DIEZMO
DE PALABRAS
Fundador:
Herminio Martínez
Celaya. Domingo 14 de septiembre, Sol del Bajío
NUEVOS
TIEMPOS PARA HOMBRES DE TEMPORAL Y ANIMALES DE AMOR
Alí
Rendón
-Me acuerdo que antes llovía mucho, papá.
-La tierra estaba muchacha. Ahora ya se cansó…
Hombres de Temporal.
La
despedida del maestro fue en un día propicio para envalentonar la memoria que
gusta de los presagios, como los que hacen las personas de pueblo al mirar las
nubes en busca de humedades benefactoras, a pesar de que anuncien la avanzada
del relámpago. Yo, simplemente, quiero continuar con mi agradecimiento por las
reformas a la imaginación que el maestro Herminio me trajo cuando fui
tallerista de Diezmo de palabras. Ahora, como integrante del taller Tormenta,
puedo decir que algunas cosas recuperan un claro signo de interrogante bien
descubierto y emplazado en lugar de una bandera de rumbo identificado: la
novela Hombres de Temporal es la apertura, para mí, y el cierre: el poemario
Animales de amor; obras que Herminio Martínez apuntaló como cerrojos abiertos
invitando a empujar las puertas a ese imaginario brutalmente humano y
estremecedor con que su talla verbal nos fragua una tradición de fantasía
coloquial, fraterna, nunca moralista ni adoctrinadora, tampoco acomodaticia por
cruel o enarbolada en genealogías de realismos, ni chapuceramente comedida con
vanguardias. Es, pues, una esgrima, ¡un baile, que si no!, de una mente
experimentada en las sensibilidades del drama y goce humanos sobre esta tierra
madura que todos nos calzamos bajo los pies y en la sombra entera.
Para
abordar de nuevo a Hombres de Temporal, y Animales de amor, se me vuelve
necesario mirar el marco que rodea nuestros días:
En
seguridad no hablamos de éxitos totales: Osorio Chong. "Odile"
causará lluvias en Guerrero, Colima, Jalisco y Michoacán. El mundo literario
celebra cien años del natalicio de Cortázar. La Reforma Financiera ya está en
acción: EPN. El Apple Watch interactuará con el iPhone y permitirá recibir y
enviar mensajes, tomar llamadas y monitorear la salud y el estado físico del
usuario. La OMS elevó a dos mil 228 el número de personas muertas a causa del
virus del Ébola en África Occidental. Liberan a 15 miembros de autodefensas
detenidos en 2013 en Michoacán. Joven Óscar Otero intentó tomarse una selfie y
se dio un balazo. Una cámara de seguridad en la zona de Santiago de Chile,
donde el lunes explotó una bomba de fabricación casera provocando al menos
catorce heridos, captó unas imágenes del que sería el autor del atentado. Muere
Gustavo Cerati tras 4 años en coma. Soldados de Israel desertan para
disfrazarse de payasos y entretener a niños palestinos supervivientes de los
bombardeos. Wirikuta continúa en peligro debido a las concesiones mineras que
amenazan con devastar el territorio sagrado del pueblo Wixárika y áreas colindantes…
Machigua, gran escenario y tema, no sólo de
la novela Hombres de temporal, es la tierra que -contrahecha y luego
reelaborada con el esmero de una estética depurada, hasta parecer sencilla, y
un estilo que abreva del realismo mágico y del tránsito de vida del propio
Herminio- logra crear un nuevo ordenamiento de nuestros conceptos propios de
pueblo, costumbre y tradición, como esa dinámica en la que todos hallamos
nuestra única y posible posesión tangible en vida, en tanto rastro de humanidad en eterno
intento de evasión –o clara asunción- de los dolores, tantísimos, de la
Condición Humana en su estado más puramente universal. Así, pues, el marco y la
obra que delimita, se amalgaman para plantearnos, entonces sí, preguntas duras
que trascienden al ejercicio de la lectura como simple entretenimiento, y dan
paso a la posibilidad real de modificar alguno de los paradigmas de la
percepción de nuestra realidad, pero sobre todo de nuestra sensibilidad,
restaurar los sentimientos a donde deben estar, so pena de volvernos a
descorazonar recién luego. Machigua es, entonces, una Wirikuta, otro sitio
sagrado, Cortazar lo es, Yurata, Cañada de Caracheo, Celaya, Durango, Gaza…
Toda tierra es del abuelito don fuego, lugar donde habitan los espíritus… no
sólo fuera del cuerpo, sino dentro del cuerpo, ¿por qué no?, todo sitio así se
vuelve entonces sagrado, aunque eso para algunos sólo sea una razón para
licitar la defensa de la tierra, entonces: ¿por qué no erigir imaginarios
ciudadanos autodefensas de Machigua, no sólo contra el desconocimiento de la
obra de Herminio ante las nuevas generaciones, sino también contra una realidad
que se opone a la imaginación y la belleza de la ficción, de la literatura
misma, con abominables argumentos de que toda obra humana debe obedecer a un
fin utilitario y práctico, monetario-redituable, medible, digno de
popularizarse por “lindo” ante el flojo sentido de la vista? No.
Me
calmo hablando de Animales de amor, poemario que dialoga con el lector sobre el
destino de nuestras ansias más íntimas, trata de hacernos creer que se puede
extender la vida tan fácil y con la misma rabia con la que se reparte la muerte
entre la tierra propia o la vecina, y sí, Herminio nos lo dice y es mediante la
pulsión reproductiva desvestida y mostrándose como erotismo en esos poemas
redondos y sugerentes.
“[…]
Entre tus piernas y mi voz me siento a contemplar la eternidad rendida. […]Soy
animal en tus caderas. […] y hasta le pido a Dios que se haga a un lado de su
poder, que es polvo venerable, para tomar un poco con la lengua y adorarlo a
morir en tu figura de montañas, declives y colinas.”
Estos
son ya, tiempos nuevos para releer Hombres de Temporal, y Animales de amor, y,
sobre todo, sacar estas obras de sus libros para usarlos en la vida, a pesar
del clima político, social, económico y atmosférico. Tiempos de escribir, de
anunciar que Herminio se deja ver dentro de una nube, no de agua sino de leche,
y pide nuevas plumas para algún tordo, platica anécdotas o manotea sobre un
libro que tanto le ha gustado.
***
Alí Rendón (Celaya, 1980). Es miembro del taller Tormenta. Publicó
recientemente el libro de cuentos La realidad con capacidades diferentes
(Zacatecas: Pictographia-INBA-Conaculta, 2013). Fue beneficiario del PECDA en
2010. Ha publicado en revistas como Playboy y antologías de cuento y poesía. Ha
participado en encuentros de escritores jóvenes en Varsovia y en Valencia. Ha
sido traducido al polaco y parte de su obra ha sido utilizada en la tesis de la
dra. Maja Zawierzeniec y la dra. Ruth Brown. Es uno de los ganadores del
concurso de microrrelatos La casa vacía, organizado por el Grupo de estudios
sobre lo fantástico (GEF) y el escritor David Roas en la Universidad Autónoma
de Barcelona. Acaba de ser convocado para participar en un encuentro de artistas
jóvenes en Canberra en 2015.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
HOMBRES
DE TEMPORAL
Herminio
Martínez
(Fragmento)
2
Machigua
es la nariz moquienta del nopal. La trágica sonrisa del mezquite. La enfermedad
a la intemperie. El ave que renace en sus cenizas. Machigua tiene calor y no hay quien le
ofrezca un ojo de agua, un porvenir, un puente o una disculpa. Ya sólo quedan
lenguas desabridas. Ya nada más estómagos para que duerma el aire. Machigua no
conoce las consultas. Machigua no conoce las farmacias. Tiene el alma tendida
en un mecate, con la ilusión de que un día la descubran los redentores que
andan por la tierra. A Machigua le
duelen las cucharas. A machigua le sangran las sartenes. Le pesa ya el sopor de
los jacales. La entume el largo frío de los fogones. A Machigua le gimen los
comales. A Machigua le lloran los manteles y se rasca con pánico las noches
cuando le brotan hijos como ronchas.
Esperando a mi hermano veo el reloj, me asomo hacia la
calle y tenso el músculo del alma. El día se acoda sobre un inflado viento de
tizones y hay por toda la casa un delicado aroma de visita. Mi hermano es un
hombre de huaraches y camisa con manchas de trabajo. Le voy a preguntar por
nuestro pueblo y él dirá con tristeza que todavía no llueve, o que ya se murió
don Juan el músico, o que la viuda Elena anda penando. La ciudad a estas horas
se refugia debajo de sus lozas de concreto, entre ventiladores y cervezas.
Apesta a alcantarilla y combustible, le encaja el sol su lanza a media nuca. Mi
hermano es enjuto de facciones pero tiene la mirada de un ave solitaria. Le
ofreceré una silla junto a mí para escuchar su plática de pobre; me pedirá un
cigarro y un refresco. Pasaremos un largo rato juntos como cuando de niños en
el cerro sembrábamos maíz, hasta que el polvo de la tarde caiga, nos irrite los
ojos y nos haga llorar.
5
Los árboles, en las barrancas, dejan caer sus
hojas, mientras Solchaga termina de pasar, mostrando en dentadura aquel
desprecio, lo cual en él era ya imbíbito. Pasa con su cortejo de allegados, sus
cofradías de beatas, su contorno de imponderables hombres y mujeres. Me acuerdo
de aquéllas catequistas. Principalmente de una que tenía los ojos de murmullo,
los cuales a uno lo hacían pensar en un manantial inagotable. Desde aquí la
cañada parece un tranquilo lago, en cuya superficie flotara el pueblo de
Machigua, contrastando con la dimensi6n sebosa de Solchaga, cuyas astucias para
ganarse potentados, no han conocido todavía rival. Lo miro como a un rey que
acabase de conquistar un vasto imperio. Arco iris de lodo. Burbuja reventada.
Así lo imaginamos, al menos yo. Cada paso que damos es un golpe seco sobre la
tierra. Oiga. Aquí vamos, frente a Los Horcones, tan famoso lugar por la
neblina de oro con que, al amanecer, el otoño lo envuelve. ¿Todavía es
propiedad de don Librado el de la difunta Pancha? Vamos cuesta arriba: yo,
mirando pasar las sombras; y usted, con su camisa rameada de amarillo, que le
hizo mi mamá. Vamos bajo el viento, que vuelca encima de nosotros la tumultuosa
dicha del vivir. Sangrando por la herida del recuerdo, mi corazón se aferra al
esqueleto de lo que ya no vuelve. A las fosforescencias del pasado. A las
piedras y a este aire que hace cantar los huesos y que él mismo es semejante a
un sonar de copas. A la ternura del viento, donde se siente mejor cómo funciona
el alma. A esta luz apenas lastimada por una leve sombra de cuervo o de águila.
Óigalos: cuar, cuar, cuar… Iia, ia, ia… Dice. Hacen.
Vamos
al altramuz, que es una flor sencilla; y al amaranto que, en Machigua,
conocemos como la Regla de María. También a las noches de mi niñez, que vuelvo
a gozar plenamente como si alguien arrojara puños de granos encendidos a una
parcela de recuerdos. Aquellas noches derramando estrellas. A todo se aferra el
corazón. A la corroída belleza de estas evocaciones que botan y rebotan sobre
mí, así como a los matorrales, a sabiendas, claro está, de que Aniceto Solchaga
no es otra cosa ya que una vejiga reventada. Sólo un viejo colchón
despanzurrado. Un nudo de tinieblas bajo su solemne concha de crustáceo. Se
aferra el corazón a los recuerdos. A las imágenes de un día. Pero no estoy
llorando. A la luz de un domingo. Lo vuelvo a ver, papá.
6
Un
día llegaron a Machigua distinguidos señores de corbata a mostrarle a los
pobres las mejillas de su juramento sonrosado a la sombra infantil de los
mezquites, al rumor con el tórax ya canoso de los pirules dueños del baldío y
los cazahuates suspirando en atmósferas de filos, que eran sus hojas
aplaudiendo el aire, que eran sus puños contra las paredes de la necesidad, que
era la casa donde vivíamos contemplando el mundo, que unos levantan y otros pulverizan.
Abajo aún se ven ruinas de hacienda donde a los hombres les pagaban algo por
derramar las gotas de su esfuerzo. A la limpieza del fulgor que era ese vocablo
en que el decoro testifica lo que vale la vida por el peso no en oro, más bien
en honradez de las personas. A “entregarse” llegaron en sus coches, cargados de
sonrisas, las cuales habían hecho previamente con bocas de retratos de los que
guarda en sobres la política. Y a pedir comprensión por el olvido que desde
hacía ya mucho tiempo se enredaba como hierba maligna en cada muro donde el
llanto sentaba a las personas para almorzar con ellas sentimiento.
Venían
por el camino pedregoso donde el huizache fija su postura con espinas que son
como los clavos con que la amarra frente a los viajeros. Y flores amarillas
recordándoles la generosidad de su fragancia. Llegaron con su nombre de la
mano, el cual era soberbio y muy peludo aunque con cierto resplandor de obispo.
El día desnudo en su cristal corría hasta el ojo del agua del sabino donde la
siesta, muda, cabeceando, veía pasar ovejas que eran sueños. Aquí la soledad
era el volumen en que estaban descritos los lugares marginados y oscuros de la
tierra. Con mujeres llorando al pie del alba y hombres cuya humildad era
ceniza, que les teñía de humano las facciones. Cambiaban votos por las
esperanzas; cual monedas de oro las repartían sonrientes y sonoros bajo el
bello metal de su futuro. Votos para subirse a la tribuna, votos para sentarse
en el escaño desde donde pegarle, con proyectos, al hambre que le roe al pueblo
el hígado. Al hambre rata, al hambre que eran ellos haciendo de nosotros una
pústula que despierta en la noche a merendarnos. Se reían de los niños que
jugábamos a crecer con los frutos del pochote antes de que arrancara a
puñetazos el sol de sus entrañas la blancura. Y una y más veces sacudían la
bolsa de la prosperidad: escuela, puente, un lago donde, al filo del atardecer,
la vista fuera a bañarse desnuda entre las colores. Y un dispensario médico y
trabajo para todos los muertos del hastío que aquí, entonces, repartía la nada
como si fuera pan y se comiera. Yo era estudiante chico. Las horas se movían
como muchachas con un aro metálico en el cuerpo, mientras los individuos
visitantes, escribían con el alma sus propósitos en esta parte del dolor
terrestre, donde vengo nombrando algunos árboles.
+++++++++++++++++++
LE
ESTOY HABLANDO A UN HOMBRE
Herminio
Martínez
Silencio,
le
estoy hablando a un hombre
en
la extensión de su morada,
en
los alrededores de su entorno,
en
las inmediaciones de su muerte.
Ah,
qué tu pueblo con su puentecito
por
el que pasas a buscar trabajo.
Ah,
qué tu pueblo con sus calles tristes
por
tantos que se fueron sin regreso.
Ah,
qué tu pueblo donde el ojo de agua
te
vio crecer, sufrir, también marcharte.
Ah,
qué tu pueblo con sus cuatro sillas
donde
se sienta el sol a hablar del mundo.
Ah,
qué tu pueblo donde no hay criaturas
que
estudien las vocales hueso a hueso.
Ah,
qué tu pueblo recogiendo penas
en
los alrededores de la dicha.
Ah,
qué tu pueblo sin siquiera un foco
ni
un médico que fume por las tardes
bajo
la sombra de una camelina.
Ah,
qué tu pueblo con sus dos patrones
y un
párroco que es dueño de las vacas.
Ah,
qué tu pueblo donde llora el hambre,
apaleada
en el patio de una casa.
Silencio,
me
está escuchando un hombre
en
la extensión de su morada,
en
los alrededores de su entorno,
en
las inmediaciones de su muerte.
++++++++++++++++++++
NO
TE VAYAS, HERMANO
Herminio
Martínez
No
te vayas, hermano, no te vayas.
Quedémonos
aquí hasta que revienten
los
huevos musicales de los pájaros.
Resiste
el mal ejemplo de las urbes
que
la civilización tiene por suyas
y el
de las catedrales donde apesta
el
cuerpo del amor como cadáver.
No
dejes que el imperio de los coches
te
imponga la maldad de su chatarra.
No
cambies tu morada por zozobras,
sacarás
de los lobos que se peinan
sólo
hechos con los fémures quebrados.
No
dejes el perfume de tu tierra
ni
el musculoso viento en que se monta
el
rumor infantil de los pirules.
No vayas
a dejar tus camelinas.
Quédate
para siempre a ver los cerros
donde
el brochazo de la tarde pega
para
que los corazones se abastezcan.
Qué
hermoso es escuchar que pasa el viento
con
un gorrión debajo de la lengua
sin
añorar cigarros ni señores
que
expelen humo por su ceño de oro,
ni
esos lugares donde se reúnen
algunos
a mentarse la importancia.
No
te vayas, hermano, no te vayas.
La
humanidad es acto de rapiña.
Es
oficina donde duerme el tiempo,
indiferente
y cruel, en sus empleados.
Es
humo y un rumor que muerde el tímpano
peor
que si un perro se te echara encima.
Es
soledad comiendo en el arroyo
de
cualquier avenida sólo cáscaras.
Un
tubo digestivo remendado.
La
navaja apuntando a tu destino.
Una
sed que se apaga con basura.
Un
inmenso hospital
donde
ella misma muere.
No
te vayas, hermano, no te vayas.
Quedémonos
aquí hasta que termine
de
caer la tristeza
sobre
las abolladuras de las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario