DIEZMO
DE PALABRAS
Fundador:
Herminio Martínez
HERMINIO
“EL HABITANTE DE MACHIGUA”
La
poesía y la narrativa rara vez convergen en un ejercicio creativo. La poesía
construye al objeto, no lo describe; lo adorna, lo acecha en secreto, lo
aprehende y lo simboliza con la palabra. Traslapa su significado y le pone fin
en dos destinos. Lo desnuda, le quita todo lo superfluo, lo que no sirve y lo
muestra para que se le conozca tal como es. También le adorna y lo viste para
facilitar su comprensión. La poesía mueve al lector, enriquece su espíritu,
modifica su ser.
La
narrativa es el archivo de la cotidianidad, el referente escrito de nuestra
existencia, el depositario de la historia del presente. Toma al entorno y lo
plasma en un libro, con instrucciones precisas para explicar los misterios del
universo. Ejemplifica el cosmos a través de un hilo donde cuelgan las palabras.
El lector elige, toma las que más le gusten y las hace suyas. Con ellas
construye su nuevo mundo y su comprensión.
La
poesía es una derivada que tiende hacia la brevedad, hacia cero; en cambio la
narrativa, por su naturaleza, tiende hacia el infinito. Son dos semi-paralelas
que casi nunca convergen.
Herminio
Martínez fue un hombre tocado por DIOS, le sopló en la frente el conocimiento y
la capacidad de combinar la poesía y la narrativa. -Yo soy un narrador por
vocación –me comentó un día en que platicamos- la poesía me ayuda a sobrevivir,
busco los premios para mantenerme económicamente.
Me
acerqué a su obra por sus versos, le admiraba su excelencia poética, podía
combinar la sencillez con la complejidad en sus letras; hasta su hablar era
poético. Una tarde, en la Casa del Diezmo, empezó a llover ligeramente y su
hija, Lluvia, se divertía en el patio con el agua caída del cielo. El maestro suspendió
su plática y nos dijo: –El agua se divierte con la lluvia- en alusión a su
hija.
Es
difícil comprender cómo lograba desprenderse de su abducción poética y regresar
completo a su narrativa; el arrobo, el trance en el que te atrapa la creación
es diferente entre un género literario y otro. Me sorprende la facilidad y la maestría, propia de un
genio, de llevar a cabo el tránsito de versos y llegar a la tierra de
“Machigua”, el lugar de todos. La escritura en cualquiera de sus facetas va más
allá de la finalidad de quien escribe, supera la necesidad del autor y va
dirigida hacia los lectores.
El
mejor homenaje para Herminio es tomar sus libros y leerlos, que el olvido no
borre sus letras y su paso por esta vida, ya que él trascendió como el mejor
escritor que han dado estas tierras.
J.
LUZ SIERRA ENRÍQUEZ
*J. Luz Sierra Enríquez es Ingeniero Biológico y
miembro del Taller Literario Diezmo de Palabras y del Taller Literario de la
Casa de la Cultura de Comonfort. Ha sido publicado en Palabrerío, Un rimero de
palabras (poesía), Aire del bajío, un
acercamiento a la nueva poesía Guanajuatense, por la Universidad de Guanajuato
y en revistas y periódicos. Fue ganador del Trofeo "La rosa". Primer
Premio en los "Primeros Juegos Florales organizados por la Corresponsalía
del Seminario de Cultura Mexicana y la Presidencia Municipal de Acámbaro para
celebrar los cien años de la Fundación de Acámbaro.
LOS
HIJOS
Herminio
Martínez
Abrí
la puerta de los malos tiempos
y
entré a otro cuerpo,
tembloroso
de aire;
Desde
la adolescencia un duro sol bajaba
hasta
mi pantalón, donde los hijos
ya
eran pequeñas bocas devorándome.
Abrí
un duro cristal quebrado en trinos,
la
transparencia me cubrió de instantes
de
luz,
de
sol
de
luna,
de
agua herida.
Hoy
que las sombras pegan en mi pecho
como
un rumor de rocas derrumbándose,
nadie
ha venido a darme
la cucharadita que algunos recomiendan:
“Si
se halla grave
y
siente que no va a amanecer,
tome
un poco de luz
y
verá y oirá
y
hasta,
probablemente,
cuando
caiga la tarde,
le
dé por escribir algún poema”.
Queda
sólo la lluvia,
algún
dios compasivo
nos
la dejó en los ojos:
su
amplitud amueblada por las flores,
el
brillo que se sienta a ver montañas,
los
valles, el color,
su
piel de hierba,
acaso
la quietud,
que
aún le crece
en alguna región
desconocida.
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PENÉLOPE
Herminio
Martínez
En
nombre de esta sal
donde
el azul extiende las distancias
igual
que alfombras sin medida
para
que en su alborozo pueda rodar el viento,
te
hablo yo, el zurcidor de gavias,
con
un lamento a cuestas;
el
audaz que ha conquistado los pregones
que
me nombran contigo,
poniéndome
en el corazón de los insomnios:
deplorables
paisajes donde en noches
como
ésta dejé caer mi grito,
pero
nunca entre un desvelo y otro me abandonó la dicha.
Nube
de amor lloviendo sobre mi ánimo,
pétalo
a pétalo se me deshojan las palabras.
He
andado por los bares que quedan encendidos
hasta
la hora del alba. Sombra de espejo soy.
Vengo
del mar que viene y va por las canciones
que
entonan los migrantes
con
un fulgor de abril en el recuerdo.
Tu
cuerpo imaginado
es
lo que me apuntala una creación en ruinas.
Supiera
al menos en que ojos te derramaste resignada
antes
de conocerme aquel octubre
en
cuyo derredor giraba la realidad
de
los que querían comprarte.
Y
afuera el mar se movía en árboles de agua
con
su raíz adentro de nosotros
y
voces en las que se oían caer vicios impunes.
Te
gané sólo para mí hablándote del sol y de los siglos
de
espuma en que se recuestan los océanos,
saliéndose
del vidrio de sus límites,
mientras
tus pretendientes se despiden;
míralos
regresar e irse llorando a sus patrias de origen.
Yo
me quedo a la fiesta, borracho entre fantasmas
que
del Norte y del Sur se acuerdan de sus mástiles.
Un
amargo amarillo hace olas en la tarde.
Y
ráfagas de rostros buscan guarida en tu alma.
Nombres
que nadie conocía se han grabado en tu boca,
como
el del muchacho que era yo y a quien, siendo menor de edad,
se
le quemó la sangre en el rosal de fuego de tu fama.
Soy
un calor sin cuerpo,
vagando
a través de una Grecia
en
la que nunca me faltaron camas
(un
frío ensangrentado manchaba mis auroras);
aromas
que me hicieron saber
que
en mis alrededores sólo habitaban los zumbidos.
La
tarea más pulcra será ir al encuentro de la mujer más bella,
me
dije en esa ocasión y ahí vengo por el mar,
cuyas
olas ebrias, tambaleándose, también lo celebraban;
el
mar que es un abismo de ruidos refrescantes,
asombro
de lagunas, de pájaros y peces.
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GUIJARRO
Herminio
Martínez
Ayer
llovió. Los cerros amanecen
haciendo
a mano su esplendor mojado.
Qué
flaco el panorama donde vive
el
hombre sin saber. Simple detalle.
Ya
nos lamieron las sequías ardientes,
animales
con ojos de guijarro
y un
deseo lujurioso en el gemido.
El
sol con el hocico nos recoge,
gotas
al fin de la llovizna humana,
con
golpes increíbles en los flancos.
Fue
una noche increíble y mal sentada
debajo
de la lluvia y sus vocales,
gritándonos
a chorros tantas sílabas.
Ahora
tememos que se vaya el húmedo
sopor
que siempre baja a ser en uno
algún
antepasado de su especie.
Y hay
que subir a verlo en la palabra
donde
la fantasía fabrica espejos
para
engañar con lágrimas al ánimo.
El
cenit y el nadir de frentes lánguidas
donde
la mente se volvió ceniza;
los
verdes tristes con la espalda abierta
y el
porvenir flechado en la angostura
a la
que lo condujo como un ciervo.
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FÓSFORO
Herminio
Martínez
Es
un fósforo el día atento a tu ánimo,
para
que el pueblo enciende, al fin, su cólera.
El
día sabe tus sílabas mortales,
más
que una bandeja la abundancia.
El
día es este papel de orillas tristes,
donde
secretan fábulas los súbditos.
Es
innato en hacer una pregunta,
¿le
servirá un testículo al que asciende?
Es
duro y circular como el bochorno
de
atmósferas de agujas en su reino.
Y la
lluvia te asalta a sudor puro
de
nube embarazada al dar las cuatro.
Yo
no cambio mi amor por un instante
del
infinito, tú eres la criatura
que
del hombre me hubieron transmitido.
Yaces
inmóvil como piedra antigua,
pero
en tu corazón eres la llama,
distribuyendo
hierba entre los débiles
y
una erección social a grito inmenso.
A
cada uno lo alcanza la miseria,
a
cada quién lo envuelve ese follaje.
Yo
tengo la tristeza atada a un palo.
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SOBÁNDOSE
EN SEDAL EL MODO PERRO
Herminio
Martínez
Al
manso, la ponzoña va en su trono
sobándose
en sedal el modo perro.
Hacia
él navega en aguas que se pudren
sintiendo
ya sus éxitos maduros.
Señora
de mil súbditos atroces,
guardiana
de actitudes desafiantes;
al
revés de los montes que amamantan
tallos
y noches para darle al suelo
panorama
y olor de tórax de hombre.
Reina
de los desórdenes floridos;
estiércol
que nos cubre el ser a tajos;
jadeo
convulso de mujer con crótalo,
ahora
te diviertes con mis lágrimas.
Soy
postre en el hocico de tu esencia,
tu
garra tosca me sujeta el ánimo,
tu
cola de remaches me da frío
y
sudo por mitad a media noche
y en
tu aliento perduro toda el alba.
Al
pobre avanza el pérfido aguacero
con
su nombre de sal lloviendo rocas
como
si el bueno fuera mal nacido
y el
energúmeno lámpara votiva.
Es
lo que nos sucede en esta época
a
todos los que no tuvimos misa
concelebrada
ni apretón de manos.
Recuesta
su cadáver a llorarlo,
el
bueno, al que le dieron con la escoba
y
después de morir sigue queriéndonos.
Oh,
girasol, no vuelvas la hermosura
hacia
donde le pegan con un palo,
arqueándole
el silencio hasta partirlo.
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BAJO
EL HACHA
Herminio
Martínez
Un
hermoso dolor hace leña en mi pecho,
la
válvula del tronco ha abierto mi costado,
la
noche araña el muro, quiere meterse al alma;
acostado
en su edad, mi tiempo llora,
acostada
en su sien, mi mente sufre,
hincado
en su rodilla, mi pie avanza,
se
mueve, se ha dolido.
Afuera
anda la lluvia de sombrero,
la
vida es este bosque bajo el hacha,
a su
lado el destino deja caer mitades
de
ti, de mí, de tantos
al
pie de la colina de una muerte,
una
lágrima, un credo doloroso.
Si
me prestan la niebla voy a hablar de los asnos
que
a golpes resistieron
las
maderas intrínsecas
de
otros palos compuestos de palabras y montes
con
las faldas azules hasta su pie asfaltado.
Si
me prestan la franja donde se abraza el pueblo
al
zapatazo verde que le remacha el párroco
al
pie de su alfabeto,
diré
que hay una esquina,
donde
apagó su luz un ámbar triste
y el
alma en mi interior hace un gemido a mano.
Así,
cualquier color se viene abajo
hasta
el arado con que siembra el hambre
y el
sol derrama otoño en su bragueta,
cielo,
arrogancia y ojos en ayunas.
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VORACIDADES
Herminio
Martínez
Su
perfil es un clavo y un boleto.
Ahí
viene, que no pase
a
hacer llorar el agua en cada frente,
de
sien a sien, como de sol a luna,
ni a
remoler el tiempo en cada instante
donde
se muere la salud clavada.
Otra
vez con su oreja y el relámpago,
nos
traerá entre grietas cartas tristes;
el
abandono con su trigo seco,
el
hambre sin campanas en su aurora,
el
pan crucificado en platos fríos.
Ahí
viene, que no pase,
colgándose
en el hombro las ciudades;
puñetazo
que pone en pie a los hombres,
rumor
donde la lluvia es tarde fría.
Jamás
la muerte se mostró más íntima.
Jamás
tantos temores por la ausencia
frente
a las posiciones de los líquidos
que
arrojan de su ser voracidades.
Jamás
la inundación de este abandono
tuvo
tal cantidad de letras íntimas
para
escribir la altura de una madre
amarrada
a la pata de una pena.
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