¡AH, QUÉ NECEDAD!
No, San Ignacio, te
juro que yo no tuve nada qué ver con el embarazo de la hija de Chona, la
rezandera; si ni siquiera me gustaba ni sentía algún motivo de querencia por
ella.
¿Quieres otro
chínguere?, digo, para seguirte platicando.
Mira, más bien la cosa
estuvo así:
fue aquella tarde de
serafines cuando me dirigía a dormir bajo las hebras de algún mezquite cuando,
al pasar por el río Escondido, ese donde se han ahogado tantos, y que baja
desde la punta de La Piedraviva anegando zurcos, acequias y algunos baldíos,
que la vi ahí, agachada, cargando los traviesos rayos del sol sobre su espalda;
lavando su ropa sobre esas piedras lajas; con la enagua arremangada hasta
arriba de las pantorrillas.
Nomás vieras qué
sabroso sentí ahí, donde el ombligo pierde su color, al verla tan delgadita,
tan hermosa, tan mujer y más que, cuando terminó de lavar, comenzó a quitarse
su medio fondo y la enagua, hasta quedar como la piel del viento, entonces fue
cuando ya no pude más y atoré mis ansias entre las espinas de los huizaches
para no desbocarme como lo hace el potro de la madrugada.
Sí, la verdad es ésta
que te cuento, ¿quieres otro trago?, ándale; nadamás que no sé por qué los
cabrones arcángeles te contaron ese chisme.
Salud pues, y deja
termino de contarte.
Te decía que ella
estaba bañándose cuando, entonces sí, perdí la noción del espacio y del deseo
y, convertido en una fuerte y fecunda tolvanera, la saqué del agua para poder
perderme en la frescura de sus besos pero, ¡la muy canija!, antes de que otra
cosa sucediera, alcanzó a morderme un labio y yo, al sentir aquel dolor, tuve
que esfumarme de volada.
Así que, mi querido
cuate Nacho, ni me digas que me vas a expulsar del coro celestial y a cancelar
mis tarjetas de crédito, mucho menos me amenaces con fustigarme con el filo de
alguna tormenta si no cargo con el “muertito”, si me dijo tu compadre San
Miguel, quien por cierto es igual de chingón que tú en el cielo, que esa vieja,
desde antes que yo la conociera, ya era bien cusca; además, recuerda que puedo
abstenerme de votar por ti en las próximas elecciones para elegir Patrón del
Novenario y ya, no la hagas más de pedo, mejor vamos por otro pomo porque éste
que compré yo, con la raya del sábado, ya chupó faros.
Martín Campa Martínez
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