domingo, 17 de agosto de 2025


ALMA MÍA

Herminio Martínez

13 de marzo 1949 – 17 de agosto 2014

 

La escucho y no la veo,

alma deshilachada nunca hubo otra

como la mía: gota de oscuridad,

lágrima amarga.

 

No tengo corazón para sentirla,

no tengo tierra ya para guardar su lluvia,

madura, de la piedra brotan siglos,

edades arrugadas, tiempos duros;

navego en el océano donde un grito

partió mi casa en dos, soy la materia

que se consume sola

por no herir de ceguera los rebaños

de caricias que pueblan mis recuerdos.

 

A veces, extendía la madrugada,

diciéndome: ahí tiene su camino,

debe marcharse ya, lo habla la ausencia,

no busque más en mí lo que está muerto.

 

Ante usted me hago a un lado

para no revestir el cuerpo en chispas

de esas, que, que como piedras al frotarse,

dejan correr el verbo y arde el mundo.

 

Esa carta de besos

que en verde y triste historia

le narraría mi vida,

ya no existe

ni en la estrecha cintura del relámpago,

ni en el pecho erigido a mi deseo,

sin embargo, señora, soy silencio

sin lengua, sin rocío,

me abrazo a la ola;

hecho vidrio de sal me arrastro muerto

y como si sufriera, resucito.

 

¿Quién como yo, resiste tanto polvo?

¿Quién como yo le duele tanto al día

cada vez que se toca los crepúsculos?

 

Soy una espiga huérfana de otoño,

alguien que se hospedó en el duro viento

que es la resignación hecha al olvido,

las manos derretidas de la lluvia,

el árbol de los hombres sin palabras,

los padres del maíz y mi silencio.

 

Vengo ya despidiéndome del aire

con un adiós a mano entre dos mundos

sin primavera, sólo ese traje sucio

que es el invierno en su temblor de nieve,

que es el morir en su fulgor sentado.

 

Dejé plantar por último una cara

que fue la mía cuando nos dimos manos

genitales en piernas y en estómagos,

allí donde crecía una enredadera

de lámparas con hijos en el fuego.

 

Por usted, alma mía,

vuelve la luz del sol

a nadar en el agua de mis ojos

 

ALMA MÍA Herminio Martínez 13 de marzo 1949 – 17 de agosto 2014   La escucho y no la veo, alma deshilachada nunca hubo otra como...