domingo, 19 de junio de 2016

DÍA DEL PADRE


DÍA DEL PADRE

¡Qué padre escribir por este motivo!
La mayoría de las personas escribimos algo para celebrar a las madres el Diez de Mayo, pero pocas veces para el día del padre. El padre es la figura más importante de una familia, pero no sería así si no tuviera la cercanía de una madre. El padre es quien tradicionalmente lleva el sustento para los hijos, esto no sería posible de no haber una mamá a quién agradecerle por esas vidas. El papá es el hombre fuerte, que protege y da seguridad a todos los miembros de su familia, pero también pide ayuda a su esposa cuando no sabe cómo hacer algo. Es también quien usualmente repara los desperfectos que hay en casa, pero casi siempre motivado por agradar y ayudar a la mamá. Es una persona trabajadora, con un sueldo o ingresos por un oficio, pero lo comparte con su esposa quien -si no tiene también un empleo- no recibe una remuneración económica por todo lo que hace en casa. El padre es firme en sus decisiones, pero algo débil cuando da permiso a sus hijas para ir a una fiesta. Es un héroe para sus pequeños, pero igual tiene que ir al baño. Es un roble a la hora de llamar la atención a sus hijos, pero también llora cuando alguno de ellos sufre. Por eso y por lo que desconocemos de nuestro papá… regalémosle un ramo de flores. También ellos tienen sentimientos. Cantemos las mañanitas, él también disfruta de la música. ¿Por qué no un pastel?, sin duda alguna él también ayuda en la cocina. ¡Que la igualdad en el amor no haga distinciones! Digámosle que le amamos. Honremos su memoria, al saber que fue elegido para darnos vida por parte de El Eterno. Démosle gracias, siempre, por su existencia y retribuyamos con amor sus desvelos. Démosle la mano, cuando su andar se vuelva lento. Con paciencia aceptemos sus fallas cuando las fuerzas le abandonen. Imitemos sus virtudes para fortalecer nuestras carencias. ¡Felicidades, papá!
¡¡¡MUCHAS FELICIDADES  A TODOS LOS PAPÁS DEL MUNDO, EN SU DÍA!!!
José Arturo Grimaldo Méndez

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LA GUITARRA GUARDARÁ SILENCIO
Lalo Vázquez G.

La guitarra guardará silencio.
Hace apenas unos segundos
tu corazón latía
y ya estás tan lejos,
muy fuera de mi alcance.

Tu cuerpo tibio permanece aquí,
pero ya no estás para moverlo.
La hermosa sonrisa de tu rostro
no volverá nunca más.

Mi corazón se derrite como una vela
casi por extinguir su luz.
El mundo entero se ve triste
y más grande aún el vacío.

Lloraré cada vez que te recuerde,
cuando alguien pregunte por ti,
cuando lea tus versos,
y escuche tus canciones.

Extrañaré tu voz y tu alegría.
Tus gritos y reclamos.
Los acertados consejos
y los merecidos regaños.

La guitarra guardará silencio.
Tus poemas tomarán fuerza.
Mis lágrimas brotarán calladas.
Y mi amor se quedará guardado.

Lo triste no es que te vas,
lo triste es que me quedo a llorarte.
No puedo irme contigo.
Lo triste, es que me quedo sin ti.



UN HÉROE MORTAL
José Arturo Grimaldo Méndez

Creí que nunca se iría de mi lado y tuvo que volar al infinito para seguir llenando de consuelo a corazones abatidos. Pensé que no escucharía más la voz de mi conciencia y ahora es cuando más responde a las interrogantes del por qué ya no está entre nosotros. Sentí que el mundo se me vendría encima al no tener sus brazos para sostenerlo, en cada dificultad y embates del viento cargado de presagios y sinsabores. Imaginé verlo aún por los senderos de la vida, asoleando sus penas y fracasos; recogiendo  triunfos e ilusiones. Vi que la fuerza del alma abandonaba su templo y era conducido al Tabernáculo eterno. Contemplé su desesperanza y apego al amor terreno, a las flores y al cariño de sus brotes de olivo. Conocí sus gustos y aficiones por el aire a campo libre, por la diversión y la salud del cuerpo y del espíritu. Supe de sus noches de desvelo ante la incertidumbre de los buenos tiempos; de sueños no conciliados por los gritos de faenas desesperadas de amor. Contemplé las bofetadas que le dio el implacable tiempo: En el rostro, en sus manos, en sus pies y en el alma. Me llenó de orgullo su valentía y su honestidad. La paciencia y su ternura. La sabiduría que le dio la vida. La lealtad robada al amigo verdadero. Saciado quedé de su paciencia y satisfecho de su confianza en lo supremo. Mi padre es un  héroe de carne y hueso al que intento imitar. No usa antifaz porque nada oculta. Vuela sin capa, porque Dios le dio unas alas. Lucha por mi felicidad y está presto a mi llamado. Es mi amigo, mi confidente, mi ejemplo. Me dio del origen de mi existencia. Fuente de inspiración en mi actuar. Por eso y por todo lo que no le dije, que el mundo perdone mi atrevimiento de gritar en toda dirección y a pulmón abierto: ¡¡¡Te amo, papá!!! Te quiero, amigo. ¡Te necesito, mi héroe mortal!

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AUSENCIA
María Guadalupe Rivera Núñez

A la memoria de mi padre: Juan Rivera Nieto

Mi alma se duele de amor… no del que toma mi cuerpo para llevarlo a la pasión y cuyo abrazo me seduce hasta perder la consciencia. No por el amor que derrama mis lágrimas con la indiferencia y condiciona su entrega a ser correspondido. Sufro, no por la voz dulce ladrona de mis deseos, o por los ojos que cautivan mi mirada para conducirme hacia una realidad de misterio y espejismo. Hoy lloro por la presencia que me tomó del brazo para enseñarme a caminar y secó mis lágrimas después de una caída. Extraño la palabra que apartó de mi mente la confusión de ideas y plantó mis pies en tierra firme… Ya no siento la mano consejera, compañera y amiga en la búsqueda de mi destino. Ansío el beso febril depositado en mi frente para despejar el dolor en mi vida. Suspiro por el fervor maestro de mis luchas y la explosión de alegría al vencer una batalla. Sufro el abandono del abrazo en la derrota y la pérdida de la conmoción espiritual a nunca rendirse. No puedo mirarme en esa visión mezcla de paciencia y rectitud. Ya no tengo sus frases para replicar en mis versos, mas me quedan sus canciones para alimentar mi alma. ¡Muero en su ausencia!... Debo seguir… su amor prevalece en mí, en mis recuerdos, en mi actuar… con cada latido de mi corazón, vivirá. Llevo su huella en mis entrañas pues soy su hija, él fue y es… mi padre.

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UN GRAN HOMBRE
Rosaura Tamayo Ochoa

Mi padre, ya con 65 años, no dejaba de trabajar. Diario viajaba a Irapuato y llegaba ya en la noche. Un día le pregunté:
— Papá, ¿por qué vas a Irapuato diario?, podrías ir sólo unos días. Allá se encarga tu hijo Eduardo de todos los pendientes, así sólo irías a supervisar. —y me contestó:
—No puedo dejar de ir, me necesitan en el trabajo.
Pasaron un par de años, yo le volvía a cuestionar los viajes diarios y él me contestaba lo mismo. Un día el médico le dijo que manejaba un tráiler con el motor de un Bocho, que le bajara a su ritmo de trabajo. Y finalmente le dio una embolia. A los quince días llego el trágico desenlace que nadie esperaba. Murió un 12 de Diciembre. Se fue con el festejo de la virgen de Guadalupe. Ella sabía de su devoción y cada año siempre la festejaba. Ese día el festejo fue en su regazo, con mañanitas y flores celestiales. Después de un tiempo de llorar sin consuelo su pérdida y partida, de quedarme sola con mis hijos, comprendí que el motor que lo llevaba a viajar diariamente eran precisamente sus hijos. No quería dejarlos desamparados. Quería darles mucho más de lo que sus fuerzas le dieran. Ese era mi padre, un hombre trabajador, altruista, humano, hijo ejemplar con un enorme amor a su esposa e hijos. Siempre quise a mi padre mucho. Decían que mi carácter era parecido al de él. Ahora, a casi 20 años de su partida, siento que lo quiero aún más y que vive siempre en mi corazón. En este corazón lleno de cariño a ese padre que lo movía principalmente el amor a los hijos y a su familia.



ESTAS LLUVIAS NO SON COMO LAS DE ANTES
Rafael Aguilera Mendoza

Ahora que mis días son un río
y mi mente paloma de un diluvio,
agarro mis recuerdos con mi dientes.
Recuerdo aquel solar con sus nopales
donde tamborileaba a paso de hombre
el aguacero célibe de mayo.
El aguacero de mis días, un río
que hacía brotar con su fulgor de magia
verdores que a mi infancia perfumaron:
dientes de león, retamas, higuerillas.
Y mis ojos tan niños se asombraban
del vuelo por radar de los murciélagos.
Y cómo en una noche me danzaron
al compás de su lumbre las luciérnagas.
Estas lluvias no son como las de antes,
llegan tarde y se van antes del alba,
pero aún así sus brisas me transportan
al tiempo de mis años infantiles
a mirar a mi padre en sus afanes
en su zapatearía montando aquellas hormas.
Y el martillo golpeando sus rodillas.
Lo siento ahora aquí y en carne propia.
¡Dulce dolencia de no haberle dicho
a tiempo y en su tiempo que lo amaba!

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POR SIEMPRE
Laura Margarita Medina Vega

Padre, cuando era niña le pedí al universo un puñado de estrellas. Y que cada una de ellas fuera un regalo para ti. El deseo que más le pedí fue que nunca murieras. Y esto lo hice día a día antes de irme a dormir. Nunca imaginé que hoy tendría el valor de recordarte sin que mi corazón rodara por el suelo. Pero es difícil desenterrar los recuerdos que desmoronan cada célula de mi ser. Dentro de mi inocencia, de niña, pensé que tú lo lograbas todo y que nada te pasaría. Mas los años debilitaron tu salud y tu paso por la vida se volvió lento.  Llevarte de mi brazo me llenaba de orgullo. Escuchar tus historias alegraban mis tardes, y verte sentado en el sillón donde leías, me daba paz. Era muy feliz a tu lado, hasta que una noche una nube negra desató la peor tormenta de mi corazón, te vi muy enfermo. Desde la ventana de la habitación le rogué al cielo que te dejara conmigo, nadie me escuchó. El tiempo reclamó tu cuerpo. Se quedó en una lápida fría en una tarde de invierno. Y te dije: “hasta luego”. No lloro porque tu amor no se ha ido. Está en el consuelo de la espera de volverte a abrazar de nuevo y besarte mil veces. Desde donde estés sabes que sonrío cuando miro tu foto, porque algún día estaremos juntos de nuevo, y esta vez… por siempre.

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CHARLA POSTERGADA
Javier Mendoza

Papá, ¡cuántas veces dejamos para después esta plática!  Era lógico, el maldito trabajo y el cansancio no te daban tiempo para mí.  Hoy por fin, en medio de esta quietud se nos da esa oportunidad, aunque ya pasaron mi niñez y juventud, en donde no tuve en tu persona un amigo o un confidente.  Ahora lo entiendo, fuiste educado en otra época, bajo el machismo y ese miedo a demostrar los sentimientos.  Como todo un líder, tenías que gritar y con voz firme guiar un hogar, pero creo que se te olvidó que yo sólo era un niño, que más que una orden o un castigo, necesitaba una palabra de cariño.
            Cuando crecí y fui padre comprendí lo ingrato que es ser el jefe de la casa, siempre opacado por el enorme y natural amor que surge para la madre y mujer; presionado por la sociedad que impone roles, en ocasiones tan injustos como inquebrantables.  En el caso de un hombre, el deber de ser fuerte y hasta insensible.  Todo aunado a inmisericordes gastos y necesidades que obligaban a un esfuerzo extra.  Quizá por eso tu gran ausencia se sentían tanto en el hogar; largas horas de cansancio en un esclavizante trabajo, al que odiaba tanto porque borraba la sonrisa de tu rostro.  Lo más lamentable fue cuando, sin percatarnos, tu privilegiado lugar fue ocupado por ese adictivo aparato llamado televisión.
            ¿Recuerdas mi adolescencia?  Etapa difícil que nos llevó a enfrentarnos contantemente por permisos, diferencias y un abismo que había entre nuestras generaciones.  Fue imposible tener un amigo en ti, sin embargo, con qué facilidad nos convertimos en enemigos.  Confieso que en algún momento creí odiarte.   Y sinceramente, no sé si ya lo superé.
            La juventud me hizo un tanto indiferente a tus primeras canas y arrugas, mucho más a tus consejos.  Creí que necesitaba fiestas, amigos y mujeres; no las palabras de un padre.   
            ¡Qué ironía que después los años me hayan dado madurez, y a ti, pesadez y el tiempo de sobra para sentarte con calma en el sillón, deseando tanto hablar conmigo!  Pero créemelo, mis niños, el trabajo, las ocupaciones… no tenía oportunidad.

            Hoy aquí, frente a tu tumba, hay el silencio suficiente para por fin dirigirme a ti y decirte lo que nunca antes pude: que te quiero papá.  Desearía quedarme a conversar un poco más contigo, pues hay mucho que quisiera que escucharas, pero mis hijos me esperan y no debo postergar una charla con ellos. 


*Textos publicados en El Sol del Bajío, domingo 19 de junio de 2016.

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