domingo, 19 de febrero de 2017

EN ESTA CARTA QUE VOY A ESCRIBIR 2ª Parte


EN ESTA CARTA QUE VOY A ESCRIBIR
2ª Parte

“Mi ángel, mi todo, mi yo mismo... por qué este profundo dolor...” Escribió Ludwig van Beethoven a su “amada inmortal”, a quien no identifica en la carta y él solo firmó con “L”. Tal vez eso era parte del maravilloso ritual de la correspondencia epistolar, que se ha perdido casi por completo. Escribir con lápiz, pluma o bolígrafo sobre un papel donde aparecían pequeñas manchas llamadas letras y verlas llenar hoja tras hoja formaban la magia de transmitir nuestros pensamientos y emociones a un elemento que mutaba –como piedra filosofal- de papel a oro. Oro que se enviaba por correo con la incertidumbre de cuándo llegaría a su destino o incluso si alguna vez llegaría (ya conocemos la calidad del servicio). Pasaban semanas o meses para conocer si nuestro anhelo del corazón tenía correspondencia o la emoción era solamente una ruta en un solo sentido. A veces no se firmaban las cartas, el destinatario debía saber o intuir quién era el remitente. Era un eterno juego de adivinar sin adivinar. Por eso hemos pedido a compañeros escritores que envíen cartas de amor a quien corresponda. Es para ti, estimado lector, lectora, de parte de quien usted imagine. Vale.
Julio Edgar Méndez



ARCHIDUQUESA
Antes de que se vaya, quería decirle: la quiero. Pero no lo tome en serio, cójalo como quien le profiere indiferencia en el camino o le lanza un piropo en la calle. Pretendía lo supiera sin que quede constancia de ello porque no espero repuesta, ni siquiera consideración. Aunque nunca la voy a tener, ni como patética esperanza, con solo pensarla, la quiero y le expongo mi desventura: Me enamoré de usted como se enamora el agua de una gota de aceite a la cual envuelve toda sin perturbarla, sin confundirse con ella, solo para en la cercanía descifrarla, olerla, sentir su roce y al final, dejarla ir. Se me metió hasta la cocina y lo sabe, lo que ignora es la vana voluntad que puedo desgastar por olvidarla sin fortuna y para al final decidir mejor dejar su recuerdo intacto.
Pero nuevamente antes de alzar el vuelo debo repetirle cuanto la quiero y que la necesito al igual que el arrebol al cielo para existir. Por eso solo le pido un consuelo al partir: camine del lado del sol. No aspiro a que cuando se me seque su recuerdo, sea porque se me oxidó la memoria de tanto llorarla. Y anhelo, si es posible, al llegarle la indiferencia, un diluvio universal le inunde de nuevo de mí la memoria. De tanta humedad le nacerán rosas a mi tristeza para que si regresa, pueda regalarle un ramo de lágrimas. Si vuelve, juro que se hermanarán conmigo todas las alegrías del mundo y hasta le pondrán mi nombre a la locura.
Nunca debe dudar también que con solo recordarme: la quiero. Por eso no me olvide.
Antes de que me vaya quería reiterarle: la quiero.
Su atento y seguro servidor.
Victor Hugo Pérez Nieto



CARTA A MI HERMANA:
¡Hola, Manita! Te escribo en mi cumpleaños para decirte que me haces mucha falta. Hubiera sido genial tenerte cerca para contarte mis cosas. ¿Te imaginas? A diario podríamos platicar de los amigos, de las clases o del vecino que me gusta.
A lo mejor allá donde estás no te enteras de las broncas que hay en la casa. ¡Qué te va a  importar nuestra vida! Por el trabajo de papá nos cambiamos muy seguido de ciudad. Cada vez debo acostumbrarme a una nueva escuela, a otros compañeros y a dormir en un cuarto diferente. Siempre extraño lo que dejé atrás. Mi mamá sigue de pleito con papá porque él es muy coscolino. Ella dice que tiene que hacerle “marcaje personal”. Significa que debe cuidarlo mucho. Lo aclaro pues seguro no entiendes sus dichos. Ella se convirtió, para ti, en una desconocida. 
¿Sabes lo que dicen de los hermanos gemelos? Que tienen una conexión muy especial. Me hubiera gustado comprobarlo, sentir lo mismo que tú, adivinar tus pensamientos y tú los míos.  Imagino que por nuestro parecido físico nos confundirían. Claro que yo sería la más bonita. Las personas nos harían bromas tontas como que yo soy Clara y tú eres Yema.  Tal vez,  presentarías el examen de álgebra en mi lugar. ¡Qué divertido sería engañar a los maestros!  ¿No crees?
No te ofendas pero, pienso que fuiste muy cobarde por abandonarnos. Tuviste miedo de formar parte de esta familia, que aunque disfuncional, somos una familia. De aquí nadie te corrió, te corriste sola. Hubiéramos sido cómplices y grandes amigas. Yo tendría con quién pelear cuando estuviera de mal humor por la regla. Y por las noches,  nos reiríamos de tonterías  hasta que nos doliera la panza. Luego, mamá gritaría: “¡Ya apaguen la luz y duérmanse!”. Te perdiste la diversión por tu cobardía. Escuché que cada uno decidimos si nacemos o no. Tú no quisiste hacerlo y me dejaste sola en el vientre de mamá. Tan campante te marchaste, dejándome ser la única gemela sobreviviente. 
Patricia Ruiz Hernández



Celaya, Gto., a 13 de febrero de 2017.
A mi peor enemigo:
Estoy sentada frente a la computadora y he tardado un mundo de tiempo en poder atreverme a escribirte esta carta.
En primer lugar, no sabía si decirte todo lo que he sentido durante estos años, en los que las ofensas hacia mi persona han sido constantes. 
No sabía si debía guardarme alguna o decirlo todo.
Además, quería conocer el motivo real para dirigirte esta carta.  Me preguntaba, al mismo tiempo, si hacerla en la computadora o escribirla de mi puño y letra para darle más fuerza y veracidad. Pero, me he decidido y aquí estoy comenzando a decirte todo lo que siento.
Mi propósito más íntimo es que, con las revelaciones y reproches que te voy a externar, pueda limpiar mi alma de todos estos malos sentimientos que albergo en relación a ti. En realidad, te culpo de todo el mal que me has hecho, tal vez inconscientemente, pero al final el daño se llevó a cabo.
Recuerdo cuando era niña y me comparabas con mis hermanos. Para ti resultaban mejores estudiantes, más guapos, menos rebeldes, más queridos y aceptados por los abuelos y los tíos.
También, viene a mi mente cuando me decías que la profesión que quería estudiar no me daría para vivir. Pero, aún así, la amaba.
Te acuerdas todas las veces que me recriminaste al querer hacer algo nuevo y no podía hacerlo de óptima manera; me recalcabas lo inútil que era y que jamás lograría la perfección.
No olvidaré esa noche, en casa de mi tía Juanita, me pusiste un adjetivo que me da pena repetirlo en esta carta, por tan sólo querer volar y ser libre como el viento.
Por fortuna, llegó el momento en que no me importaron tus juicios. Entonces inicié el oficio de la escritura; aunque desconfiabas de mi destreza y mis errores los remarcabas cada vez con más dureza.
Segura estoy que no te convenía que, por primera vez, no te hiciera caso y tratara de abandonarte, aunque fuera con la imaginación.
Sin embargo, me quedé y te reté. Comencé a borrar todos esos conceptos preconcebidos con los que me calificaste. Y, cuando te me acercabas al oído para criticarme, me enfrenté a ti y en lugar de fastidiarme como antes, me hacías más fuerte.
Ahora, sin embargo, te doy las gracias porque debido a la continua descalificación que vertiste sobre mí, soy la persona que soy.
Por último, quiero decirte que te perdono y que nada me debes.  Al contrario, te agradezco toda la vida que has pasado a mi lado, aunque si este dolor lo hubiese canalizado por otro conducto, hubiese sido mejor para ambos.
Me despido de ti, mi peor enemigo.
Con gratitud, Soco Uribe.
PD: En este momento enviaré a mi correo electrónico esta carta para mañana, que es día del amor y la amistad, abrirla y perdonarme por todo lo que me he hecho.



QUERIDO HIJO:
Posiblemente te estés preguntando porque hice lo que hice. Seguro dirás que fui una cobarde y el dolor ahogará tu pecho, no te dije nada de mi partida, si te lo hubiese dicho tú  no lo hubieras permitido y eso no era posible. Tenía que irme.
 Te dejo esta carta de despedida, sé que no aliviará tu sentir pero quiero decirte que te amo más que nadie, aunque tú no lo entiendas en este momento. Desde que naciste me juré hacerte feliz y es lo que estoy haciendo, te regalo vida para que realices tus sueños, no podré ir a tu graduación pero estaré feliz de que cumplas una meta, no te llevaré al altar cuando jures amor eterno a quien te dará  hijos. No celebraremos juntos tu cumpleaños, pero lo importante es que los celebrarás y yo, desde donde esté, seré feliz por ti. No llores por mí, lo que hice lo hice por ti y por el gran amor que te tengo, déjame decirte que eres lo más bello y lo más importante que me pasó en la vida. Por eso te regalo mi corazón que  vivirá dentro de ti, ya no vivirás esos ataques de ansiedad y taquicardia que tanto te debilitaban, ahora estarás fuerte y seguirás viviendo para cumplir anhelos. Hasta pronto amado hijo, en otra vida nos volveremos a encontrar, ahora ve y disfruta de ésta y se feliz que tu felicidad es la mía, porque vivo en ti.
ATENTAMENTE
Tu mamá.
Vero Salazar
P.D. No sufrí, todo fue meticulosamente planeado.



EL TÍTULO DE ESTE POEMA
Podría ser cualquier parte de tu cuerpo,
tus ojos, tus labios.
Tu cintura o tus piernas.
El título de este poema podrías ser tú.
Tus problemas o los míos.
Incluso lo menguante de la luna.
Éste poema es para ti,
tanto como es mío.
La curva de tu sonrisa,
el bailar de tus caderas.
Algo que al leer
sepas que es tuyo.
Puede ser el sonido de tu voz.
La sensación de tus besos en mi rostro,
tus manos sobre las mías.
Tu cuerpo junto al mío.
Tu caminar o tu sonrisa nerviosa.
El peinado sin esfuerzo.
Podría alargar este título,
tanto como las cosas que veo en ti.
Tu nombre, letra por letra.
La talla de tu camisa,
la marca de tu pantalón.
O el café que tanto te gusta
Puedes ser un desastre en mí.
Un tornado o una tormenta.
Lo extraño es
que siempre tengo calma.
Este huracán tiene nombre,
apellido y número telefónico.
El título de este poema eres tú.
Por: Víctor Manuel García




VOLVER A VERTE
es tocarle las alas a un ángel
tomar agua fresca desde los espejismos
nadar entre tiburones abstemios.
Pero tocarte, mirarme de nuevo en tus pupilas
es igual a besar en la boca al dios de todos los ritos.
Mujer manzana, mujer vino
crisol en cascada de oro
llama de nube
relámpago
sueño.
Una ausencia de siglos
un candil encendido por siempre
vereda, río, océano donde derramo mi savia.
Mujer árbol, mujer planta
mujer sueño.


Para Mayra, desde entonces y hasta siempre. JEM


*Textos publicados en El Sol del Bajío. Celaya, Gto.

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