces descansaban en el tocador de la recámara de Lolis y
Ulises, su esposo.
***
Diana Alejandra Aboytes Martínez es parte del taller literario Diezmo de Palabras.
Ha sido en diferentes medios con poesía, cuento, narrativa y leyenda. Ha sido
seleccionada para aparecer en los libros de antologías Diversidad Literaria de
España y en Cuentos del Sótano V, de Editorial Endora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario