LAS TRES HADAS, EL
ÁRBOL Y LA PIEDRA
Los sueños tienen
magia. Y los integrantes de Diezmo de Palabras la usan para crear mundos donde
viven seres como la mujer que llora su pena sobre un sofá, o la mujer que nos
relata sus sueños y el sentir de su alma, la tristeza de perder a una mascota, o
la breve vida de un insecto.
El Taller Literario
Diezmo de Palabras coordinado por el maestro Herminio Martínez se complace en
presentar a sus miembros que participaron en el concurso “Érase una vez… un
microcuento II” organizado por la página web Diversidad Literaria, de España,
quienes fueron seleccionados para ser publicados en una antología de
microcuentos. Estos son los concursantes y las obras con que participaron:
Diana Alejandra Aboytes Martínez, Bajo diván; Rosaura Tamayo Ochoa, Los sueños
de Chonita; Margarita Medina Vega, El enviado; Luis Eduardo Vázquez Gascón,
Mimí; y José Luz Rentería González, Más allá de los colores.
Tres hadas que
esparcen el polvo de los sueños en las hojas de sus escritos; un hombre que
como el árbol crece fuerte y lo soporta todo; y un elemental del reino mineral
que sueña con el amor. Esta es la esencia de la página que hoy se les muestra a
ustedes.
José Luz Rentería
González
BAJO DIVÁN
Diana Alejandra
Aboytes Martínez
Abrió la puerta y la
abrazó, a manera de bienvenida, un aroma de soledad que disolvió sus ojos. Se
postró en su diván sin fuerza para desatar el nudo de las palabras. Pasaron los
días, y un fétido olor emanaba del lugar. Dos uniformados de la policía tiraron
la puerta; y al entrar encontraron el cuerpo de una mujer en estado de
descomposición. Un curioso, que se introdujo, preguntó: «¿De qué murió?». «Se
asfixió con las palabras que nunca dijo».
MUJER
Diana Alejandra
Aboytes Martínez
Debajo de sábanas
blancas,
bañada de flores.
Olorosa, fragante…
Fragancia de miel,
anhelo y pasión.
Piel de satín;
fuego en los labios;
muslos labrados,
curvas moldeadas.
Redundancia de
abismos,
secretos guardados.
Con todo lo bueno,
lo malo, lo etéreo.
Mujer de entereza
de fuerza, de coraje.
También de suspiros,
de sueños, de amores.
ESCRIBO
Diana Alejandra
Aboytes Martínez
Me preguntas la razón.
Creo que ni yo misma
sé lo que me inspira…
Debe ser que en mi
torrente
las palabras
efervescen
y me hacen desvariar.
Los papeles blancos
cosquillean mis
sentidos,
los tientan… los
seducen.
Y la tinta de mi alma
se desvanece excitada
por el vaivén de mi
mano.
Y en el éxtasis del
mundo de las letras
muero y renazco en
cada error,
en cada frase, en cada
verso…
en cada poema que
fecundo
cuando escribo.
LA MAREA Y TÚ
Rosaura Tamayo Ochoa
Veo la luna azul
oculta bajo la espuma
de un mar,
y encuentro tu pelo
tejido
en medusa con el
pensamiento.
Buscando tus manos,
perlas escondidas en
concha de sal y fuego,
siento un deseo
profundo,
sin abismo, de mirar
dentro de ti.
Escuchando tu voz
como tambores en el
corazón,
miro tus ojos
como dos lunas ocultas
en el sol,
y esa sonrisa
llenándome los
instantes de respiro y vida.
Rescatando en lo
profundo del océano
tu piel como sirena,
entre las rocas con
marea
en un murmullo de
amor.
ECO DE PALABRAS
Rosaura Tamayo Ochoa
Palimpsesto tiene
trasfondo,
hace hueco con sonora
palabra,
dejando libre la mano
que aprieta
la madera con natural
grafito.
Se calienta la noche
con luz
mientras los gatos
cantan a la luna
llamando al amor.
Las letras pasadas,
escritas,
están fugaces como el
viento,
se revisten de alegría
y ternura
sin navegar en el
olvido…
Las nuevas quedan en
tierra firme
dejando el trotamundos
en otra hoja.
En eso llega el verso
a revivir la llama
en poesía, sacando
fuego del corazón,
moviendo lo
indescifrable.
RESPUESTA AL
PALIMPSESTO
Rosaura Tamayo Ochoa
Dejo pasar la
tormenta,
rayos y desasosiego
plenos de basura y
suciedad.
Con ello, cáustico
pensamiento
escupiendo maléfica
palabra,
saca sal en llanto
desértico,
arranca roto corazón…
Entierra vida pasada,
dejando en el
cementerio
un cuerpo de ayer
corrompido
con flores marchitas
en agonía.
Dejo entrar melodía a
mis oídos
lejos de ruido y
sonido estridente,
como lluvia bañando
prados,
agua que se eleva
hacia las nubes,
gotas que alimentan
arroyos,
manantial de alegría y
felicidad.
Dejo que la lluvia
moje sin lágrimas de sal,
soledad de infortunio,
sólo amor.
EL ENVIADO
Margarita Medina Vega
Como cada día Miranda
salió de la catedral. A sus espaldas, un atractivo seminarista esperaba una
donación. Miranda volteó al sentir la mirada del hombre, al hacerlo se ruborizó
y bajo la vista. «¿Será él, Dios me ha escuchado?». Se preguntó a sí misma.
Pero no, el nuevo enamorado era sólo un enviado del diablo.
PETICIÓN
Margarita Medina Vega
Cubre con tu aroma el
despertar de mis mañanas,
ahuyenta la soledad de
un ayer irescatable.
Deja que tu aroma lo
absorban mis sentidos
en el atardecer
sombrío de mis entornos.
Alimenta mi alma con
tu esencia,
acariciando con tu voz
mi melodía.
Empapa de alegría mi
pensamiento,
resucita el todo de un
ser muerto.
Camina por las calles
de mi vida
dejando la huella de
tus dedos,
el aliento de tus
ansias,
y en la mente el mejor
de mis recuerdos.
Roba la fragancia que
guardaba
en el viejo baúl de lo
olvidado,
llévate lo no deseado
y entiérralo en la
cima de la nada.
REGALO
Margarita Medina Vega
Revíveme esta noche,
con la miel de tus
locuras
acaricia mis pétalos
dormidos.
Aún huelo a rosas en
otoño,
riégame la vida con
tus besos;
no quiero
que se sequen mis
raíces.
Volver a sentirme
mujer
será el mejor de los
regalos.
MIMÍ
Luis Eduardo Vázquez
Gascón
Al regreso de comprar
la comida para “Mimí”, mascota de doña Juanita, que tantos años ha estado con
ella. Fue raro que no saliera a recibirla con brincos y ladridos. Y al verla
tirada en el patio, con su lento andar por su avanzada edad, caminó hacia ella
para darse cuenta que estaba muerta. Abrazándola volteó al cielo y gritó: «¡Por
qué ella y no yo! ¡Llévame a mí!». Y soltó el llanto.
EL HOMBRE DE ENFRENTE
Luis Eduardo Vázquez
Gascón
Se quedó mirando
fijamente al hombre que estaba frente a él. Y en tono grosero le dijo que si
eso era lo que él realmente quería ser. Con ese montón de canas, y esa
colección de arrugas; con un mendigo rostro mal encarado, la mirada triste, y
lleno de ojeras. Le dijo que ya no debía seguir así, que tenía que verse
diferente en la próxima visita que hiciera a este mismo espejo.
DÍA NUBLADO
Luis Eduardo Vázquez
Gascón
Contemplando un
nublado día de mi vida
me llega una llovizna
de recuerdos;
pequeñas gotitas
inundan mi pensamiento,
y grandes relámpagos
entran en mi cabeza.
Con los ojos empañados
por la lluvia,
recuerdo tu partida
como un día de nubes negras.
Después, unos rayos
anunciaron el final de la tormenta;
el agua se calmó y el
cielo, poco a poco, se despejó.
El bonito tono
amarillo del sol volvió a brillar,
y mi corazón junto con
él.
MÁS ALLÁ DE LOS COLORES
José Luz Rentería
González
Una Mariquita nació
con un caparazón gris y sin lunares. Un día llegó a la playa; se posó sobre una
palmera y vio el panorama. En su alma brotó el anhelo de llegar al final del
horizonte, lo intentó pero el intenso calor del sol y el vapor que se
desprendía de la mar la aturdieron y cayó al agua. Todo a su derredor se
oscureció y su alma se traslado a la tierra del más allá. Entonces volvió a
nacer con su caparazón rojo y sus grandes lunares.
DESTELLOS DE UNA TARDE
DE VERANO
José Luz Rentería
González
El día despierta. Las
grafías se siguen una a la otra formando una línea que se extiende hasta el
infinito. Van en busca de metáforas; y una vez que las encuentran rehacen el
camino hacia su lugar de origen. Con lo que han recolectado alimentarán al
genio de la luz; el cual procreará pequeñas
larvas que con el tiempo se transformarán en cuentos y poemas que
alegres volarán en una tarde de verano.
LAS PRENDAS DEL AMOR
José Luz Rentería
González
Qué vida nos espera a
todos los bienaventurados. Como esposa nos recibe coronada de virtudes y nos
arropa con las prendas del amor; en su deleitable aroma nos eleva hacia el
centro del conocimiento de la nada y del todo. Como madre nos lleva en su seno
y nos reconforta con su candor. Para ella somos el fin y principio de todos sus
anhelos, el hombre entre la virtud y el pecado, y el hijo muy amado…
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