BOTÓN DE ARDOR Y
FIESTA
Martín Campa Martínez
Pezón húmedo que me
miras, que me destruyes,
incéndiame las sábanas
hasta el amanecer,
rómpeme los huesos,
las ganas, el amor.
Pezón intenso, no me
abandones a mi suerte.
Tómame, incinera mi
alma y mis desvelos.
Pezón maravilloso,
hijo eterno de Dios,
ampárame en tu sopor
sabroso, exquisito;
acógeme como al viento
las campanas.
Pezón sensible, botón
de ardor y fiesta,
fulgor nutritivo que
alimentas a todos
los que somos amantes.
Márcame con tu redondo
ritmo las pupilas,
acaríciame la espina
que es mi espalda,
soy tuyo, soy tu
espejo, tu agua, tu novela.
Ay, pezón de éxtasis,
muérete conmigo.
Lléname, no me
desampares,
cúbreme con tu inmenso
aroma de mujer.
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LUNAS DESCARRILADAS
Martín Campa Martínez
Somos iguales en la
oscuridad, Marina:
tú, alcohol para mis
labios; yo, escalón para tu amor.
Me ves fijamente con
tus ansiosos ojos
y comprendo tu
mensaje:
deseas que ciña más tu
espalda a mi piel.
Y este concierto de
aromas se prolonga
hasta que el sol viene
a derramarse
sobre las calles de
esta ciudad.
Entonces te aprieto y
arqueas tu sombra,
lames y me transformo
en dulce contorsionista.
Las sábanas son el
punto
donde la batalla llega
al clímax
y me persigues por
toda la habitación
como luna
descarrilada.
Parecemos dos manzanas
frotándose la pasión,
dos gotas iguales en
la penumbra:
muerdes, gimo;
cabalgo, y tú me guías…
Y en verdad somos tan
frágiles, marina,
que un viento mal
intencionado
(luego de amarnos
tanto) nos haría caer,
de nueva cuenta, una
sobre la otra...
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MUJER QUE SUEÑA
Martín Campa Martínez
Es domingo.
Un blues sube y baja
por la ventana del silencio,
incita mis sentidos,
los enrojece hasta
volverlos fuego en mi vientre.
Desnuda sobre las
horas
pienso en tus labios
de poeta recorriendo mis lágrimas,
en tus manos de
arcilla reinventando mi piel.
Abro esta ventana para
que entre a refrescarme
un canto de cenzontle,
desde el corazón
calcáreo que luce el infinito,
pero sólo llega un
aroma a ciudades en vela,
a ángeles insomnes,
un sabor a sabinos con
piel de barro.
Mi cuerpo lleno de
ansias
se derrama como lluvia
sobre el lecho nupcial
y creo sentirte
entrando a mis deseos,
pero no, solo es un
falso delirio.
Otra vez apago mi
calor
con el susurro de esta
noche.
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EL SUAVE LICOR DEL
PECADO
Martín Campa Martínez
Ella se deshace en
ansias.
Ríe, moja con su
delicadeza nuestras almas.
Sube con frivolidad a
la pista, salta, inicia su fiesta.
Frota su hermosura con
los secretos hilos de esta noche.
Muerde sus labios, nos
corta la lujuria con el brillo de su carne.
Con el humo de algún
cigarro adorna lo salado de su sexo.
Se contonea,
su perfume acaricia
despacio
los poros de quienes
la anhelan.
Derrama sus olores,
nos deslumbra con sus movimientos.
Se monta en el falo
hirviente de la música.
Apacigua la tormenta
de los borrachos.
Baila, se burla de
quienes no podrán tenerla esta noche.
Juega con sus senos,
los transforma en
mariposas de un solo vuelo,
los pinta con la leche
de la ciudad.
Juega a ser otra, la
hembra de todos, el suave licor del pecado.
Abre sus muslos, toca
su flor ardiente hasta incendiar nuestros nombres.
Danza, se vuelve
eternidad.
Danza, nos moja con la
miel de su ritmo.
Ni la lluvia se
atrevería a interrumpir este momento.
De pronto se hace un
silencio, estoy mojado hasta los recuerdos.
Las luces se apagan,
ella baja del entablado,
alguien la cubre con
una bata de seda.
Avanza aromando los
ojos libidinosos de los parroquianos.
Apresuro mi vino y
ella se acerca a mí, temblorosa.
La tomo por la cintura
ante la envidia de todos;
beso su oído, mientras
me voy perdiendo
en el fuego de su
historia.
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VIDRIO MOLIDO
UNO
Perdido en el océano
de tu cuerpo,
náufrago temeroso
varado en la isla de
tu voluntad,
fue mi balsa salvadora
tu clítoris lleno de
luz.
DOS
Exaltado,
comprobé que algunas
de mis manías
aún son infalibles:
en este instante
glorioso
te facilito el licor
amargo
para que continúes
emborrachándote con
las sombras
que perdió el verano,
quizá al final
tus labios se
transformen
en ese luminoso vidrio
molido
que uses para rasgar
mi espalda.
TRES
El fuego de tus manos
calcina la palabra
que es mi vientre,
entonces miro
a través del cristal
de la noche:
a lo lejos
también la ciudad,
como nosotros,
arde.
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AVISPA ENFURECIDA
Ha llovido otra vez
y la ciudad semeja un
ave con plumaje nuevo.
Afuera el frío muerde
los edificios y la rutina,
mientras yo aquí
no puedo cerrar los
párpados esta noche
viendo cómo mis dedos
se deslizan sobre tu
entrepierna.
Y eres avispa de
vagina enfurecida,
mujer de agualuna
melódica,
pecho de engolosinado
nombre.
Gira y gira la
oscuridad
-torbellino jalándonos
el músculo del deseo-
y mientras las horas
pasan
igual que tristísimas
estrellas fugaces,
vuelvo a embriagarme
con el afrutado aroma
de tu piel.
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AL COMPÁS DE LA MÚSICA
Martín Campa Martínez
Sonia se transforma en
la noche misma,
en sus muslos mis
pupilas hacen fiesta.
Mueve su pelo y sus
ganas al compás de la música.
No resisto su aroma a
ciudad recién lavada.
Es semejante a Dios,
pero está triste:
tiene acongojado el
ritmo de sus caderas.
Se contonea, me
observa, me dedica su baile.
Su espalda es como el
verano
que anhela deshojarse
en la mano de un poeta.
Se mueve como un alud
de estrellas.
Humedece su sombra en
mi copa de licor,
sabe que anhelo estar
a su lado.
Entonces las luces se
encienden, finaliza su show
y, esplendorosa, toca
sus muslos por última vez.
Baja del escenario y
llega a mi mesa.
Besa mi entusiasmo y
yo tiemblo.
Sonia me invita a
morir despacio en su lengua
mientras disfruto como ella
esas brasas del fuego hacendoso que es el amor.
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