lunes, 3 de agosto de 2020

Pequeños Literatos de Guanajuato




Pequeños Literatos de Guanajuato 

¿Quieres escribir una historia? ¡Escríbela!

Así comenzamos el taller de cuento para niños usuarios de las bibliotecas de algunos municipios del estado de Guanajuato. El taller se realizó de manera virtual, por medio de videoconferencias. Una experiencia nueva para todos a quienes nos tocó vivir esta pandemia del coronavirus. Un reto superado gracias a las niñas y niños quienes, con mucho entusiasmo, participaron en las sesiones que realizamos durante finales de junio y todo el mes de julio de este año Covid20.

Hicimos ejercicios de preparación, como entrenamiento previo antes de acometer la empresa de escribir un cuento original. Cada sesión estuvo divertida y pudimos aplicar —de manera virtual— algunas actividades para liberar su imaginación. Desde comparación entre cuentos clásicos vs modernos, hasta el dominó creativo y el juego del cadáver exquisito, (no se espanten, así se llama).

El resultado de este esfuerzo infantil y juvenil produjo los cuentos que ustedes podrán leer en las siguientes páginas. Historias escritas por niñas y niños entre los ocho y los catorce años de edad. Desde su perspectiva, sus conocimientos culturales y su entorno familiar los pequeños literatos nos muestran su ingenio, sus recursos lingüísticos y su siempre divertida forma de ver el mundo y a quienes lo habitamos. Me siento orgulloso y agradecido de haber formado parte de este proyecto. Soy y seguiré siendo su fan.

Julio Edgar Méndez

Coordinador

Taller Literario Diezmo de Palabras


Armando, el hombre león

Luis Armando Mena

Cuando Armando era un bebé sus padres lo abandonaron en la selva. Lo crió una manada de leones. Para él ellos eran su familia. Eran muy felices. Los leones le enseñaron a cazar. Hizo un arco y con él y lo que le enseñaron los leones, conseguía comida para él y su familia. Ya tenía 22 años y era el más joven de su manada, pero también de los más fuertes.

            Todo era felicidad hasta que un día llegaron algunas personas y se llevaron a Armando y a su familia cautivos. Los encerraron en la parte trasera de una camioneta. Cuando pararon, les lanzaron un sedante y, cuando Armando y su familia despertaron,  todos estaban metidos en jaulas.  

            Cuando los sacaron vio que estaba en un circo.  A él lo presentaron como el hombre león y, como nadie lo había visto nunca, se quedaron impactados. Ese día el circo recaudó mucho dinero por Armando y su familia.

            Desde entonces  se volvieron la atracción principal del circo. Pero vivían muy tristes porque terminando el show los maltrataban y los golpeaban. Un día, Armando rompió un candado, por estar de curioso, y pudo escapar de su jaula. Tenía dos opciones: la primera era huir él solo y, la segunda, ayudar a su familia a escapar. Escogió la segunda.

            Liberó a toda su familia y se fueron de  ese circo rápidamente y vivieron tranquilos desde entonces.


Luis Armando Mena

Biblioteca Federico Medrano Valvidia

Purísima del Rincón, Gto.



Cómo Cocoa encontró el amor

Daniela Canchola Pérez

 

Cocoa era una mujer chismosa y muy platicadora, no había un momento en el cual no dejara de hablar o… bueno,  a excepción de la hora en la que se iba a dormir. Todos en el pueblo la consideraban una mujer loca, por lo cual la molestaban sin ningún derecho.

                        Los niños del pueblo tenían prohibido hablar con ella o siquiera acercársele pero no era decisión del Gobernador sino de los mismos padres. Los niños no podían evitarla del todo, ya que Cocoa aun iba a la escuela a sus treinta y tantos años. El director del colegio la había expulsado varias veces por falta de rendimiento académico y por su pelo color verde, pero siempre la dejaba regresar. Además de que su pelo verde era de tal color desde su nacimiento

                        Los habitantes del pueblo nunca la veían en las tardes, solo antes de la escuela, en la escuela y después de ella. Corría un rumor sobre Cocoa, decían: “vive en el bosque, no se baña y mata animales inocentes”. Y ese rumor pasaba de oreja a oreja hasta que todos los habitantes supieron de él y en parte no se equivocaban porque ella sí vivía en el bosque. Se acurrucaba en un árbol alto y fuerte, sí se bañaba y era vegana y se alimentaba de bayas, semillas y frutos del bosque. El único amigo de Cocoa era un hombre de cuarenta años, quien regañaba a todo el pueblo por decir que Cocoa era una mujer chismosa. Todo el pueblo estaba diciendo cosas de ella sin saber si era mentira o no. La mujer agradeció su ayuda leal y amistad de ya veinticinco años. Durante esos años Cocoa estuvo enamorada de él, pero su amigo nunca le correspondió porque él ya estaba casado con alguien que nunca lo quiso, y solo lo quería por conveniencia y por sus riquezas, hasta que finalmente se divorciaron. Cocoa comenzó a tartamudear desde que la ex esposa de su amigo la amenazara y aun tuvo más problemas con su aprendizaje y lenguaje después de que el pueblo empezara a burlarse de ella.

                        A Cocoa la molestaban tanto en el pueblo, que su amigo la defendía por lo menos unas tres veces al día. Los habitantes se fueron también en contra de él, a tal grado que los dos decidieron construir una casa lejos de ahí, en la cima de un árbol. Pero no antes de casarse, ahorrar el suficiente dinero para esa casa tan soñada, pasar por un hechizo con una bruja para volar lejos de los animales peligrosos y tener una hermosa hija a la cual llamaron Almendra.

 

Daniela Canchola Pérez

Biblioteca Mario Alberto Lule Jiménez 


¿Qué pasó?

José Humberto Hernández

 

Johny era un hámster que vivía feliz en su jaula. Un día tenía mucha energía y comenzó a dar vueltas y vueltas dentro de su jaula y, de repente, se fue la jaula de lado y justamente fue a parar al experimento de su dueño…  Johny se sentía extraño fuera de su jaula, sin embargo quería explorar la casa de su dueño. Sin darse cuenta había caído en una sustancia cuyos efectos eran desconocidos. Vio un hoyo en una pared que lo llevaría afuera de la casa. Continuó corriendo y decidió meterse a un terreno baldío; donde un gato con voz amenazante le dijo:

            —¡Hola¡ ¿Estás perdido?

            Johny, con mucho miedo, le contestó:

            —¡No¡

            De repente el gato se abalanzó sobre él. Afortunadamente logró esconderse en un hoyo profundo que se encontraba en el suelo, donde el gato no lo podía alcanzar. Solo quedaba esperar a que se fuera o se durmiera el gato.

            El gato, astutamente, comenzó a cavar. Johny se percató de esto y comenzó a hacer lo mismo, mientras el gato le gritaba:

            —¡Te atraparé¡

            Pero Johny logró hacer un túnel donde el gato jamás lo alcanzaría. Al día siguiente decidió salir de su túnel, apresurado para que el gato no lo alcanzara; quería estar lo más lejos posible de ese lugar. Su dueño se percató del  desastre, pero no lograba entender qué había pasado. Solo sabía algo, tenía que encontrar a Johny a toda costa. Mientras tanto, Johny seguía vagando por las calles buscando su hogar. Pero sucedió algo extraño, Johny se dio cuenta de que estaba creciendo a causa de la sustancia que se le había derramado encima, cuando su jaula cayó en el experimento de su dueño, la cual lo estaba transformando en humano.

            Por la calle se encontró al gato que se lo quería comer, éste se sorprendió al ver a Johny y salió huyendo a toda prisa, mientras Johny lo perseguía. Lo alcanzó y le dijo:

            —Haremos un trato, si adivinas este acertijo te dejaré ir y no te pasará nada, pero si no, te comeré. Si meto dos sillas y cuatro patas ¿cuántas sillas tengo?

            El gato se quedó pensando pero no logró resolverlo. Así que Johny disfrutó de un lindo y sabroso gatito. Pero no crean que fue por el tamaño, sino porque se dio cuenta de que su inteligencia aumentó,  al igual que su valentía. Se percató que ahora era igual que su dueño, y finalmente pudo llegar a su hogar. Su dueño se sorprendió pero lo reconoció. Le dio ropa, le enseñó a leer y escribir. Años después se convirtió en un veterinario especialista en hámsters.

 

José Humberto Hernández Armenta

Biblioteca Club Rotario

Parácuaro, Gto.




Y, ¿si fuera humana?

Margareth Pamela Camacho Ruiz

 

Hola mi nombre es Meena te invito a leer mi historia, de cómo pasé a ser una jirafa de la sabana.

Todo comenzó hace 12 años. Yo apenas había cumplido 7 cuando una noche mis padres murieron atropellados por una camioneta de excursión. Este suceso hizo que mi vida cambiara por completo.

Poco a poco comencé a sentir el rechazo por la manada; los que se suponían que eran mis amigos se pusieron a molestarme diciéndome cosas como “huérfana”, “sola”, “no querida”, entre otras. Así pasaron los cinco años más dolorosos de mi vida entre burlas y humillaciones.

Cuando cumplí 12 años me armé de valor y abandoné la manada, desde ese día todo fue más difícil, ahora vivía sola; pero fue el principio de lo mejor que me pudo pasar, aunque no lo sabía.

Todas las noches, durante seis años, lloraba por la muerte de mis padres, que aún no superaba mientras lloraba, pedía que todo se acabase. De pronto, se encendió una luz en el cielo que solo duró unos pocos segundos, y pensé que debía dejar de comer bayas alucinógenas. Al cabo de un rato me adentré en un profundo y hermoso sueño.

Al día siguiente, cuando desperté, caí al intentar levantarme, inmediatamente me di cuenta de que no estaba en la sabana ¿Qué había pasado? Estaba encerrada en un lugar rarísimo. Vi mi cuerpo, y no era el mismo, parecía un humano.

—¡Oh no! -pensé para mí misma - ¿dónde están mis largas y hermosas patas? Me veía como los fotógrafos de la sabana.

Me di cuenta de que estaba completamente desnuda e instintivamente busqué algo para taparme. Claro, toda mi vida no tuve ropa, pero quería estar a la moda, así como los fotógrafos que había visto. Pero tuve algunos contratiempos a mitad de la búsqueda de ropa. Me sentía tan sedienta como nunca en mi vida había estado. Encontré un pequeño lago detrás de una puerta, parecía una taza donde el agua se veía tan exquisita que bebí y bebí; después me enteré de que le llaman baño al lugar donde tomé agua. Pero no me podía distraer de mi misión; cuando intentaba pararme otra vez me caí. Logré parame después de muchos, pero muchos intentos. No lograba acostumbrarme a solo tener dos patas. Me vi en el reflejo del espejo, era realmente hermosa, con manchas blancas alrededor de todo mi cuerpo moreno, alta. Mis ahora piernas eran muy largas, con un largo pelo negro y chino.

Mientras iba por la casa noté que era muy grande. Al fin encontré ropa. Me puse primero el pantalón y arriba los calzones, luego una camisa muy ancha y unos tenis. En eso sonó algo que hizo me sobresaltara nuevamente. Encontré lo que sonaba y apreté un botón, enseguida se escuchó una voz masculina que decía:

 —¿Dónde está mi modelo favorita?

Yo no recordaba ni mi nombre, mucho menos sabía que contestar y dije:            —mmm, aquí.

La voz me dijo: —sal de tu casa, estoy afuera.

Y colgó antes que pudiera decir algo.

Obedecí y salí. Cuando salí la misma voz me dijo:

—¡Qué!, ¿te crees Supermán? Rápido, sube al auto, te cambias en el camino.

Le pregunté: —¿tututú, quiquiquién eres?

Él me contestó: —o sea, ¡hello! Esas margaritas de anoche sí que te pegaron, ¿me recuerdas?, soy Paul, tu mejor amigo del mundo mundial, ¿no te acuerdas de mí?

Dijo al tiempo de darme un zape. En ese momento comencé a recordar que era modelo y que perdí mí entrevista de trabajo para ser modelo de Chanel. Tanto fue el susto, que me caí de la cama.

—Fiuuu, todo fue un sueño.

Desperté agitada, llamé a mis padres y les conté el asombroso sueño que tuve de ser una jirafa.

 

Margareth Pamela Camacho

Biblioteca Enrique Jolly

Acámbaro, Gto



Mi nave estaba en otro rincón

Mateo Alfredo Cerrito Flores

 

Un día muy caluroso, mi tía, mis papás, mis abuelos y yo, estábamos comiendo un helado cuando, de pronto, escuchamos que en las noticias estaban avisando que iba a pasar un meteorito por la Tierra. Yo me asusté y como había creado una nave como si fuera espacial, pero estaba en el Puente de las Monas como exhibición, les dije que fuéramos corriendo. Como mi tía tenía un control para parar el tiempo, corrimos rápido. Llegamos y toda la gente estaba tomándole fotos a la nave. Ya la iba a agarrar pero el meteorito ya estaba muy cerca acelere para meter la llave pero no alcance el meteorito chocó contra el suelo. Después se levantó la tierra. Salió mucho polvo, no veíamos nada, así que nos asustamos. Pero mi tía paró el tiempo y nos dimos cuenta de que no era tan fuerte como creíamos. Como mi nave estaba en otro rincón, yo ya estaba ahí metiendo la llave para sacarla. Mi papá saltó al vacío, yo alcance a rescatarlo. Luego subí a mis abuelos a la nave nos pusimos en lo alto de una casa. Así fui recogiendo a cada persona, los subí a todos y los rescaté del desastre.

 

Mateo Alfredo Cerrito Flores

Biblioteca Municipal de Juventino Rosas

 


Raúl el gato

Uriel Laguna Franco

 

Hace mucho, pero mucho tiempo, un gato muy pequeño quería ser un humano y un superhéroe. Pasaron los años y fue a la escuela de superhéroes y entrenaba mucho. Luego se iba sin comer porque no encontraba comida, cuando no daban los arboles fruta, y les dijo el entrenador:

            —En unos meses elegiremos al mejor superhéroe.

            Pasaron los meses hasta que eligieron al mejor superhéroe. El entrenador dijo:

            —El mejor superhéroe es Raúl, el gato.

            Cuando supo que iba salvar el mundo, pensó:

            —Solo me falta ser humano.

            Raúl luchaba contra los villanos, hasta que científicos malvados realizaron una fórmula para hacer a los animales humanos y así esclavizarlos.

            Entonces pelearon y los científicos aprovecharon para lanzarle la fórmula a Raúl y sus sueños se hicieron realidad.

            Pero llegó el día cuando todos tenían envidia de que Raúl, el gato, tuviera músculos. Los científicos escaparon e hicieron una nueva formula para que Raúl volviera a ser un animal, pero nunca pudieron. Las personas contrataron a muchos científicos, pero nadie pudo lograrlo. Lo que nadie sabía es que Raúl descubrió la fórmula para volver a su naturaleza animal y ese fue el secreto que hizo que Raúl pudiera ser lo que él quisiera.



El experimento

Alexa Canchola

 

Un sábado por la mañana, una gata muy linda paseaba en un callejón. Iba a dormir en una caja de cartón, pero un niño, llamado Lucas, la recogió y la llevó a su casa. En el camino vio una veterinaria. Él tenía solo 50 pesos para comprarse algo para él, pero tomó la decisión de comprar una camita para la gata. Llegando a su casa puso la camita dentro de una caja de cartón, arropó a la gata y finalmente se fue a dormir. A la mañana siguiente Lucas pensó en un nombre para la gatita. Pensó y pensó: —¡Kally!, gritó.

            —Kally será tu nombre.

            Pasaron los años y Lucas ya tenía que ir a la Universidad. Le encargó la gatita a su mamá, se despidió de ella, de su papá y, por supuesto, de Kally.          Finalmente se fue, pero lo que Lucas no sabía era que ¡su mamá era una científica loca! Y un día ella estaba trabajando con ratas y, ¡oh sorpresa!, ¡Kally fue hacia el ratón justo cuando la mamá lanzó un rayo! El rayo era para convertir a animales en seres humanos. De inmediato Kally se quedó dormida. La madre, asustada, llevó a la gata a su cama y la dejo ahí. Al despertarse, Kally se sintió un tanto rara. Mientras tanto, la madre no sabía cuál era la cura para revertir el rayo. La gata se había transformado en una chica bastante peculiar.

            —Mientras encuentre el antídoto tendrás que vivir como una niña normal, dijo a Kally. Pero el problema era que parecía un gato, mitad del rostro color negro y la otra mitad color blanca, pero aún así era bonita. La señora la mandó a la escuela como a cualquier chica.

            Kally mostró un rendimiento académico estupendo, pues era ágil e inteligente. Al terminar la escuela, Kally vio el callejón donde Lucas la recogió. Se adentró, vio una caja de cartón, se acercó y se quedó dormida. Pasaron varias horas y la madre ya estaba preocupada, por lo cual decidió salir a buscarla.

            La encontró cerca de la escuela, en el callejón, acostada en la caja. La despertó y se fueron a la casa. Pasaron varios meses así y la madre aun no encontraba la cura, en eso Lucas regresó de la universidad.

            —¡Hola, mamá!, ya te extrañaba. ¡¿Y, Kally  ?!

            —Lucas, no te voy a mentir. Te lo voy a contar. Kally ahora es diferente. Bueno, ahora es humana. Mitad gato, ¡perdón!

            —¡¿ Qué?! ¡¿Cómo?!

            —Hice un experimento con ratas y Kally se atravesó y se lanzó hacia la rata gusto cuando lance un rayo ¡lo siento!

            —Mamá, ¿entonces tú eres un tipo de científica, verdad?

            —¡Si, hijo, lo soy!

            —Bueno, el mal ya está hecho, ya no importa si Kally es gata o humano, sigue siendo la misma, igual de cariñosa y linda.

 

Nombre: Alexa Canchola Pérez

Biblioteca: Mario Alberto Lule Jiménez


La aventura de Maya

Ariadna Maite Canchola

 

Maya tiene la personalidad de un gato. Un día, su amiga Emili  la llevó a un restaurante. En el camino estuvo rasguñando y mordiendo todo lo que podía.  Cuando llegaron se robó toda la carne que vio. Maya se fue a su casa, que antes era una casa abandonada. Emili pensó: —La llevaré a la escuela de modales.

            La inscribió en un curso, pero no se fijó en las letras pequeñas que decían: “quien tenga la personalidad de un perro dura un mes y una semana”.  En la escuela de modales le enseñaron a atrapar la pelota y hacer trucos, pero no la enseñaron a leer ni a escribir.

            Emili pensaba que iba muy bien. Pasó el mes con una semana y le avisaron un día que ya estaba lista Maya. Rápidamente fue Emili a la escuela. Para llegar allá tardaba dos horas. Emili estaba muy emocionada porque quería ver a su amiga muy educada. Cuando llegó y vio a Maya, con una correa y babeando, se dio cuenta que la había enviado a una escuela de modales ¡para perros!  Emili buscó y buscó en los papeles de inscripción y ahora sí leyó las letras pequeñas. Decidió entonces enviarla a la escuela correcta.

            Pasaron cinco años y Emili extrañaba mucho a Maya. Emili ya tenía veinte años, finalmente un día le llamaron que la dama estaba lista. Rápidamente fue por ella pero antes pasó a comprar algo de comer. Le compró carne porque antes le encantaba, pero lo que no sabía es que ahora era vegetariana. Cuando llegó por ella, no la reconocía. La buscó y la buscó hasta que Maya la vio y le dijo:

            —Aquí estoy, Emili.

            Ahora era muy educada. Emili le dio la carne que había comprado. Maya dijo:

            — No, gracias, ahora soy vegetariana. Emili no tuvo más remedio que comerse la carne.

             En el camino de regreso, Maya se puso a desinfectar todo el coche porque estaba muy sucio. Maya recordó que tenía que tomar agua cada cinco minutos.   Por fin llegaron al pueblo. Emili la iba a llevar a la casa abandonada. Cuando llegaron, Maya dijo:

            — Esta no es mi casa.

            Maya ahora vivía en una mansión que había comprado en esos últimos cinco años en la escuela de modales. Emili estaba impresionada y por un momento no se lo creyó.

            —Me puedes dejar aquí, tengo mi propio auto.

            Maya era la más educada en ese pueblo y las niñas querían juntarse con ella. Pero Maya no quería porque ahora tenía muy buenos modales. La única amiga que tenía era Emili, porque la había apoyado. Estaba tan agradecida con ella, que Maya le enseñó todos los modales que le habían enseñado.

            Duraron dos años enseñando y aprendiendo. Ellas dos eran las más educadas ahora. Maya se volvió en una maestra de modales. Abrió su propia escuela y todos querían ir con ella. Todo su pueblo estaba educado. Las casas abandonadas ya no estaban vacías. Maya se volvió delegada de su pueblo, mandó construir una mansión para Emili.

            La casa donde había vivido Maya la querían comprar. Su mamá la vio en las noticias y estaba muy orgullosa de ella. Los papás de Maya fueron a su pueblo porque vivían muy lejos, en otra ciudad.

             Compraron un vuelo y se dieron cuenta de que no llevaban el pasaporte. Lo remplazaron por papel de baño y llegaron al pueblo y vivieron felices para siempre, porque Maya por fin había encontrado a sus padres.

 

Ariadna Maite Canchola

Bliblioteca  Mario Alberto Lule Jiménez


Lo diferente a veces es mejor que lo normal

Juan Ángel Vázquez González

 

En la profundidad de las aguas, en una parte obscura y tenebrosa donde ningún marinero se atrevería a entrar, se encontraba varado un barco junto a una isla. En él había un hombre llamado Andrés, quien era muy tierno, alto, apuesto y amable. Pero, a la vez, también era un poco raro, ya que le gustaba sentarse en la orilla de su barco a platicar con algunas ballenas belugas.

            Todos los días realizaba la misma acción y cada vez aumentaba el tiempo en que se quedaba en el barco, platicando con las belugas que estaban en el mar.

            Él era un ser humano diferente a los demás. Mejor dicho, era especial en varios ámbitos pero, lamentablemente, tenía problemas en su físico. Era demasiado grande para caber por las puertas, chocaba con los techos, y tenía una frente muy grande que siempre le estorbaba cuando manejaba.

            Los amigos que Andrés tenía eran muy, pero muy pocos y diferentes a él, pero aun así ellos lo entendían. Cabe mencionar que uno de sus amigos le alquilaba su casa para que se quedara a dormir ya que no tenía un hogar. Pero esa casa siempre tuvo problemas económicos, pues Andrés cada que iba a hacer sus necesidades al baño, se acababa la cantidad de tres papeles de baño. Y siempre que iba a hacer su mandado, compraba grandes paquetes de rollos de papel; por lo que le quedaba poco dinero para las demás necesidades de la casa.

            Andrés no sabía cuál era la razón por la cual era distinto a los demás, acudía a los médicos siempre con la misma pregunta: ¿Por qué soy diferente a los demás?... y siempre regresaba sin una respuesta.

            Él trataba de aceptarse tal y como era, pero siempre con el deseo de convertirse en una persona normal. Y así pasaron los días, las semanas y los meses hasta que, un día, cuando se dirigía al mar a platicar con las ballenas, descubrió con gran asombro que tenían algo en común a él: poseían una enorme frente.

            Andrés pensó que estaba soñando cuando ellas le entendían cuando les hablaba, hasta creyó que quizás se estaba volviendo un poco o, demasiado loco.

            En la noche, una beluga se le apareció en su sueño y le dijo:

            —Hola, Andrés, solo quería decirte que las belugas sí te entendemos cuando platicas con nosotros.

            Rápidamente se levantó, asustado y muy pensativo. ˂˂¿En serio me entenderán? Bueno, mañana averiguaré más sobre el tema ˃˃.

            A la mañana siguiente, entró al buscador Google y despejó sus dudas, descubriendo que él no era el único especial y que existían alrededor de veinticinco personas parecidas a él en el mundo y que, según estudios realizados, tienen la cualidad de que cuando hablan con las belugas, ellas los entienden a la perfección.

            Andrés estaba emocionadísimo y entonces se puso en contacto con las demás personas iguales a él, mediante las redes sociales. Junto con ellos, idearon  un plan para verse todos en un mismo lugar y conversar un poco sobre sus raras y complicadas vidas.

            Se llegó el grandioso día para la reunión, Andrés empacó sus cosas y se dirigió en un taxi sin techo hacia el aeropuerto, ahí se acordó de algo: ˂˂¡olvidé algo muy importante! ¿los rollos de papel?... ¡Nooo, mi pasaporte! ˃˃. Y no tuvo más remedio que regresar rápidamente por él.

            Después de tantas carreras, al llegar al lugar de la reunión, observó que todos estaban emocionadísimos y pronto empezaron a conversas sobre sus vidas. Algunos decían que habían chocado por su frente, otros que se atoraban en el elevador, algunos que tenían que mandarse a hacer ropa especial y, algunos otros, que cuando se metían a las albercas de chapuzón, sacaban toda el agua; entre otras muchas más locuras.

            Cuando comenzaron a comer, todos devoraban los platillos de carne y rápidamente se terminó la comida del restaurante, sólo quedaron algunas verduras que no les apetecían.

            De pronto, a uno de ellos se le ocurrió una idea y la compartió a los demás:       —Oigan quiero que sepan algo, todos estos años me he dedicado e investigar por qué somos diferentes a los demás y por fin el día de ayer encontré la respuesta, ¿quieren saberla?

            —¡Claro que sí!, -exclamaron todos.  

            Entonces les contó:

            —Hace muchos años, cuando los humanos buscaban nuevas formas de vida, empezaron a realizar experimentos de mutación genética en animales y el resultado de esos experimentos somos nosotros.

            Al escuchar eso todos se quedaron plasmados y sin saber qué decir.

            Después de un tiempo de absoluto silencio, Andrés tomó la palabra y dijo:

            —Podremos ser diferentes a los demás y que algunos de ellos nos llamen raros por nuestro físico, pero vean lo que hemos logrado, hemos aprendido cosas que no nos imaginábamos como…

            —¡Aprender a escribir!, -gritó alguien de atrás y todos se carcajearon.

            Luego Andrés continuó:

            —Bueno, aparte de escribir y hablar el idioma de los humanos, hemos logrado adaptarnos a un entorno nuevo y tener sentimientos en nuestro interior, sentimientos que hoy estamos mostrando cómo expresar: nuestra felicidad, tristeza, compartir las ideas, llegar a acuerdos y disfrutar la vida y la naturaleza.

            De pronto, unos fuertes ruidos se escucharon afuera del restaurante. Eran sujetos del gobierno que estaban dispuestos a aniquilarlos uno a uno, por ser un experimento genético fallido. Antes de que terminaran con sus vidas, lograron despedirse los unos de los otros.

            En una carta que dejó Andrés, antes de tomar aquel último vuelo, escribió: “Soy diferente y eso me hace único, pero soy feliz.”

            Y si se preguntan qué pasó con los marineros que veían a Andrés sentado en su barco, cuando hablaba con las belugas, les diré que, después de su muerte, lo comenzaron a extrañar y ya sin miedo, sino con valentía, entraron a ese lugar maravilloso y decidieron que cada día un marinero diferente platicaría  con las belugas, aunque ellas no entendieran su lenguaje.

            Así pasó el tiempo y ellas seguían visitando el mismo lugar, por el tierno recuerdo de su amigo Andrés.

 

Juan Ángel Vázquez González

Biblioteca Lic. Federico Medrano Valdivia

Purísima del Rincón

 

Todo es posible

Carla Regina Guerrero

 

Sheccid era una niña de doce años. Realmente su tamaño era diminuto. Es muy inteligente e ingeniosa. Acostumbraba ir por las mañanas a la escuela, se quedaba cerca de una ventana sin que nadie la viera, aunque estaba deseosa de tener amigos;  iba a todas las clases de español, pues tenía muchas ganas de aprender a leer y escribir.

            Por las tardes iba por las calles en busca de alimentos. Por lo regular siempre iba directo a los restaurantes, pues en la cocina hay mucha comida. Siempre se escabullía al almacén de comida por una ventana. Los cocineros siempre estaban muy ocupados y ella pasaba sin ningún problema. Cuando le sobraba tiempo iba a la biblioteca a practicar su lectura en un rinconcito, sin que nadie la viera.

            Un día, mientras leía, esta vez detrás de unos libros, un niño tomó un libro de donde estaba escondida y la miró, Sheccid no supo qué hacer; estaba tan asustada que salió huyendo y regresó a su árbol en el que tenía una pequeña casa echa de hojas y plantas largas.

            A la mañana siguiente, cuando regresó a la biblioteca, encontró al  mismo niño. Esta vez no huyó, el niño la tomó y la puso en su mochila y salió  corriendo. Sheccid estaba muy asustada. Por fin se detuvo el niño y abrió la mochila. Puso a la pequeña en la palma de su mano y se quedó observándola. Sheccid seguía temerosa, el niño dijo:

            —Hola, me llamo Mendel, tengo muchas preguntas para ti: ¿Cómo te llamas?, ¿de dónde eres?, ¿dónde vives? Mendel estaba muy entusiasmado.

            Sheccid se alegró un poco, pues pensó que con suerte y tendría un  amigo, pero seguía asustada.                                                                                      

            Mendel volvió a hablar:

            —Te voy a dejar aquí, debes tener hambre o sed. Te voy a traer algo, prométeme que no te vas a ir.

            Sheccid dijo que si, la puso en un lugar muy cómodo. Ella se sentía feliz, nunca había estado en un lugar como ése. Era la cama de Mendel, él se fue y trajo  agua y comida para alimentar a la chica, luego Mendel volvió a preguntar:

            —¿Cómo te llamas?

            —Sheccid, -contesté tímidamente.                                   

            —Lindo nombre, creo te gusta leer.

            —Sí, me gusta, también quiero aprender a escribir.

            —Si gustas, yo te puedo enseñar.

            —¿En serio? Eso sería muy amable de tu parte.

            —No te preocupes, me gusta ayudar a las personas; es hora de irse a casa, o si prefieres puedes quedarte aquí, mi hermana tiene una casa de muñecas y ropa pequeña. Estoy seguro de que te quedarán muy bien. Ella ya no la usa.

            —Me quedaré y espero no incomodar.

            —No es ninguna molestia, además ya somos amigos y los amigos se ayudan mutuamente.

            A la mañana siguiente Mendel iría a la escuela. Sheccid le pidió que la llevara y el aceptó. La llevó dentro de su mochila. Al llegar, el profesor ya estaba comenzando la clase. Los dos muy atentos lo escucharon. A la hora del receso ella estaba asombrada. Pidió le presentara a más niños pues quería tener muchos amigos. Mendel reunió a un grupo de compañeros y les dijo:

            —Les  voy a presentar a una amiga, se llama Sheccid.

            Los compañeros, al verla, se echaron a reír y comenzaron a decir un poco burlones:

            —Tu amiga… ¿qué es?, ¿un duende?

            —¡No, creo que es un gnomo!

            Sheccid se sintió triste por las palabras que le dijeron. Se fue de ese lugar sin que Mendel se diera cuenta. Al llegar a su casa Mendel no miró a su amiga y se puso triste y preocupado. Justo en ese momento oyó una dulce voz, era Sheccid. Estaba allí escondida debajo de la cama. Al verla, dibujó una sonrisa en su rostro.

            —No te sientas triste, en el fondo no son malas personas, solo que a veces    no actúan de la mejor manera. Mañana hablaré con ellos para que se disculpen porque te ofendieron y juzgaron sin conocerte.

            Al día siguiente, cuando fueron a la escuela, antes de que Mendel dijera palabra, los compañeros se disculparon pues así les dicto su corazón. Pidieron que la pequeña Sheccid se quedara en la escuela como un alumno más.

            El sueño de sheccid fue concedido: tener amigos, aprender a leer, a escribir y, lo más importante, ya no tener que esconderse de los demás.

                      

Carla Regina Guerrero Delgado

Biblioteca María del Carmen Hernández Garavito

Juventino Rosas


Un mundo especial

María Fernanda Mena López

 

Todos vivimos en lugares completamente distintos que para los demás puede que sean raros, pero el caso de Julia era totalmente sorprendente.

            Resulta que de bebé se fue a un viaje  con sus padres, a lo más alto de la montaña, en un globo aerostático. Un fuerte accidente ocurrió ahí. Por desgracia los padres murieron, pero ella corrió con un poco más de suerte. Las águilas que vivían por ahí la rescataron. Desde ese entonces Julia se convirtió en un miembro más de la familia de aves aunque no era una de ellas.

            Logró adaptarse con facilidad, ya que en ese entonces era muy pequeña e inocente como para tenerle miedo a semejantes aves, como lo haría un adulto normal. Aprendió muchísimas cosas, como cazar. Esa era su actividad preferida pues se montaba en las águilas y volaba por los cielos.

            La mayoría ha de pensar que como Julia creció con águilas comía como ellas, pues resulta que no. Desde el principio las grandes aves sabían que era muy diferente a ellas y que tendrían que cuidarla y procurarla hasta que ella pudiese tener una vida normal. Ellas son demasiado inteligentes, lo que hacían era observar lo que hacían las personas e imitarlo para Julia. Algunos de sus actos no eran tan correctos, como robar la comida de las personas día con día para llevarla a la montaña. Lo mismo hacían con ropa y cosas que su cría pudiese necesitar. Estaban demasiado informadas para solo ser águilas, era  sorprendente.

            Todo marchaba de maravilla, hasta que pasó el tiempo y se dieron cuenta de que la pequeña niña que habían rescatado ya se había convertido en una adolescente. Sabemos que esta etapa de la vida es complicada para las chicas y chicos, ahora imagínense vivir con águilas y en una montaña.

            El primer problema era que las águilas ya no podían llevar cargada a Julia, pues era muy alta y un poco pesada. Pero era solo de músculo ya que se había convertido en una gran deportista al subir y bajar la montaña por muchas veces. Porque las aves no estaban disponibles siempre para ella. El hecho de que ya  no la pudieran cargar le provocaba muchísima tristeza, se sentía confundida e incomprendida

            El siguiente problema era que tenía que hallar la manera de ingresar a una escuela, para poder aprender a leer y escribir ya que nunca lo  había hecho.

            Una mañana se levantó muy temprano y decidió que resolvería todos sus  problemas. Aunque no lo crean, ese mismo día consiguió ingresar a una escuela. Estaba demasiado feliz por eso. Tiempo después su progreso se iba notando ya que era muy lista y esa inteligencia que tenía también la utilizó para resolver su problema principal. Con la ayuda de su maestra abrió un Facebook. El plan era que por cada amigo que tuviese sería una noche para dormir en la casa de cada uno de ellos.

            En cuanto le aceptaban la solicitud, lo primero que  preguntaba es que si podía dormir en su casa. Algunos respondían que sí, despreocupadamente. Otros la tomaban por loca y otros tantos la bloqueaban, pues pensaban que les quería hacer algo. Pronto se dio cuenta de que esa tal vez no era la mejor opción para la solución de su problema.

            Julia no se daría por vencida tan fácil, por lo que armaría un nuevo plan.

            Pensaba y pensaba qué podía hacer, pero no se le ocurría nada en lo absoluto. Le pidió ideas a sus compañeros de clase y a éstos se les hacia una locura el que viviese en una montaña, por eso nunca le hablaban. También le preguntó a las águilas, pero la verdad no supieron qué decirle.

            Cuando volvía de la escuela vio un anuncio de un  parque de diversiones en donde habían tirolesas, ¡¡tirolesas!!  Esa era la solución. Lo que quedaba de la tarde se dedicó a construir una tirolesa para poder bajar rápidamente y así no tener más problemas de transporte. Estaba demasiado feliz y emocionada por

bajar, cuando se dio cuenta de que no podría subir por ahí mismo y se puso a llorar porque sentía que nada le salía bien. Al final del día se resignó, pensaba que tendría que subir y bajar todos los días por siempre, cuando de pronto comenzó a oír el relincho de un caballo. Salió a ver qué es lo que estaba pasando y se encontró con un bello caballo blanco de hermosos ojos que estaba herido y también perdido.

            Sintió la necesidad de ayudarlo, como a ella alguna vez la habían ayudado. Decidió llevarlo a un mejor lugar y curarlo. Un mes después el caballo ya se había recuperado y sentía un inmenso amor por Julia, su nueva dueña. Desde ese entonces no tuvo que pensar más en cómo subir y bajar la montaña, ya que el caballo la acompañaba a todos lados volviéndose su mejor amigo hasta el final.                                                                                                                                                       Las aves se llenaron de orgullo y alegría al ver que Julia, por fin, era inmensamente feliz.

 

María Fernanda Mena López 

Biblioteca: Federico Medrano Valdivia

Purísima del Rincón, Gto.




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